Busqueda de contenidos

obra
La relación entre Rubens y los gobernadores españoles de Flandes fue siempre excelente, como prueban la cantidad de encargos realizados para ellos. Cuando el cardenal-infante don Fernando de Austria ocupó el cargo en 1634, tras el fallecimiento de su tía Isabel Clara Eugenia, confirmó al artista como Pintor de Corte. Rubens se dedicó a la decoración de la ciudad de Amberes con motivo de la entrada triunfal de don Fernando y al poco tiempo ejecutó el magnífico retrato ecuestre que aquí contemplamos. El cardenal-infante don Fernando, hermano menor de Felipe IV, había obtenido una importante victoria contra los protestantes en la batalla de Nördlingen, el 6 de octubre de 1634, momento que se evoca en la escena del fondo del cuadro. Sobre el caballo en corveta, símbolo de poder y control del Estado, aparecen la Fama -que lanza sus rayos contra sus enemigos- y el águila, símbolo de la familia Austria. La figura del infante viste coraza de acero y banda carmesí, que junto con el bastón de mando, es el distintivo de los generales españoles. El carácter activo y enérgico de Don Fernando destaca en el lienzo de Rubens, que ha decidido halagar al príncipe español al vestirle de general en el fragor de la batalla. A los 10 años había sido elevado al cardenalato y nombrado arzobispo de Toledo par evitar que el duque de Lerma accediera a tal nombramiento. Pero don Fernando gustaba más de las armas que de las oraciones. El brío con el que el maestro ha realizado la escena demuestra la altísima calidad que ostenta en esta maravillosa década de 1630, en la que la rapidez de la pincelada contrasta con la empleada en 1603 en el retrato del Duque de Lerma.
obra
Van Dyck había recibido una excelente oferta de Carlos I de Inglaterra para ocupar el puesto de primer pintor en Londres. Sin embargo, en 1634 regresó durante un año a Amberes, momento que fue aprovechado por toda la aristocracia flamenca y española para hacerse un retrato. Este es el caso del Cardenal-Infante Don Fernando de Austria, hermano menor de Felipe IV , reciente vencedor de la batalla de Nördlingen y gobernador de los Países Bajos, tras la muerte de su tía Isabel Clara Eugenia.Es un retrato de medio cuerpo en el que Don Fernando viste un traje rojo bordado en oro, con cuello y puños de encaje blancos. Lleva banda de general y bastón de mando en la mano derecha. La espada es la que llevó Carlos V en la batalla de Mülberg. La figura se recorta sobre un fondo neutro en el que aparece una cortina. Un potente foco de luz ilumina el rostro del gobernador, en el que destacan los ojos muy abiertos, aludiendo posiblemente a la atención que debía prestar al problema holandés. La calidad de las telas y los detalles, el excelente dibujo de manos y rostro y la captación psicológica del modelo, demuestran que Van Dyck es uno de los mejores artistas de la Historia.
obra
Aunque muy influida su obra religiosa por Rubens, en esta efigie oficial Crayer sigue los esquemas del retrato de corte, ya fijados por Pourbus y Moro. En clave áulica, bastante teatral, sitúa al personaje de pie, junto a una mesa de respeto y contra un fondo con columna y cortinaje, que se abre a un profundo paisaje. Esplendorosa sinfonía de rojos, el artista centra su atención en las texturas de los diferentes tejidos (cortina, mantel, alfombra y traje cardenalicio). Sin duda, se retrató al individuo, pero también se proyectó la imagen del Estado.
obra
Este excelente lienzo fue adquirido por el Estado español en 1985. Don Froilán fue caballero de la Orden de Santiago como exhibe en su casaca donde encontramos la cruz bordada y la condecoración con la insignia. En sus manos porta un memorial similar al que se deposita sobre la mesa. La figura se sitúa en primer plano, destacando el cortinaje y cierta referencia espacial al mostrar una columna y alguna moldura. La mesa con los libros y el tintero demuestra la calidad retratística de Maella, especialista en ejecutar los perfectos detalles de la casaca, la chupa o los puños, sin olvidar una referencia a la expresión del rostro del modelo, anticipando un estilo que repetirá su discípulo Vicente López.
obra
Don Gabriel de Borbón nació en Nápoles el 12 de mayo de 1752. Hijo de Carlos III y María Amalia de Sajonia, fue prior de Malta y excelente traductor de Salustio; falleció en El Escorial el 23 de noviembre de 1788, apenas un mes antes que su padre, lo que hundió al monarca en la más profunda tristeza. Cuando Mengs realizó este magnífico retrato el infante no tenía más de 12 años; aparece de medio cuerpo vistiendo casaca gris, portando en el pecho la Cruz de Malta, el collar de la Orden del Toisón y las bandas de San Jenaro y el Saint Esprit. A la izquierda encontramos un libro sobre una mesa, indicando su enorme afición a la lectura y hacia los clásicos. El estilo de Mengs no puede ser más minucioso, destacando todos los detalles de condecoraciones, calidades de telas, brillos, reflejos. El alegre rostro no pasa desapercibido, aunque deja algo de lado el carácter del modelo. Hacía pareja con el infante don Antonio Pascual.
obra
El Bronzino hizo este retrato para su mecenas, Cosme de Médici, familiar del niñito que aquí aparece.El retrato resulta absolutamente sorprendente, por una parte, por su calidad técnica, y por otra por la espontaneidad y frescura del gesto, entre curioso y sorprendido, del pequeño.Bronzino ha usado un fondo neutro en colores claros para destacar el primer plano de la figura, y ha evitado los frecuentes fondos en pardo oscuro por tratarse de la figura de un niño, tema al que es conveniente quitar solemnidad. El punto más alegre lo proporcionan los colores vivos que rodean la cara del infante: un rojo brillante para sus ropas y los ricillos rubios rodeando su rostro. El pequeño debía tener dos o tres años cuando se le retrató.La mirada directa del niño, franca y natural, nos hace desear haber conservado los apuntes que indudablemente Bronzino debió de emplear para preparar este óleo.
obra
La personalidad de este insigne escritor, Secretario de la Academia de San Fernando y en 1815 de la Real Compañía de Filipinas es lo más destacable de este retrato, como viene siendo costumbre en las imágenes goyescas. La media figura del literato se recorta sobre un fondo oscuro, amontonándose tras él los libros como símbolo de su erudición. Introduce los dedos entre un libro de Blair, del que era traductor y especialista, en el que se lee "D. José Munárriz por Goya. 1815". La atenta mirada del personaje y la vivacidad de sus ojos hacen de este retrato uno de los más atractivos entre los realizados por Goya en la década de 1810. La luz esculpe los rasgos de don José, resaltando su cabeza entre las oscuras tonalidades que le rodean, para no despistar en ningún momento la atención del espectador. La rápida pincelada también protagoniza la composición, pincelada que se hará cada vez más rápida, llegando a mancha en las Pinturas Negras.