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lugar
Municipio de la Costa Brava, situado a unos 60 km de Barcelona. Para rastrear la historia de Lloret de Mar es preciso remontarse varios siglos antes de Cristo. Los iberos ocupan esta zona entre los siglos IV y III a.C., levantando aquí los poblados de Puig de Castellet, Montbarbat, Turó Rodó y Coll de Llop. Estos poblados establecieron relaciones comerciales con griegos y romanos, intercambiando materiales, utensilios y cerámica. Poco después los romanos acaban por establecerse de manera permanente, utilizando un asentamiento en la playa de Fenals como lugar desde el que comerciar con otras poblaciones importantes como Ampurias o Barcelona. Como resto artístico más importante, los romanos dejaron en Lloret una torre sepulcral. No son muchas más las noticias que tenemos de Lloret en los siglos posteriores. La primera vez que aparece mencionado el nombre de la localidad -como Lloredo- es un documento fechado en el año 966. Algunos estudiosos han investigado en el origen de este nombre, señalando que puede derivar del latín lauretum, referencia a los numerosos laureles que habría en el lugar. Probablemente, más que una localidad se trataría de un conjunto disperso de casas habitadas por campesinos. No obstante, para su seguridad se levantó el castillo de Sant Joan, que podía resguardar a las gentes en caso de ataque pirata. También se construyó la iglesia de Sant Romá, la actual Nuestra Señora de las Alegrías. En el año 1001, el conde barcelonés Ramón Borrell cedió el lugar a Sunifredo, vizconde de Gerona. La seguridad que el castillo acabó por dar a las gentes del lugar hizo que éstas poco a poco fueran habitando en sus cercanías y, consecuentemente, junto al mar. El comercio con las poblaciones más cercanas se acrecentó, e incluso comenzó a haber contactos con algunas poblaciones de la costa italiana. Paulatinamente el nuevo núcleo urbano de Lloret se fue consolidando y se hizo necesario construir, a comienzos del siglo XVI, una nueva iglesia parroquial. Como quiera que el peligro de los piratas no había desaparecido, la iglesia se construyó a modo de fortaleza, para salvaguardar a la población en caso de ataque. Las décadas finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX fueron de prosperidad para Lloret. La apertura del comercio con América favoreció la industria de los astilleros y el surgimiento de un tráfico mercantil entre España y el Nuevo Mundo, gracias al cual muchos mercaderes de Lloret se vieron enriquecidos. También favoreció a Lloret la emigración indiana, pues fueron muchos los vecinos que marcharon y regresaron tiempo después con un buen capital en sus bolsillos. Este aporte de capitales se plasmó en la construcción de nuevos edificios, calles y plazas, acorde con el urbanismo imperante a finales del XIX. El modernismo de arquitectos como Puig i Cadafalch, Gallissà o Conill Montobbio se dejó ver en algunos de sus singulares edificios. El siglo XX significó para Lloret la aparición de una nueva forma de economía: el turismo. Iniciado en los años 20, no será hasta 60 cuando el turismo se asiente de forma masiva, lo que supone una auténtica revolución para la localidad. Por todas partes surgen hoteles, instalaciones y nuevos edificios, colonizando campos y terrenos de labranza y ocupando los solares sobre las que se levantaban las antiguas casas señoriales. En la actualidad, Lloret de Mar sigue recibiendo miles de turistas cada año, atraídos principalmente por la excelente calidad de sus playas.
Personaje Político
Educado en el seno de una familia sin medios tuvo que aprender por sí mismo. De tendencias liberales, antes de cumplir los veinte años ya fue diputado. Su trayectoria política estuvo repleta de éxitos. En 1905 pasa por el Ministerio de Comercia y poco después ocupó la cartera de Hacienda. Durante la Primera Guerra Mundial llegaría a ser Primer Ministro. Fue un gran orador y tuvo una destacada actuación en 1922 durante la Conferencia de Paz. Fue líder del Partido Liberal hasta 1926.
Personaje Otros
La primera vez que se sube al escenario tan sólo cuenta con doce años, y en 1914 ya aparece en la gran pantalla como figurante. Tres años después la imagen del joven con gafas delgado y despistado queda perfilada y en 1921 realiza su primer largometraje. Unos años después Harold Lloyd dirigía su compañía. Su maestría en el escenario y su particular sentido del humor le convirtieron, junto con Chaplin o Buster Keaton, en una de las principales figuras del cine mudo. Al igual que otros actores de su tiempo no supo adaptar su interpretación a la llegada del cine sonoro. De su filmografía hay que recordar "El hombre mosca", "Marinero de agua dulce" o "La vía láctea". En 1952 la Academia le galardonó con un Oscar Especial por su aportación a la comedia.
Personaje Literato
Aunque poco se sabe de sus primeros años de vida, se conoce que se casó y tuvo dos hijos, convirténdose más adelante en profesor y miembro de la orden de San Francisco. Abrazó entonces un cristianismo militante, defensor de la fe mediante la palabra, pero sin desdeñar la polémica y el argumento. Fundó el colegio de misioneros de Miramar, en Montpellier, y viajó frecuentemente a los principales centros intelectuales de la época (Roma, París, Barcelona, Nápoles), donde no siempre fue entendido. En el Concilio de Viena, 1311, se aprobó a propuesta suya la creación de varios colegios de lenguas orientales. Escribió en latín, árabe y catalán más de 300 obras, en una labor de recopilación del saber que le llevó a acercarse con una profunda curiosidad a los más dispares ámbitos, como la filosofía ("Ars magna", "Començament de Filosofía", "Art demostrativa", etc), la novela caballeresca de contenido místico ("Blanquerna", "Félix" o "Libre de Meravelles"), la poesía ("Libre d´Amic e Amat", "Arbre de filosofia d´Amor") o el campo doctrinal ("Doctrina pueril", "Llibre del ordre de cavayleria"). Se le considera el creador de la prosa literaria escrita en lengua catalana. Su pensamiento parte del supuesto de una filosofía dependiente de la teología y finaliza en la vida contemplativa como consecuencia necesaria de la filosofía. De esta manera, la finalidad última del hombre es alcanzar la idea de Dios mediante el pensamiento lógico-racional. Su metafísica es deudora del pensamiento de autores como Platón, Aristóteles o San Agustín.
obra
La obra emblemática de Turner fue presentada en 1844 a la Royal Academy de Londres, consiguiendo una excelente impresión entre el público londinense. Una descripción del cuadro apareció en la prensa de la capital y un crítico invitó a visitar la obra antes de que el tren se saliera del lienzo. El cuadro fue pronto grabado para convertirse en una de las primeras escenas de Turner conocidas en Francia donde tuvo una gran influencia, especialmente entre los impresionistas como Monet, también interesado en representar escenas con locomotoras.La verdadera protagonista de la composición es la luz que se filtra a través del agua de la lluvia. La luz, el vapor y la velocidad forman un cóctel perfecto para que el maestro londinense nos muestre sus queridos efectos atmosféricos con los que consigue desdibujar todos los contornos, incluso el de la propia locomotora.Curiosamente, Turner ha empleado la locomotora como elementos de representación del vapor y de la modernidad, ya que la velocidad estaría caracterizada por una pequeña liebre que corre en la zona izquierda de la composición. Los tonos claros son los habituales en la última etapa de Turner, empleando también algunos marrones para reforzar el contraste. Las pinceladas son rápidas y empastadas, adelantándose al impresionismo. Sin duda, nos encontramos ante una obra singular que anticipa ya la era contemporánea en la que el tren será algo más que un símbolo.Ruskin remonta el origen de esta composición a un viaje en tren en un día de tormenta, en el que el artista asomó la cabeza por la ventanilla.El puente no es otro que el viaducto de Maidenhead, que cruza el Támesis entre Traplow y Maidenhead, en la línea Great Western recién inaugurada a Bristol y Exeter. Este viaducto se inició en 1837 y se finalizó dos años después, siendo el diseño de Brunel. Su construcción fue motivo de encendida construcción y los técnicos del Great Wetern Railway diagnosticaron que se caería. La vista está tomada hacia Londres y el puente que se contempla a la izquierda es el de la calle Taylor.La diagonal que organiza la composición es una influencia de Claudio de Lorena, utilizando esa diagonal para dirigirnos desde el primer plano hacia el punto de fuga.
fuente
El LN. (LOIRE-NIEUPORT) 40.01 inicia su primer vuelo en 1938. De este prototipo surge el LN.401.BP.1, del que se iban a fabricar 42 unidades que tenían como destino la realización de misiones costeras. Finalmente, la Fuerza Aérea Francesa adoptó el LN.411BP.1, que era una versión del LN.401. Sin embargo, la fabricación de estos aparados quedó interrumpida ante la caída de Francia. En 1942 se reanudó para prestar servicio a la Francia de Vichy.
contexto
Lo bien que libraron los indios con ser conquistados Por la historia se puede sacar cuán sujetos y despechados eran estos indios; y por tanto, no hay mucho que contar aquí; mas para cotejar aquel tiempo con éste, replicaré algunas cosas. Los villanos pechaban, de tres que cogían, uno, y aun les tasaban a muchos la comida. Si no pagaban la renta y tributo que debían, quedaban por esclavos hasta pagar; y en fin, los sacrificaban cuando no se podían redimir. Les cogían muchas veces los hijos para sacrificios y banquetes, que era lo tirano y lo cruel. Se servían de ellos como de bestias en las cargas, caminos y edificios. No se atrevían a vestir buena manta ni mirar a su señor. Los nobles y señores tributaban también al rey de México en hacienda y en persona. Las repúblicas no podían librarse de la servidumbre, por causa de la sal y otras mercaderías; de manera que vivían muy trabajados, y como lo merecían en la idolatría, y no había año que no muriesen veinte mil personas sacrificadas, y hasta cincuenta mil, según la cuenta que otros hacen, en lo que Cortés conquistó. Pero, aunque sólo fuesen diez mil, era gran carnicería, y uno solo gran inhumanidad. Ahora que por la misericordia de Dios son cristianos, no hay tal sacrificio ni comida de hombres. No hay ídolos ni borracheras que saquen de seso. No hay sodomía, pecado aborrecible, por todo lo cual deben mucho a los españoles que los conquistaron y convirtieron. Ahora son señores de lo que tienen, con tanta libertad que les daña. Pagan tan pocos tributos, que viven descansados; pues el Emperador se los tasa. Tienen hacienda propia, y granjerías de seda, ganado, azúcar, trigo y otras cosas. Saben oficios y venden bien y mucho las obras y las manos. No les fuerza nadie, que no le castiguen, a llevar cargas ni a trabajar; si algo hacen, son bien pagados. No hacen nada sin mandárselo el señor que tienen indio, aunque lo mande el virrey; y ésta es grandísima exención. Todos los pueblos, aunque sean del Rey, tienen señor indio que manda y prohíbe, y muchos pueblos dos, tres y más señores; los cuales son del linaje que eran cuando fueron conquistados; y así, no se les ha quitado el señorío ni mando. Si faltan hombres de aquella casta, escogen ellos al que quieren, y lo confirma el Rey. Los obedecen en grandísima manera y como a Moctezuma; así que nadie piense que les quitan los señoríos, las haciendas y libertad, sino que Dios les hizo merced en ser de los españoles, que los cristianaron, y que los tratan y que los tienen ni más ni menos que como digo. Les dieron bestias de carga para que no se carguen, y lana para que se vistan, no por necesidad, sino por honestidad, si quisieren, y carne para que coman, pues les faltaba. Les enseñaron el uso del hierro y del candil, con que mejoran la vida. Les han dado moneda para que sepan lo que compran y venden, lo que deben y tienen. Les han enseñado latín y ciencias, que vale más que cuanta plata y oro les tomaron; porque con letras son verdaderamente hombres, y de la plata no se aprovechaban mucho ni todos. Así que libraron bien con ser conquistados, y mejor con ser cristianos. Cosas notables que les faltan No tenían peso, que yo sepa, los mexicanos; falta grandísima para la contratación. Hay quien dice que no lo usaban por excusar los engaños; quién porque no lo necesitaban; quién, por ignorancia, que es lo cierto. Por donde parece que no habían oído cómo hizo Dios todas las cosas en cuenta, peso y medida. Así que carecen de peso todos los indios; aunque se halló una especie de peso en la costa de Cartagena, y en Túmbez halló Francisco Pizarro una romana con la que pesaban el oro, la cual tuvo en mucho. No tenían moneda, teniendo mucha plata, oro y cobre, y sabiéndolo fundir y labrar, y contratando mucho en ferias y mercados. Su moneda usual y corriente es el cacauatl o cacao, el cual es una especie de avellanas largas y amelonadas; hacen de ellas vino, y es el mejor, y no emborracha. El árbol no fructifica sin compañero, como las palmas; pero en llevando fruta, se le puede quitar sin daño; echa la fruta en racimos como dátiles; requiere tierra caliente, pero no demasiado. Carecían del uso del hierro, habiendo grandísimas minas de ello, y esto por rudeza. No tenían otra candela para alumbrarse de noche que los tizones; barbarie grandísima, y tanto más grande cuanto más cera tenían; que aceite no alcanzaban; y así, cuando los nuestros les mostraron el uso y el provecho de la cera, confesaron su simpleza, teniéndolos por nuevos dioses. No hacían navíos sino de una sola pieza, aunque buscaban grandes árboles: la causa era la falta de hierro, pez e ingenios para calafatearlos. Que no hiciesen vino teniendo vides y procurando beber otra cosa que no fuese agua, es de maravillar; ya lo van haciendo los nuestros, y pronto habrá mucho, mayormente si los indios se dedican a plantar vides. Carecían de bestias de carga y leche; cosas tan provechosas como necesarias a la vida; y así, estimaron mucho el queso, sorprendidos de que la leche se cuajase. De la lana no se maravillaron tanto, pareciéndoles algodón. Se espantaron de los caballos y toros; quieren mucho los puercos, por la carne; bendicen las bestias, porque los relevan de carga, y ciertamente les viene de ellas gran bien y descanso, porque antes ellos eran las bestias. No tenían más letras que las figuras, y éstas pocas en relación con todas las indias; por lo que algunos dicen no haber llegado a estas tierras hasta nuestro tiempo la predicación del Santo Evangelio. Otras muchas cosas les faltaban de las que son menester a la vivienda política del hombre, pero las dichas son las de gran necesidad, y que a muchos espantan; mas quien considerase que pueden vivir sin ellas los hombres, como ellos vivían, no se espantará, especialmente si considera que, así como es nueva tierra para nosotros, así son diferentes todas las cosas que produce, de las nuestras, y que produce cuantas le bastan a mantener y aun a regalar a los hombres. Muchas cosas les faltaban también de las que acá apreciamos, que son más deleitosas que necesarias, como decir seda, azúcar, lienzo y cáñamo; hay ya tanta abundancia como en España. No tenían pastel, y ahora sí: mas tenían linda grana y finos colores de flores, que no quemaban lo que tenían; y hasta su pintura no la gasta ni daña el agua, si la untan con óleo de chiyán.
obra
Como culminación de la serie de cuadros de juventud que tiene en la mujer su principal protagonista, Cézanne realiza este lienzo hacia 1877 en el que pretende hacer una brutal crítica de la sociedad que le rodea, tal y como escribió en una carta a su buen amigo Zola: "Tú no tienes idea de la osadía de esta feroz población. Sólo tienen un instinto, el del dinero. Se dice que ganan mucho. Pero son muy feos; visto desde fuera, los modales emborronan los aspectos originales de estos tipos. Dentro de algunos cientos de años no tendrá sentido vivir, todo habrá sido aplanado". En el centro de la composición, en una cama con dosel, observamos a una mujer desnuda, idolatrada por un amplio grupo de hombres que la rodean. Estos hombres representan a las diversas clases y oficios -banqueros, pintores, escritores, músicos e incluso un obispo- venerando a la prostituta. La escena se desarrolla en un interior como observamos en la mesilla con el jarrón de flores en la izquierda, apareciendo en la parte superior un gran paisaje, posiblemente una pintura o podría tratarse de un ambiguo juego por parte del maestro entre representar el espacio interior y el exterior. La eterna pregunta de este cuadro es qué quiere representar Cézanne en él. Posiblemente lo que quiera mostrar es una ácida crítica hacia la burguesía que prefiere llevar su dinero al banco o al prostíbulo antes que invertir en arte. La inclusión del propio artista pintando en la zona superior derecha hace algo ambigua esta interpretación, pero lo podemos considerar como una muestra más de su eterno conflicto con lo femenino. Técnicamente, la gran diferencia con las obras de la etapa romántica la encontramos en el empleo de rasgos impresionistas para realizar esta tela, recordando a la Moderna Olimpia de años atrás. El abocetamiento, la abundancia de colores claros y los ligeros y rápidos toques de pincel caracterizan una obra que anticipa el expresionismo del siglo XX.
contexto
El inicio de la civilización urbana en esta región podemos situarlo en la cultura Olmeca, desarrollada aproximadamente entre el 1.200 y el 400 a.C. y considerada la madre de las civilizaciones mesoamericanas. Gráfico Con elementos absolutamente originales y otros que serán asimilados por pueblos posteriores, el origen de esta cultura aún plantea interrogantes para los investigadores. Sus manifestaciones se extienden en un área de cerca de 18.000 km2, y ocupa el espacio de los actuales estados de Tabasco y Veracruz. Desde el punto de vista físico estamos hablando de una región pantanosa y bañada por ríos, que los dirigentes olmecas supieron aprovechar para el desarrollo de la agricultura. Una buena gestión en la explotación de la tierra permitió la acumulación de excedentes que facilitaría el desarrollo de una clase social que pudo ocupar su tiempo en tareas no productivas, como el culto, la administración y la producción artesanal. La arqueología nos ha permitido conocer algunos de los yacimientos más significativos de esta cultura, como son los sitios de La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo. Y la exploración de los centros olmecas nos permite aceptar la existencia de una sociedad teocrática profundamente estratificada, cuyos dirigentes eran sostenidos por la población campesina dispersa en aldeas en torno a esos centros. Lo más llamativo de esta civilización son sus realizaciones en el campo de la escultura monumental. De hecho, lo olmeca ha sido calificado como un poderoso estilo artístico. Sus cabezas colosales, hechas en basalto, que llegan a medir 3 metros de altura y hasta 3 metros de diámetro, con un peso que en ocasiones supera las 60 toneladas, son quizá la muestra más inquietante de estas realizaciones. Junto a ellas, los altares, estelas y esculturas más pequeñas de bulto redondo muestran una iconografía que refleja esa poderosa clase social que basó su poder en el control de la tierra y supo presentarse ante el pueblo campesino como reflejo de la presencia divina en la tierra. Son pocos los datos que las fuentes arqueológicas nos aportan acerca de los comportamientos femeninos olmecas. Las realizaciones escultóricas se centran en personajes masculinos, tanto en las realizaciones de las cabezas colosales como en los llamados altares o tronos, singular realización iconográfica en la que una figura humana parece emerger del inframundo de los dioses. Un estudio de las representaciones halladas ha permitido fijar a los arqueólogos algunas pautas de comportamiento de estas sociedades. Partimos de la preponderancia del varón a la hora de ocupar puestos de gobierno. Aunque algunos estudiosos han querido ver rasgos femeninos en alguna de las cabezas colosales, no tenemos aún suficientes pruebas que nos permitan hablar de la existencia de mujeres de elite. En cuanto a la vida cotidiana, de la gente común cabe pensar que tanto los hombres como las mujeres se dedicarían a las tareas agrícolas y a las propias del hogar, donde el papel más relevante lo tendría la mujer. Según algunas representaciones, la vestimenta de los olmecas era bastante sencilla, ya que el clima tampoco exigía prendas elaboradas. Si el varón se cubría con taparrabos, y de manera ocasional con un manto, la mujer llevaría falda y huipil, o incluso llevaría descubierto el torso. Ambos calzaban huaraches, una especie de toscas sandalias. En la iconografía religiosa aparecen algunos aspectos que nos han permitido hablar de un momento mítico en que de la unión de la mujer y el jaguar surgen fuerzas importantes en el gobierno y en el panteón de esta cultura. Por tanto, lo femenino al menos como concepto tuvo su trascendencia en los orígenes de esta cultura, aunque nada de momento nos permita afirmar la existencia de mujeres concretas que tuvieran especial significación en las actividades políticas o religiosas. Ya en esta civilización aparecen algunos de los rasgos que serán típicos de las altas culturas mesoamericanas. Tal es el caso de la presencia iconográfica del jaguar, las representaciones del dios de la lluvia, y las grandes creaciones de los habitantes de este espacio: el calendario y la escritura jeroglífica, de la que se han encontrado restos en piedra de hace cerca de 3.000 años, y nos permiten datarla como la escritura más antigua de América .
contexto
Lo humano Durán, hijo de su siglo, atribuyó las alucinaciones de los sitiados a la tarea de los brujos mexica; pero evidentemente no existe ninguna relación causa efecto entre ambos hechos. Salvo que algún parapsicólogo se empeñe en demostrar lo contrario, las patonas, los muertos saltarines, los espeluznantes gemidos y demás prodigios fueron, simple y llanamente, un síntoma de lo que un psiquiatra diagnosticaría como neurosis de guerra, un tipo especial de psicastenia que afecta a los combatientes. Para que nadie se lleve a engaño, añadiré que se trata de una enfermedad similar al stress, que surge cuando la psiquis es incapaz de resistir la dureza del ambiente, y se caracteriza por continuos estados de ansiedad y ataques de pánico. Dicho en román paladino, los adalides de la cruz o, si se prefiere, los sanguinarios bandidos de blanca faz tenían miedo, tanto miedo que algunos perdieron momentáneamente la razón. Lo cual nos lleva a un punto que la crítica moderna ha ignorado por sistema: el lado humano del conquistador. Salvo contadas y honrosas excepciones, los historiadores han deshumanizado al español de Indias, transformándole en un ángel (o demonio) insensible a los pequeños y mezquinos problemas del hombre común. Su actitud, según los exégetas, siempre será blanca o negra, jamás gris. Leyéndoles, da la impresión que estos superhéroes o supervillanos --permítaseme emplear la terminología de los comics infantiles-- nunca enfermaban, sentían celos o comían; sin embargo, sí que enfermaban, sentían celos y comían. No eran dioses inmortales --como creyeron los mexicanos en un principio--, sino simples humanos de carne y hueso, que de vez en cuando necesitaban una purga: Con que luego que allí llegamos al territorio tlaxcaltecatl, en este tiempo dieron al marqués ciertas calenturas, y acordó de se purgar, y llevaba cierta masa de píldoras que en la isla de Cuba había hecho; y, como no obiese quien las supiese desatar para las ablandar y hacer las píldoras, partió ciertos pedazos y tragóselos así duros; y otro día, comenzando a purgar, vimos venir mucho número de gente, y él cabalgó y salió a ellos y peleó todo ese día, y a la noche le preguntamos cómo le había ido con la purga, y díjonos que se le había olvidado de que estaba purgado, y purgó otro día como si entonces tomara la purga28. Este asunto del purgante pone de manifiesto la imprescindible necesidad de abandonar esa visión maniqueísta, teologizante y simplona del proceso histórico que enfrenta al Bien con el Mal. El Demonio no se purga, aunque se llame Hernán y sea cruel y despiadado29. Para hominizar, valga la palabra, a los conquistadores de México basta con leer sin espejuelos ideológicos los relatos de los soldados cronistas. En sus páginas se encuentran las más variadas cualidades y miserias de los seres humanos, toda una compleja colección de sentimientos, pasiones, filias y fobias, que hubiera encantado al genio de Stratford. Ahora bien, esta especie de strip tease anímico no puede diseccionarse so pena de incurrir en una arquetipificación caricaturizante propia del drama teatral. Yago, Macbeth, Shylock y Falstaff comparten con Ariel, Hamlet y Romeo el espíritu de la hueste. Un espíritu de lo más vulgar, como pone de manifiesto el párrafo que sigue, fruto de la inigualable pluma de Bernal Díaz: Y estando el Sandoval y el Francisco de Lugo y Andrés de Tapia con Pedro de Alvarado contando cada uno lo que había acaecido y lo que Cortés mandaba, tornó a sonar el atambor de Huichilobos ; y miramos arriba el alto cu, donde los tañían, y vimos que llevaban las gradas arriba a rempujones y bofetadas y palos a nuestros compañeros, que habían tomado en la derrota que dieron a Cortés, que los llevaban a sacrificar; y de que ya los tenían en una placeta que se hacía en el adoratorio, donde estaban sus malditos ídolos, vimos que a muchos dellos les ponían plumajes en las cabezas, y con unos como aventadores les hacían bailar delante de Huichilobos, y, cuando habían bailado, luego les ponían de espalda encima de unas piedras que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal les aserraban por los pechos y les sacaban los corazones bullendo . Pues desque aquellas crueldades vimos todos los de nuestro real y Pedro de Alvarado y Gonzalo de Sandoval y todos los demás capitanes; miren los curiosos lectores que leyeron, qué lástima tendríamos dellos. Y decíamos entre nosotros: "Oh, gracias a Dios que no me llevaron a mí hoy a sacrificar". Y también tengan atención que no estábamos lejos dellos y no les podíamos remediar, y antes rogábamos a Dios que fuese servido de nos guardar de tan cruelísima muerte30. El intimista texto bernaldino habla por sí mismo. En él se mezclan los pensamientos altruistas, como la piedad o la frustración surgida de la impotencia, con un claro egoísmo, fruto del instinto de conservación, que se manifiesta con pueril y candorosa ingenuidad. El dramatismo que impregna el pasaje no procede, empero, de los ambivalentes sentimientos de Bernal, sino del miedo que experimentó al contemplar la horripilante escena, tan intenso que pudo reflejarlo décadas después. Pues bien, esa angustia vital que tan bien nos transmite Bernal es, sin duda alguna, la gran protagonista de los relatos de la Conquista. Los soldados cortesianos --simples mortales, aunque haya quien se empeñe en negarlo-- tenían miedo a morir. Pero este sentimiento, que todos los seres humanos comparten en mayor o menor medida, adoptaba en sus mentes una forma morbosa, cuyo origen responde indudablemente a factores culturales. Lo que corroía y atenazaba el corazón de los castellanos no era el hecho de morir, sino la forma de perecer. Dicho con otras palabras, les aterraba la concepción bélica de los mexicanos, los sangrientos ritos que practicaban con los prisioneros de guerra, y el espantable sonido de sus atambores. La diferente mentalidad del adversario potenció la tensión psicológica de los combatientes blancos hasta tal punto que uno de ellos, Francisco de Aguilar, llegó a afirmar que se encontraba en el infierno: Motecsuma, herido en la cabeza, dio el alma a cuya era, y en el aposento donde él estaba había otros muy grandes señores detenidos con él, a los cuales el dicho Cortés, con parecer de los capitanes, mandó matar sin dejar ninguno, a los cuales ya tarde sacaron y echaron en los portales donde están ahora las tiendas, y, llevados, sucedió la noche, la cual venida allá a las diez vinieron tanta multitud de mujeres con hachas encendidas y braseros y lumbres, que ponía espanto. Aquéllas venían a buscar a sus maridos y parientes que en los portales estaban muertos, y al dicho Motecsuma también, y así como las mujeres conocían a sus deudos y parientes se echaban encima con muy gran lástima y dolor y comenzaban una grita y llanto tan grande que ponía espanto y temor; y el que esto escribió, que entonces velaba arriba, dijo a su compañero: "¿No habéis visto el infierno y el llanto que allá hay?, pues, si no lo habéis visto, catadlo aquí". Y es cierto que nunca en toda la guerra, por trabajos que en ella pasase, tuve tanto temor como fue el que recibí de ver aquel llanto tan grande31. El pánico cerval que experimentaban los hombres de Castilla generó un fuerte instinto de conservación que se tradujo en una actitud egoísta y cruel. En contra de lo que pudiera pensarse, esta crueldad nada tiene que ver con las manidas hecatombes de la tristemente célebre Leyenda negra. Los europeos del siglo XVI desconocían el significado del término clemencia, y esta ignorancia se reflejaba en las prácticas jurídicas y bélicas. Basta con ojear cualquier crónica europea de la época para darse cuenta de ello. El voivoda transilvano Vlad Tepes, por ejemplo, era apodado el empalador por su afición a dictar tan bestial tortura; y el príncipe de Borbón --compatriota y contemporáneo de Michel de Montaigne, el refinado galo que criticara ferozmente el alma bárbara de los españoles-- martirizaba mujeres y niños para evitar que sus parientes, encastillados en una fortaleza, disparasen contra sus tropas32. Por supuesto, descubridores y conquistadores trasplantaron tan arbitrarias costumbres al Nuevo Mundo; pero, dando pruebas de sin par equidad, las aplicaron por igual a indios y blancos. Como la memoria de los americanistas presenta una curiosa amnesia cuando se expone esta opinión, me tomaré la libertad de corroborar el aserto con uno de los ejemplos favoritos de los hispanófobos. Tras la caída de Tenochtitlan, la tropa, desilusionada por los pocos beneficios de la empresa, solicitó que Cuauhtemoc, último señor de México, declarara la localización del fabuloso tesoro que los castellanos habían esquilmado tiempo atrás al desdichado Motecuhzoma. Presionado por sus compañeros y --last but not least-- por Julián de Alderete, representante del erario público, Cortés se vio en la obligación de dar tormento de fuego al emperador azteca y a uno de sus allegados, el señor de Tlacopan. Tanto celo pusieron los sayones en la vil actividad que el desgraciado amigo de Cuauhtemoc falleció víctima de atroces dolores33. Hasta aquí la cara de la moneda, de todos conocida. Veamos ahora la cruz. Cuando Cortés se encontraba en la expedición a las Hibueras, la Nueva España vivió bajo la tiránica dictadura del burócrata Gonzalo de Salazar, factor de Su Majestad. Este indigno funcionario, que ambicionaba la gobernación del rico territorio, intentó confiscar los bienes de don Hernán, pues, según afirmaba, eran de la Corona. Para lograr sus propósitos, Salazar no titubeó en practicar el interrogatorio de rigor con Rodrigo de Paz, mayordomo y hombre de confianza de Cortés: Le demandó el oro y la plata que era de Cortés --escribe Bernal Díaz--, porque como su mayordomo sabía de ello, diciendo que lo tenía escondido, porque lo quería enviar a Su Majestad, y porque no lo dio sobre ello le dio tormentos y con aceite y fuego le quemó los pies y aun parte de las piernas, y estaba tan flaco y malo de las prisiones para morir; y no contento con los tormentos, viendo el factor que si le dejaba la vida que se iría a quejar de él a Su Majestad, le mandó ahorcar por revoltoso y bandolero34. La crueldad es un concepto sumamente relativo, que depende básicamente de los patrones morales vigentes en cada período histórico. Actos que hoy nos parecen bárbaros, como la tortura o las masacres, no escandalizaban en el siglo XVI. Otros hechos, sin embargo, sí se censuraban. Estos actos reprobables son los que me interesa destacar. El siguiente párrafo, tomado de la relación de Bernardino Vázquez de Tapia, ilustra a la perfección el egoísmo frío y cruel que imperaba en la hueste. Tomó ocasión el marqués de enviar mensajeros a Montezuma, porque le pareció le convenía mucho y era muy necesario, así por asegurar a Montezuma, como porque los que fuesen viesen y supiesen la tierra y los caminos y las ciudades y pueblos que había, y para que trajesen aviso y relación de lo que viesen. Estando el marqués en este deseo, dijo algunas veces en público que, si allí tuviera dos hijos y dos hermanos que mucho quisiera, los enviara por mensajeros a Montezuma. Entendiendo el deseo del dicho marqués, yo me ofrecí a ir . Después se ofreció también para ir don Pedro de Alvarado, y acordó el marqués que fuésemos ambos y dionos instrucción de lo que habíamos de hacer, y presentes de cosas de Castilla, para que diésemos a Montezuma. Y, aunque ambos teníamos caballos, nos mandó los dejásemos y fuésemos a pie, porque, si nos matasen, no se perdiesen, que se estima un caballero a caballo más de trescientos peones35. Otro ejemplo, no menos cruel, nos lo proporciona el benemérito Aguilar al tratar sobre la Noche Triste: Milagrosamente nuestro Dios proveyó que el fardaje que llevábamos y los que lo llevaban a cuestas, y los cuarenta hombres que quedaron atrás sirvieran para que todos no fuésemos muertos y despedazados36. Sobran las palabras. Y es que el miedo, el gran sentimiento de los conquistadores, transforma la solidaridad en egoísmo. Criterio editorial El presente volumen, que ve la luz con el título de La conquista de Tenochtitlan, consta de cuatro crónicas, firmadas por Juan Díaz, Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez de Tapia y Francisco de Aguilar, respectivamente. Estas relaciones, a las que cabe aplicar el calificativo de menores, versan sobre la Conquista de México, y tienen la peculiaridad de haber sido escritas por testigos presenciales. Su valor estriba en que proporcionan datos muy concretos, que suplementan, amplían o corrigen los proporcionados por las llamadas obras mayores, o sea, los relatos de Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo. Aunque las relaciones menores son una pieza clave para comprender mejor la gesta cortesiana, los estudiosos no les han concedido la importancia que merecen, y el público en general nada sabe de ellas. Lamentable hecho, que, en mi opinión, responde en parte a la ausencia de una edición conjunta que ponga de relieve sus méritos y servicios. La pluralidad de criterios empleados por los editores de las piezas, que de por sí son dispares, aconsejaba aplicar una norma homologadora que permitiera una lectura más cómoda. Básicamente, ha consistido en modernizar la puntuación y fonética de las crónicas, conservando los arcaísmos más significativos. Por supuesto, las frases, palabras o sílabas añadidas van entre corchetes. Los topónimos y voces nahua se reproducen con la grafía empleada por los distintos autores. He agregado tres glosarios para ayuda de los lectores. El primero recoge las palabras aztecas tal cual aparecen a lo largo de los textos; el segundo, su forma correcta y la traducción; y el tercero, aquellas palabras castellanas que, o bien han caído en desuso, o son poco conocidas. Germán Vázquez Chamorro