Hija de los duques de Parma, Eduardo III y Sofía Dorotea de Neoburgo, se casó con Felipe V en 1714. Mujer alta y bien formada, con buen aire y ojos de cierta espiritualidad, aunque la viruela le ha quitado muchos encantos; astuta, versada en idiomas, gustosa de la política y preocupada por todas las actividades artísticas e intelectuales -según nos la presentan los cronistas- consiguió imponer su voluntad al monarca español, realizando una intensa labor destinada a que sus hijos gobernaran en territorios italianos, lo que condicionó la política exterior del momento. Para ello no dudó en apartar a la princesa de los Ursinos, favorecer a Alberoni y Ripperdá o condicionar el primer y segundo pacto de Familia con Francia, animando a su esposo a no renunciar a la corona francesa. Tras duros envites consiguió sus objetivos ya que Carlos será rey de Nápoles y de España; Felipe recibirá los ducados de Parma y Módena; María Teresa se casará con el delfín francés; María Antonia será reina de Cerdeña; y Luis Antonio, conde de Chinchón, tras renunciar al capelo cardenalicio. El fallecimiento de su esposo le obligó a llevar una vida retirada en La Granja, regresando a Madrid para ocupar la regencia de su hijo Carlos entre agosto y diciembre de 1759. Se retira de nuevo a La Granja, falleciendo durante el verano de 1766 en Aranjuez.
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contexto
Hasta ahora hemos encontrado a Silóe relacionado con la alta jerarquía eclesiástica y la monarquía. Burgos era una ciudad rica e importante entonces y en ella vivía multitud de mercaderes, comerciantes, etcétera, con negocios de gran envergadura que los relacionaban con Flandes, Inglaterra, la Hansa, el Imperio germano y los restantes reinos peninsulares. Se habían constituido desde fechas bastante antiguas en oligarquía de gobierno ciudadano. Algunas familias habían adquirido un fuerte poder y hábitos copiados de la aristocracia. Encargan su sepulcro en capilla propia, organizan su casa como una gran residencia, adoptan signos caballerescos, etcétera. Habitan ciertos barrios de la urbe en torno a parroquias. La de San Esteban viene siendo una de las más importantes, situada más arriba de la catedral, en la ladera de la colina que lleva el antiguo castillo. Aunque esta situación le hará perder relevancia a medida que la ciudad se desarrolla más cerca del río, no se ha llegado aún a ello. Aquí se reúnen casi todos los vecinos el 3 de octubre de 1493, con el fin de preparar lo que va a ser un encargo costoso y conveniente: el retablo mayor. Parece que en principio dudan en hacerlo de pintura sólo, y citan a Diego de la Cruz, o mixto de talla policromada y entonces aparece el nombre de Maestre Gil. Por fin se decantan a favor del segundo, si bien se ve que la policromía correrá a cargo del pintor antes citado, colaborador del escultor anteriormente. Se nombra una comisión que llevará todas las diligencias, incluidas las económicas, en la que está el párroco, Pedro Sánchez de Cebolleros (López Mata). El 1 de abril del año siguiente comprobamos que el encargo ha sido formalizado y que Gil, llamado por vez primera y última Gil de Urliones, lo está haciendo de acuerdo con una muestra que previamente había sido entregada por él y aceptada por los comisionados. Parece que las notables dimensiones exigidas obligaban a una ligera ampliación, comprendiendo tres paños de la cabecera. Aunque el nombre que se cita es el de Gil, se alude vivamente al dorado y pintura. También se habla del costo: ciento treinta y ocho mil maravedís. Cada mes había que entregarle siete mil y el resto cuando todo se hubiera terminado y asentado. Las cosas no debieron ir económicamente correctas. Hay pequeñas noticias, como la de que en enero de 1496 se habían reunido 3.066 maravedís de limosnas, pero en 1500, todo terminado, aún se hablaba del costo que había ascendido a 140.000 maravedís y sólo se habían satisfecho 100.000. Como el 25 de febrero se les pagan 45.000 maravedís, es de suponer que desearan cobrar algo más que se les debía desde hacía años, porque todo debió acabarse en 1496, aproximadamente. Por desgracia, en siglos posteriores se desmontó, sustituyéndose por otro anodino. ¿Se perdió totalmente? Lo usual en estos casos es que se vendiera completo o en partes a parroquias de la provincia. Por ello aún cabe creer que algún fragmento llegará a recuperarse. Piénsese, por ejemplo, en el relieve de la Sagrada Cena que se conserva en la iglesia parroquial de San Miguel de Cuzcurrita, en La Rioja, próximo a Gil de Silóe (Moya) y que se sabe que fue adquirido en 1726. En todo caso, los documentos hablan de un san Andrés situado en lugar privilegiado de la iglesia y que con casi seguridad es la espléndida talla que coronaba un retablo posterior hasta que fue descubierta en 1970. Se le pagaba por ello a maestre Gil en 1500, signo de que aún seguía vivo, y es muestra de estas obras complementarias antes aludidas a propósito de la Virgen de Miraflores.
obra
Esta obra muestra unos jugadores de cartas. En sus obras Balthus representa con gran frecuencia a jóvenes adolescentes. Una franja de luz atraviesa la intimidad de la habitación en donde se intuye el deseo. Balthus fue discípulo de Derain en los años 30, cuando este defendía el retorno al orden, a un realismo.
obra
En el verano de 1895 Toulouse-Lautrec fue a visitar a su madre, eligiendo el barco como medio de transporte para desplazarse desde París a Malromé, cerca de Burdeos. En la cubierta del carguero "Chili" se enamoró de una bellísima mujer a la que no fue presentado formalmente y que él apodó "la pasajera del 54". Al llegar Henri a su punto de destino, Toulouse, no se quiso apear, planteándose seguir viaje hasta el lugar donde se dirigía la dama para encontrarse con su marido, Dakar. Su amigo Maurice Guibert que le acompañaba le convenció en Lisboa de su estupidez y se fueron por carretera hasta Malromé. Como recuerdo de esta aventura, la desconocida dama que ocupaba el camarote 54 es la protagonista de esta litografía que posteriormente sería utilizado para una Exposición Internacional de Carteles celebrada en el "Salón des Cents" entre 1895 y 1896, de ahí las letras que acompañan al dibujo. La imagen parece que fue realizada de memoria, aunque se especula que pudo servir como base una fotografía de la anónima mujer en el puente del barco. La seguridad de la línea vuelve a protagonizar, una vez más, las escenas pintadas por Lautrec, aportando una soberbia dosis de modernidad a sus trabajos al ofrecernos una imagen de la vida cotidiana de la burguesía.
obra
Buena parte de los cuadros pintados por Tintoretto en el techo de la Sala Superior de la veneciana Scuola Grande di San Rocco están relacionados con el tema de la Eucaristía, entre ellos esta escena en la que la luz se convierte en la auténtica protagonista, jugando el maestro con los contrastes entre luz y sombra. La luz procede del centro de la tela e impacta con fuerza en el rostro de los personajes, quedando el resto de la composición en tinieblas. Una reciente restauración ha permitido la limpieza de la tela y ha eliminado las dudas existentes sobre la autoría del cuadro.