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Son numerosas las representaciones en bajorrelieve que conservamos de esta época paleobabilónica. Se utilizaban en general, como exvotos, talismanes e incluso como juguetes.
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Impresionante estatua de Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli que es una de las más destacadas de la escultura colosal azteca. Como la Piedra del Sol, se confeccionó para decorar un templo, de ahí su carácter religioso y mítico contenido en un gran bloque de piedra.
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De una tumba de Dypilon proceden cinco estatuillas de marfil que representan mujeres desnudas. Esta que contemplamos tiene una especie de gorro sobre la cabeza que se decora con un meandro en relieve, los brazos pegados al cuerpo, cintura esbelta y piernas unidas entre sí.
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La manifestación artística más llamativa de la cultura Valdivia son las figurillas de cerámica que hacen su aparición hacia el 2300 a.C. De factura maciza, se modelan a mano, empleando una arcilla fina y arenosa que resulta de color gris claro una vez cocida. La superficie, engobada en rojo, suele estar pulida con cuidado. La mayoría de las figurillas suele ser de sexo femenino, con senos redondeados y prominentes. Los brazos se reducen a una tirilla aplicada bajo los senos, donde una incisión separa ambas manos.
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Son muchas las figurillas que conservamos de la diosa-madre, procedentes de las necrópolis protohistóricas de Tepé Gawra, Ur y Eridu. Sin embargo, aunque la temática sea la misma, las tipologías son muy diferentes. En este caso, la diosa aparece con anchos hombros, piernas juntas y amamantando a un niño.