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El gran Degas había realizado un retrato de la pianista Marie Dihau, hermana de Désiré Dihau y prima lejana de Toulouse-Lautrec. Quizá como réplica y admiración hacia la obra de Degas pintó Henri esta imagen, que más tarde influirá en Van Gogh. La figura de Marie tocando el piano, recortado sobre una pared repleta de diplomas y cuadros, tiene a la derecha un atril cortado con una partitura encima para indicar que la pianista está impartiendo una lección a una cantante a la que no contemplamos. A través de este interesante efecto se intenta integrar al espectador en la composición. El color utilizado es bastante oscuro, en una gama de azules y malvas, posiblemente para indicar que estamos en un interior, diferenciándose del retrato de su hermano, que se encuentra en un jardín. El dibujo es soberbio, otorgando gran importancia a la línea, que algunos impresionistas como Monet estaban perdiendo. El naturalismo con que se ha captado la escena demuestra el excelente pintor que hay en Lautrec.
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Maria Anna Hinterhuber nació el 23 de septiembre de 1851 en Salzburgo. Su padre era farmacéutico y cuando falleció en 1880, Maria ejercía como profesora en Amstetten, cerca de Austria. Se casó el 21 de agosto de 1888 con el físico Hugo Franz Simon Henneberg, doce años menor que ella, hecho curioso en la Viena del momento. Se construyeron una casa en el distrito XIX de Viena, diseñada por el arquitecto Josef Hoffman, decorando el salón principal con el retrato pintado por Klimt. La relación del matrimonio con los artistas de la Secession fue muy estrecha, apareciendo a menudo citados en los diarios de Alma Mahler. Franz Simon falleció el 11 de julio de 1918 y Marie el 23 de junio de 1931.El retrato pintado por Klimt fue presentado a la exposición secesionista de 1902 sin concluir. Hevesi se sintió fascinado por la atmósfera lírica que envolvía a la pintura: "la figura está sentada en un sillón invisible -que todavía no está pintado- que la hace más artificial y más ligera". Un crítico alemán empleó el término "sillón astral" para referirse a él. En efecto, las líneas del sillón apenas están esbozadas, especialmente la zona de la izquierda, creando cierto aspecto fantasmagórico. La mujer se hunde en el sillón y dirige su mirada al espectador, resaltando su luminoso rostro ante la coloreada atmósfera del entorno. Viste un elegante traje blanco con diversos volantes, creando un magnífico efecto de cascada que se acerca al primer plano. La influencia del neo-impresionismo de Seurat y Signac se manifiesta tanto en el estilo pictórico como en el efecto atmosférico, acercándose al puntillismo. El resultado es una obra de gran calidad, culminando el dinamismo del color lila en la flor que adorna el pecho de Frau Henneberg.
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Esta amazona a caballo forma parte de una serie de imágenes en las que aparecen diferentes clases sociales. Desconocemos cualquier dato biográfico de la modelo que posó para esta escena, identificándose el jinete que aparece en el fondo con el artista Émile Guillaudin. Manet pudo inspirarse para la ejecución en una fotografía; del mismo modo, la postura del caballo, en diagonal, recuerda modelos barrocos pintados por Velázquez o Rubens, a quienes el maestro admiró a lo largo de toda su vida. El colorido que domina el conjunto es el negro, animado ligeramente por el fondo verdoso y por la carnación del rostro de la dama. El estilo más detallado de la mujer y el caballo contrasta con el abocetamiento del fondo, en un juego de contrastes de gran atractivo para Manet. El traje de las amazonas, con su aire masculino, atrajo a numerosos artistas como Courbet, Carolus-Duran o Renoir.
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El pastelero Eugene Murer, admirador de la obra de Renoir, encargó al maestro en 1877 el retrato de su esposa, pagando 100 francos por él. Se trata de uno de los pocos cuadros ovalados pintados por Renoir pero la forma nos permite concentrar de una manera más intensa nuestra mirada en la modelo. Marie aparece en primer plano, apoyando su brazo izquierdo en un piano y dirigiendo la mano a la cabeza, destacando el gesto melancólico de su rostro. La mujer tiene los ojos llorosos e inclina la cabeza hacia abajo, aunque parece sugerir una ligera y tímida sonrisa. Viste un traje blanco cerrado hasta el cuello sobre el que encontramos una cruz dorada, en sintonía con los pendientes, los anillos y la pulsera, elementos que indican su desahogada posición económica. La intensa luz que penetra en la reducida estancia proyecta sombras coloreadas sobre la figura, desdibujando formas y abocetando contornos, aunque la figura esté modelada de manera acertada, si bien más con color que con dibujo. Las pinceladas son rápidas, cortas y precisas, creando un efecto de mosaico habitual entre los impresionistas. El interés del maestro por captar la personalidad de la modelo será una constante en su producción, lo que le convierte en uno de los mejores retratistas de su tiempo.
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Será a partir de 1842 cuando Winterhalter se establezca como retratista en la corte de Londres. Antes había conseguido importante fama en París retratando numerosos aristócratas europeos. En esta ocasión nos encontramos ante el excelente retrato de Marie-Louise Victoria, hermana del príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo -futuro Leopoldo I de Bélgica- que se casó en primeras nupcias con Karl Emich, príncipe de Leiningen. Tras su fallecimiento contrajo en 1818 un nuevo matrimonio con Eduardo, duque de Kent, el cuarto hijo de Jorge IV, enviudando dos años después. Su hija Victoria nacerá el 24 de mayo de 1819, accediendo al trono de Gran Bretaña el 21 de junio de 1837. La elegante dama aparece vistiendo un traje negro, cubierta la cabeza con blanca mantilla de encaje, sosteniendo en su mano izquierda un ramo de rosas. La figura se sitúa al aire libre, recortándose ante un nubarrón en el que observamos doradas luces. El punto de vista bajo está tomado de sir Joshua Reynolds mientras que la elegancia y el colorido son tomados de Horace Vernet.
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La relación de Renoir con la familia del impresor Georges Charpentier se inició en los años finales de la década de 1860 y fue especialmente fructífera ya que el artista pintó algunos de sus mejores retratos tomando como modelos a los miembros de este clan familiar. Entre estas inolvidables escenas encontramos el espectacular retrato de Madame Charpentier y sus hijas y el protagonizado por madame Marie-Pauline Charpentier, la madre del editor.Renoir se interesa especialmente por la personalidad de sus modelos -véase el retrato de su padre, Léonard Renoir, también de estas fechas- y presenta a la anciana concentrada en su costura -al parecer realizó el retrato sin que la modelo lo advirtiera- gozando el retrato de gran ternura. El estilo utilizado por el joven pintor corresponde a esta época: empleo de una factura rápida y empastada; colores oscuros; máximo verismo posible. Estas características están inspiradas en Courbet y Manet, dos de los maestros más admirados en aquellos momentos por Renoir.
Personaje
Científico
Su interés por el Antiguo Egipto surge hacia 1840, cuando un tío suyo le deja en herencia una caja de con dibujos y láminas de este país. Este hecho fue determinante en su afán por proteger el legado egipcio y su lucha contra el saqueo de antigüedades. Uno de sus primeros trabajos para el Museo del Louvre fue la compra de unos papiros egipcios en El Cairo, ciudad a la que llegó en 1850. Con los 6.000 francos que le había entregado la Academia de Ciencias de París debía negociar con los jerarcas eclesiásticos coptos la compra de los papiros. Pero el exceso de burocracia le animó a visitar las pirámides de Gizeh y Saqarah. En la capital egipcia se percató de todos los actos de pillaje que se cometían, por lo que comenzó a estudiar soluciones para poner fin a estos actos. Mariette se encontraba en un país pobre donde las instituciones no tenían poder y el pueblo vendía sus tesoros a los extranjeros por un precio ínfimo, al desconocer su verdadero valor. A lo largo de sus expediciones a Saqarah descubrió una referencia a Apis y recordó un texto de Estrabón que le permitió hallar el Serapeum con parte del presupuesto destinado a la compra de papiros. Este lugar, donde encontraría tumbas de bueyes que simbolizaban el culto a este dios, representaba tal descubrimiento que desde Francia le enviaron 30.000 francos más para proseguir. En esta necrópolis subterránea descubrió 134 esfinges, sarcófagos de piedra de gran tamaño, los restos de un templete dedicado al faraón Nectanebo II (360-342 a.C) y un templo dedicado a Apis. Los sarcófagos, sin embargo, habían sido saqueados en su mayoría y sólo en dos quedaban joyas. En este mismo espacio también encontró la tumba del señor Ti. Este enterramiento, de gran antigüedad, tenía una rica decoración en sus paredes que presentaba la vida cotidiana del funcionario con todo detalle. De esta tumba Mariette aprendió cómo vivía el pueblo del Antiguo Egipto. La pobreza tecnológica que se reflejaba en este documento gráfico sobre les paredes, chocaba ante la magnificencia de las pirámides y su construcción. No obstante, este descubrimiento le sirvió para realizar importantes avances en el estudio de la vida cotidiana. Hacia finales de la década de los cincuenta creó el Museo Egipcio en Bulaq. No transcurrió demasiado tiempo desde entonces cuando en 1858 fue nombrado por Ferdinand de Lesseps director de la administración de antigüedades egipcias e inspector supremo de todas las excavaciones. Desde esta posición Mariette se hizo fuerte para evitar los pillajes y robos. Por otra parte, el museo se acabó trasladando a El Cairo y convirtiéndose en una de las instituciones más importantes. De este modo, todas las piezas encontradas, bien en excavaciones o por azar, pasaban a engrosar los fondos del museo. Con todo ello logró frenar los actos de pillaje que tanto le habían preocupado desde su llegada. A Mariette le sucedió Gaston Maspero. A partir de este momento el Museo se convirtió además en patrocinador de las principales excavaciones. En 1879 su labor fue reconocida con el título de Bajá.