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Ciudad de fundación griega, se localiza en la zona norte del golfo de Rosas, siendo aun muy debatidos tanto su fecha de fundación como su origen. Si nos atenemos a las fuentes literarias, éstas sitúan el origen de la ciudad entre el 800 y 776 antes de Cristo. Sin embargo, las fuentes arqueológicas no han podido hallar datos más allá del siglo V a. C. Ciudad al abrigo de la potente Emporion, parece ser que fueron habitantes de esta última quienes procedieron a fundar Rhode, a finales del siglo V o principios del IV a.C. Su evolución, por tanto, aparece ligada al desarrollo económico de la ciudad-madre de Emporion, a pesar de lo cual en Rhode se acuñan monedas propias. Algunas fuentes afirman, sin embargo, que Rhode fue fundada por los rodios, basándose en la similitud fonética de ésta con la ciudad griega de Rodas. Apoyaría esta teoría el hecho de que a finales del siglo IV o principios del III a. C. se acuñaron en Rhode dracmas del mismo tipo monetario de la isla de Rodas y con un sistema metrológico independiente de los utilizados en Massalia o Ampurias. También sabemos que en esta ciudad, al igual que sucede en Emporion, se adora a Artemisa de Efeso.

Renoir estaba fascinado por las flores, especialmente las rosas, pasión que se remonta a la década de 1870. Al final de su vida se dedicó a su cultivo en la finca de Cagnes, pintándolas casi cada día. En este estudio de rosas en un jarro de cerámica observamos la importancia del color en la obra del maestro, resbalando las luces por los pétalos y contrastando las tonalidades brillantes con las frías del jarrón. Las formas redondeadas de las flores abiertas sintonizan con las curvas del jarrón. Otro de los contrastes que encontramos lo vemos en la mesa y la pared del fondo, mucho menos estructurado que las rosas y el jarrón, mostrando el interés del pintor por las flores, en un estilo vinculado con el impresionismo.

Manet recupera en los últimos años de su vida los asuntos florales realizados en los años iniciales de la década de 1860. Ahora existe una significativa reducción de elementos, empleando un recipiente de cristal de distinta forma sobre el que deposita dos rosas, una roja y otra amarilla. La pincelada está ricamente empastada, sin llegar a eliminar las bases dibujísticas que apreciamos en la copa o las propias flores, diferenciándose de Monet que estaba provocando la desaparición de la forma. La copa se sitúa en un espacio indefinido, que recuerda su admiración por Velázquez.

Participó activamente en la resistencia durante la segunda invasión de Buenos Aires por parte de los ingleses (1807). Será uno de los promotores del alzamiento popular en Buenos Aires durante las luchas fratricidas entre federales y unitarios, lo que le llevará al cargo de gobernador plenipotenciario entre 1829-1832. Junto a López y Quiroga conseguirá derrotar a los unitarios en las provincias del interior del país. La Junta le denegó en 1832 el poder lo que le llevó a organizar su propio ejército. De nuevo participó en la política argentina liderando el partido denominado "Restaurador Apostólico" que le llevaría a la gobernación de Buenos Aires con el apoyo de la Junta. Este segundo gobierno se destacó por su despotismo, apoyado en su ejército llamado la "mazorca" con el que sometió a los enemigos del federalismo. Juan José de Urquiza se sublevó en 1852, derrotando a Rosas en la batalla de Monte Caseros. El despótico gobernador huyó a Inglaterra donde fallecería en 1877.

La admiración de Vincent hacia la naturaleza le llevará a interesarse con igual atención por un paisaje como por unas flores como esta bella imagen que observamos. Las rosas ocupan el papel principal de la composición, contrastando sus tonos blancos con la oscuridad de las hojas, recogiendo en el fondo la proyección del rosal en una pared para crear un atractivo juego de luces y sombras. La pincelada es rápida y empastada, interesado Van Gogh por tomar de manera instantánea las impresiones que le rodean en el patio del hospital de Saint-Paul.

En los últimos años de su vida Manet realizará diversas escenas protagonizadas por flores, que se depositan habitualmente en un vaso de diferente forma. En éste, el vaso tiene grabado un dragón, poniendo de manifiesto el interés de los artistas de finales del siglo XIX por lo oriental. Los elementos se recortan sobre un fondo neutro y se asientan sobre un blanco mantel, en un contraste de gran atractivo para el artista. El vivo colorido de las rosas contrasta con la oscuridad del fondo, que resalta sus tonalidades gracias a un potente foco de luz. La pincelada empleada por el maestro es suelta y enlaza con el Impresionismo, aunque la composición tenga cierto aire Barroco.

Espacio comprendido entre el trasdós y el intradós de un arco.

La admiración de Degas por la soprano Rose Caron motivó la realización de este retrato. Acudía con frecuencia el pintor a la Opera de París para deleitarse con sus interpretaciones, especialmente con su papel de Brunehilde en la obra Sigurd de E. Meyer. Sentía un elevado interés por el movimiento de sus brazos, llegando a expresarlo en una de sus Odas. No es de extrañar que tengan un papel protagonista en esta imagen de la cantante, donde la vemos con un elegante traje de noche que deja los hombros al descubierto, sujetando en la mano derecha el abanico y quitándose un guante con la izquierda. Junto a ella vemos su capa, en tonos verdes que contrastan con el blanco del vestido. El rostro de la diva queda ligeramente esbozado, destacando algunas líneas que ayudan a intuir su belleza y su marcada personalidad. Debido a esta profunda admiración, Degas fue a cenar con la soprano, pudiendo ser este un recuerdo de la velada que se quedó sencillamente esbozado.