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Goya ha querido aludir en esta estampa a los duelos por amor , comentando que "de los amores ilícitos no se suelen seguir más que ruidos y pendencias".
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El 12 de septiembre de 1943, con el contraataque de los alemanes, en el campo aliado se produjo aquel día una pavorosa desbandada. Para agravar la situación, entre las tropas se corrió la noticia de que un regimiento británico entero se había amotinado y se negaba a combatir. El episodio, mantenido en secreto por los historiadores ingleses, fue un incidente muy grave. Se dice que los soldados que se amotinaron en Salerno provenían de la campaña de Africa, estando muchos de ellos enfermos o heridos. Su rebelión se debió al hecho de que cuando les embarcaron para enviarles a Salerno se les dijo que se les enviaba a Inglaterra para un periodo de descanso. Cuando se dieron cuanta del engaño, al ver que se les mandaba nuevamente a primera línea de combate se amotinaron. Esta fue la causa de la rebelión. Muchos de ellos fueron condenados a penas de entre cinco a veinte años a la cárcel.
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Sólo un 28 por 100 de la población española sabía leer y escribir en 1877. Las zonas con menor índice de analfabetismo estaban en la cornisa cantábrica, País Vasco y Navarra, Castilla la Vieja, Madrid y Barcelona. En estas zonas, entre un 37 y un 60 % de la población no sabía leer ni escribir. Algunas zonas tenían un índice medio de analfabetismo, con porcentajes que iban del 60 al 75% de la población. Estas zonas eran Galicia, Andalucía oriental, Extremadura, Castilla la Nueva, Aragón y Cataluña, exceptuando a Barcelona. El resto de España albergaba los mayores índices de población analfabeta, con un porcentaje estimado superior al 75 %. En términos generales, la proporción de analfabetos aumentó hasta el 36,2% a principios del siglo XX. Sólo el País Vasco, Cantabria, Palencia, Burgos, Segovia, Madrid y Barcelona contaban con un índice de analfabetismo inferior al 40% de la población. En zonas como Asturias, buena parte de Castilla y León, La Rioja, Soria, Navarra, Huesca, Zaragoza y Cataluña, excepto Barcelona, el índice de población analfabeta ha subido con respecto al periodo anterior hasta situarse entre el 40 y el 60%. Peor aun es la situación en el resto del país, pues es abrumador el número de regiones cuyo índice de analfabetismo supera el 60% del total de la población.
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El principal ideólogo en esta época es Bakunin. Variable en sus ideas, sin un cuerpo coherente de doctrina -al contrario que Marx-, Bakunin significa en la historia de las ideas sociales y el movimiento obrero el anarquismo, la federación libre, la supresión de clases y de la propiedad privada. El lema del anarquismo fue "Ni Dios, ni amo, no obedeciendo cada uno más que su propia voluntad". Por lo tanto, sería inmediatamente necesaria la destrucción de la sociedad capitalista para construir una nueva sociedad en la que no habría ninguna autoridad y que -fundada en la libertad de los individuos- sería naturalmente buena. Dentro del anarquismo se pueden señalar tres tendencias: La "solidarista" (Proudhon y el príncipe Kropotkin), que sitúa la libertad por encima de todo, se niega el poder pero, al tiempo, se propugna la convivencia libre basada en la razón. La "revolucionaria", que es la plasmación de las ideas de Bakunin, y, por último, el "anarco-sindicalismo", para el que, aun aspirando a suprimir al Estado, los individuos se encuadrarían en una federación libre de sindicatos. Aunque Proudhon tendrá gran influencia en el sindicalismo francés, sin embargo, no organizó ningún movimiento de masas. Bakunin fundará en 1868 la Alianza Internacional de la Democracia Socialista que, unida por un tiempo a la I Internacional, tendrá luego vida propia y que casi desaparece después de la represión que seguirá a la Comuna de París. Posteriormente, al separarse definitivamente de las internacionales socialistas, Bakunin fundó la Federación Jurasiana, que aglutinó a buena parte de los anarquistas de los años finales del siglo XIX. Por último, el anarquismo se organizó en centrales sindicales, dando lugar al anarco-sindicalismo que tuvo mucha fuerza en los países latinos, especialmente España.
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El edificio fue inaugurado el año 8 a. C., según aclara una inscripción que se repetía hasta cuatro veces, en otras tantas tribunas. En la época flavia o quizás en la de Trajano debió reformarse buena parte del mismo. La fachada del monumento, que da a una calle circundante es de mampostería, por tongadas, con refuerzo de sillares almohadillados en las puertas y lienzos intermedios de la fábrica. Por medio de tres entradas principales y otras secundarias se podía acceder al recinto, capaz de albergar a 15.000 espectadores, que se distribuían en los tres sectores tradicionales ya referidos para el Teatro, del que se conserva bien el inferior (ima cavea). Un elevado podium mantenía a salvo de las posibles acometidas de las fieras a los asistentes. Sobre el basamento, en una balaustrada que rodeaba el perímetro de la arena, se desarrollaba una interesante decoración pictórica con temas alusivos a los juegos. En el eje principal del monumento, de 55 metros de longitud, existían dos grandes arcos que marcaban el comienzo de largos corredores abovedados, por donde salían los participantes del espectáculo. A ambos lados de los mismos, unas habitaciones bajo las gradas se han querido interpretar como dependencias de los gladiadores, y spoliaria o jaulas para las fieras, aunque alguna, sobre todo una de las existentes en la zona septentrional, pudo haber tenido el carácter de capilla. En los extremos de los ejes mayor y menor estaban ubicadas las tribunas de las autoridades y de los que organizaban los juegos. De forma elíptica, la arena estaría cubierta en su parte central con un tablado que taparía la denominada fossa arenaria, donde estaban las jaulas de las fieras y se almacenaba la tramoya.
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Más conocido desde la Edad Media como Coliseo por su proximidad a la estatua colosal de Nerón, el Anfiteatro Flavio fue el mayor edificio levantado por Roma y quizá el mayor también de toda la Antigüedad. En una muestra de discrepancia con Nerón y con toda su obra, los dos primeros Flavios hicieron generosas donaciones al pueblo romano a expensas de las extravagancias neronianas: Vespasiano construyendo, desde el comienzo mismo de su principado en el año 70, un magnífico anfiteatro para reemplazar al de Estatilio Tauro, destruido en el incendio del 64, en la hondonada en que Nerón había hecho el lago de la Domus Aurea, y Tito edificando en otro sector del mismo palacio, las primeras termas imperiales de que disfrutó el pueblo, caracterizadas por la duplicidad de sus elementos a ambos lados de un eje común. Si el Coliseo fue el prototipo de otros muchos anfiteatros, las Termas de Tito iniciaron la serie de instalaciones termales provistas de grandes palestras, que no sólo fueron lugares de esparcimiento, sino exponentes de la autoridad y la grandeza de la Roma imperial. Aparte de su valor como obra de ingeniería, el Coliseo era también una obra de arte: el pórtico del coronamiento del graderío, con sus columnatas de cipollino y de granito gris, desplegaba todo el boato que caracteriza a las grandes empresas de la dinastía burguesa de los Flavios. Relieves de mármol y de estuco, apenas conservados aquí y allá, abundaban entonces en la cávea y en la infinidad de logias y galerías. De todo ello queda en el interior una enorme carcasa, y sólo por fuera, donde las novedades eran de tono menor, tenemos el perímetro de la enorme elipse de más de medio kilómetro de envergadura y gran parte de su fachada curva original, con su circunferencia de ochenta arcos de medio punto. El diseño de la fachada no podía ser más conservador: tres arquerías sobre pilares con columnas adosadas en tres órdenes superpuestos, dórico-toscano, jónico y corintio, con áticos de poca altura intercalados entre los órdenes. Como coronamiento, un ático de gran altura que encerraba el último de los sectores del graderío, el maenianum ligneum, expuesto a los incendios como todas las construcciones de madera, pero añadido como un mal necesario para aumentar la capacidad del edificio y de sus 50.000 localidades. Los teatros de Pompeyo, de Balbo y de Marcelo, el anfiteatro de Estatilio Tauro, y naturalmente el Tabularium tenían acostumbrado al pueblo de Roma a las fachadas de arquerías con órdenes griegos adosados. En ese sentido el Anfiteatro Flavio no aportaba novedad alguna, pero la estructura interna de corredores y muros ortogonales y de bóvedas alveolares; toda la infraestructura de la arena, sentaron principios definitivos.
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El anfiteatro se encuentra situado extramuros de la ciudad, prácticamente pegado a su muralla meridional, y constituye el único edificio público destinado a espectáculos, dado que hasta el día de hoy no ha sido posible documentar la existencia de un teatro. Se trata de un edificio cuyos ejes miden 93 x 44 m, muy simple, que fue edificado en época julio-claudia, en un momento en el que Emporiae empezaba ya a dar muestras de agotamiento. La endeblez de su fábrica, el uso seguro de la madera en la construcción de sus graderíos y absoluta ausencia de substrucciones de servicio, muestran que el monumento hubo de realizarse con una flagrante carestía de medios. Por su parte, la palestra es un gimnasio de uso público construido gracias al evergetismo de Lucio Cecilio Macer, personaje de la oligarquía municipal que sucesivamente ocupó los cargos de aedil y de duumvir en un momento indeterminado de la primera mitad del siglo I d. C., según reza una inscripción procedente del foro en la que se dice que pagó de su peculio un campus. Se trata de un edificio que, al igual que en el anfiteatro, se encuentra situado extramuros de la aglomeración, compuesto por una arena rectangular de 100 m de largo por 55 de ancho, que se halla limitada por una galería porticada, cuyo arrasamiento impide saber en qué estilo fue edificada.
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El libro de Tobías disfrutaba de gran popularidad entre la población holandesa, por lo que Rembrandt va a utilizar esta fuente en varios momentos de su vida, como en Tobías acusando a Ana del robo del cabrito. El hijo de Tobías, también llamado Tobías, emprendió un viaje acompañado de un extraño en el que pescaron un pez que sirvió para curar la ceguera de su padre y para eliminar los espíritus malignos de la que se convirtió en su mujer, Sara. Nadie de la familia de Tobías se percató de que el desconocido era el arcángel Rafael hasta que les abandonó. Este el momento elegido por el pintor. Vemos a toda la familia de Tobías a la puerta de casa, mientras el arcángel se eleva y se marcha con las alas desplegadas en medio de una nube de luz. El arcángel parece que se introduce en el cuadro, dando así un marcado acento de perspectiva. Pero la zona más interesante es la izquierda, donde Rembrandt se ha interesado por captar las actitudes de los personajes ante la marcha del desconocido que tanto les ha ayudado; así el viejo Tobías se arrodilla y agacha la cabeza en señal de reverencia, el joven Tobías mira al arcángel con extrañeza, la vieja Ana aparta la mirada y Sara le mira atentamente y el perro ladra ante la milagrosa escena.Buen conocedor de Caravaggio a través de su maestro Pieter Lastman y del grupo de los Caravaggistas de Utrecht, Rembrandt otorga una enorme importancia a la luz, iluminado el motivo principal, en este caso el arcángel pero, también ilumina algunas zonas de las figuras de la familia: la cabeza del viejo Tobías o el escote de Sara. El resto de la composición queda en penumbra con una sombra oscura pero dorada a la vez. Con este tipo de escenas el pintor demuestra que está en la elite de los artistas de Amsterdam y Holanda.
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El Angelus es la obra maestra de Millet y pone de manifiesto su adhesión al Realismo. Millet muestra a dos campesinos orando y dando gracias a Dios por la cosecha obtenida con el sudor y el esfuerzo de muchos días. El hombre y la mujer agachan piadosamente las cabezas, agarrando él su sombrero y llevando ella sus manos al pecho. A sus pies contemplamos la cesta con los frutos y el apero de labor. La escena se desarrolla al atardecer, quedando las dos figuras en zonas de luz y sombra respectivamente, en un contraste lumínico de gran belleza. Este interés por la luz natural acerca a Millet al Impresionismo. Su pincelada es firme y segura al igual que el dibujo, emplea colores suaves para el campo y más oscuros para los personajes, reflejando las vestimentas de los campesinos a la perfección. No en balde, Millet convivió siempre con ellos, sufriendo sus mismas condiciones. La temática empleada por el maestro hizo que los críticos le tacharan de socialista; si Millet tiene algo de socialista es del tipo evangélico al transmitir la espiritualidad de los trabajadores en su faceta más realista, alejada de tópicos.
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La aspiración a una reforma de la iglesia en Inglaterra era tan sentida como en el Continente. Los factores que la propiciaron eran similares: la misma piedad popular llena de supersticiones y de mediaciones, los mismos abusos del clero (excesos morales, absentismo pastoral) y las mismas críticas y exigencias de los medios intelectuales humanistas representados por Linacre, Colet y Moro. Incluso en Inglaterra, como en el centro de Europa, existían precedentes recientes de convulsiones religiosas o espirituales no olvidadas, como la que abanderó John Wycliff (1328-1384) a fines del siglo XIV. Por otra parte, ese ambiente facilita la acogida de las ideas de Lutero, que tienen en la universidad de Cambridge partidarios influyentes (T. Cranmer, Tyndale, Latimer), aunque Enrique VIII sea un convencido antiluterano. No obstante, fue un episodio ajeno a toda propuesta reformadora de la Iglesia, una petición de anulación matrimonial y un divorcio por razones de Estado, lo que produjo la ruptura con Roma. El papa Clemente VII negó la anulación matrimonial, necesaria a ojos de Enrique VIII para la consolidación de la dinastía Tudor, pues con un nuevo matrimonio se conseguiría el heredero masculino tan deseado. Para desenredar la situación, Enrique VIII consiguió que la Cámara de los Lores aprobara el nombramiento del rey como jefe supremo de la iglesia de Inglaterra "en cuanto lo permita la ley de Cristo". Fue el primer paso para constituir una Iglesia nacional sin romper definitivamente con Roma. La independencia judicial y fiscal vendrían a corroborar ese proceso y a forzar también las negociaciones con el Papado para conseguir la nulidad. En mayo de 1533 el arzobispo de Canterbury invalida el matrimonio regio y legaliza la nueva unión del monarca con Ana Bolena. El Papa excomulga a Enrique VIII. La respuesta real es votar y aprobar en el Parlamento, en noviembre de 1534, el "Acta de Supremacía", que, sin la cláusula que la condicionaba a la ley de Cristo, otorga al rey amplios poderes religiosos y eclesiales: gobierno de la Iglesia de Inglaterra, derecho de excomunión y de persecución y castigo de las herejías. La ruptura se había consumado políticamente. Se admitía sin más la superioridad real sobre el Papa. En adelante, según el "Acta", aquella Iglesia se llamaría "Anglicana Ecclesia". John Fisher, obispo de Rochester, y el que fuera canciller sir Thomas Moro, fueron procesados, condenados y decapitados en 1535 por no plegarse a la voluntad regia. Para organizar la nueva Iglesia Enrique VIII nombra a Thomas Cranmer y a Thomas Cromell, luteranos ambos, que llevan a cabo la confiscación y venta de las tierras del clero, la exclaustración de los monasterios y la supresión de las órdenes religiosas. Desde el punto de vista meramente doctrinal los obispos fieles al rey redactan una confesión de fe, los "Diez artículos" (1536), según los cuales se reducen a tres los sacramentos (bautismo, penitencia y comunión), se admite que las obras inspiradas por la caridad ayudan a la justificación del creyente y se rechazan las mediaciones de los santos aunque no su devoción. Así pues, la ruptura no es tan tajante como exigían los evangelistas y luteranos. Enrique VIII, además, a partir de 1538 frena toda novedad, destituye a sus consejeros luteranos y restablece la ortodoxia. A la muerte del soberano en 1547 el anglicanismo inglés es un catolicismo independiente de Roma, pero doctrinalmente idéntico. No existe herejía, sino cisma. Sólo después de la muerte de la reina María Tudor, durante el reinado de Isabel I (1558-1603), se formula y se afianza el anglicanismo con aportaciones protestantes. Isabel I recupera la supremacía sobre la Iglesia con la "Ley de supremacía" de abril de 1559. La confesión de fe fue redactada por los obispos adeptos a la reina: los "Treinta y nueve artículos" (1563) constituirían en adelante el signo de identidad de la Iglesia oficial anglicana y combinan elementos doctrinales protestantes y católicos. De los primeros conservaban la afirmación de que la Sagrada Escritura es norma suprema, la justificación por la fe, los dos sacramentos (bautismo y eucaristía), el rechazo de mediaciones y sufragios y el uso de la lengua inglesa en la liturgia. De los elementos católicos, se habla del valor de las obras, no se rechazan los otros sacramentos, se mantendría la estructura eclesiástica sobre la base de los episcopados, aunque la jefatura correspondería al monarca. Los descontentos fueron muchos, pero el anglicanismo terminaría imponiéndose y se convertiría en elemento sustancial de la identidad nacional inglesa.