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Picasso explicaba así las dificultades de comprensión de los cuadros cubistas: "El cubismo no es diferente de las restantes escuelas de pintura. Los mismos principios y elementos son comunes a todas ellas. El hecho de que durante mucho tiempo el cubismo no haya sido comprendido y que aún hoy haya gente que no ve nada en él, no significa nada. Yo no entiendo inglés, y por tanto un libro en inglés es para mí un libro en blanco. Esto no significa que el idioma inglés no exista. ¿Por qué culpar a nadie más que a mí, si no puedo entender algo de lo que no sé nada?".
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No son muchos los desnudos que realizó Manet a lo largo de su carrera, aunque con ellos consiguió cosechar numerosas críticas, tanto adversas como positivas. Esta figura de espaldas que aquí contemplamos se aleja de la vistosidad de la Olimpia o el Desayuno en la hierba para mostrarnos una escena más intimista, en sintonía con la producción de Degas. La silueta de la mujer es muy marcada con una línea oscura que contrasta con la piel clara y la pared del fondo. El aspecto abocetado del lienzo, empleando una pincelada suelta en algunas zonas e insinuando que está inconcluso en otras, hace más personal la imagen.
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Cuando Degas se planteó la realización de la serie dedicada al baño, realizó numerosos dibujos preparatorios para las obras definitivas y los grabados. En ellos destaca la perfección de la línea y las altas dotes como dibujante del artista, siguiendo las pautas de Ingres, al que Degas admiró en su juventud.
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Schad inició sus retratos objetivos después de un viaje por Italia, a principios de la década de 1920. Con una factura brillante e impecable y una frialdad no menor, se interesa por personajes al margen, a los que retrata como si utilizara un bisturí en lugar de un pincel. Los mira como objetos que provocan su curiosidad, y que pueden provocar deseo. Su mirada es sobria, sin pasión. Las personas aparecen como objetos de estudio científico, dignos de interés entomológico; solos y aislados, aunque haya más de uno en el cuadro: solos, fríos y ausentes, sin capacidad para manifestar sentimientos y sin posibilidad de establecer una comunicación con otro, deshumanizados. Este desnudo que contemplamos pertenece a un momento concreto, tanto por el peinado o las joyas que adornan su cuerpo, así como su actitud nos ofrece una imagen de la mujer alemana de la época.
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Tras pasar el invierno en Amberes, Vincent decide trasladarse a París, la capital del arte en el siglo XIX. En París vive su hermano Theo y allí puede completar su formación artística. Vincent llega sin avisar a Theo, encontrándose con él en el Louvre a principios del mes de marzo de 1886. Convivirán en la pequeña casa de Theo lo que provocará una enorme tensión al principio. Vincent decide matricularse en la academia de Fernand-Anne Piestre, más conocido como Cormon, donde conocerá a John Russell, Henri de Toulouse-Lautrec y Emile Bernard. Theo, director de una pequeña galería en Montmartre, le relacionará con los impresionistas, contactando con Monet, Renoir, Sisley, Pissarro o Degas. Cormon proporcionó a Van Gogh la última oportunidad de integrarse en la pintura académica. El maestro formaba parte de los pintores históricos que dotaban de gran valor al aspecto arqueológico pero Vincent perdió la oportunidad ya que tampoco visitó mucho el taller sino que se relacionó con los nuevos amigos que había hecho. Aun así, el deseo de perfeccionar el dibujo - su asignatura pendiente según sus propios testimonios - le llevará a la ejecución de una serie de figuras vivas o de modelos en escayola. En esta ocasión nos encontramos ante un estudio tomado del natural donde apreciamos su interés por la línea y los volúmenes, produciéndose un aclaramiento en la paleta. Las sombras empiezan a tomar colorido como entre los impresionistas, aplicándose una pincelada empastada y rápida que caracteriza la pintura del holandés.
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En esta obra Van Dongen deforma e intensifica el color, pero en busca de una nueva armonía, distinta de la anterior, pero armonía, mientras que los alemanes están preocupados por una nueva expresión de sentimientos y emociones, de estados de ánimo, y la armonía no les interesa. Es más, la rechazan, como rechazan todo aquello que huela a Belleza, Orden y otras palabras con mayúscula. La aparente arbitrariedad de los colores de este cuadro responde a un estudio profundo a lo que se une la fiereza de los contrastes.
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Posiblemente sea este Desnudo una de las obras más interesantes de las realizadas por Fortuny, quien en sus últimos años anduvo en un fuerte debate interior: la vida de lujos, viajes y diversión le parece maravillosa pero la pintura que hace no le agrada; podría dar un giro a su obra, sin embargo teme no tener éxito y perder el tren de vida al que tan apegado se siente. Este debate interno le lleva a realizar escenas muy distintas a las que nos tiene acostumbrados, para su propio disfrute, como el Corral. Es decir, tiene dos tipos de pintura: la personal y la de los clientes. El Desnudo mezcla ambos tipos, ya que es la silueta de uno de sus hijos, tumbado al sol en la playa napolitana de Portici. La minuciosidad con que está realizada la imagen, si se tiene en cuenta que tiene el tamaño de una postal, demuestra la altísima calidad del artista, con un excelente dibujo y una pincelada minuciosa y precisa. No en balde, aprendió con un miniaturista platero del que heredaría esta facilidad para realizar obras tan diminutas sin olvidar ningún detalle. El iluminado y dibujado cuerpo de la muchacha contrasta con la superficie de alrededor, más oscura y menos trabajada. La luz y el color, inspirados en el Impresionismo, ponen en relación esta obra con las que posteriormente realizará Joaquín Sorolla. Aun utilizando el mismo estilo que en los cuadros de casacón con los que obtuvo tanto prestigio y fortuna, el tema, más natural, hace esta imagen más atrayente al espectador.
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Como estudiante de la Academia de Francia en Roma, Degas tenía que hacer una interminable serie de dibujos del natural para demostrar sus progresos y su buen hacer. Así surgen las llamadas Academias en las que demuestra su atracción hacia la obra de Ingres - véase el Desnudo sentado o el Anciano -.
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En enero de 1900 Renoir se instalará en una villa en Magagnosc puesta a su disposición por su amigo Raynaud. Allí realizará un buen número de desnudos para los que posaron Gabrielle y la "Boulangère". La figura que aquí contemplamos manifiesta la influencia de Ingres, uno de los artistas más admirados por Renoir, al hacer hincapié en el dibujo y el modelado, las armas con las que el pintor pretende reaccionar ante la pérdida del volumen y la forma al que estaba abocado el impresionismo. Sin embargo, en el abocetamiento del fondo y los intensos brillos blancos encontramos todavía ecos del estilo impresionista, mientras que el rojo será una de las novedades del estilo maduro de Renoir. La obra goza de una armonía y una tranquilidad que contrasta con el delicado estado de salud por el que atravesaba el maestro, sufriendo los fuertes dolores del reuma que le producen la deformidad en manos y brazos.
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Ya en sus primeras obras demuestra Toulouse-Lautrec cierta divergencia respecto al academicismo y a la pintura tradicional. En el taller de Bonnat - donde estudió en 1882 - aprenderá a dibujar con un trazo poderoso y una gama clara. El abocetado de esta figura desnuda demuestra la rapidez con que trabaja el artista, captando perfectamente los rasgos generales de la joven. La figura será la gran protagonista de sus cuadros, llegando a decir en alguna ocasión: "sólo la figura existe, el paisaje no es más que lo accesorio". La tapicería del diván sobre el que se recuesta la muchacha está realizada con una rápida pincelada en relación con la pintura de vanguardia imperante en aquellos años: el Impresionismo.