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Desconocemos la autoría de este retrato de estilo velazqueño, pudiendo tratarse de una obra de Martínez del Mazo, el yerno del maestro sevillano. Sin embargo, sabemos que se trata de un hijo de don Francisco Ramos del Manzano, notable jurisconsulto, catedrático de la Universidad de Salamanca, regente del Consejo de Italia, consejero del de Castilla y nombrado conde de Fuentes en 1678, falleciendo en 1683. En su matrimonio con su prima doña María del Manzano nacieron cuatro hijos varones y dos mujeres. Don Francisco decidió encargar una serie de cuatro retratos: su esposa, un hijo, una hija y él mismo. Lógico sería pensar que se tratase de los primogénitos, Francisco Antonio y María Teresa. La figura aquí representada se recorta sobre un fondo neutro, apareciendo en pie, en una pose ligeramente teatral dotada de cierta arrogancia por la situación de los brazos y la pierna adelantada. Su mirada ligeramente altiva complementa con la postura de su cuerpo, indicando la capacidad del artista para interpretar el carácter de su modelo, de la misma manera que hacía Velázquez. El estilo rápido y abocetado es también característico del maestro, al igual que las tonalidades empleadas, resultando un retrato de indudable atractivo.
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Esta tabla se interpretó en un primer momento como el Hijo Pródigo, que tras haber dilapidado la herencia de su padre cayó en la pobreza, sufrió terribles humillaciones y terminó por regresar a la casa paterna donde fue recibido con gran alborozo y restituido en su puesto. La interpretación se realizó sobre todo a partir del abandono de la casa llena de pecados: la pareja que se besa en la puerta, el labriego que orina en la esquina... y los cerdos que hay en el exterior (el último trabajo del hijo pródigo fue criar a una piara, y comía y dormía con los cerdos). Sin embargo, se ha analizado el vestido y los objetos del personaje principal y se ha llegado a la conclusión de que se trata de un buhonero. Es un vendedor ambulante, uno de los oficios más desprestigiados de la Europa medieval. Su talla moral era la de un canalla, lo cual invalida la posibilidad de identificarlo con el hijo pródigo. Otras interpretaciones han querido ver el tránsito del cristiano en el mundo, dejando atrás los vicios y placeres, pero aquí más bien parece que el perro que guarda la casa le gruñe para alejarlo a él, que constituye la verdadera amenaza para los habitantes.
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Tras hacer vida disoluta con las cortesanas y gastar toda su fortuna, el hijo pródigo es expulsado por las prostitutas. El joven, pobremente vestido, es echado del burdel por dos cortesanas armadas de escoba y atizador, mientras que un hombre se dirige a él con la espada desenvainada y una alcahueta le increpa desde el quicio de la mancebía. Un perro persigue al muchacho cuyo gesto contrasta con episodios anteriores. La escena es contemplada por un mujer desde una ventana. Murillo ha sabido resolver a la perfección la cuarta escena de la serie, cargando las tintas en la sensación de violencia que se crea a través de los gestos de los personajes. Las figuras se encadenan a través de una diagonal, recordando las composiciones de Rubens, reafirmándose así Murillo en su barroquismo. Siguiendo el esquema de Callot, los personajes se recortan sobre elementos arquitectónicos, abriéndose a un indefinido paisaje en la zona derecha de la composición. Al igual que en toda la serie, Murillo nos presenta una imagen de la vida cotidiana en la Sevilla del siglo XVII, empleando ricas y jugosas pinceladas y una técnica vaporosa para acrecentar la sensación de realidad que manifiesta el conjunto, consiguiendo la sensación de movimiento y la atmósfera de la misma manera que Velázquez. El hijo pródigo apacentando puercos continúa la serie.
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Tras abandonar el hogar el hijo pródigo inicia su vida disoluta realizando un banquete acompañado de cortesanas y músicos. Esta sería el tercer episodio de la serie y Murillo presenta la escena como si de una imagen de la vida cotidiana se tratara, reforzándose con la figura del perro que sale bajo los manteles. Las figuras se sientan a la mesa lujosamente vestidas y dos sirvientes llevan los manjares a la mesa. Los personajes se recortan sobre una estructura arquitectónica mientras que la zona de la derecha se abre para dejar ver un pórtico. En primer plano contemplamos al músico que toca el laúd y dirige su mirada al grupo central. La honestidad y el comedimiento caracterizan la composición, contrastando con las voluptuosas representaciones que hacen los holandeses de esta escena. Sólo el gesto del hijo pródigo pasando la mano por el hombro de la cortesana rompe con la honestidad general. La expresividad de los rostros es uno de los grandes logros de Murillo, que ha interpretado los modelos de Callot para obtener una obra de gran belleza, cuyo boceto conserva el Museo del Prado). Las ricas y jugosas pinceladas y la técnica vaporosa acrecientan la sensación de realidad que manifiesta el conjunto, consiguiendo la sensación de movimiento y la atmósfera de la misma manera que Velázquez. El Hijo pródigo expulsado por las cortesanas es el siguiente episodio de la serie
obra
Para la realización de las seis obras que forman la serie del Hijo pródigo Murillo utilizó las estampas grabadas por el francés Jacques Callot, recreándolas con absoluta originalidad. Como texto en el que basarse utilizaría el Evangelio según San Lucas (cap. XV, 11) donde se narra la parábola del hijo pródigo. Esta imagen que contemplamos es la que inicia la serie y en ella observamos como el joven recoge la parte que le corresponde de su herencia, mientras que el padre se la entrega sentado tras una mesa. Los dos hermanos contemplan la escena y muestran la tristeza que les produce la actitud del tercero, apreciándose en sus gestos contenidos que contrastan con la energía del joven guardando el dinero en la bolsa. El episodio se produce en un interior donde reina una suave penumbra que contrasta con el potente foco de la izquierda, elemento lumínico que permite iluminar los rostros de los protagonistas de la composición. Los personajes están ataviados a la moda del siglo XVII y Murillo ha representado la escena como si se tratara de un asunto de la vida cotidiana. La continuación de la historia se representa en el Hijo pródigo abandona el hogar. Existe en el Museo del Prado un boceto de esta escena.
termino
acepcion
Persona que por su sangre es de una clase noble y distinguida.
termino
acepcion
Son los cuatro genios en forma de momia. Imset se representa con cabeza humana, Hapy con cabeza de baduino, Duamutef con cabeza de chacal y Qebehsenuf de halcón. Cada uno protegía un vaso canopo con las vísceras del difunto.
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El gusto por lo japonés se había impuesto en la sociedad europea de finales del siglo XIX, sobre todo en Francia. Los burgueses decoraban alguna de las habitaciones de sus casas a lo oriental y los pintores buscaban en las estampas japonesas su fuente de inspiración, como harán buena parte de los Impresionistas. Fortuny también se siente atraído por lo oriental desde el punto de vista decorativo, por eso sitúa a sus dos hijos - María Luisa y Mariano - jugando en un salón decorado en un estilo oriental, con sus típicas estampas. Su afición por lo cotidiano le hace representar la escena como si el espectador estuviera presente. Sin olvidar su estilo preciosista y minucioso con el que ha alcanzado la fama, la temática empleada hace que la imagen parezca diferente de lo que Fortuny nos tiene acostumbrados. Al realizarse durante el verano de 1874 supone una especie de desintoxicación del pintor, harto ya de los cuadros de casacón que tanta demanda y éxito estaban obteniendo.