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<p>Durante el período del Arte de las Invasiones y del Prerrománico, múltiples influencias y poderes particulares se habían entrecruzado, violentamente en ocasiones. Cada nuevo pueblo que luchaba por su identidad enarbolaba con frecuencia la bandera de la religión, interpretada a su conveniencia, para dar consistencia a su unidad. Esto provocó la sucesión de herejías que durante la Edad Media amenazaron con descomponer el poder cristiano en Occidente, puesto que su salud en Oriente, tras el cisma ortodoxo bajo Bizancio, era excelente.El Románico llegó como consecuencia de un fortalecimiento de la fe, así como de una homologación de las creencias y de la enseñanza. Durante el Imperio Carolingio se había implantado la escolarización de gran parte de los menores, labor que requirió el apoyo de la Iglesia y sus escuelas catedralicias. La expansión de los monasterios, potenciada por la renovación de las reglas monacales, en especial, el Císter, fue el detonante de la unificación. Los monjes que emigraban e iban fundando filiales de su casa madre, extendían el conocimiento y el arte. El poderío religioso se vio favorecido por el poderío monárquico, puesto que las naciones comienzan a delimitarse como tales, lo cual permite un control por parte de éstas de las vías de comunicación, las fronteras, las aduanas... El comercio y el intercambio intelectual fueron los principales beneficiarios.El Románico, pues, llega en un momento propicio de reorganización europea.Como se ha dicho, fueron la orden cisterciense y su fundador, San Bernardo de Clairvaux, los impulsores del cambio, originado desde el corazón de Francia. Las vías de peregrinaje, que funcionaban como una telaraña que enlazaba puntos distantes de toda Europa y parte del Próximo Oriente, permitieron la velocidad de las comunicaciones y el intercambio con otras culturas, en un estadio más avanzado: el Islam y Bizancio principalmente. A través de los principales puntos de peregrinación se extendieron las novedades artísticas, en especial para la arquitectura y la miniatura.En la pintura románica, los temas provenían en su mayoría del Apocalipsis de San Juan y de la Leyenda Dorada, al igual que ocurría con la escultura. Lo que las diferencia es que la escultura era una producción de cara al público, a la gran masa analfabeta que desconocía las Sagradas Escrituras, pero que podía "leerlas" como si de un comic se tratara, en las esculturas que adornaban los templos. En cambio, la pintura se dedicaba a un ámbito más restringido, puesto que resultaba extremadamente cara. Esto hizo que su producción se sofisiticara al máximo. La elección del Apocalipsis como uno de los temas estrella motivó la aparición de una fantástica iconografía de monstruos y animales imaginarios, que se ha dado en llamar Bestiarios. Del mismo Apocalipsis provienen determinadas formas de representar a los personajes divinos, que se han mantenido invariables hasta nuestros días. Estos tipos son: el Pantócrator, que es Cristo Señor del Universo, bendiciendo con dos dedos extendidos en una mano, y en la otra sosteniendo el Libro Sagrado. Aparece sentado o rodeado por la mandorla o almendra mística (como se ve en el Cristo de la Biblia Bury). Otro tipo muy frecuente es el Tetramorfos, las cuatro formas animales que simbolizan a los cuatro evangelistas: toro, águila, buey y ángel. El Tetramorfos suele acompañar al Pantócrator. Respecto a las escenas, la predilecta es la del Juicio Final, presidida por Cristo Juez, con los 24 Ancianos del Apocalipsis y las almas de los benditos y los condenados al infierno, una nueva excusa para llenarlo todo de monstruos y demonios. La Virgen María, por último, aparece siempre como el trono del Niño, que sostiene la bola del mundo, así como su madre sostiene la manzana del pecado original.La Leyenda Dorada es un libro anónimo que recoge historias apócrifas de santos prácticamente ignotos. Es una magnífica fuente de iconografía, muy rica en sus historias.La forma de representar estos temas es una estética de lo feo, del pecado, con bestias y rostros muy expresivos acerca de las verdades de fe de la Iglesia. Los personajes aparecen absolutamente rígidos y frontales, hieráticos como las pinturas egipcias, los rostros con enormes ojos expresivos o ceños fruncidos. Sólo las figuras divinas tienen rostros serenos, inmutables ante el dolor o el castigo. Además, los tamaños se jerarquizan y adaptan a los espacios de representación: los santos son mayores que los seres humanos, y Cristo o la Virgen, mayores que todos los demás. Dentro de una propia figura, sus miembros también se deforman: las manos suelen ser enormes, ya que es con los gestos de los personajes con lo que se cuenta la historia. También se acentúa mucho la mirada o la postura.No se sombrean las figuras, por lo que aparecen confeccionadas a base de colores planos, encerrados en líneas sinuosas y abundantes. Las figuras y las escenas, por la ausencia de volumen y por tanto, de espacio, se yuxtaponen en dos planos.Respecto a los materiales, los más usados durante el Románico serán la miniatura, que nos ofrece finísimos ejemplos de la pintura de la época en forma de Beatos, Libros de Horas, Salterios o Evangeliarios. También la vidriera, que intercambia múltiples influencias con las miniaturas, fue un material especialmente querido, trabajado con una delicadeza inapreciable para los fieles que las contemplaban desde el suelo, lo cual nos habla del valor que se les concedía por sí mismas. Este sería el caso de las Vidrieras de la catedral de Le Mans.Aparte también se trabajó el fresco, aunque esto especialmente se llevó a cabo en el Románico Español, muy influido por el arte hispano-musulmán; y también la pintura al temple sobre tabla, también muy llamativa por su calidad en España y también en el Románico Francés e Inglés. En cambio, Italia apenas dispone de ejemplos de pintura románica, puesto que allí se cultiva la pureza de líneas y la sobriedad cisterciense al máximo, apoyada con frecuencia sobre el sustrato clásico de los restos romanos.</p>
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El Románico Español no tiene parangón en lo que a pintura se refiere con el resto de los románicos europeos, como el francés o el inglés. Aparte de las miniaturas, que constituyen un lugar común para todo el Románico en Europa, España desarrolló una importantísima producción en otros soportes que prácticamente se habían desechado en otros países, como son la pintura al temple sobre tabla y sobre todo, el fresco. Esta técnica, sin embargo, cayó en el olvido dentro del territorio español durante los siglos posteriores, y sólo fue reintroducida de nuevo, de forma muy limitada, gracias a las influencias del arte italiano a finales del Renacimiento y durante el Barroco. La España del año 1.000, que es la que se corresponde con el inicio del Románico, cuenta con unas características que la diferencian del resto de Europa. La mayor diferencia viene de la presencia del Islam en la península desde hacía ya tres siglos, presencia que se mantuvo hasta el siglo XV. El Islam, como cultura, desborda la civilización occidental, y es España la última frontera entre su poderío y la Europa que trata de rehacerse. Sin embargo, durante la fase del Románico, el Islam se encuentra en regresión: la frontera tácita establecida hasta ese momento en el río Duero retrocedió hacia el sur, quedando en el río Tajo. Pese a este avance cristiano, la convivencia entre las dos culturas fue el factor dominante y uno de los elementos que enriqueció nuestro Románico: artistas musulmanes que quedan englobados en territorio cristiano y que mantienen sus técnicas, su iconografía, etc. Son los llamados mudéjares. España se dividía en varias regiones culturales, entre las cuales la pintura gozaba de gran diversidad. Las más destacadas eran el centro y sur peninsular, bajo el signo islámico, Cataluña y el Levante mediterráneos, y el interior y norte peninsular, volcado hacia el comercio que propiciaba la gran ruta del Camino de Santiago, hacia Santiago de Compostela, la gran vía de penetración de peregrinos de toda Europa. Las influencias del Románico Francés las encontramos jalonadas a lo largo de todas las etapas de este Camino, que culmina en el gran compendio del Románico que es la catedral de Santiago de Compostela. La introducción de europeos, copistas, escritores, escultores, monjes, etc. se veía favorecida además, por el desierto demográfico que predominaba en la España del momento. Tal era así, que los monarcas ibéricos fomentaron campañas de repoblación. Esta mezcla cuyos principales ingredientes se han nombrado fue lo que dio pie a un Románico excepcionalmente rico, puesto que España se convirtió en un auténtico crisol cultural. Los temas a representar y las iconografías utilizadas siguieron siendo las mismas que en el Románico europeo; las características siguieron también los estereotipos propios: la supremacía del dibujo frente al color, que se supeditaba a la línea, el dominio del plano frente al volumen tridimensional, el uso de fondos neutros en vez de fondos naturalistas con profundidad, las composiciones yuxtapuestas que superponen las figuras, frente al ordenamiento en perspectiva, el empleo de colores puros y no de gamas tonales, y los tamaños jerarquizados para las figuras más importantes. Las zonas más importantes de pintura románica son Cataluña y Castilla-León. En Cataluña el esplendor fue magnífico, con obras de impronta bizantina, posible gracias a la vocación mediterránea de este reino. En Cataluña se conservan abundantes iglesias románicas decoradas al fresco, como San Clemente de Tahull, cuyos paneles han sido trasladados al Museo de Arte Catalán para preservarlos mejor. En Castilla-León lo que se pone de manifiesto es la impronta mozárabe y mudéjar, puesto que se introducen temas profanos sobre trabajos cotidianos, caza, aderezados con motivos decorativos sirios y persas. Los conjuntos más llamativos los tenemos en San Baudelio de Berlanga y San Isidoro de León.
Personaje
Este pintor fue alumno de Boucher, que constituyó el máximo exponente de la pintura rococó. Mignard, una generación más joven, se vio en la necesidad de modernizar su estilo de Barroco pleno, por lo cual se marchó a Roma, en el viaje de estudios que todo artista aspiraba a conseguir. Allí obtuvo mucho éxito gracias a sus cuadritos de Vírgenes o Madonnas, que por lo características se llamaron "mignardas". Tras este período de aprendizaje y madurez, regresó a la corte francesa, donde se le encargaron frecuentemente retratos, en especial a partir de 1658. Destaca de este período el retrato del cardenal Mazarino. Su fama amenazó a la del primer pintor de cámara de Luis XIV, que entonces era Lebrun. El conflicto se resolvió tras la preponderancia de Mignard, que terminó por sustituir en su puesto a aquel.
Personaje Militar Político
Hijo de un campesino armenio, Romano Lecapeno se inició en la carrera militar donde alcanzó el grado de drungario de la flota imperial. Una de sus primeras acciones sería en la lucha contra Simeón de Bulgaria del año 917, en la que la victoria sonrió al búlgaro. La situación en la que quedaba el Imperio era desesperada y la regencia del patriarca Nicolás no había cubierto las expectativas. Se pensó que un régimen militar era lo idóneo para que el Imperio recuperara su vitalidad. El elegido sería Romano Lecapeno, iniciando así su periodo de regencia del joven emperador Constantino VII. Romano apartó hábilmente a la emperatriz y sus colaboradores y se hizo cargo de las riendas de la situación. Para afianzarse más consiguió que el joven Constantino se casara con su hija Elena, emparentando de esa manera con la familia imperial. El 24 de septiembre del año 920 era elevado a César y el 17 de diciembre coronado coemperador. Simeón de Bulgaria no recibió de buena gana la noticia ya que él aspiraba a ese título por lo que se dispuso a atacar Constantinopla. Para ello firmó una alianza con el califa pero la diplomacia bizantina obtuvo un importante triunfo al ofrecer al soberano de Bagdad un pacto más ventajoso. Simeón no rehusó de su propósito y atacó la capital bizantina en 924, sin resultados positivos. Un encuentro entre Simeón y Romano zanjó el conflicto. El búlgaro pudo utilizar la dignidad imperial mientras que el título alcanzara a los límites de su territorio y el bizantino cerró un grave frente de lucha. Pedro de Bulgaria firmó, tras la muerte de Simeón (927), una alianza con Bizancio y se casó con una nieta de Romano. La paz en los Balcanes parecía más firme, reafirmándose la influencia bizantina en los países de la zona. Cuando Romano se encontró con el suficiente respaldo tanto interior como exterior decidió dar un paso más en su carrera hacia el triunfo. Se convirtió en emperador principal y Constantino VII en coemperador, al tiempo que sus hijos Cristóforo, Esteban y Constantino también recibían el nombramiento de coemperadores. Incluso Cristóforo ocupaba el rango de segundo emperador y presunto sucesor de su padre. Romano se rodeó de eficaces colaboradores mientras que la Iglesia permaneció fiel al nuevo emperador, en parte porqué su propio hijo menor, Nicolás, fue nombrado patriarca en 933. Una vez solucionado el peligro búlgaro, Romano inició una serie de ofensivas en Oriente en Armenia y el norte de Mesopotamia. Melitene sería ocupada de manera definitiva en 934. Los Hamdaníes reaccionaron invadiendo Armenia y devastando la región de Colonea. La retirada hamdaní (940) será aprovechada por Bizancio para solucionar sus conflictos con los rusos, obteniendo una importante victoria naval gracias al fuego griego. La reacción rusa del año 943 motivó la firma de un tratado al año siguiente que establecía la paz en la zona. Cerrado este frente, Bizancio se pudo dedicar a la cuestión oriental, reanudando las operaciones en Mesopotamia donde consiguió importantes victorias que elevaron el prestigio bizantino en la zona. De esta manera importantes tribus árabes se pasaron al Imperio para ser asentadas en sus provincias tras su conversión al cristianismo. En la obra legislativa de Romano I destaca su especial interés por la protección de la pequeña propiedad, base del Estado bizantino ya que "la pequeña propiedad aporta grandes beneficios mediante el pago de impuestos y prestación del servicio militar; estas ventajas desaparecen cuando disminuya el número de pequeños propietarios" en palabras del propio emperador. Estas medidas pondrán en pie de guerra a los poderosos contra el Estado. La ambición mostrada por los hijos de Romano acabaron con el gobierno y la vida de éste. Temiendo que el poder recayera a la muerte de su padre en el legítimo emperador -Constantino VII- Esteban y Constantino dieron un golpe de Estado y el 16 de diciembre de 941capturaban a su padre, siendo deportado a la isla de Proti. En este lugar Romano Lecapeno falleció el 15 de junio de 948, pasando sus últimos años como monje. El beneficiado de la situación será el propio Constantino VII ya que capturará a los rebeldes y los enviará al exilio.
Personaje Político
Romano II ocuparía el trono bizantino a la muerte de su padre Constantino VII el 19 de noviembre de 959. Su debilidad de carácter le habían llevado a aceptar el matrimonio -por imposición de Romano Lecapeno- con una hija ilegítima de Hugo de Provenza. La muerte de la princesa le llevó a contraer matrimonio -ahora por su propia voluntad- con Anastaso, la hija de un tabernero, que cambió su nombre por el de Teófano. La nueva emperatriz será ahora la dominadora del débil espíritu de Romano II. Los asuntos de Estado fueron entregados al favorito José Bringas y las funciones militares al prestigioso general Nicéforo Focas. Este tomó Creta y fue recibido triunfalmente en Constantinopla. Desde allí se dirigió a Asia. La prematura muerte de Romano II el 15 de marzo de 963 dejaba a sus hijos Basilio II y Constantino VIII como sucesores bajo la regencia de Teófano y la protección de Nicéforo Focas, aunque este último será quien porte la corona tras su matrimonio con la emperatriz.
Personaje Político
A la muerte de Constantino VIII se produce un grave conflicto sucesorio en Bizancio. El emperador no había tenido hijos varones y de las tres hijas, la mayor había tomado los hábitos. Las otras dos, Zoe y Teodora, no eran jóvenes pero aún permanecían solteras. Constantino consideró que la solución para el conflicto sería casar a una de sus hijas, eligiendo como esposo al Eparca de Constantinopla, Romano Argyros, miembro de una de las familias más nobles del Imperio y el más distinguido representante de la aristocracia urbana. Romano subió al trono tres días después de su boda, el 15 de noviembre de 1028, tras el fallecimiento de Constantino. Romano III renuncia a la política seguida por Basilio II, suprimiendo los impuestos a los grandes propietarios. El pequeño propietario agrícola quedaba desprotegido y los grandes pudieron ampliar sus territorios sin ninguna limitación. Los terratenientes vencían en la pugna. En el plano exterior, las campañas planeadas por Romano, intentando emular a los emperadores romanos, acabaron en fracaso, especialmente en Siria donde sufrió una considerable derrota. Sin embargo, el rumbo cambió cuando el general Jorge Maniakes se hizo cargo del ejército, iniciando una serie de importantes victorias que culminaron con la toma de Edesa el año 1032. La relación entre Romano y su esposa Zoe empezó a tener mayores diferencias. La emperatriz gustaba de los placeres y su esposo intentó limitar sus gastos y movimientos. Zoe se enamoró de un joven llamado Miguel y entre ambos -con la inestimable colaboración del influyente Juan Orphanotropos, hermano de Miguel- pusieron en marcha un plan para acabar con la vida del emperador, quien moría en su baño durante el 11 de abril de 1034. Miguel IV era coronado emperador al día siguiente, tras su matrimonio con Zoe.
Personaje Político
De nombre Álvaro de Figueroa y Torres, cursó los estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid y se doctoró en la de Bolonia, especializándose en Derecho político. Su carrera política siempre estuvo ligada al Partido Liberal del que llegó a ser uno de sus principales dirigentes. Fue diputado a Cortes y senador por Guadalajara, alcalde de Madrid, presidente del Congreso de los Diputados y ocupó también diversas carteras ministeriales. Propietario del periódico El Globo, infundió a éste directrices de política liberal. En el momento del golpe de Estado de Primo de Rivera era presidente del Senado y pidió sin éxito que se convocaran las Cortes. Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y miembro de la de la Historia, fue autor de varios libros entre los que se encuentran: "Notas de una vida" (1912-1931), y "Las responsabilidades políticas del antiguo régimen". También escribió la biografía de destacados personajes, como el general Espartero.
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Alemania se encontraba en una circunstancia difícil cuando las ideas románticas comienzan a impregnar Europa. Sin embargo, en un gran esfuerzo de reunificación, Alemania consiguió hacer suyo el concepto de Romanticismo, al cual unió de manera indisoluble la idea de lo Sublime. Beethoven, Goethe, Fiedrich o Kant forman la élite intelectual cuya huella se ha vuelto indeleble en el patrimonio cultural de la Humanidad. Pero antes de esto hubo que superar la división del poder que existía en los diversos estados alemanes. Tras la decadencia imperial, los palatinados, condados, principados, etc. que constituían el territorio alemán se habían enfrentado entre sí, enarbolando las banderas católica o protestante. Las diferencias sociales y religiosas habían constituido un fortísimo freno cultural, que sólo fue superado en la Corte de Rodolfo II en Praga. Frente a la división, una corriente unitaria se extendió por todo el territorio y la teoría nacionalista cobró forma. El estudio de la historia nacional, del imperio, cuyas raíces se buscaban en la mismísima Roma, constituyó la base de la unión. La historia y el arte nacional alemanes fueron de esa forma un factor prioritario. La primera escuela de historia del arte es alemana, la primera en dividir los diferentes períodos y estilos (Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo). Sus teóricos más importantes fueron Winckelmann, Lessing y Mengs, cuyos tratados constituyen la base actual de la historia del arte y de la estética. Todos ellos trataron de hacer científica la pintura. Koch, por ejemplo, fue un pintor que aplicó rigurosamente sus teorías e hizo del paisaje un ejemplo moral para el hombre, con puntos de vista heroicos, con temas reducidos en su presencia pero edificantes. Igual trabajaba Schinkel, ambos tomando como punto de referencia la montaña, síntesis de las virtudes: resistencia, atemporalidad, elevación, lo Sublime. Sin embargo, el pintor romántico alemán más conocido es sin duda Caspar David Friedrich. Es el suyo un Romanticismo literario, ligado a los escritos de Goethe como el de Carus, otro paisajista importante. Friedrich subjetivó al máximo la experiencia del hombre frente a la Naturaleza, usando como catalizador la trascendencia religiosa. Al igual que en muchos pintores coetáneos, en sus paisajes una figurita de espaldas al espectador sirve para introducirle en la grandiosidad de un paisaje más allá de lo real. La exacerbación de los tópicos románticos llevó a estereotipar una serie de situaciones y elementos, que han quedado como los rasgos anecdóticos por los cuales se identifica "lo romántico": la noche, la luna, las ruinas góticas, el cementerio... Lo que se olvida con frecuencia es que "lo romántico" trataba de arrancar al hombre de la inconsecuencia a la cual se veía abocado tras el fin de un sistema de vida, el Antiguo Régimen, y al adentrarse en la vorágine de la industrialización y el progreso liberal. La Edad Contemporánea se anunciaba para la burguesía que arropaba el Romanticismo, como una época insegura y alienante, que hacía desear con nostalgia la reintegración en la naturaleza y la experiencia espiritual. Los más radicales a la hora de defender dicho estado fueron los llamados nazarenos.
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<p>El Romanticismo fue muchas cosas a la vez: un movimiento filosófico (más cercano al Romanticismo alemán), un sentimiento popular (similar a los sentimientos desatados durante el Romanticismo francés inmediatamente posterior a la Revolución Francesa), una tendencia literaria (como se observa en el Romanticismo inglés sin ninguna duda) y un estilo artístico. De país a país varió enormemente en sus manifestaciones. La aparición del Romanticismo en España vino condicionada por factores extranjeros y nacionales. Entre los extranjeros se cuenta el auge de la burguesía, con la valoración que esta clase social daba al individuo y la subjetividad, puesto que era una clase que se había hecho a sí misma frente al dominio de la aristocracia. La burguesía acarreaba una ideología propia, el liberalismo, así como un sentimiento político muy determinado, el nacionalismo. El Romanticismo en general se define, pues, como un arte burgués: dependiente del individuo, subjetivo, orientado a los valores de la propia nación que se buscan en el pasado. A través de este hilo pasamos a los factores nacionales que configuraron el Romanticismo español: existe un romanticismo popular, más como un sentimiento que como un sistema de pensamiento. Éste vino determinado por la invasión de España por las tropas napoleónicas. La Guerra de Independencia española fue la primera guerra romántica de la Historia, llevada a cabo por el pueblo, organizado espontáneamente en guerrillas para combatir al invasor extranjero. Curiosamente, este deseo de defender la patria frente al extranjero era una idea inculcada precisamente por el enemigo, Francia, la Ilustración y el propio Napoleón, que utilizaron este principio para potenciar su propia fuerza, y al transmitirlo a los territorios conquistados sentaron las bases de la rebelión. Ese romanticismo popular es de fecha temprana, idealista, liberal y produjo la primera Constitución española, promulgada en Cádiz en 1812. El mejor retratista de la época y sus intenciones fue Goya, el primer pintor romántico español. Por contra, existe un romanticismo histórico como movimiento intelectual definitorio del segundo tercio del siglo XIX, encaminado a exaltar los valores nacionales, que se buscan en el pasado español, concretamente en el Siglo de Oro, el cenit de la cultura y el genio español. A éstos se unieron los valores extraídos del Neoclasicismo español, valores implantados directamente desde la Ilustración francesa, como la educación, la cultura popular, etc. Por último, en el romanticismo histórico se dejó sentir el eco del liberalismo europeo, que entonces constituía la vanguardia del progreso frente a las tendencias restauradoras que pretendían reconstruir el Antiguo Régimen, como de hecho se hizo al restaurar a Fernando VII en el trono tras la expulsión de José Bonaparte. Respecto a la pintura, existieron tres focos importantes de Romanticismo: Andalucía, Madrid y Cataluña. En Andalucía existía desde antiguo una importante tradición comercial y cosmopolita, a través de sus puertos atlánticos. En Sevilla y Cádiz se asentaba una gran colonia extranjera, especialmente de diplomáticos británicos y sus familias, lo cual determinó la producción pictórica en gran medida: por un lado, introdujeron el intimismo característico de su retrato romántico. Cuando las familias extranjeras deseaban ser retratadas en España, lo hacían vestidas con trajes típicos españoles o con motivos típicos al fondo, como la Giralda o la Alhambra... Esto determinó el auge del cuadrito-souvenir, una producción casi industrial, de baja calidad y dedicada a temas folklóricos de romerías, bandoleros, gitanos, etc. El estilo terminó por estancarse y los pintores con alguna inquietud hubieron de emigrar a Madrid, como fue el caso de los hermanos Bécquer: Gustavo Adolfo, el famoso escritor romántico, y su hermano Valeriano, pintor. En Madrid, segundo foco de pintura romántica, el predominio de la Academia marca el estilo, por ejemplo en Gutiérrez de la Vega o Esquivel, con el panorama de lo oficial absolutamente dominado por la figura de Federico de Madrazo. La pintura madrileña estuvo por otro lado muy relacionada con la literatura y son frecuentes los retratos colectivos (ver Reunión de poetas) de pintores y escritores que se reunían en casas de ricos burgueses para celebrar tertulias artísticas. La única vía de escape a este arte establecido con rigor lo constituyó el costumbrismo, que se fija en los usos cotidianos de los ciudadanos madrileños. Leonardo Alenza cultivó el costumbrismo a la manera goyesca, imitando deliberadamente su estilo, aunque con una truculencia y una escasez de medios que le alejan del maestro aragonés. Eugenio Lucas, por contra, practicó un costumbrismo más decorativo y adecuado para adornar un salón burgués. Respecto a la pintura de paisaje, también convivieron dos tendencias, la imaginaria, que recreaba fantásticos paisajes como hiciera Pérez Villaamil, y la documental, con una intención cientifista que lo aproximaba al paisajismo británico neoclásico. Por último, Cataluña era una región floreciente, plagada de ricos comerciantes e industriales que desean retratar su vida y sus valores familiares. Aquí el retrato particular alcanzó un esplendor que no se igualó en el resto de España. También es de destacar la Escuela de la Lonja en Cataluña, un experimento comunitario de un grupo de pintores que pretendían recuperar la pureza del dibujo y el tema, a la manera de los nazarenos del Romanticismo alemán.</p>