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Monet consiguió alquilar una casa en Argenteuil gracias a la mediación de Manet. El jardín servirá al artista de lugar de trabajo en numerosas ocasiones, bien tomando como modelos las flores -véase Lilas, tiempo gris- o situando a su esposa Camille en él como podemos observar aquí. La mujer del pintor se sienta a la sombra para leer, vestida con un elegante traje blanco -la situación de la familia era bastante buena ya que Durand-Ruel había vendido bastantes obras e incluso había expuesto en Londres- y tocada con un coqueto sombrero. Las sombras que inundan el vestido son coloreadas, tomando tonalidades malvas y rosáceas, siguiendo de esta manera las teorías de Delacroix. Los pequeños espacios de vegetación que dejan penetrar la luz constituyen zonas de mayor resalte tonal, que incluso se incluyen en el vestido. De esta manera, Monet capta la luz y el color directamente del natural, recogiendo la naturaleza según la impresión que experimenta en cada momento determinado, interesándose por las variaciones lumínicas como se observa en la serie de la catedral de Rouen. La pincelada es rápida y empastada, aumentando la sensación de abocetamiento que tienen la mayoría de los trabajos del maestro. Sólo existe algo de detallismo en el bello rostro de la mujer mientras que el libro se integra en el vestido.
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La fuerte personalidad de Gauguin motivará un importante cambio en la manera de pintar de Van Gogh durante los tres meses que convivieron, acercándose al estilo simbolista como observamos en este lienzo. Una joven - con un aspecto similar a Madame Ginoux - se presenta en penumbra ante una estantería repleta de libros, leyendo un grueso volumen iluminado por un foco de luz. El color amarillo - el favorito de Vincent - lucha por restar protagonismo al negro y al azul, tonalidades oscuras que pasan desapercibidas en la producción de Van Gogh antes de la llegada de Gauguin a Arles. Paul inculcó a su compañero que elaborara sus trabajos siguiendo las impresiones de su memoria, alejándose de la naturaleza, resultando estos trabajos que sin ser espantosos no muestran el marchamo del Vincent creador.
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<p>El 20 de abril de 1653 Vermeer se casa con Catharina Bolnes en el pueblecito de Schipluy, en las cercanías de Delft. Catharina era católica, como su madre Maria Thins, disfrutando de una situación económica desahogada, por lo que en un primer momento Maria se opuso al enlace. La pareja tuvo quince hijos, cuatro de ellos fallecieron a temprana edad. Numerosos especialistas han considerado que la modelo que protagoniza esta composición está embarazada, por lo que se apunta a que sería Catharina quien posó para su esposo. Últimamente se apunta hacia otra hipótesis: la mujer vestiría un guardainfante, la moda en España desde el siglo XVII. El objetivo inicial de esta acampanada prenda era, como su nombre indica, ocultar los embarazos no deseados, pero acabó siendo utilizada por todas las mujeres de la nobleza y la burguesía. La composición está relacionada con la Mujer leyendo una carta junto a la ventana abierta ya que también aquí nos encontramos con una mujer de perfil leyendo una carta, dirigiéndose hacia la ventana para poder leer fácilmente. Bien es cierto que la ventana no está presente pero se deduce por el potente foco de luz que inunda la estancia, dejando la zona de la izquierda en penumbra, en sintonía con los trabajos de Caravaggio y los caravaggistas de Utrecht. El mobiliario de la reducida estancia se limita a dos sillas y una mesa, cubierta con un tapiz, sobre la que observamos una caja de perlas abierta y algunos libros. Un mapa adorna la pared. Los diferentes elementos se ubican en planos paralelos al espectador, creando de esta manera el efecto de perspectiva. Los especialistas buscan en las obras de Vermeer algunas claves interpretativas; en este caso, el presunto embarazo de la mujer y la lectura de la carta se consideran muestras de escaso decoro ya que la mujer sólo "está al servicio del estado natural de la procreación de la especie y no admite ningún género de voluptuosas imaginaciones deshonestas". Los efectos atmosféricos y la aplicación del color de manera "puntillista", repartiendo de forma chispeante la luz por toda la superficie pictórica serán dos de las constantes de la producción del maestro de Delft que le convertirán en uno de los más admirados entre los pintores impresionistas.</p>
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<p>Cuando Vermeer pintó esta obra su situación económica no era muy floreciente ya que tuvo que solicitar un crédito de 200 florines. A pesar de encontrarnos en una fecha temprana, algunos de los elementos identificativos del maestro de Delft ya se encuentran presentes. La escena se desarrolla en un limitado interior, apreciándose en primer plano una cortina descorrida que nos permite contemplar la escena, un trampantojo tremendamente habitual en el Barroco como también podemos observar en los trabajos de Rubens. Una amplia ventana en la izquierda de la composición permite penetrar un potente foco de luz que provoca contrastes lumínicos, recordando el estilo de Caravaggio, pintor italiano que será muy admirado en los Países Bajos por el grupo de Utrecht o por el propio Rembrandt. Esa potente iluminación crea un admirable efecto atmosférico que parece diluir los contornos, sin menospreciar las calidades de las telas o de los objetos que encontramos sobre la mesa. Sólo una mujer protagoniza la escena; en este caso está de perfil y lee atentamente la carta que tiene entre las manos, reflejándose ligeramente su rostro en el cristal de la ventana. Los diferentes elementos se sitúan en paralelo al espectador, creando de esta manera el artista el efecto de perspectiva a pesar de las reducidas dimensiones de la estancia. Los especialistas buscan claves interpretativas a este tipo de trabajos y han considerado que la presencia de la ventana abierta indica el deseo de la dama por abrirse al mundo exterior o permitir que su hogar se llene de elementos ajenos a él. No olvidemos que las esposas estaban, generalmente, aisladas de ese mundo exterior, según las rígidas normas sociales de la época. Otra de las claves se encuentra en la bandeja de frutas sobre el tapiz oriental -otra constante en la producción de Vermeer-; se han interpretado como un símbolo de la relación extramatrimonial ya que las frutas son manzanas y melocotones, recordando al pecado de Eva. Los estudios radiográficos han puesto de manifiesto que en un primer momento el pintor no dudó en situar en la pared un cuadro con un Cupido que señalaría la carta de amor que lee la mujer, reforzando la idea del amor extraconyugal. Una escena similar se repite en la Mujer de azul leyendo una carta. Pero lo más notable del lienzo es la luz que ilumina la figura femenina y que crea el espacio en que se encuentra. Las variaciones lumínicas en el marco de la ventana, en la pared, en el rostro, las manos y el cuerpo protagonizan la composición.</p>
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Tradicionalmente se ha considerado esta obra como un retrato doble de Suzanne Leenhoff, la esposa de Manet, y su hijo Léon Köella Leenhoff, nacido antes del matrimonio por lo que conserva el apellido de la madre. Cuando fue realizada la escena, Suzanne tenía unos 35 años y Léon 13. Evidentemente no sería la edad que representa la figura que vemos al fondo del cuadro, considerándose que el artista la añadió hacia 1873, cuando su hijo había cumplido los 21 años. Manet se muestra mucho más intimista en una escena familiar donde abunda el color blanco. Quizá el artista se viera influido por Whistler, algunas de cuyas obras se habían expuesto años atrás en el Salón de París. Los trazos son muy sueltos y las pinceladas se aprecian claramente. La suave luz que penetra por la ventana, filtrada por los visillos, ilumina con mayor fuerza una parte del rostro de la dama y deja a la segunda figura en una zona de semipenumbra. Las tonalidades oscuras del fondo contrastan con el primer plano, apareciendo diferentes notas de color oscuro entre el blanco del vestido, del sofá y de las cortinas, en concreto, los collares de Suzanne, el cinturón y las plantas. La transparencia de las mangas del vestido está perfectamente conseguida, dejando de lado el estilo más duro de la Olimpia o Desayuno en la hierba para ofrecer una imagen en la que predomina el abocetado. Quizá el contacto con los jóvenes impresionistas le provoque algún ligero cambio en su pintura.
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Eva Gonzalès inició sus estudios de pintura con el pintor académico Charles Chaplin, pasando años más tarde al taller de Manet, desde donde se relacionó con los jóvenes impresionistas. Su admiración por la figura femenina es una deuda con su maestro, al igual que el empleo del color negro. En esta escena trata de integrar dos mujeres en el paisaje, resultando una obra de baja calidad por el refinado acabado de las figuras - a excepción de las puntillas de los trajes - y la composición excesivamente estudiada al colocar el sombrero y la vara en la zona derecha como recurso de equilibrio. Sin embargo, la luz que penetra a través del follaje es un acierto que conecta con la pintura de Monet, al igual que la pincelada abocetada del suelo o de los árboles. De esta manera, Eva une los dos estilos en los que se desarrolló su pintura, academicismo e Impresionismo.
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Leda, esposa de Tíndaro, rey de Esparta, fue seducida por Júpiter presentándose en forma de cisne mientras ella se bañaba. De esa unión nacieron Cástor, Pólux, Helena y Clitemnestra. Correggio nos ofrece en un mismo lienzo diferentes momentos de la historia. Así en el centro se sitúa la bella Leda siendo acariciada por el cisne, acompañados de Cupido que tañe una lira junto a dos amorcillos. En la derecha encontramos a las doncellas de Leda quitándole sus ropas mientras que ella contempla el bello cisne blanco que vuela. La misma Leda parece rechazar a Júpiter durante su baño aunque su rostro refleje la actitud contraria. La unificación de diversos episodios en un mismo espacio era una referencia gótica que se dará habitualmente en el Renacimiento.El cliente de este encargo fue el duque de Mantua, Federico II Gonzaga, para la decoración de una sala en el Palacio del Té. Io y Júpiter, Danae y el Rapto de Ganímedes forman parte del conjunto donde Correggio se manifiesta como un excelente pintor mitológico, dotando de sensualidad a las escenas, envolviéndolas de la dulzura y suavidad que caracteriza su estilo. El acertado dibujo parece diluido por los efectos de luz inspirados en Leonardo y Tiziano, avanzando el Barroco al utilizar un importante número de escorzos que otorgan un mayor dinamismo a la composición. El Manierismo tendrá a Allegri en uno de sus más directos competidores.
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Son escasos los cuadros de Klimt en los que se alude a asuntos mitológicos. La Danae ha eclipsado a Leda al ser ésta destruida en el incendio del Castillo Immendorf en el mes de mayo de 1945, junto a los cuadros de las Facultades y los del Palacio Dumba. Este castillo fue utilizado para salvaguardar la integridad de buena parte de las obras que conservaba la Galería Moderna de Viena, ante la amenaza constante que suponían los bombardeos aliados. Sin embargo, ante la presión soviética en su avance hacia Berlín, las tropas de la SS decidieron quemar el continente y el contenido para evitar que los tesoros artísticos cayeran en manos enemigas. Por desgracia, sólo tenemos una fotografía de este lienzo, otro de los hitos en la evolución pictórica de Klimt.Leda era la hija de Testio, rey de Etolia. Casó con Tindáreo y tuvo varios hijos pero su belleza cautivó a Zeus. El padre de los dioses no dudó en transformarse en cisne para poder gozar del amor de Leda, naciendo de este enlace un huevo de donde salieron Polux y Clitemestra y Helena y Castor.Klimt ha anulado el mito casi por completo y nos presenta a Leda desnuda, dando la espalda a Zeus, del que sólo podemos observar la cabeza y el cuello del cisne. Las formas contorneadas y los elementos curvilíneos se adueñan de la composición, contribuyendo así a aumentar la carga erótica del asunto, "llevando hasta el límite la reducción de la mujer a la sexualidad"(Gottfried Fliedl).Mattenklott considera que "las ropas levantadas, recogidas o vueltas hacia el lado convierten a las figuras de Klimt en cuerpos desnudos; el estudio del desnudo se transforma así en una imagen erótica. Cuadros del deseo que se anhela o se recibe. La desnudez se presenta entre ornamentos textiles, las telas no cubren sino que enmarcan y presentan al objeto del deseo: los pechos de las amigas, las caderas curvadas de una muchacha, el sexo entreabierto de una mujer; no visten sino que desvelan".El decorativismo no desaparece de esta erótica escena como podemos intuir en las telas que rodean al sensual cuerpo de Leda, similares a las que aparecen en El bebé o La novia. Con buen criterio, Jean-Michel Palmier opina que "la sensualidad y lo erótico están presentes por doquier; pero aquellas mujeres semidesnudas, aquellos cuerpos dormidos, habían sido aceptados por la burguesía y la aristocracia vienesa. Klimt reprime los prejuicios morales mediante el lujo y el adorno. La impresión de una belleza exuberante y una riqueza ilimitada caracterizan los cuadros de Klimt: el abrazo de dos cuerpos desnudos sobre un fondo color oro viejo y azul, o los vestidos de las mujeres se mezclan con las flores multicolores del prado. Ello permite olvidar el desnudo convertido así en un elemento decorativo más de este suntuoso conjunto".