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Posiblemente sea Léon Köella Leenhoff el modelo que utilizó Manet para esta sanguina, técnica favorita del maestro durante sus primeros años para realizar retratos, abandonada hacia 1863. El problema surge con la edad del joven Léon Köella, nacido en 1852 por lo que tendría unos 11 años. Es cierto que el muchacho aparenta una edad entre los 14 y los 17 años, por lo que la hipótesis parece ser incierta. Pero debemos añadir que Léon siempre quería mostrar mayor edad de la que tenía, pudiendo tratarse una especie de "juego" con su hijo. Dejando de lado la identidad del modelo, estamos ante un soberbio trabajo protagonizado por las líneas y las sombras que se aplican en la zona izquierda de la figura. La pose altiva del joven recuerda al muchacho que aparece en Almuerzo en el estudio.
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El desnudo constituye un tema recurrente en Ingres, que en sus grandes composiciones se ve forzado a justificarlo en un ambiente propicio, como los baños turcos, los harenes o las alegorías mitológicas, reprimiendo un tanto la belleza y el erotismo. Sin embargo, en estudios como éste, Ingres podía dar rienda suelta ala sensualidad y a la provocación abiertamente sexual. Todo en el cuadro tiene las tintas cargadas, comenzando por la gama cromática, que parece provocar un auténtico incendio en el juego de naranjas, rojos y amarillos ígneos. El artista se ha concentrado únicamente en la silueta curva, para acentuar el contraste entre una cintura muy fina y unas caderas explosivas. La indefinición, en cambio, gobierna en el trazo del rostro, semioculto en la penumbra, y en brazos y pies, trazados con descuido. Este tipo de estudios sirvió como cuaderno de ensayos a obras muy conocidas del artista, como la Odalisca con esclava, sobre todo.
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Ingres comenzó el cuadro dedicado a la ópera Antíoco y Estratónice en 1807 y lo terminó en 1840. Este boceto es uno de los muchos que dedicó al tema. Lo realizó en los últimos años, igual que el estudio de Estratónice. La figura corresponde a la nodriza de Antíoco.
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Entre los más importantes pintores del Realismo español debemos destacar a Francisco Domingo Marqués; formado en los ambientes académicos, podría haber cambiado el panorama pictórico hispano al admirar a los grandes maestros barrocos, especialmente Ribera, incluyendo el realismo en sus trabajos como observamos en el Zapatero. Pero la fama y el dinero estaban en la temática de "casacón", puesta de moda por Fortuny, por lo que Domingo desarrolló la mayor parte de sus trabajos en estos asuntos anecdóticos como observamos en esta escena en la que una joven toca el piano en la zona de la izquierda acompañada por dos muchachas que cantan en primer plano, de espaldas al espectador. En el fondo un hombre escucha atentamente la música mientras una pareja flirtea a su lado. El escenario está absolutamente dominado por el gran paisaje pintado por Muñoz Degrain, en cuyo estudio tiene lugar la acción, mostrándose algunos elementos más del taller como un cartapacio, varios cuadros y unas espadas en la parte superior de la estancia. La luz penetra por la izquierda, resaltando las brillantes tonalidades de los vestidos de las jóvenes, creando atractivos contrastes de sombra. La factura es bastante rápida y suelta pero detallando al mismo tiempo, interesándose por las calidades de las telas en las que resbala la luz. La similitud con el estilo de Fortuny es muy elevada, indicando la importancia del maestro de Reus entre los jóvenes artistas.
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Cuando en 1622 Ribera confía en su dominio del aguafuerte se interesará en un nuevo proyecto: un manual didáctico de dibujo para artistas noveles. Esta lámina que contemplamos forma parte de este proyecto, demostrando la facilidad del artista para cargar de expresividad y personalidad sus láminas, alejándose así de los demás libros de dibujo que circulaban por aquellas fechas. En la boca podemos apreciar dolor y sufrimiento, siendo utilizada después para el Apolo y Marsias. Un estudio de orejas y otro de ojos completan el manual que fue abandonado por motivos desconocidos.
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Entre 1821 y 1822 Constable realizó un amplio número de estudios de nubes, algunos de ellos con paisaje y otros en los que las nubes aparecen en solitario, sin ninguna referencia espacial. "La dificultad en la pintura de los cielos es muy grande, tanto por la composición como por la ejecución; porque con todo su esplendor no deben venirse hacia delante, o porque de hecho, han de considerarse como lo son las distancias extremas" afirmaba el maestro. Sin embargo, no eran obras que sirvieran para lienzos posteriores ni para mostrar al público, por lo que los especialistas consideran que se trata de ejercicios para poder ponerse posteriormente ante trabajos más importantes como los "six-foot". Pero tampoco podemos olvidar que desde la década de 1820 los cielos empezarán a contar cada vez más en su producción. Los efectos lumínicos también serán para el maestro un incentivo como podemos observar en el excelente claroscuro que se presenta en este pequeño lienzo.