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El período arcaico es el más brillante de la escuela pictórica de Tarquinia y, en él, la temática fúnebre de juegos y banquetes surge por doquier, suministrándonos una de las imágenes más inolvidables de la sociedad etrusca. Buena parte de estas pinturas debe atribuirse a artistas jónicos inmigrados; pero eso no excluye que podamos ver en ellas exponentes del arte etrusco. La más antigua de las obras de esta época, la Tumba de los Toros (h. 540 a. C.), muestra en su estilo jonizante -aunque un tanto inseguro y precipitado- un tema manifiestamente mítico: el de Aquiles acechando a Troilo detrás de la fuente; posible alusión a la crueldad de una muerte inesperada, o acaso a la habilidad bélica del difunto, Arath Spuriana. Pero también encontramos en esta tumba escenas eróticas como ésta que contemplamos, cuyo significado parece que sólo cabe interpretar a través de una vinculación simbólica entre la fecundidad y la resurrección, una idea que en Grecia tomó otros derroteros. Según la convención compartida en todo el mundo antiguo, las figuras masculinas presentan una coloración más intensa que las femeninas, identificadas con una piel más clara, característica de quien no se expone a los rayos del sol porque no trabaja al aire libre.
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A diferencia de Nicolas Poussin, su amigo y compatriota, en quien es raro encontrar la firma y la fecha, Claudio de Lorena solía incluir un epígrafe autentificador en sus lienzos. En este caso, junto a la firma, dice: "CLAVDE GILLE IVRI/ROMAE 1667". Representa un pasaje de las "Metamorfosis" de Ovidio. Júpiter, enamorado de Europa, hija de Agenor, se transforma en un bello toro blanco y se mezcla con los rebaños de la muchacha, quien jugaba con sus doncellas en la playa de Sidón. La princesa, atraída por la belleza del animal, acaricia su lomo y termina por montar en él. En este momento, el animal se levanta y se lanza hacia el mar. De este modo, Júpiter la lleva hasta Creta, en donde se une a ella, quien le dará tres hijos, Minos, Sarpedón y Radamantis. Se conocen cinco versiones de este pasaje a lo largo de la vida de Claudio de Lorena, realizados entre 1634 y 1667. Ésta es, por tanto, la última realizada. Pintada en su última época, presenta un perfecto dominio del dibujo y la técnica, que recrean un ambiente de melancólica poesía, que traslada el lirismo de la escena descrita por el autor romano. La composición se estructura rítmicamente a partir de los árboles que ocupan la posición preeminente de la escena, los buques y el castillo del fondo. La gradación atmosférica refleja el sutil dominio que la pintura barroca había alcanzado en la plasmación de este efecto en la visión de la profundidad, de manera que los distintos planos se integran en una suave luminosidad. Por otra parte, el artista se recrea en la plasmación de los diferentes detalles que otorgan verosimilitud narrativa a la escena, desde el castillo, al fondo, hasta las flores, el oleaje, etc. Estas obras son las que le confirman como fundador del paisaje clásico francés, junto a Nicolas Poussin.
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Esta escena de gimnasio formaba parte de la decoración de la base de un kuros hallado en el barrio ateniense del Kerameikós. En esos relieves se puede contemplar la vida de los jóvenes en los gimnasios de la antigua Atenas. Seis efebos están entrenándose u observando a los que se entrenan. Sin visos algunos de aflicción, se nos presenta la vida cotidiana de los jóvenes y se nos enseña una fase importante del sistema educativo ateniense. Los relieves de la Pelea de perro y gato y Jóvenes jugando con sticks y una pelota son sus compañeros.
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Esta escena forma parte de la decoración de un epinetron -utensilio de terracota utilizado por las hilanderas- procedente de Eritrea. La parte delantera nos muestra un busto de la diosa en relieve. Alrededor del busto encontramos la escena de Peleo y Tetis, este última transformada para evitar a Peleo, con el que finalmente se casará. En un lado está Alcestis, apoyada en su cama nupcial, observando a sus amigas que adornan dos calderos nupciales y un lutroforos. Otras dos mujeres juegan con una paloma. En el otro lado se representa la boda de Harmonia, representándose a su madre Afrodita con Imero, Eres y Hebe.
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En una lucerna romana se ha conservado un relieve fragmentario que representa una lucha de gladiadores. Imagen cedida por el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena.