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En los dibujos atribuidos a El Bosco hemos encontrado en diversas ocasiones algunas variaciones sobre el tema del monstruo central del Infierno musical. Esta es una de esas ocasiones, en la que podemos ver al ser con cuerpo de tronco podrido, con una barca en el pie y un banquete en su interior. Numerosas escenas secundarias le rodean, todas con la iconografía habitual del artista.
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Aunque no está claro si evoca otra de las innumerables escenas literarias, algún pasaje de los varios relatos clásicos de los que tanto gustaba, es, en cualquier caso, una inusual escena familiar, si no la única que representara Poussin a lo largo de su dilatada vida. En ella, dos niños pelean tras haber derramado un cántaro. Al fondo, una persona enferma se apresta a recibir un plato que le lleva una doncella. Una muchacha se recuesta sobre las rodillas de una sirvienta. Toda la composición, delimitada por las paredes y la gran tela del fondo, está presidida por una severa y majestuosa figura femenina. Es casi seguro que Poussin realizara esta escena familiar a su retorno de París, recuperada ya su apacible vida familiar en Roma, junto a su mujer, su cuñado Dughet y sus sobrinos en su modesta casa de Via Paolina.
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Entre los primeros paisajistas holandeses se destaca la vena incisiva y delicadamente arcaizante -que se deriva de Brueghel- de Hendrick Avercamp, que pintó con precisión pequeños paisajes invernales por los que pululan multitudes de graciosos personajillos como esta Escena invernal con patinadores, realizada en 1618, en la que encontramos colores fríos, abundando los grises y blancos que refuerzan la sensación invernal que el autor pretende conseguir.