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acepcion
Vasija helena de metal o cerámica con forma de cuerno y adornada con una cabeza. Se empleaba para beber.
obra
El buen estado de conservación de la cerámica minoica nos permite conocer mejor la evolución artística de esta cultura. Aquí nos encontramos con un ritón procedente de Kumasa, Mesará.
obra
Este ritón empleado para la realización de libaciones procede de la tumba IV de Micenas, fechada en la primera mitad del siglo XVI a.C.
obra
Dentro de la estatuaria minoica, siempre de tamaño reducido, este recipiente en forma de cabeza de toro -procedente del Pequeño Palacio de Cnosós- es uno de sus representantes de mayor porte y un espléndido ejemplo del naturalismo de que fue capaz el artista cretense. El cuello está cerrado herméticamente y el líquido se introducía por un agujero situado detrás del testuz, mientras que se vertía por otra perforación entre los labios.
contexto
En todas las culturas se celebra, de alguna forma, el paso de la infancia a la pubertad, en especial de los varones, mediante una serie de ceremonias, casi siempre con connotaciones religiosas. Entre musulmanes y judíos los muchachos tienen que aprenderse una serie de textos de sus respectivos libros sagrados, y recitarlos, sin equivocarse ni vacilar, ante un auditorio que será testigo y acreditará la superación de estas pruebas y la madurez del adolescente. En el cristianismo, la Primera Comunión, para llegar a la cual el niño ha tenido que aprender y memorizar una serie de conocimientos, o la Confirmación, tienen el mismo sentido. Las llamadas sociedades premodernas asignan a las ceremonias de iniciación una importancia de primer orden. Las sociedades modernas suelen experimentar cierta curiosidad morbosa por estos ceremoniales, debida, en parte, al hecho real de que algunas de las pruebas que tiene que soportar el neófito poseen notas de refinada crueldad; desde luego, el derramamiento de sangre, en uno u otro momento, va siempre asociado al rito; pero el morbo proviene, también, de la creencia, errónea, de que todas estas pruebas tienen connotaciones de índole sexual. Y no es así: el fin primordial de estas pruebas y ceremonias es conferir al individuo una serie de conocimientos que le capaciten para hacer todo aquello que, como adulto, tienen el derecho y la obligación de hacer: cazar, pescar, hacer la guerra, convocar a los espíritus y, por supuesto, tomar esposa. Es decir, el conocimiento le capacita para la realización de determinados actos; le confiere poder para realizarlos. El conocimiento significa poder; por eso las mujeres no pueden contemplar estas ceremonias ni conocer su ritual; no pueden ver determinadas figuras, que podrían hacerles partícipes de su poder; ni participar en la guerra, que supondría el empleo de armas, lo cual podría derivar en situaciones peligrosas para el varón. En algunas sociedades oceánicas se las priva, incluso, de los más simples medios de producción, como son los palos de cavar: la sociedad no les permite prepararlos, es decir, realizar la sencilla operación de aguzar uno de los extremos; siempre es su padre, su hermano o su marido el que les hace entrega de su palo de cavar. Realmente, lo que más llama la atención en las ceremonias de iniciación es la serie de pruebas físicas, a veces durísimas, en las cuales los aspirantes tienen que demostrar su valor ante el sufrimiento, y su entereza ante el miedo o la misma muerte. Ello les hará dignos de entrar en el grupo de los machos adultos y de formar parte de la tribu como miembros de pleno derecho. A menudo estos ritos son muy complicados, en una serie graduada que comienza en la pubertad, o antes, y continúa hasta la plenitud de la vida adulta. Implican la muerte ritual seguida de un nuevo nacimiento: el fin de la infancia, de la ignorancia, la separación del mundo femenino; las madres saben que nunca volverán a recuperar a sus muchachos como a sus hijos. Las pruebas pueden ser múltiples y a cual más terrible: los insultos, el desprecio, la falta de alimentos, el silencio, las tinieblas, la tortura, la perforación del septum nasal, las escarificaciones. El inventario suele superar nuestra imaginación. Superadas las pruebas, los aspirantes recibirán un nuevo nombre, porque, tras la muerte ritual, renacen como individuos nuevos y distintos. En este sentido, el bautismo cristiano o el sacerdocio son también ritos iniciáticos: el hombre moderno cree vivir en una sociedad o en un cosmos desacralizado, pero no lo ha conseguido.
contexto
Ritos del matrimonio Siempre va la mujer a velarse a casa del marido, y ordinariamente va a pie, aunque en algunas partes llevan la novia a cuestas, y si es señora, en andas sobre los hombros. Sale a recibirla al umbral de la puerta el desposado, y la inciensan con un braserillo de ascuas y resina olorosa; le dan a ella otro, y le sahúma también a él; la coge de la mano y la mete al tálamo, y se sientan ambos a dos junto al fuego en una estera nueva, llegan entonces unos como especie de padrinos, y les atan las manos una con otra. Estando así atados, da el novio a la novia unos vestidos de mujer, y ella a él vestidos de hombre. Traen luego la comida, y el esposo da de comer a la esposa de su mano, y también la desposada da de comer al desposado. Entre tanto que pasaban todas estas cosas y ritos de desposorio, bailaban y cantaban los convidados, y en alzando la mesa, les hacían presentes porque los había honrado, y no mucho después cenaban largamente, y con el regocijo y calor de las viandas, guisadas con mucho ají, bebían de tal suerte, que cuando venía la noche pocos faltaban de borrachos. Solamente los novios estaban en su seso, por haber comido muy poco, que bien se mostraban en aquello novios, y casi no comen en los cuatro días primeros; que todos sus hechos eran rezar, y sangrarse para ofrecer la sangre al dios de las bodas. No consuman matrimonio en todo aquel tiempo, ni salen de la cámara sino para la necesidad natural, que nadie puede excusar, o para oratorio de casa, a sahumar los ídolos; creían que saliendo de otra manera fuera de la cámara, especialmente ella, había de ser mala de su cuerpo; sahúman la cama cuando quieren dormir, y entonces, y cuando visitaban los altares, se vestían con la divisa del dios de las bodas. A la cuarta noche venían algunos sacerdotes ancianos, y hacían la cama a los novios. Juntaban dos esteras nuevas, que nadie las hubiese estrenado; ponían en medio de ellas unas plumas, una piedra chalchihuitl, que es como esmeralda, y un pedazo de cuero de tigre; tendían luego encima de todo ello las mejores mantas de algodón que habían en casa, ponían asimismo en las esquinas de la cama hojas de cañas y púas de metl, decían ciertas palabras, y se iban. Los novios sahumaban la cama y se acostaban. Esta era la propia noche de novios. Al día siguiente por la mañana llevaban la cama con cuantas cosas tenían, y la sangre que el novio había sacado de la novia, y la que entrambos se sangraron, sobre las hojas de caña, a ofrecer al templo; volvían los sacerdotes, y estando bañándose los novios sobre unas esteras de espadañas, les echaban uno de ellos con la mano cuatro veces agua, a manera de bendición, en reverencia a Tlaloc, dios del agua, y otras cuatro en reverencia de Ometochli, dios del vino. Empero, si eran señores los novios, les echaban agua con un plumaje; vestían tras esto los novios de ropa nueva o limpia; daban al novio un incensario bendito con que sahumase los ídolos de su casa, y ponían a la novia pluma blanca sobre la cabeza, y en las manos y pies pluma colorada; y cuando estaba así emplumada, cantaban y bailaban los convidados, y bebían mejor que la otra vez; no hacían estas ceremonias los pobres ni esclavos; pero hacían algunas, y aquéllas eran las que ligaban; ni tampoco guardaban estos ritos los que se casaban con sus mancebas; y dicen que si la madre o el padre de la amancebada requería al que la tenía se casase con ella, pues tenía hijos, que el tal hombre, o la tomaba por mujer, o nunca más volvía a ella. En Tlaxcallan y en otras muchas ciudades y repúblicas, por principal ceremonia y señal de casados se trasquilan los novios, por dejar los cabellos y lozanía de mozos, y criar de allí en adelante otra forma de cabello. La esencial ceremonia que tienen en Michuacan es mirarse mucho de hito en hito los novios al tiempo que los velan, pues de otra manera no es matrimonio, pues parece que dicen no. En Mixtecapan, que es una gran provincia, llevaban cierto trecho a cuestas al desposado cuando se casa, como quien dice: "Por fuerza te has de casar, aunque no quieras, para tener hijos". Se dan las manos los novios en fe y señal que se han de ayudar el uno al otro. Les atan asimismo las mantas con un gran nudo, para que sepan que no se han de apartar. Los mazatecas no se acuestan juntos la noche que los casan, ni consuman matrimonio en aquellos veinte días, antes bien están todo aquel tiempo en ayuno y oración, y como ellos dicen, en penitencia, sacrificándose los cuerpos, y untando los hocicos de los ídolos con su propia sangre. En Pánuco compran los hombres a las mujeres por un arco, dos flechas y una red. No hablan los suegros con los yernos el primer año que se casan. No duermen con las mujeres después de paridas en dos años, para que no se vuelvan a preñar antes de haber criado los hijos, aunque maman doce años; por esta causa tienen muchas mujeres. Nadie come de lo que tocan y guisan las que están con su camisa, excepto ellas mismas. El divorcio no se hacía sin muy justas causas ni sin autoridad de justicia. Esto era en las mujeres legítimas y públicamente casadas; pues las otras, con tanta facilidad se dejaban como se tomaban. En Michuacan se podían apartar jurando que no se miraban. En México, probando que era mala, sucia y estéril; mas, empero, si las dejaban sin causa ni mandamiento de los jueces, les chamuscaban los cabellos en la plaza, por afrenta y señal de que no tenían seso. La pena del adulterio era muerte natural; moría también ella como él. Si el adúltero era hidalgo, le emplumaban, después de ahorcado, la cabeza. Le ponen un pechacho verde, y lo queman. Castigan tanto este delito, que no excusa la ley al borracho ni a la mujer aunque la perdone su marido. Por evitar adulterios consienten cantoneras, pero no hay mancebías públicas.
contexto
De los relieves, pinturas murales y escenas en la cerámica, inferimos algunos rituales mayas. Fundamentales son los sacrificios humanos, de animales, plantas u objetos. A los seres humanos se les sacrificaba extrayéndoles el corazón, por decapitación, ahogamiento o flechamiento. Tales ceremonias se orientaban a conseguir abundantes lluvias, a evitar determinadas catástrofes o a mantener el orden cósmico. Los oficiantes se purificaban previamente mediante sangrías, ayunos y continencia sexual: se perforaban la lengua, el lóbulo de la oreja o los genitales, con espinas de maguey o de manta raya y dientes de tiburón. Con navajas de obsidiana se hacían profundos cortes en el cuerpo, y la sangre se ofrendaba a los dioses en recipientes preparados al efecto. Los ritos funerarios son muy variados e incluyen el sacrificio de acompañantes, la conservación y tratamiento posterior de alguna parte del cuerpo y la ofrenda de vasijas, joyas, utensilios y una cuenta de jade que se colocaba en la boca del difunto. La tumba que mayor cantidad de información ha proporcionado sobre creencias de tipo fúnebre es la de la cripta del Templo de las Inscripciones en Palenque. En ella, el muerto se depositó en un sarcófago con forma de útero y se cubrió con cinabrio. La lápida que tapaba el sarcófago estaba labrada con un bello relieve simbólico en el que se aludía a la resurrección de todo lo que perece, y su alrededor se acumulaban las ofrendas de cerámicas, adornos y figuras de jade y estuco, conchas con pintura roja e incluso una perla de 13 milímetros de largo. Fuera de la cripta yacían los huesos mezclados de seis jóvenes, entre los cuales una mujer, que fueron destinados a acompañar en su viaje al inframundo al personaje enterrado. El nombre para los sacerdotes en Yucatán era Ah Kin, pero según sus funciones específicas y su jerarquía recibían otras denominaciones. Los Ahau can mai se encargaban de los cálculos calendáricos, la adivinación y las profecías. El Ah nakom se ocupaba de los sacrificios humanos, y el Chilam de los augurios. Sobre todos estaba el Halach Uinic, supremo jefe religioso y también político. Más imprecisas son las informaciones sobre una orden de sacerdotisas que vivirían en riguroso aislamiento cerca de los edificios dedicados al culto. Parece que sus funciones incluían la conservación del fuego sagrado y que eran muertas a flechazos si perdían su virginidad.