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obra
Gustave Geffroy era el director de la Fábrica de Tapices Gobelinos y gran aficionado a la pintura, dedicándose a escribir artículos críticos en algunos periódicos. En "Le Journal" del 25 de marzo de 1894 apareció publicado uno de estos artículos en el que halagaba la obra de Cézanne. Como agradecimiento, el maestro provenzal se brindó para realizar este retrato, posando el modelo entre los primeros días del mes de abril y mediados de junio de ese año de 1894. La obra quedaría inconclusa, apuntándose a posibles diferencias políticas entre ambos personajes como la razón por la que no se acabó. La similitud con algunas obras de Degas expuestas en las muestras impresionistas indica el deseo de Cézanne de agradar a su modelo. El maestro provenzal emplea dos perspectivas: una desde arriba para mostrarnos los libros, los diferentes utensilios, el jarroncito con el tulipán y la estatuilla de Rodin sobre la mesa mientras que la perspectiva frontal nos permite contemplar a Geffroy y la amplia estantería cargada de libros del fondo. La disposición de los libros en la mesa está estudiada para dirigirnos hacia lo que Geffroy escribe -aunque le falte la pluma- y luego hacia su amplia figura, dispuesta en posición piramidal ante la mesa. Los libros inclinados del fondo aportan cierta sensación de movimiento al conjunto. Las tonalidades empleadas son muy limitadas, avivándose gracias a los toques anaranjados que se distribuyen de manera acertada por toda la superficie de la tela. El color es aplicado siguiendo el esquema habitual de Cézanne, en pequeños trazos y con abundante pasta, aunque en algunas zonas el óleo esté más diluido. Cada uno de los elementos del conjunto está delimitado por una línea oscura, en sintonía con el sintetismno de Gauguin. El resultado es una obra espectacular con la que el maestro de Aix intenta profundizar en sus planteamientos acerca de la forma y el color.
obra
Toulouse-Lautrec realizó varios retratos de sus compañeros en el taller de Ferdinand Cormon, siendo uno de los más interesantes éste que contemplamos, protagonizado por Gustave Lucien Dennery, uno de los mejores amigos de Henri. El pintor posa en el estudio de Lautrec, repitiendo el estampado del sofá como observamos en Mujer sentada en un diván, mostrando una postura relajada y vistiendo de manera elegante lo que no hace pensar en su oficio. La figura se recorta ante la pared del fondo, creando un sensacional escorzo con su posición. Sin embargo, el centro de atención del lienzo es el rostro del modelo, mostrando su carácter, característica principal de los retratos de Toulouse-Lautrec. El aspecto realista de Gustave, a pesar de no utilizar una pincelada detallista, contrasta con la pincelada más rápida del estampado del sofá o la pared, enlazando con los trabajos de Degas e incluso con Manet. El dibujo firme y seguro va tomando un papel más importante en las composiciones, alejándose del estilo neoclasicista que caracteriza a Ingres para introducirse en la vanguardia.
contexto
Si la atmósfera de Puvis de Chavannes era inquietante, no lo es menos la de G. Moreau (1826-1898) que, además, fue calificada de enfermiza (muy del gusto de los decadentes...). Y si al referimos al primero no tenemos más remedio que hablar de restricción de medios, ingenuidad y falta de afectación, de Moreau diremos, siguiendo a Gauguin, que era un orfebre. Ciertamente ese gusto por el color brillante, (como el de las joyas) que heredará de Chasseriau y los temas de exotismo, voluptuosidad y muerte que lo acercan a Delacroix (aunque él mantiene una actitud contemplativa en lo que en Delacroix era pura acción), hacen de Moreau un frío, minucioso, cerebral y excéntrico pintor decadente. El horror por lo vulgar y su caudaloso inconsciente despertaron la admiración de Huysmans quien contempló su obra en el Salón de 1880, año en el que, inexplicablemente, Moreau deja de exponer (sólo volverá a hacerlo en 1886, en la sala Durand Ruel, con 65 acuarelas para la ilustración de las "Fábulas" de La Fontaine). Siempre vivió retirado; su infancia transcurrió en un ambiente cultivado y sensible. A los 15 años realiza su primer viaje a Italia. Al parecer no necesitaba ya más que permanecer recluido en su confortable casa de París, pintando sus sofisticados sueños. Allí se dedicaría a "hacer visibles los relámpagos interiores que uno no sabe a qué atribuir". Era una especie de visionario. La idea para realizar un cuadro se le aparece ante los ojos de la mente sin ninguna dificultad. Los problemas se le presentarán a la hora de elaborar su obra cuando esa primigenia espontaneidad quede ahogada por la ejecución del cuadro, en el momento que la concepción devenga composición. Porque Moreau sabía que tendría que conseguir la mayor fidelidad posible a lo que él había soñado, debería hacer que todo en el cuadro vibrara al unísono. Esa preocupación para lograr una correspondencia entre la forma y el tema representado influye también en el formato del cuadro, pues busca los contrastes y las aproximaciones entre las fuerzas dominantes en la composición del cuadro y el marco. No obstante, algunos críticos encuentran inquietantes la obra de Moreau por una falta de acoplamiento entre el contenido y la forma. Pese a la importancia del tema, Moreau negaba ser un pintor literario: "He dedicado mis cuidados, todos mis esfuerzos -decía- a la evocación del pensamiento a través de la línea, del arabesco y los medios abiertos a las artes plásticas". No es un narrador, no es un ilustrador de la literatura, es un pintor que trabaja la visión de la forma coloreada y que es capaz de crear un microcosmos autónomo. Sin embargo, en su obra están presentes muchos de los elementos que caracterizan la pintura simbolista y que adorarán los escritores (él mismo utiliza la frase "leer una obra de arte"). Su imaginación desenfrenada da vida a un mundo poblado de símbolos: adolescentes andróginos, mujeres destructoras, seres que se funden entre arquitecturas fantásticas, paisajes que nunca podrán ser explorados, objetos preciosos y plantas devoradoras. Todo ello le hará ser un afanoso trabajador de la pintura. Como fuentes: la evocación de Bizancio, el decorado greco-oriental, Leonardo, Mantegna, los vasos arcaicos, los mosaicos antiguos, la India, siempre Delacroix. El Unicornio (1885)), Galatea (1896), Hércules y la hidra de Lerna (1876), Júpiter y Semele (1896). El protagonista de la novela de Huysmans, "Des Esseintes", fascinado por la Salomé del pintor (La aparición, 1876) verá a través del cuadro un "creador de inquietantes y siniestras alegorías, fruto de las desasosegantes percepciones de una neurosis enteramente moderna (..) obsesionado por los símbolos de perversidades y amores sobrehumanos". Su sensibilidad moderna y su credo -creo sólo en lo que no veo y únicamente en lo que siento- fue lo que cautivó a los Surrealistas e hizo de Breton un asiduo de su museo de París. Son, sin embargo, sus bocetos y sus acuarelas (Esbozos abstractos) los que hacen de él un pintor entregado a esos "medios abiertos a las artes plásticas capaces de suscitar por sí mismos ideas y emociones". La crítica discute la presencia o no de tema en estos pequeños cuadritos, queriendo ver en ellos una abstracción avant la lettre. En cualquier caso, no se puede desestimar esta faceta de Moreau a quien a partir de la exposición que tuvo lugar en el MOMA en 1961 se le dedicará una mirada distinta (La Parca y el ángel de la muerte, 1890).
obra
Valeriano Bécquer contrae matrimonio en 1861 pero al año siguiente la unión se deshace y decide trasladarse a Madrid, donde hacía ocho años que vivía su hermano Gustavo Adolfo. Posiblemente al poco de llegar a la capital de España realiza este soberbio retrato, considerado una de las obras capitales de la pintura romántica española, pudiéndose comparar con toda dignidad con los retratos que se hacen en Europa por esta época. Valeriano ha sabido captar la expresión de su hermano, el poeta romántico español por excelencia, mostrando la melancolía y la morbidez de Gustavo Adolfo. Hay en este magnífico retrato una singular elegancia aristocrática y una vibrante emoción en la mirada, que conecta intensamente con la del espectador y que nos cautiva. La pincelada es bastante suelta pero a la vez muy expresiva, siguiendo utilizando colores fríos y un fondo neutro. Sin duda, se trata de un excelente retrato en el que el pintor pone todo su cariño y su interés, especialmente en la penetrante mirada de su hermano.
Personaje
Militar
Político
Hijo de Carlos IX y de Crstina de Holstein-Gottorp, nieto de Gustavo I Vasa, en 1611 alcanzó el trono a la muerte de su padre a la edad de diecisiete años. Su primera tarea fue organizar y estructurar el reino, para lo que debió firmar la paz de Knäröd con Cristian IV de Dinamarca (1613) en condiciones desfavorables. Posteriormente se enfrentó a Rusia, saliendo beneficiado de la paz de Stolbova (1617), gracias a la cual obtuvo Livonia y Carelia a cambio de entregar Novgorod. En lucha con Segismundo III de Polonia, pretendiente del trono sueco y defensor del catolicismo, consiguió vencerle en varias ocasiones, pero se vio obligado a firmar la tregua de Altmark (1629) al acercarse Wallenstein por el Báltico. Otro enfrentamiento lo mantuvo contra las tropas imperiales al lado de los príncipes protestantes, entrando en 1630 en Alemania y venciendo en varias batallas, en especial en la de Breitenfeld (1631) contra Tilly. Falleció sin embargo en la batalla de Lützen al frente de su ejército, a pesar de lo cual la batalla fue ganada. Ha pasado a la Historia como un gran estadista y estratega militar.
Personaje
Político
Asumió el poder con tan sólo 14 años y por ello fue tutelado por el duque de Södermanland. Fue un rey en contra de la política napoleónica y que no consiguió ningún existo ni bélico, ni político, ni social. Fue atacado por las tropas rusas y Dinamarca perdiendo con ello sus posesiones alemanas y Finlandia. Fue destituido, por su ineficacia a la hora de asumir el poder, por su tío Carlos XIII. Se exilió a Suiza finalizando su vida de manera pésima y en la más absoluta pobreza.
Personaje
Político
Hijo de Adolfo Federico y María Ulrica, la hermana de Federico II de Prusia, sucedió a su padre en el trono sueco, convirtiéndose en un firme defensor del absolutismo. Su política estuvo encaminada a consolidar la autoridad real por lo que puso en marcha un amplio programa de reformas económicas, reorganizando las finanzas y favoreciendo el comercio. También se interesó por el fomento de la literatura y el arte la fundar la Academia de Suecia y convertir Estocolmo en un importante centro cultural. En su política exterior se enfrentó con Rusia. Durante un baile de máscaras fue asesinado.