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acepcion
Término empleado por los filósofos en la Grecia clásica para referirse a la razón y a la inteligencia humana.
lugar
La ciudad de Logroño, capital de La Rioja, tiene una historia muy antigua. El río Ebro fue el factor principal que hizo que allí, junto al solar actual de la ciudad, se concentraran diversos asentamientos, beneficiados en concreto por la existencia de pasos o vados que hacían factible el traslado de una orilla a la otra. En el cerro Cantabria se ha hallado un asentamiento neolítico, cuya ocupación se prolongará mucho más tarde al aparecer como población de los berones. También Varea o La Custodia aparecen como lugares de ocupación, siendo el núcleo a partir del cual comenzará a formarse, a partir del siglo VI, la ciudad actual. La ciudad de Cantabria, cuya máxima expansión hay que buscarla en época romana, fue destruida por Leovigildo en el año 575. La voz Logroño pudo derivarse de Gronno o Gronio, vocablo germánico y del latino ille, aludiendo a las características de lugar como vado o paso del río. Ya en el año 1095 aparece illo Gronio, en el Fuero dado por Alfonso VI. La importancia de Logroño radica en su situación, emplazada en el cruce de la calzada que unía Pamplona con Soria y sobre la que recorría el Ebro. Durante la llamada Reconquista, estas tierras son objeto de fuertes disputas. Así, en el siglo X, es Sancho Abarca quien pelea con los musulmanes por su posesión y, en el siglo siguiente, la ciudad de Logroño es disputada por navarros y castellanos, siendo destruida por El Cid en 1092. Tres años más tarde, como se dijo más arriba, Alfonso VI permite su reconstrucción mediante un Fuero, por el que se regula vida ciudadana y se concede a sus habitantes determinado privilegios. En el año 1134 Logroño es tomada por Alfonso El Batallador, por lo que es incorporada a Navarra, aunque muy poco después vuelve a ser posesión castellana, de la mano de Alfonso VII. Las luchas entre navarros y castellanos continúan durante el siglo XII, siendo Logroño objeto de disputa entre Alfonso VIII y Sancho VI. La lucha continúa en las centurias siguientes, pasando de unas manos a otras. Ya en manos castellanas, en el año 1431 el rey Juan II le concede el título de ciudad, al que se añade trece años más tarde el de Muy Noble y Muy Leal, recompensando la fidelidad de Logroño a la corona de Castilla. Las luchas entre navarros y castellanos finalizarán en época de Fernando El Católico, cuando Navarra queda anexionada a Castilla. En el año 1521, aprovechando la estancia en Flandes de Carlos V, es cercada por las tropas francesas de Ascarrot, que son obligadas a retirarse. Su población resiste hasta el día 11 de junio, día de San Bernabé. A partir de esa fecha, se celebra la festividad de la ciudad. La historia de Logroño queda algo diluida hasta el siglo XIX. En 1833 se crea la provincia de Logroño, de la que la ciudad es capital. También interviene Logroño de manera muy activa en las guerras carlistas, siendo base de las tropas de Espartero. En este siglo, Isabel II concede a la ciudad el título de "Excelencia". El siglo XIX significa para Logroño una época de expansión. Como en tantos otros lugares, las edificaciones defensivas son derribadas para dejar paso a una población en crecimiento -de 8.987 habitantes en 1821 pasa a 19.327 unas décadas después- y a operaciones de ensanche urbanístico. La estación de ferrocarril otorga un aire de modernidad. En el siglo, ya en plena transición democrática, se produce la creación de la Comunidad Autónoma de La Rioja, de la que Logroño es capital. Su población, cifrada en 51.974 habitantes en 1950, pasa de los 130.000 en la actualidad. El paso de la historia ha dejado en Logroño un abanico de excelentes monumentos. Es precios destacar las iglesias de Palacio, del siglo XIII; la de Santiago, del XVI; la de San Bartolomé, con portada gótica de fines del siglo XIII; o la catedral de la Redonda, construida entre los siglos XV y XVIII. También es digna de mención la residencia del Príncipe de Vergara, hoy Museo de La Rioja, así como la estatua ecuestre de Espartero.
contexto
La ciudad de Logroño, capital de La Rioja, tiene una historia muy antigua. El río Ebro fue el factor principal que hizo que allí, junto al solar actual de la ciudad, se concentraran diversos asentamientos, beneficiados en concreto por la existencia de pasos o vados que hacían factible el traslado de una orilla a la otra. En el cerro Cantabria se ha hallado un asentamiento neolítico, cuya ocupación se prolongará mucho más tarde al aparecer como población de los berones. También Varea o La Custodia aparecen como lugares de ocupación, siendo el núcleo a partir del cual comenzará a formarse, a partir del siglo VI, la ciudad actual. La ciudad de Cantabria, cuya máxima expansión hay que buscarla en época romana, fue destruida por Leovigildo en el año 575. La voz Logroño pudo derivarse de Gronno o Gronio, vocablo germánico y del latino ille, aludiendo a las características de lugar como vado o paso del río. Ya en el año 1095 aparece illo Gronio, en el Fuero dado por Alfonso VI. La importancia de Logroño radica en su situación, emplazada en el cruce de la calzada que unía Pamplona con Soria y sobre la que recorría el Ebro. Durante la llamada Reconquista, estas tierras son objeto de fuertes disputas. Así, en el siglo X, es Sancho Abarca quien pelea con los musulmanes por su posesión y, en el siglo siguiente, la ciudad de Logroño es disputada por navarros y castellanos, siendo destruida por El Cid en 1092. Tres años más tarde, como se dijo más arriba, Alfonso VI permite su reconstrucción mediante un Fuero, por el que se regula vida ciudadana y se concede a sus habitantes determinado privilegios. En el año 1134 Logroño es tomada por Alfonso El Batallador, por lo que es incorporada a Navarra, aunque muy poco después vuelve a ser posesión castellana, de la mano de Alfonso VII. Las luchas entre navarros y castellanos continúan durante el siglo XII, siendo Logroño objeto de disputa entre Alfonso VIII y Sancho VI. La lucha continúa en las centurias siguientes, pasando de unas manos a otras. Ya en manos castellanas, en el año 1431 el rey Juan II le concede el título de ciudad, al que se añade trece años más tarde el de Muy Noble y Muy Leal, recompensando la fidelidad de Logroño a la corona de Castilla. Las luchas entre navarros y castellanos finalizarán en época de Fernando El Católico, cuando Navarra queda anexionada a Castilla. En el año 1521, aprovechando la estancia en Flandes de Carlos V, es cercada por las tropas francesas de Ascarrot, que son obligadas a retirarse. Su población resiste hasta el día 11 de junio, día de San Bernabé. A partir de esa fecha, se celebra la festividad de la ciudad. La historia de Logroño queda algo diluida hasta el siglo XIX. En 1833 se crea la provincia de Logroño, de la que la ciudad es capital. También interviene Logroño de manera muy activa en las guerras carlistas, siendo base de las tropas de Espartero. En este siglo, Isabel II concede a la ciudad el título de "Excelencia". El siglo XIX significa para Logroño una época de expansión. Como en tantos otros lugares, las edificaciones defensivas son derribadas para dejar paso a una población en crecimiento -de 8.987 habitantes en 1821 pasa a 19.327 unas décadas después- y a operaciones de ensanche urbanístico. La estación de ferrocarril otorga un aire de modernidad. En el siglo, ya en plena transición democrática, se produce la creación de la Comunidad Autónoma de La Rioja, de la que Logroño es capital. Su población, cifrada en 51.974 habitantes en 1950, pasa de los 130.000 en la actualidad. El paso de la historia ha dejado en Logroño un abanico de excelentes monumentos. Es precios destacar las iglesias de Palacio, del siglo XIII; la de Santiago, del XVI; la de San Bartolomé, con portada gótica de fines del siglo XIII; o la catedral de la Redonda, construida entre los siglos XV y XVIII. También es digna de mención la residencia del Príncipe de Vergara, hoy Museo de La Rioja, así como la estatua ecuestre de Espartero.
obra
Fotografía cedida por La Rioja Turismo
obra
Entre las bailarinas más famosas de su tiempo encontramos a Loïe Fuller, norteamericana que triunfó en Europa gracias a su baile de carácter oriental, vestida con un traje de largos velos que movía al son de la música, resultando un maravilloso espectáculo de movimiento y luz. Toulouse-Lautrec realizó una amplia serie de litografías dedicadas a la bailarina quien también protagoniza La rueda, aunque ella rechazó el cartel propuesto por Henri para elegir a Chéret. Lautrec coloreó a mano algunas de las litografías una vez impresas, como ésta que contemplamos.
lugar
Localidad granadina de aire y embrujo románticos, rodeada de un entorno paisajístico de gran belleza y que alberga un patrimonio monumental de gran riqueza. Nadie mejor que el mismo W. Irving, uno de los viajeros a quienes sedujo, para describirla: "Es agreste y pintoresca, hallándose construida en la falda de una árida montaña. Las ruinas de un alcázar moro coronan un rocoso montículo que se yergue en el centro de la ciudad. El río Genil baña su pie, serpenteando entre rocas, arboledas, jardines y prados, y fluyendo bajo el puente moro que lo atraviesa. Por encima de la ciudad todo es salvaje y estéril, mientras que en su parte inferior medran la más rica vegetación y el más fresco verdor que imaginar cabe... La Sierra Nevada o montañas reales de Granada, coronadas por nieves perpetuas, configuran el límite distante de este variado paisaje, uno de los más característicos de la romántica España". Loja es una ciudad de origen antiquísimo. El relato mítico cuenta que fue fundada por un nieto de Noé, Túbal, recibiendo los nombres de Alfeia, Tricolia o La Civis. Investigaciones arqueológicas han demostrado que el solar recibió ocupación un milenio antes de la era cristiana, recibiendo sucesivamente a fenicios, iberos y romanos. Mucho después los musulmanes la llamaron Madina Lawsa, de donde se deriva el actual nombre de Loja. Enclavada en un punto estratégico, entre la Andalucía oriental y la occidental, desde el principio fue una plaza muy disputada, tanto en las luchas que los musulmanes tuvieron entre sí como durante las disputas que estos tuvieron con los cristianos. En el primer caso, Loja, ocupada por algunos de los primeros clanes árabes que llegaron a la Península, intervino decisivamente en la creación del emirato independiente de al-Andalus, apoyando al omeya Abd al-Rahman I. Ya en el siglo IX fue un baluarte defensivo del poder cordobés frente al rebelde Ibn Hafsun. En 1225 fue conquistada y destruida por el rey castellano Fernando III, quien contó con el concurso de al-Bayasi, gobernador de Jaén. Guardiana de la Vega de Granada, durante el periodo nazarí se convirtió en el principal bastión defensivo de la capital del reino, lo que obligó a reconstruir sus murallas y alcazaba. Gracias a ello recuperó su antiguo esplendor, incrementando su población. Ibn al-Jatib la describe con estas vívidas palabras: "tiene rostro de risueño, un aspecto fascinador, un río de copiosa corriente y muchos arroyuelos, frondosas arboledas... jardines y verdaderas delicias. Allí se encontraba cuanto podía apetecer de molinos de rueda y de mujeres hermosas, que curaban los males del corazón... Tenía calles angostas y pendientes y, para transitarlas, había que pasar por gargantas estrechas...". Con el aumento de la presión castellana sobre el reino nazarí de Granada, y especialmente tras la caída de Antequera y Archidona, Loja acabó por convertirse en una plaza estratégica de primer orden. Hasta en dos ocasiones, 1482 y 1485, resistió los embates de Fernando el Católico. Finalmente capituló en 1486, no sino después de un penoso sitio en el que se luchó con bravura. La escena de la capitulación debió ser histórica: el mismo Boabdil entregaba la plaza a los cristianos, mientras sus cinco mil habitantes dejaban sus hogares y marchaban hacia Granada. Tras ser conquistada, Fernando el Católico la entregó a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Ya bajo dominio cristiano, Loja comenzó paulatinamente a ser repoblada, levantándose nuevos edificios más acordes con los diferentes usos que habían de darles los nuevos inquilinos. Lo que no varió fue el papel de Loja como población importante, con un papel destacado a nivel comarcal y económico. Con el paso del tiempo, uno de sus hijos más ilustres será Narváez, ministro de la reina Isabel II.
obra
Manet representó en este retrato a la primera bailarina de la compañía del Ballet español de Camprubí, que cosechaba un nuevo éxito en su segunda temporada en el Hipódromo de París. No debemos olvidar la enorme afición a lo español que se desató en Francia desde el Romanticismo y que continuaba en el Segundo Imperio, tras el matrimonio de Napoleón III con la española Eugenia de Montijo. La figura de la bella bailarina se recorta sobre el fondo de las bambalinas del teatro, abiertas en la zona de la derecha para mostrar la muchedumbre que abarrotaba la sala. Existe una marcada influencia de Goya, uno de sus pintores favoritos, y de Daumier. Lola de Valencia se muestra orgullosa y segura de su éxito, con su rostro sensual resaltado por la blanca mantilla que hace más oscuros sus expresivos ojos negros. Sus fuertes piernas y sus torneados brazos recuerdan a las damas pintadas por Goya en los primeros años del XIX. Los vivos colores de la falda son aplicados por Manet con una pincelada rápida y empastada, mientras que en los brazos, piernas y rostro se aprecia un mayor dibujismo, aprendido de su maestro Couture. De nuevo recurre a las tonalidades oscuras clásicas del Barroco español, en contraste con el blanco de la mantilla y el rojo del estampado. La delicada postura de la bailarina, con el abanico semidesplegado y el brazo izquierdo en jarras, refuerza aún más su españolismo y consigue un bello efecto volumétrico.
Personaje
Casada con un oficial inglés en Calcuta, abandona a su esposo y se traslada a Europa, haciéndose pasar por bailarina sevillana. Contactó con Luis I de Baviera y se convirtió en su amante, consiguiendo el título de condesa de Landsfeld. Los revolucionarios de 1848 la expulsaron de Munich debido a su participación en las intrigas políticas. Se trasladó en primer lugar a Inglaterra y después se embarcó a Estados Unidos para instalarse allí definitivamente. Se dedicó a la escritura y publicó "Aventuras de una celebre bailarina contadas por ella misma" y "Las artes de la belleza".
Personaje Pintor
Lomazzo fue muy famoso en la Italia de finales del siglo XVI y durante todo el siglo XVII a causa de su labor teórica y no por su pintura. Su estilo fue el Manierismo, alentado por los conocimientos humanísticos que había extraído de sus contactos con las academias neoplatónicas. Su libro más famoso se publicó en 1584, y se titulaba Trattato della Arte della Pittura, y en él establecía las normas necesarias para pintar correctamente. Sus ideas influyeron mucho en los artistas posteriores, bien para seguirlas, bien para romperlas, como hizo Caravaggio.
fuente
La lombarda fue comenzada a utilizar a partir del siglo XIV, gracias a la introducción de la pólvora en Occidente. Los primeros modelos disparaban bolas de hierro o plomo, materail que fue más tarde sustituido por la piedra, mucho más barata. Estas armas influyeron sensiblemente en el modo de guerrear de la época. Utilizadas sobre todo en asedios, su impacto sobre la ciudad era devastador, tanto desde el punto de vista material como psicológico. Por ejemplo, en el asedio de Rodas, en 1480, los turcos lanzaron más de 3.500 balas de lombarda. Vista su eficacia, la artillería se extendió con gran rapidez, siendo pronto utilizada en batallas campales y combates navales. Para ello fue necesario utilizar estructuras de ruedas, lo que permite desplazar el arma artillera. A pesar de ello, las dificultades para mover estos pesados ingenios fueron enormes, debido a su gran peso. Así, según una crónica del siglo XIV, eran necesarios 24 caballos para mover una lombarda, mientras que otros 20 se encargaban de tirar de los carros con las municiones, la pólvora y el personal auxiliar. Debido al peso de la artillería, caminos y puentes europeos fueron convenientemente reforzados a partir del siglo XIV.