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Desde su llegada a Arles, Vincent piensa en la creación de una comunidad de artistas independientes en la que se compartan ideas y gastos. Durante dos meses convive con el pintor danés Christian Mourier-Petersen, compartiendo después ideas con el norteamericano Dodge MacKnight que vivía en el cercano pueblo de Fontvieille. La convivencia en el otoño con Gauguin será la culminación de esta idea que acabará en desgracia. Durante el mes de abril, cuando elabora esta serie de árboles en flor, Vincent se sentirá obligado a descansar durante una semana debido a dolores estomacales y de muelas. El tiempo que trabajó lo dedicó a captar la naturaleza en toda su plenitud tanto a plena luz del sol - véase Huerto en flor rodeado de cipreses - como a la caída de la tarde en este lienzo que observamos, enlazando con las ideas de Monet y Pissarro al mostrar el mismo el elemento a diferentes horas del día para representar la variación cromática y lumínica. El aspecto japonés que se consigue en toda esta serie vendrá determinado por la admiración de Van Gogh hacia las estampas niponas, mostrando los árboles en flor inspirándose en la naturaleza.
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Desde su llegada a Amberes en el invierno de 1886, Vincent había sentido una especial admiración hacia las estampas japonesas, admiración que se había ampliado durante su estancia en París gracias a su contacto con Père Tanguy que le proporcionaba numerosas xilografías. En estas estampas los creadores nipones muestran la floración de los árboles en su plenitud, siendo un motivo fundamental para la decoración de las casas japonesas. Van Gogh a su llegada a Arles pudo contemplar con sus propios ojos un proceso de floración lo que le llenó de gozo. Tenía Japón ante si y se puso manos a la obra, elaborando una serie de lienzos donde la influencia de la estampa japonesa está presente pero los modelos son reales, es la naturaleza la que posa para Vincent. Esta idea la podemos contemplar en el lienzo que observamos, donde aun podemos encontrar un recuerdo del Impresionismo al emplear sombras coloreadas así como una referencia a su amigo Emile Bernard al utilizar líneas oscuras para delimitar los contornos. El huerto con los albaricoqueros en flor se convierte en una sinfonía de luz y de color que sólo puede ser interpretada por el pincel de Van Gogh, transmitiendo con sumo realismo lo que sus ojos observan. En el fondo, Vincent nunca abandonó el realismo con el que comenzó en Nuenen, adaptándolo a su manera de vivir, a sus sentimientos.
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Como podemos ver en el caso del Jardín de Golding Constable, John Constable extiende su mirada de terrateniente sobre las posesiones de su padre. Si en el caso anterior nos enfrentábamos a las tierras colindantes con la casa familiar, aquí tenemos los terrenos de explotación, con la huerta, los pastos y los campos de trigo dorado al fondo, con la silueta del molino blanco a su lado. El primor con el que el artista plasma todos estos elementos nos habla directamente de la mirada del poseedor que contempla sus tesoros, la tierra de la familia.
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Pissarro sentía una especial sensibilidad por el mundo rural, interesándose tanto por las personas que lo habitan como por los paisajes de sus campos o huertos. Así surgen deliciosas imágenes como la Lavandera, Cosecha de manzanas, Joven campesina o este bello huerto realizado durante su estancia en Pontoise. Las figuras de las campesinas no dejan de ser una anécdota ante la grandeza de la luz que recoge Camille, luz de un atardecer primaveral que inunda de tonos dorados el paisaje. El sol parece comerse los contornos de las figuras, de las casas y de los árboles, creando las sombras coloreadas que tanto atraían a los impresionistas. La pincelada es rápida, como si fueran las teselas de un mosaico. La imagen ha sido tomada a "plein-air", olvidando el trabajo en el estudio; para los impresionistas la calle es su estudio.
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Cuando Van Gogh abandonó París en dirección a Arles fue en busca de la luz y el color del Mediterráneo, intentando encontrar su Japón del sur. Por desgracia, a su llegada en febrero de 1888 el invierno le recibirá con toda su dureza pero la primavera no tardó en aparecer, mostrándonos en los lienzos de los meses de abril y mayo la floración de los árboles de los alrededores. Vincent se interesa por captar la luz directamente del natural, siguiendo las teorías impresionistas, resaltando las tonalidades del paisaje. El intenso cielo azul provoca una serie de sombras coloreadas en los campos, resaltando el contraste con el rojo de los tejados de las casas. La influencia de la estampa japonesa - que tanto había admirado Van Gogh desde su llegada a Amberes - se encuentra presente en el aspecto decorativo y en la temática floral, así como en la planitud de algunos tonos. La pincelada de Vincent adquiere un importante valor en sus trabajos ya que determina las formas de los elementos que configuran la composición. En las líneas oscuras con las que traza los contornos encontramos una referencia al cloisonismo de su amigo Bernard, enlazando con el deseo del holandés por demostrar su capacidad como dibujante.
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Las estampas japonesas causaron una considerable impresión a Vincent tanto en Amberes como en París. A su llegada a Arles, en la primavera de 1888, pudo contemplar todo el proceso de floración de los árboles que se encontraban en los alrededores, trasladándose mentalmente a Japón por la temática floral y el aspecto decorativista de las imágenes. Así surge una importante serie en la que también encontramos referencias al Impresionismo al captar directamente del natural la luz de cada momento, resaltando las tonalidades de la naturaleza. Una tercera influencia la hallamos en el empleo de una línea oscura para trazar los contornos, siguiendo el cloisonismo de su amigo Bernard. La principal aportación del propio Vincent será la utilización de una pincelada adecuada a cada elemento de la composición: corta y empastada en las flores, más larga y diluida en el prado. No debemos olvidar la belleza de las tonalidades que el pintor emplea, abriendo su paleta a unos colores totalmente personales como el amarillo-verdoso o el azul-blanco.
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Durante la estancia de Van Gogh en París estableció contacto con los jóvenes creadores que deseaban avanzar desde el Impresionismo, al que consideraban un estilo ya caduco. Bernard le inculcaría la técnica del cloisonismo que se manifiesta en la utilización de una línea oscura para marcar los contornos mientras que Signac y Seurat se interesarán por el Puntillismo, estilo que recoge Vincent en este bello lienzo al emplear una amplia serie de pequeños puntos con los que organiza la composición. Los colores continúan siendo brillantes pero su aplicación a base de pequeños toques de pincel otorga un aspecto fragmentario a la escena que quizá reste algo de belleza. La influencia de la estampa japonesa se mantiene presente tanto en la temática floral empleada como en el aspecto decorativista de la serie.
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En abril de 1889 Vincent abandona la casa amarilla que había sido dañada por una inundación, afectando a los cuadros y estudios que había dejado allí cuando fue ingresado durante el mes de marzo. Se traslada a dos habitaciones propiedad del doctor Félix Rey y deja sus pocos muebles en la casa de los Ginoux. Las crisis y los desmayos son continuos por lo que desea encontrar un sanatorio donde recuperarse de momento. La noticia del matrimonio de Theo con Johanna Gessina Bonger no ha sido recibida con satisfacción al constituir una amenaza para su única fuente de ingresos. A pesar de este delicado estado de salud, Van Gogh realizará algunos cuadros como éste que contemplamos, recuperando el color característico e interesándose por la luz tomada del natural, recordando al Impresionismo. Los árboles en primer plano, anticipándose al paisaje, se deben a la influencia de la fotografía, recurso muy utilizado por los artistas a fines del XIX. Tras ellos contemplamos un huerto con árboles en flor, recordando a los trabajos elaborados en la primavera anterior, para cerrar la composición con la silueta de la ciudad de Arles al fondo. Las pinceladas vibrantes y vigorosas que caracterizan el estilo de Vincent vuelven a aparecer tras el paréntesis que supuso la relación con Gauguin, destacando los toques espirales inspirados en la estampa japonesa.