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Este escultor favorito de la Pompadour fue elegido por Catalina II de Rusia, gracias en parte a la recomendación de Diderot, para alzar la imponente estatua ecuestre de Pedro el Grande en San Petersburgo. Diderot sueña con el zar sobre fogoso caballo encima de una escarpada roca, expulsando a la Barbarie y a sus pies una fuente rodeada de la Barbarie, el Amor de los pueblos y el símbolo de la Nación. Falconet rechaza estos consejos y considera que "sobran todas esas figuras pues mi héroe se basta a sí mismo, él mismo es su sujeto y su atributo". Quiere representar al zar no como conquistador, sino como legislador, pues el escultor debe preguntarse ante todo cuáles de todas las acciones de su héroe son las más útiles para la felicidad de los hombres y pretende vestirlo con un traje intemporal: en una palabra, en un traje heroico. Únicamente admite dos símbolos, la roca escarpada y una serpiente aplastada por el caballo, es decir, las dificultades que el gobernante debe afrontar y la envidia impotente. Al fin la escultura fue inaugurada en 1782. Pocas veces creo que pueden darse contrastes más opuestos en una misma persona.
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Zauner pertenecía a la generación de Houdon y, por lo tanto, a la que acompaña el desarrollo del despotismo ilustrado, y no puede sorprender que fuera autor de monumentos privados que lucían los símbolos de la masonería. Su obra más conocida, la estatua ecuestre del Emperador José II ante la Biblioteca Nacional de Viena realizada entre 1795-1806. La obra es tan fiel al modelo de Marco Aurelio que uno llega a pensar que su propósito era comparar a ambos dignatarios.
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Esta escultura procedente de Delos es una copia realizada en el siglo II a.C. de un original de fines del siglo IV a.C., tomando como modelo las Herculanesas, damas elegantemente vestidas que oscilan entre el gusto ático por las telas y las proporciones de Lisipo.
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Procedente de una tumba de pozo hecha en una habitación del templo de la pirámide no utilizada de Amenemhet III en Dashur. Sólo reinó siete meses, reinado breve como el de todos los faraones de esta larga dinastía, que ni eran de la misma familia ni realmente gobernaban. El verdadero poder unificador estaba en manos de los visires. El signo del Ra (dos brazos) en su cabeza indica que la estatua representa al espíritu vital del faraón.
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Esta escultura procede de Delos y nos presenta a un hombre desnudo, sin barba y con la cabeza afeitada. Su mano derecha sostiene una clámide, una de cuyas extremidades cae sobre el hombro izquierdo del anónimo personaje. Posiblemente sería el retrato de un rico personaje romano, aunque anteriormente se consideraba el retrato de un flautista.
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Un tal Lu-Nannar dedicó su estatua al dios Amurru por la vida de Hammurabi de Babilonia y por la suya propia. En la base de la misma, una inscripción en lengua sumeria recuerda este exvoto junto a otros dos relieves: en uno se ve nuevamente al mismo personaje ante Amurru, sentado en trono, así como un carnero, el animal sagrado del dios de los pastores. La figura de Lu-Nannar aparece arrodillada, en actitud orante, pero con un rostro de gran vivacidad.
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Pedro I fue rey de Castilla y León de 1350 a 1369. Durante su reinado intentó consolidar el poder de la monarquía aliándose con la pequeña nobleza urbana y la incipiente burguesía mercantil. Esta escultura, que seguramente se alzaba sobre su sepulcro, fue tallada casi un siglo después de su muerte, momento al que responde el estilo realista de la vestimenta. Posteriormente también se le cambió la cabeza. La figura está vestida según el modelo aristocrático de la época, que aúna la condición militar del monarca (cota de malla, brazales y musleras de metal y espadín) con la elegancia cortesana (casaca y capa de ricos bordados, representados aquí en bajorrelieve y subrayados por un recubrimiento de pintura que se ha perdido). La cinta del pelo servía para encajar una corona de oro o plata que no se ha conservado. El sepulcro estuvo en el convento de Santo Domingo de Madrid, donde fueron trasladados los restos por encargo de su nieta, doña Constanza, priora de dicho convento. Estuvo situado en la capilla mayor y fue reformado por los Reyes Católicos en 1504, transformando, presumiblemente, una estatua yacente en otra orante. El convento se encontraba en la plaza que aún hoy lleva su nombre. Como otras fundaciones religiosas se benefició del patronazgo real, al ser Madrid una de las sedes de la corte itinerante de Castilla y León. El alcázar de esta villa era una residencia muy frecuentada por los Trastámara, porque desde él se acercaban a los cotos reales de caza del sur de la sierra de Guadarrama. El convento fue destruído en época de Isabel II, en 1868, dentro de un amplio esfuerzo por crear espacios abiertos y pequeños jardines en el abigarrado trazado del Madrid medieval. Parte de sus esculturas y de su mobiliario ingresaron en el Museo Arqueológico Nacional un año después.
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A la derecha del altar Mayor de la Catedral de Santiago se encuentra la capilla del Pilar, alzada en estilo barroco y cubierta con una cúpula octogonal realizada por Fernando Casas. En esta capilla se encuentra el mausoleo del arzobispo don Antonio Monroy, gobernador de la diócesis entre 1685 y 1715 y una de las piezas fundamentales para el desarrollo arquitectónico de la catedral compostelana. El prelado aparece arrodillado, vestido con traje talar y con las manos en disposición orante, dirigiendo su mirada hacia el altar dedicado a la Virgen del Pilar.