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Las escenas de lesbianismo son abundantes en la producción de Toulouse-Lautrec al ser una práctica habitual entre las mujeres de los burdeles que frecuentaba el pintor. Los especialistas relacionan esta imagen que contemplamos con El Salón de la rue des Moulins, la obra más importante pintada por Henri relacionada con el mundo de la prostitución, apreciándose también cierta sintonía con una serie de la que forman parte El beso o En la cama. Las dos mujeres se abrazan en un diván de la amplia sala que domina el burdel, pudiendo tratarse de un espectáculo lésbico incluido en el show del prostíbulo. La rubia parece llevar la iniciativa ante la pasividad de la mujer morena, más recostada sobre el sofá y con la mirada ausente. En el fondo se insinúa el espacio a través de líneas verticales que contrastan con la sinuosidad de los contornos que crean las dos mujeres, utilizando Lautrec una serie de trazos rápidos y contundentes que se relacionan con la manera de aplicar el óleo, bastante diluido, llegando en algunas zonas a dejar sin cubrir el soporte. La sensación fotográfica que pretende mostrar el pintor ha sido conseguida a la perfección, narrando con sus pinceles las diferentes imágenes que se presentan en la noche parisina, que Henri conocía como pocos.
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Durante los años 1627 a 1630, realizó Poussin una serie de dibujos de tema mitológico, en línea con los que había realizado antes de su instalación en Roma, como El nacimiento de Adonis o La muerte de Quione, pero enriquecidos por la observación directa del arte romano y del Renacimiento. De todos ellos, éste es el único que luego fue llevado al lienzo, pero con la clara diferencia compositiva de hacer desaparecer las dos ninfas ante las que combaten los amorcillos. Montan sendos machos cabríos, símbolos del placer, la pasión y la sensualidad.
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El lesbianismo será uno de los temas más interesantes para Toulouse-Lautrec y le dedicará numerosas imágenes como El sofá. Ésta es una estampa de baile lésbico en la que aparece otra de las modelos habituales del pintor: la payaso Cha-U-Kao, bailando el vals con una pareja desconocida en el Moulin Rouge. En este cabaret, el lesbianismo estaba bastante admitido, a diferencia de la homosexualidad masculina, posiblemente como parte del espectáculo. Detrás de la pareja contemplamos a Jane Avril, bailando sola para reforzar su personalidad solitaria. Sentado tras la pista de baile está el amigo de Toulouse-Lautrec y también pintor Charles Conder. La figura será la gran preocupación de Henri, quizá por haber dado sus primeros pasos dentro de la corriente realista. Situará siempre a sus personajes en los santuarios de la noche parisina, mostrando magníficas estampas de su vida. El colorido - casi siempre oscuro - pasa a un segundo plano, igual que la luz, posiblemente porque la luz con la que tenía contacto Lautrec era la de las lámparas de gas de esos locales. Las figuras que tanto amaba están situadas en diferentes planos para configurar el espacio, aunque no tienen gran volumen, en un anuncio de la planitud que tanto gustará a Gauguin.
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La pintura de Degas en los inicios del siglo XX se va haciendo más abstracta, más preocupado por el color, en una clara disposición impresionista que le acerca a Monet. Son tonalidades vivas como el lila, el rosa o el naranja, abundando el verde. La silueta de las figuras está presente pero ya no domina el conjunto como en sus primeras escenas de danza - Clase de danza en la Opera o Examen de danza -.
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El llamado "periodo seco" supondría para Renoir la recuperación de la forma y el volumen a través del dibujo y el modelado. Sin embargo, no abandona su interés hacia la luz como bien podemos observar en esta escena protagonizada por dos jóvenes desnudas, la temática favorita del maestro en estos últimos años. La joven de espaldas recuerda a la Venus del espejo de Velázquez, encontrando también ecos de Tiziano y Rubens, aunque las modelos utilizadas por Renoir son más actuales. De esta manera, el pintor francés dota de un clasicismo a sus trabajos del que carecían anteriormente, pero superando la tradición académica francesa representada por Ingres o Bouguereau.Las tonalidades nacaradas de los cuerpos desnudos recuerdan a las porcelanas que Renoir decoraba en sus años mozos, pero la aplicación de los colores se realiza de una manera más rápida y abocetada, aportando al conjunto inmediatez y vitalidad, contrastando con el delicado estado de salud que presentaba el maestro.
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El autor de esta tablita trabajó con frecuencia para Felipe V e Isabel de Farnesio. Sus diseños eran empleados para realizar tapices, por lo que muchas de sus obras eran modelos para la Real Fábrica de Tapices de Madrid. Éste sería el caso de este óleo que vemos ahora. Wouwerman solía trabajar temas de caballos, en cacerías o batallas, por resultar un tema muy dinámico y espectacular, apropiado para el fin que se les otorgaba. En este cuadro encontramos fuertes contrastes de luz basados en efectos de atmósfera, de movimiento dramático. Casi a contraluz quedan las figuras, restringidas a la parte inferior del cuadro, con un perro atacando a un hermoso caballo blanco que otro jinete conduce de las riendas.
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Las primeras obras de Toulouse-Lautrec estarán marcadas por la influencia de su primer maestro René Princeteau, especialista en temas hípicos. El joven Henri recoge en esta composición dos potentes caballos custodiados por un ordenanza militar, inspirado posiblemente en las maniobras militares que se desarrollaban en el bosque de Aveyron. Las figuras se sitúan al aire libre, empleando una pincelada rápida y suelta, quedando el dibujo en un segundo plano. Encontramos cierta influencia del Impresionismo al utilizar sombras coloreadas y un colorido claro, resultando una escena alejada de los trabajos clásicos de Lautrec como El Salón de la rue des Moulins o Baile en el Moulin de la Galette.
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Gracias a este dibujo podemos estudiar cómo construía Alberto Durero una cabeza humana. Preocupado por la proporción anatómica del hombre, así como por la correcta correspondencia entre las partes para integrar el conjunto de manera armoniosa, estos bocetos le permitían reducir la cabeza a un puro problema matemático, traducido en planos geométricos que luego adquirían volumen, sombreado y personalidad.Muchos de estos dibujos iban a estar incluido en su tratado sobre las proporciones del ser humano, que finalmente no llegó a publicarse.