LIBRO OCTAVO De los reyes y señores y de la manera que tenían en sus elecciones y en el govierno de sus reinos Prólogo Según que afirman los viejos en cuyo poder estavan las pinturas y memorias de las cosas antiguas, los que primeramente venieron a poblar a esta tierra de esta Nueva España venieron de hazia el norte, en demanda del Paraíso Terrenal. Traían por apellido tamoanchan, y es lo que agora dizen tictemoa tochan, que quiere dezir "buscamos nuestra casa natural". Por ventura, induzidos de algún oráculo que alguno de los muy estimados entre ellos havía rescibido y divulgado, que el Paraíso Terrenal está hacia el Mediodía, como es verdad, según casi todos los que escriven, que está debaxo de la línea equinocial. Y poblavan cerca de los más altos montes que hallavan, por tener relación que es un monte altíssimo, y es ansí verdad. Estos primeros pobladores, según lo manifiestan los antiquíssimos edificios que agora están muy manifiestos, fueron gente robustíssima, sapientíssima y belicosíssima. Entre otras cosas muy notables que hizieron, edificaron una ciudad fortíssima, en tierra opulentíssima, de cuya felicidad y riquezas aún en los edificios destruidos de ella hay grandes indicios. A esta ciudad llamaron Tullan, que quiere dezir "lugar de fertilidad y abundancia", y aún agora se llama ansí, y es lugar muy ameno y fértil. En esta ciudad reinó muchos años un rey llamado Quetzalcóatl, gran nigromántico y inventor de la nigromancia, y la dexó a sus decendientes, y hoy día la usan. Fue estremado en las virtudes morales. Está el negocio de este rey entre estos naturales como el del rey Artús entre los ingleses. Fue esta ciudad destruida y este rey ahuyentado. Dizen que caminó hacia el Oriente, que se fue a la ciudad del sol, llamada Tlapallan, y fue llamado del sol; y dizen que es vivo y que ha de volver a reinar y a reedificar aquella ciudad que le destruyeron, y ansí hoy día le esperan. Y cuando vino don Hernando Cortés, pensaron que era él, y por tal le recibieron y tuvieron, hasta que su conversación y la de los otros que con él venían los desengañó. Los que de esta ciudad huyeron edificaron otra muy próspera ciudad, que se llama Cholula, a la cual por su nobleza, edificios y grandeza los españoles, en viéndola, la pusieron nombre: Roma. Parece que el negocio de estas dos ciudades llevaron el camino de Troya y Roma. Después de esto muchos años començó a publar la nación mexicana, y en trezientos años pocos más o menos se enseñorearon de la mayor parte de los reinos y señoríos que hay en todo lo que agora se llama Nueva España, y fundaron la ciudad de México, que es otra Venecia. Los señores de ella fueron emperadores, en especial el último, que fue Motecuçoma, varón muy esforçado, muy belicoso y diestro en las armas, magnánimo y de grande habilidad, y magnífico, estremado en las cosas de su policía, pero cruel. En tiempo de éste llegaron los españoles, y él tenía ya muchos pronósticos de que havían de venir en su tiempo. Llegados los españoles, cesó el imperio de los mexicanos y començó el de España. Y porque hay muchas cosas notables en el modo de regir que estos infieles tenían, copilé este volumen, que trata de los señores y de todas sus costumbres.
Busqueda de contenidos
contexto
LIBRO PRIMERO CAPÍTULO I De la opinión que algunos autores tuvieron que el cielo no se extendía al Nuevo Mundo Estuvieron tan lejos los antiguos de pensar que hubiese gentes en este Nuevo Mundo, que muchos de ellos no quisieron creer que había tierra de esta parte, y lo que es más de maravillar, no faltó quien también negase haber acá este cielo que vemos. Porque aunque es verdad que los más y los mejores de los filósofos sintieron que el cielo era todo redondo, como en efecto lo es, y que así rodeaba por todas partes la tierra y la encerraba en sí, con todo eso algunos y no pocos ni de los de menos autoridad entre los sagrados Doctores, tuvieron diferente opinión, imaginando la fábrica de este mundo a manera de una casa, en la cual el techo que la cubre sólo la rodea por lo alto y no la cerca por todas partes, dando por razón de esto, que de otra suerte estuviera la tierra en medio colgada del aire, que parece cosa ajena de toda razón, y también que en todos los edificios vemos que el cimiento está de una parte y el techo de otra contraria; y así, conforme a buena consideración en este gran edificio del mundo, todo el cielo estará a una parte encima, y toda la tierra a otra diferente debajo. El glorioso Crisóstomo, como quien se había más ocupado en el estudio de las letras sagradas, que no en el de las ciencias humanas, muestra ser de esta opinión, haciendo donaire en sus comentarios sobre la Epístola ad Hebreos, de los que afirman que es el cielo todo redondo, y parécele que la Divina Escritura quiere dar a entender otra cosa, llamando al cielo tabernáculo y tienda o toldo que puso Dios. Y aun pasa allí el Santo más adelante en decir que no es el cielo el que se mueve y anda, sino que el sol y la luna y las estrellas son las que se mueven en el cielo, en la manera que los pájaros se mueven por el aire y no como los filósofos piensan que se revuelven con el mismo cielo como los rayos con su rueda. Van con este parecer de Crisóstomo, Theodorito, autor grave, y Theofilacto, como suele casi en todo. Y Lactancio Firmiano, antes de todos los dichos, sintiendo lo mismo, no se acaba de reír y burlar de la opinión de los peripatéticos y académicos, que dan al cielo figura redonda y ponen la tierra en medio del mundo, porque le parece cosa de risa que esté la tierra colgada del aire, como está tocado. Por donde viene a conformarse más con el parecer de Epicuro, que dijo no haber otra cosa de la otra parte de la tierra, sino un caos y abismo infinitos. Y aun parece tirar algo a esto lo que dice San Jerónimo escribiendo sobre la Epístola a los Efesios, por estas palabras: "El filósofo natural pasa con su consideración lo alto del cielo, y de la otra parte del profundo de la tierra y abismo halla un inmenso vacío." De Procopio refiere (aunque yo no lo he visto) que afirma sobre el libro del Génesis, que la opinión de Aristóteles acerca de la figura y movimiento circular del cielo es contraria y repugnante a la Divina Escritura. Pero que sientan y digan los dichos autores cosas como estas, no hay que maravillarnos, pues es notorio que no se curaron tanto de las ciencias y demostraciones de filosofía, atendiendo a otros estudios más importantes. Lo que parece más de maravillar es, que siendo San Agustín tan aventajado en todas las ciencias naturales, y que en la astrología y en la física supo tanto, con todo eso se queda siempre dudoso y sin determinarse en si el cielo rodea la tierra de todas partes, o no. "Qué se me da a mí (dice él) que pensemos que el cielo como una bola, encierre en sí la tierra de todas partes, estando ella en medio del mundo como en el fiel, o que digamos que no es así, sino que cubre el cielo a la tierra por una parte solamente, como un plato grande que está encima." En el propio lugar donde dice lo referido, da a entender y aun lo dice claro que no hay demostración sino sólo conjeturas para afirmar que el cielo es de figura redonda. Y allí y en otras partes tiene por cosa dudosa el movimiento circular de los cielos. No se ha de ofender nadie ni tener en menos los santos Doctores de la Iglesia, si en algún punto de filosofía y ciencias naturales sienten diferentemente de lo que está más recibido y aprobado por buena filosofía; pues todo su estudio fue conocer y servir, y predicar al Creador, y en esto tuvieron grande excelencia. Y como empleados del todo en esto, que es lo que importa, no es mucho que en el estudio y conocimiento de las criaturas, no hayan todas veces por entero acertado. Harto más ciertamente son de reprehender los sabios de este siglo y filósofos vanos, que conociendo y alcanzando el ser y orden de estas criaturas, el curso y movimiento de los cielos, no llegaron los desventurados a conocer al Creador y Hacedor de todo esto; y ocupándose todos en estas hechuras y obras de tanto primor, no subieron con el pensamiento a descubrir al autor soberano, como la Divina Sabiduría lo advierte; o ya que conocieron al Creador y señor de todo, no le sirvieron y glorificaron como debían, desvanecidos por sus invenciones, cosa que tan justamente les arguye y acusa el Apóstol.
contexto
LIBRO PRIMERO DE LA HISTORIA DE LA FLORIDA DEL INCA Contiene la descripción de ella, las costumbres de sus naturales; quién fue su primer descubridor, y los que después acá han ido; la gente que Hernando de Soto llevó; los casos extraños de su navegación; lo que en La Habana ordenó y proveyó, y cómo se embarcó para la Florida. Contiene quince capítulos. CAPÍTULO I Hernando de Soto pide la conquista de la Florida al emperador Carlos V. Su Majestad le hace merced de ella El adelantado Hernando de Soto, gobernador y capitán general que fue de las provincias y señoríos del gran reino de la Florida, cuya es esta historia, con la de otros muchos caballeros españoles e indios, que para la gloria y honra de la Santísima Trinidad, Dios Nuestro Señor, y con deseo del aumento de su Santa Fe Católica, y de la corona de España pretendemos escribir, se halló en la primera conquista del Perú y en la prisión de Atahuallpa, rey tirano, que, siendo hijo bastardo, usurpó aquel reino al legítimo heredero y fue el último de los incas que tuvo aquella monarquía, por cuyas tiranías y crueldades que en los de su propia carne y sangre usó mayores, se perdió aquel imperio, o a lo menos por la discordia y división que en los naturales su rebelión y tiranía causó, se facilitó a que los españoles lo ganasen con la facilidad que lo ganaron (como en otra parte diremos con el favor divino), de la cual, como es notorio, fue el rescate tan soberbio, grande y rico que excede a todo crédito que a historias humanas se puede dar, que según la relación de un contador de la hacienda de Su Majestad en el Perú, que dijo lo que valió el quinto de él. Y por el quinto, sacando el todo y reduciéndole a la moneda usual de los ducados de Castilla de a trescientos y setenta y cinco maravedís cada uno, se sabe que valió tres millones y doscientos y noventa y tres mil ducados, y dineros más, sin lo que se desperdició sin llegar a quintarse, que fue otra mucha suma. De esta cantidad, y de las ventajas que como a tan principal capitán se le hicieron, y con lo que en el Cuzco los indios le presentaron cuando él y Pedro del Barco solos fueron a ver aquella ciudad, y con las dádivas que el mismo rey Atahuallpa le dio (ca fue su aficionado por haber sido el primer español que vio y habló), hubo este caballero más de cien mil ducados de parte. Esta suma de dineros trajo Hernando de Soto cuando él y otros setenta conquistadores, juntos con las partes y ganancias que en Casamarca tuvieron, se vinieron a España: y aunque con esta cantidad de tesoro (que entonces, por no haber venido tanto de Indias como después acá se ha traído, valía más que ahora), pudiera comprar en su tierra, que era Villanueva de Barcarrota, mucha más hacienda que al presente se puede comprar, porque entonces no estaban las posesiones en la estima y valor que hoy tienen, no quiso comprarla, antes, levantando los pensamientos y el ánimo con la recordación de las cosas que por él habían pasado en el Perú, no contento con lo ya trabajado y ganado mas deseando emprender otras hazañas iguales o mayores, si mayores podían ser, se fue a Valladolid, donde entonces tenía su Corte el emperador Carlos Quinto, rey de España, y le suplicó le hiciese merced de la conquista del reino de la Florida (llamada así por haberse descubierto la costa día de Pascua Florida), que la quería hacer a su costa y riesgo, gastando en ella su hacienda y vida, por servir a Su Majestad y aumentar la corona de España. Esto hizo Hernando de Soto movido de generosa envidia y celo magnánimo de las hazañas nuevamente hechas en México por el marqués del Valle don Hernando Cortés y en el Perú por el marqués don Diego de Almagro, las cuales él vio y ayudó a hacer. Empero, como en su ánimo libre y generoso no cupiese súbdito, ni fuese inferior a los ya nombrados en valor y esfuerzo para la guerra ni en prudencia y discreción para la paz, dejó aquellas hazañas, aunque tan grandes, y emprendió estotras para él mayores, pues en ellas perdía la vida y la hacienda que en las otras había ganado. De donde, por haber sido así hechas casi todas las conquistas principales del nuevo mundo, algunos, no sin falta de malicia y con sobra de envidia, se han movido a decir que a costa de locos, necios y porfiados, sin haber puesto otro caudal mayor, ha comprado España el señorío de todo el nuevo mundo, y no miran que son hijos de ella, y que el mayor ser y caudal que siempre ella hubo y tiene fue producirlos y criarlos tales que hayan sido para ganar el mundo nuevo y hacerse temer del viejo. En el discurso de la historia usaremos de estos dos apellidos españoles y castellanos; adviértase que queremos significar por ellos una misma cosa.
contexto
Descripción general de todas las Indias Esta cuarta parte del orbe, desconocida de casi todos los antiguos y abierta por fin en nuestra edad bajo los auspicios de Carlos César, se divide en Indias Occidentales Superiores e Inferiores. Casi a la mitad se angosta de tal manera en un istmo, que poco falta para que esté partida en dos, y de allí se extiende a lo largo y a lo ancho por el sur y por el norte. El Istmo, no desemejante a un brazo, vuelto hacia el oriente y viendo por su lado oblicuo la parte superior del sur, avanza entre el Océano ártico y el Austral. En la parte en que empieza es muy ancho, pero más adelante, aproximando sus litorales, desciende suavemente hasta cierto punto hacia el sur. Enseguida, torciendo hacia el oriente equinoccial, casi con el mismo ancho, procede por un largo espacio. Después de un tracto más largo, durante el cual busca más bien el sol naciente, se hace más angosto y donde es más delgado se le adhieren las Indias Inferiores, semejantes a una pelta amazónica. Dos, aun cuando pequeñas, sin embargo, celebérrimas ciudades, tienen allí su asiento mirando a mares diversos; "Nombre de Dios" al ártico, la cual puedes llamar y Panamá al Austral, distante entre ellas setenta y dos millas. Esta es la anchura mínima del Istmo, pero la máxima es de mil millas desde Colima, la cual está a veinte grados de latitud, hasta el río de las Palmas, cuya desembocadura está a medio grado más remota de la línea equinoccial que lo que está de esta línea la línea estival. Las Indias Superiores, entre el oriente y el ocaso, se enfrentan a Asia y a Europa y tanto se extienden entre éstas cuanto el Promontorio Frígido de la región del Labrador dista de la Sierra Nevada de la Provincia de Quivira, a saber seis mil y novecientas millas según la opinión vulgar. Y la Sierra Nevada está a cuarenta grados del círculo equinoccial y el Promontorio Frígido sesenta y uno y cuarto más o menos. Por donde más se inclinan al ocaso, por donde principia su lado occidental, proyectan al sur el promontorio de California, poco menor que Italia. La costa de éste no está dividida como la de aquélla por varios salientes, sino que acaba en un solo promontorio bajo el trópico estivo, opuesto al promontorio de Corrientes en la provincia de Jalisco. Entre estos dos promontorios está comprendido, semejante al Adriático, el Mar Bermejo, más largo que él (como que desarrolla de costa trescientas veinte millas), pero un poco más angosto. En la parte más interior del Seno penetra el río Miraflores (mayor que el Po), llamado de los Estuarios, que descarga los ríos Axa, Tetonteac y Tigua. El lado que ve al sur se opone al Océano Ártico y al Austral. Por donde la baña el Ártico y lleva sus litorales hacia el norte, opuestos a los litorales de las Indias Inferiores, no se adelanta más al Oriente que las Inferiores y están limitadas ambas casi por el mismo círculo meridiano. Entre uno y otro litoral penetra el Océano Ártico, y mientras más se adelanta hasta el ocaso (porque los litorales poco a poco se juntan) se hace más estrecho y en la isla haitiana sic y Cuba estrechísimo; mayormente cuando llega a la proximidad del Seno Mexicano: aquí los litorales del Istmo y de las Indias Superiores, proyectándose en los promontorios Yucateco y Florido, y la Isla de Cuba, que cierra la embocadura del Seno, tanto lo estrechan, que se le abre una entrada por doscientas cuarenta millas al Seno (esta distancia hay entre el Yucateco y Cuba). Y aunque haya otra vía entre la misma Isla y el Promontorio Florido, tan estrecha como quieras, la corriente (?) está ceñida a esta ley, que, hecho punto omiso de las mareas, fluye entre el Yucatán y Cuba perpetuamente al Seno Mexicano o de Cortés; arcano de la naturaleza todavía desconocido. El Promontorio Florido está a veinticinco grados de latitud y el Yucateco llega casi hasta el veintiuno. Estos dos dan al Seno Mexicano su figura circular. La Nueva España ocupa las partes interiores de él por Fernando Cortés, de quien debe recibir el Seno su nombre, no de la gente derrotada por los soldados españoles. El lado Oriental de las indias Superiores mira a Islandia y a las Islas Británicas, sus límites son los promontorios Raso y Frígido, éste dista de Islandia cuatrocientas ochenta millas, de Hiuernia seis mil seiscientas, y otras tantas del Promontorio de Thorcyrolandia. La Sierra Nevada y California presentan los últimos términos del lado occidental. El espacio entre ellos es de dos mil cuatrocientas millas. Las Indias Inferiores se dirán más propiamente áureas que el Quersoneso asiático. ¿Qué lugar hay tan inerte donde no brote el oro? Casi toda su mole yace en línea recta más allá del Ecuador, hacia el austro. Porque de esta parte queda una porción pequeña y a no ser por donde se adhieren al Istmo, están rodeadas por el Océano; al septentrión por el Ártico, por el Meridional al orto, al ocaso por el Austral, al cual el vulgo llama de sic SUR. Del austro por cuatrocientas cuarenta millas, miran el Estrecho Magallánico; ésta es la longitud del Estrecho y a la misma se contraen las Indias. Las cuales en un ancho frente, desde el Istmo hasta el promontorio que tiene por nombre Anegado, a ocho grados de este lado del círculo equinoccial, se oponen al bóreas y después, como avanzan al austro, poco a poco se alargan a diestra y siniestra entre uno y otro océano, hasta que al llegar al Ecuador prolongan sus litorales mirando al orto y al ocaso. Después vueltas al septentrión, avanzan más hacia el sol oriente que al occidente, de modo que del Cabo Verde de Guinea, de la región de los Nigritas o Senegales, no distan sino dos mil millas. Pero desde donde más se extienden, excepto en la parte que mira a África, gradualmente retraen las costas (porque del Promontorio de San Agustín al otro Promontorio Frígido siguen un litoral casi recto) y después se acercan más una a la otra y se estrechan más suavemente, hasta que al llegar al Estrecho Magallánico, no disten del quinto orbe más o menos nueve millas (que es la anchura del Estrecho). Los litorales de éstas miden en circuito cerca de diez y seis mil y trescientas millas. De largo, desde el Promontorio de la Vela (el cual está a doce grados de este lado del Ecuador) hasta el Estrecho Magallánico, colocado a los cincuenta y dos y medio grados más allá del mismo, cuatro mil ochocientas. La anchura máxima consta de cuatro mil millas y la misma hay entre los Promontorios de Santa Elena y de San Agustín, ambos en latitud austral, a dos grados aquél, a ocho y medio éste; y si de éstos las Inferiores no se proyectasen al septentrión, tuvieran la forma absoluta de la pelta amazónica. El Istmo, al occidente, toca el lado más alto a los ocho grados de esta parte del Ecuador con una cordillera transversal, y debe ser recordado por muchas cosas; porque aquí por cien millas separa los Senos de Viana y de San Miguel. Este, en el Océano Austral, famoso por la hazaña y por el nombre, dista seis grados del Ecuador. El otro en el Ártico, más famoso, porque en él fue la primera derrota del Continente y llevada la primera colonia de españoles y tomada la primera posesión de las Indias Inferiores en nombre de nuestro Invictísimo Rey Católico; y la victoria ilustre de Martín Fernando Enciso y de sus fortísimos conmilitones a la orilla del Río de Darién que no fue de menor momento que la de Otumba en las Superiores, y continuada por las hazañas de Vasco Núñez de Balboa en el Golfo de San Miguel, y sobre todo porque en él fue Carlos Panquiaco las primicias de los indios del Continente, a Dios Óptimo Máximo.
contexto
LIBRO PRIMERO En que trata de los dioses que adoravan los naturales de esta tierra que es la Nueva España Capítulo primero Que habla del principal dios que adoravan y a quien sacrificavan los mexicanos llamado Uitzilupuchtli Este dios llamado Uitzilupuchtli fue otro Hércules, el cual fue robustíssimo, de grandes fuerças y muy belicoso, gran destruidor de pueblos y matador de gentes. En las guerras era como fuego vivo muy temeroso a sus contrarios, y assí la devisa que traía era una cabeça de dragón muy espantable, que echava fuego por la boca; también éste era nigromántico o embaidor, que se transformava en figura de diversas aves y bestias. A este hombre, que por su fortaleza y destreza en la guerra le tuvieron en mucho los mexicanos cuando vivía, después que murió le honraron como a dios y le ofrezían esclavos, sacrificándolos en su presencia; buscavan que estos esclavos fuessen muy regalados y muy bien ataviados con aquellos adereços que ellos usavan de orejeras y barbotes; esto hazían por más honrarle. Otro semejante a éste huvo en las partes de Tlaxcala, que se llamava Camaxtle. Capítulo segundo Que trata del dios llamado Páinal, el cual, siendo hombre, era adorado por dios Este dios llamado Páinal era como sotacapitán del arriba dicho, porque el arriba dicho como mayor capitán dictava cuándo se havía de hazer guerra a algunas provincias. Este, como su vicario, servía de cuando repentinamente se ofrezía de salir al encuentro a los enemigos, porque entonces era menester que este Páinal, que quiere dezir "ligero", "apressurado", saliesse en persona a mover la gente para que con toda priessa saliessen a verse con los enemigos. Después de muerto, la fiesta que le hazían era que uno de los sátrapas tomava la imagen de este Páinal, compuesta con ricos ornamentos como dios, y hazían una processión con él bien larga, y todos ivan corriendo a más correr, ansí el que le llevava como los que le seguían. En esto representavan la priessa que muchas vezes es necessaria para resistir a los enemigos, que sin saberlo acometen haziendo celadas. El tercero Capítulo Trata del dios llamado Tezcatlipoca, el cual generalmente era tenido por dios entre estos naturales de esta Nueva España; es otro Júpiter El dios llamado Tezcatlipoca era tenido por verdadero dios, y invissible, el cual andava en todo lugar, en el cielo, en la tierra, y en el infierno; y tenían que cuando andava en la tierra movía guerras, enemistades y discordias, de donde resultavan muchas fatigas y desasosiegos. Dezían que él mesmo incitava a unos contra otros para que tuviessen guerras y por esto le llamavan Nécoc Yáutl; quiere dezir "sembrador de discordias de ambas partes". Y dezían él solo ser el que entendía en el regimiento del mundo, y que él solo dava las prosperidades y riquezas, y que él solo las quitava cuando se le antojava. Dava riquezas, prosperidades, y fama, y fortaleza, y señorío, y dignidades, y honras, y las quitava cuando se le antojava. Por esto le temían y reverenciavan, porque tenían que en su mano estava el levantar y abatir. De la honra que se le hazía está adelante, en el Libro Segundo. El cuarto Capítulo Trata del dios que se llamava Tláloc Tlamacazqui Este dios llamado Tláloc Tlamacazqui era el dios de las lluvias. Tenían que él dava las lluvias para que regassen la tierra, mediante la cual lluvia se criavan todas las yervas, árboles, y frutas, y mantenimientos. También tenían que él embiava el granizo, y los relámpagos y rayos, y las tempestades del agua, y los peligros de los ríos y de la mar. En llamarse Tláloc Tlamacazqui quiere dezir que es dios que habita en el paraíso terrenal, y que da a los hombres los mantenimientos necessarios para la vida corporal. Los servicios que se le hazían están en el Segundo Libro, entre las fiestas de los dioses. El Capítulo quinto Trata del dios que se llama Quetzalcóatl, dios de los vientos Este Quetzalcóatl, aunque fue hombre, teníanle por dios. Y dezían que barría el camino a los dioses del agua, y esto adivinavan porque ante que comiençan las aguas hay grandes vientos y polvos, y esto dezían que Quetzalcóatl, dios de los vientos, barría los caminos a los dioses de la lluvia para que viniessen a llover. Los sacrificios y cerimonias con que honravan a este dios están escritos adelante, en el Segundo Libro. Los atavíos con que lo adoravan eran los siguientes: una mitra en la cabeça, con un penacho de plumas que se llaman quetzalli, la mitra era manchada como cuero de tigre; la cara tenía teñida de negro y todo el cuerpo; tenía una camisa como sobrepelliz labrada; no le llegava más de hasta la cinta; tenía unas orejeras de turquesas de labor mosaico; tenía un collar de oro de que colgavan unos caracolitos mariscos preciosos; llevava a cuestas por devisa un plumaje a manera de llamas de fuego; tenía unas calças desde la rodilla abaxo de cuero de tigre, de las cuales colgavan unos caracolitos mariscos; tenía calçados unas sandalias teñidas de negro rebuelto con marcagita; tenía en la mano izquierda una rodela con una pintura con cinco ángulos que llaman el joel de viento; en la mano derecha tenía un cetro a manera de báculo de obispo, en lo alto era enroscado como báculo de obispo, muy labrado de pedrería, pero no era largo como el báculo; parecía por donde se tenía era como empuñadura de espada. Era éste el gran sacerdote del templo.
contexto
LIBRO QUINTO CAPÍTULO I Que la causa de la idolatría ha sido la soberbia y invidia del demonio Es la soberbia del demonio tan grande y tan porfiada, que siempre apetece y procura ser tenido y honrado por Dios; y en todo cuanto puede hurtar y apropiar a sí lo que sólo al altísimo Dios es debido, no cesa de hacerlo en las ciegas naciones del mundo, a quien no ha esclarecido aún la luz y resplandor del santo Evangelio. De este tan soberbio tirano leemos en Job, que pone sus ojos en lo más alto, y que entre todos los hijos de soberbia, él es el rey. Sus dañados intentos y traición tan atrevida con que pretendió igualar su trono con el de Dios, bien claro nos lo refieren las Divinas Escrituras, diciéndole en Esaías: "Decías entre ti mismo: subiré hasta el cielo; pondré mi silla sobre todas las estrellas de Dios; sentarme he en la cumbre del Testamento; en las faldas de Aquilón; pasaré la alteza de las nubes; seré semejante al Altísimo". Y en Ezequiel: "Elevose tu corazón, y dijiste: Dios soy yo, y en silla de Dios, me he sentado en medio del mar". Este tan malvado apetito de hacerse Dios, todavía le dura a Satanás, y aunque el castigo justo y severo del muy Alto le quitó toda la pompa y lozanía, por donde se engrió tanto, tratándole como merecería su descortesía y locura, como en los mismos profetas largamente se prosigue, pero no por eso aflojó un punto su perversa intención, la cual muestra por todas las vías que puede, como perro rabioso mordiendo la misma espada con que le hieren. Porque la soberbia (como está escrito) de los que aborrecen a Dios, porfía siempre. De aquí procede el perpetuo y extraño cuidado que este enemigo de Dios ha siempre tenido de hacerse adorar de los hombres, inventando tantos géneros de idolatrías con que tantos tiempos tuvo sujeta la mayor parte del mundo, que apenas le quedó a Dios un rincón de su pueblo Israel. Y con la misma tiranía, después que el fuerte del Evangelio le venció y desarmó, y entró por la fuerza de la cruz las más importantes y poderosas plazas de su reino, acometió las gentes más remotas y bárbaras, procurando conservar entre ellas la falsa y mentida divinidad, que el hijo de Dios le había quitado en su Iglesia, encerrándole como a fiera en jaula, para que fuese para escarnio suyo y regocijo de sus siervos, como lo significa por Job. Mas en fin, ya que la idolatría fue extirpada de la mejor y más noble parte del mundo, retirose a lo más apartado, y reinó en esta otra parte del mundo, que aunque en nobleza muy inferior, en grandeza y anchura no lo es. Las causas porque el demonio tanto ha esforzado la idolatría en toda infidelidad, que apenas se hallan gentes que no sean idólatras, y los motivos para esto principalmente son dos. Uno es el que está tocado de su increíble soberbia, la cual quien quisiere bien ponderar considere que al mismo Hijo de Dios y Dios verdadero acometió, con decirle tan desvergonzadamente que se postrase ante él, y le adorase, y esto le dijo aunque no sabiendo de cierto que era el mismo Dios, pero teniendo por lo menos grandes barruntos de que fuese hijo de Dios. ¿A quién no asombrará tan extraño acometimiento, una tan excesiva y tan cruel soberbia? ¿Qué mucho que se haga adorar de gentes ignorantes por Dios, el que al mismo Dios acometió con hacérsele Dios, siendo una tan sucia y abominable criatura? Otra causa y motivo de idolatría es el odio mortal y enemistad que tiene con los hombres. Porque como dice el Salvador: "desde el principio fue homicida, y eso tiene por condición y propriedad inseparable de su maldad". Y porque sabe que el mayor daño del hombre es adorar por Dios a la criatura, por eso no cesa de inventar modos de idolatría con que destruir los hombres, y hacellos enemigos de Dios. Y son dos los males que hace el demonio al idólatra: uno que niega a su Dios, según aquello: "al Dios que te creó desamparaste"; otro que se sujeta a cosa más baja que él, porque todas las criaturas son inferiores a la racional, y el demonio, aunque en la naturaleza es superior al hombre, pero en el estado es muy inferior, pues el hombre en esta vida es capaz de la vida divina y eterna. Y así por todas partes con idolatría, Dios es deshonrado y el hombre destruído, y por ambas vías el demonio soberbio y envidioso, muy contento.
contexto
LIBRO QUINTO Que trata de los agüeros y prenósticos que estos naturales tomavan de algunas aves, animales y savandixas para adivinar las cosas futuras Prólogo Como con apetito de más saber, nuestros primeros padres merecieron ser privados del original saber que les fue dado y caer en la noche muy escura de la ignorancia en que a todos nos dexaron, no haviendo aún perdido aquel maldito apetito, no cesarnos de porfiar, de querer investigar, por fas o por nefas, lo que ignoramos, ansí cerca de las cosas naturales como cerca de las cosas sobrenaturales. Y aunque para saber muchas cosas de éstas tenemos caminos muchos y muy ciertos, no nos contentamos con esto, sino que por caminos no lícitos y vedados procuramos de saber las cosas que Nuestro Señor Dios no es servido que sepamos, como son las cosas futuras y las cosas secretas. Y esto a las vezes por vía del demonio, a las vezes conjecturando por los bramidos de los animales o garridos de las aves o por el aparecer de algunas savandijas. Mal es éste que cundió en todo el humanal linaje; y como estos naturales son buena parte de él, cúpolos harta parte de esta enfermedad. Y porque para cuando, llagados de esta llaga, fueren a buscar medicina y el médico los pueda fácilmente entender, se ponen en el presente libro muchos de los agüeros que estos naturales usavan y, a la postre, se trata de diversas maneras de estantiguas que de noche los aparecían.
contexto
LIBRO SEGUNDO CAPÍTULO I Que se ha de tratar de la naturaleza de la Equinocial Estando la mayor parte del Nuevo Mundo que se ha descubierto, debajo de la región de en medio del cielo, que es la que los antiguos llaman Tórridazona, teniéndola por inhabitable, es necesario para saber las cosas de Indias, entender la naturaleza y condición de esta región. No me parece a mí que dijeron mal los que afirmaron que el conocimiento de las cosas de Indias dependía principalmente del conocimiento de la Equinocial; porque cuasi toda la diferencia que tiene un orbe del otro, procede de las propiedades de la Equinocial. Y es de notar que todo el espacio que hay entre los dos Trópicos, se ha de reducir y examinar como por regla propria, por la línea de en medio, que es la Equinocial, llamada así porque cuando anda el sol por ella, hace en todo el universo mundo iguales noches y días, y también porque los que habitan debajo de ella gozan todo el año de la propia igualdad de noches y días. En esta línea Equinocial hallamos tantas y tan admirables propriedades, que con gran razón despiertan y avivan los entendimientos para inquirir sus causas, guiándonos no tanto por la doctrina de los antiguos filósofos, cuando por la verdadera razón, y cierta experiencia.
contexto
LIBRO SEGUNDO DEL GOBIERNO QUE LOS YNGAS TUVIERON EN ESTE REINO Y RITOS Y CEREMONIAS QUE GUARDABAN Ya que hemos concluido con la descendencia, conquistas y sucesos de los Yngas, desde el primero Manco Capac hasta el desdichado Topa Cusi Hualpa, por otro nombre Guascar Ynga, y el mal afortunado Atao Hualpa, que fueron los que, en los últimos años del señorío de los Yngas, tuvieron el mando y poder, aunque en alguna manera se fue continuando y reteniendo, en sus sucesores, aquel respeto debido a su sangre en Manco Ynga Saire Tupa, y Amaro Tupa, que fue el que mandó degollar el virrey don Francisco, de Toledo. En este libro he querido hacer particular tratado, y mención, del gobierno y orden que tuvieron los Yngas en regir este amplísimo reino, y tener tan varias y diversas naciones como en España, castellanos, vizcaínos, gallegos, portugueses y andaluces, y de las demás provincias, tan extendidas y tan amplias, sujetas y avasalladas, sin que nadie en ellas osase discrepar ni disentir de los mandamientos de los Yngas, como si estuvieran presentes en todos los pueblos grandes y pequeños, que fue indicio y señal de grandísima y acertada prudencia, con lo cual se hallaron en este reino tantos millares de millares de gente, cuando entraron los españoles, de que vemos el día de hoy tan pocos centenares. Así iré, con la mayor brevedad y distinción que me fuere posible, refiriéndolo para que se venga del todo a tener noticia de sus ritos, ceremonias, usos, costumbres, vida, orden de guerrear, conquistas y conservar lo ganado, que no fue lo menos en que se pareció ser sabios y prudentes.
contexto
Qué conocimiento tenían del cielo y de los astros, y qué presagios acostumbraban tomar de los fenómenos meteorológicos Es fama que habían descubierto la multiplicidad de los cielos, pero del sol, de la luna, de la estrella de Orión, ¿Sirio? de Venus, de las Osas, y de los otros astros en los que creían que habitaba un numen, no sabían casi nada, excepto algunas observaciones vulgares y algunos cuentos más que de viejas y, por consiguiente, ignorantes de las causas de las cosas, solían reverenciar miserablemente y temer sin medida los eclipses y meteoros y cualquiera otra cosa semejante. Pero tomaban presagios de los meteoros y de los fenómenos generados en lo más alto del aire, como los relámpagos, cometas, exhalaciones, vigas ígneas, remolinos ardientes, antorchas celestes, columnas de fuego, la nieve, las nubes, la escarcha, los torbellinos y cosas parecidas; y así creían que las nubes blancas en las cumbres de los cerros presagiaban el granizo y las nubes densas la lluvia. La escarcha cayendo como rocío, la fecundidad de ese año. El arco iris, tiempo tranquilo sereno y el término y fin de las lluvias. Y las estrellas fugaces, las visicitudes de los reyes y de los reinos.