El espectador que haya seguido la obra de Leonardo reconocerá este rostro eterno en su pintura. El mismo modelo que Leonardo emplea para esta Santa Ana será el mismo para su hija, la Virgen María. Es el rostro de la mujer ideal, pura, eterna, que se repite en una generación y en la siguiente como el Amor platónico que no conoce el paso del tiempo y por ello mismo es perfecto.
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Este pequeño óleo sobre papel está fechado el 4 de octubre de 1823, tras la estancia de Constable en Salisbury junto al obispo Fisher y antes de marcharse a Coleorton para visitar a sir George Beaumont, momento en el que pasó largo tiempo copiando obras de Claudio de Lorena. Una vez más, como suele ocurrir en la mayoría de los bocetos realizados en la década de 1820, el maestro británico se interesa por captar efectos lumínicos, especialmente de atardecer o mediodía, iluminaciones que años más tarde serán las elegidas por los impresionistas. Los efectos atmosféricos y de iluminación convierten a estas escenas en sensacionales paisajes que, para algunos especialistas, superan a las obras definitivas en las que Constable introduce algunos elementos pintorescos con los que conseguir algo de éxito entre los críticos y el público. Las pinceladas son rápidas y empastadas, sin atender a detalles pero recogiendo con sus pinceles el naturalismo de la región de Hampstead, convirtiéndose así en un genio del paisaje.
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Es sabido que Friedrich creaba sus paisajes en el estudio. Tenía un celo especial para que nadie supiera cómo creaba sus obras, por lo que son raros los casos en que se tiene conocimiento de la metodología. Ni siquiera amigos como Carus pudieron hacerse una idea exacta del mismo. Trabajaba muy lentamente: todo estaba minuciosamente calculado y ejecutado, pero, al tiempo, no debía notarse. Todos los elementos aislados tomados de sus estudios realizados sobre el terreno debían integrarse armónicamente en una totalidad orgánica. No ejecutaba dibujos preliminares, sino que realizaba los contornos directamente sobre la imprimación. Por ello, este estudio es una pieza valiosa en el conocimiento de su técnica creativa. Fue realizada para su famoso lienzo En el velero, motivado por su viaje de bodas en el verano de 1818 a Pomerania. Se ha explicado la insólita realización de este estudio suponiendo la necesidad de analizar la difícil perspectiva del velero. En cualquier caso, se halla muy próximo a la obra, aun a falta de las figuras del propio Friedrich y su esposa unidos de la mano.
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Pinazo se recluyó solitario en su tierra valenciana y pero supo evolucionar, con magistral intuición, hasta las puertas del impresionismo, como bien podemos apreciar en esta obra de intencionada volumetría y atrevidas líneas en la que la luz se convierte en la auténtica protagonista al crear los volúmenes y resaltar los brillantes tonos.
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La Apoteosis de Homero es el cuadro que más orgullo proporcionó a su autor. Fue un encargo para decorar el Louvre. Ingres llegó a trazar trescientos dibujos previos para la obra, lo que indica hasta qué punto deseaba la perfección de aquella obra que podía significar la cúspide de su carrera. En este dibujo podemos apreciar la figura desnuda de una modelo que posa con la actitud de la diosa de la gloria, a la que más tarde Ingres perfeccionará y cubrirá con la túnica griega.
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Marietta es el nombre de la modelo que posó para este vivaz desnudo. La modelo romana posó también para otros diseños de Ingres, así como para Corot, a su paso por Roma. El desnudo es tremendamente inmediato, podría verse a la modelo posando en la realidad, frente a las mujeres gélidas y perfectas que Ingres trazaba en sus obras terminadas. Recuerda a otros bocetos del mismo tipo con diferentes modelos.
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Similar en todo punto a otro boceto sobre la misma modelo, Marietta, Ingres realizó este estudio en relación a su cuadro Odalisca con esclava.