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La escultura durante el siglo XVI en Alemania -siempre en la consideración dicha de no circunscribirla al país actual-continúa inmersa en el mundo gótico, en gran medida por la labor de los prestigiosos talleres de Tilman Riemenschneider, Veit Stoss y Peter Vischer, que prolongan su actividad hasta bien entrado el quinientos. La pintura y el grabado, ambos con igual consideración de artes mayores, serán los objetivos de nuestra atención. El grabado en la Alemania del siglo XVI, partiendo de los magníficos logros conseguidos por Martín Schongauer y su círculo de Colmar, y mediante el perfeccionamiento de las técnicas (en madera y en cobre), alcanzará unas calidades extraordinarias y será, en todos los sentidos, un vehículo plástico altamente utilizado. Dos van a ser los ejes fundamentales en torno a los que girarán las artes figurativas alemanas del quinientos, a saber, la problemática Reforma luterana-imagen religiosa y los encargos de la corte imperial de Maximiliano I; con un pie en ambos ejes, a los que aporta soluciones claves, mediante los dos lenguajes plásticos citados -pintura y grabado- y con resultados, asimismo, absolutamente fundamentales, consideraremos a Durero y su obra.
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<p>La historia de Alemania es relativamente joven. Hay una historia del territorio que se corresponde aproximadamente con los límites actuales de Alemania y una historia del territorio en que actualmente se habla alemán. Ya en la Edad Media se desarrolló una cierta identidad alemana, pero no de forma muy definida. El Imperio Alemán de esa época fue un conjunto conformado por unos pocos principados grandes y muchos pequeños, unos 360 en el año 1650, políticamente soberanos, por lo menos en teoría. No fue sino hasta el siglo XIX cuando surgió un sentimiento generalizado de unidad nacional, que desembocó en la exigencia de crear un Estado nacional alemán.</p>
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El nuevo arte gira en Alemania en torno a dos importantes publicaciones: "Jugend", que comenzó a publicarse en Munich en 1896 y "Pan", en Berlín en 1895. Si las hojeamos nos encontraremos con un asiduo decorador de sus páginas, Otto Eckmann (1865-1902), un pintor que en 1894 subasta sus cuadros como herencia artística y se dedica por completo al diseño de muebles, lámparas y utensilios. Muy influido por el arte japonés, que estaba presente sistemáticamente desde que Brinkmann fundara el Museo de Artes y Oficios, pasará de los lirios, cisnes y el sentimentalismo floral a la abstracción caligráfica. Destacan sus letras (legado que transmite en el alfabeto y la cubierta para el libro de Ruskin "Seven Lamps of Architecture" en 1900). En 1897 publica diseños decorativos con el significativo título de "Neue Formen" (Formas nuevas). En Munich, centro dinámico por excelencia, trabaja Hermann Obrist (1863-1927), fundador en 1894 de un taller de bordados. Profundo conocedor de la naturaleza por sus estudios en medicina y ciencias naturales, será uno de los más importantes responsables de lo que Shmutzler denomina Jugendstil romántico y amigo de la naturaleza. Su colgadura Ciclamen (1895) resume formalmente lo que se ha conocido como "golpe de látigo de la línea modernista" (la revista "Pan" recogió la impresión que producía el tapiz de Obrist: "Este enfurecido movimiento nos recuerda las súbitas, poderosas curvas del restallar de un latigazo"). La fuerza, el ritmo y el crecimiento, en definitiva el poder del mundo vegetal, son llevados con sutil abstracción a la decoración. Un verdadero canto a la vida orgánica. De esta bidimensionalidad del bordado pasa a la plasticidad del volumen, pues quiere "despertar la alegría de tocar y destacar las sensaciones que provocan toda clase de texturas". Su Proyecto de monumento de 1902 resulta un auténtico horizonte contra el que habrá que contrastar a Boccioni y a Tatlin. Otra obra representativa del Jugendstil será la renovación de la fachada del estudio fotográfico Elvira, de Munich, que realizará un estudioso de la filosofía, quien en 1898 afirma estar en el umbral de "un arte totalmente nuevo, un arte con formas que nada significan ni nada representan, nada recuerdan y que, sin embargo, puede emocionar nuestras almas tan profundamente como sólo los sonidos de la música hubieran podido hacerlo". Se trata de August Endell (1871-1925). La ornamentación adquiere en esta obra un verdadero clímax, en el que convergen elementos orgánicos y líneas abstractas. Aunque dispuesto en una fachada totalmente plana, el ornamento es muy plástico. Surge así el contraste entre la fuerza del diseño y el límite geométrico que la recoge. En el interior somos envueltos por un espacio que ha adoptado el mismo juego de curvas que aparece en la decoración bidimensional. Como en el caso de Horta, la barandilla y el hueco de la escalera siguen el juego de ese fluir incesante. Los soportes y las lámparas, en su juego tentacular, crean una redundancia espectacular. Ante este diseño no nos sorprende su obsesión por aprender a ver los detalles en la naturaleza: observar, por ejemplo, el crecimiento de las raíces recorriendo con la mirada un árbol. Desde el Jugend, Peter Behrens (1868-1940) se encamina al movimiento moderno y desde el campo del diseño artesanal y de la gráfica llegará a la arquitectura. Todo su modernismo -que no modernidad- se resume de alguna manera en la casa que se construye en 1901, en el Mathildenhöhe de Darmstadt, su primer proyecto arquitectónico. Esta obra acusa una notable influencia de Van de Velde que trabajaba ya en Alemania. Si atendemos a la fábrica de turbinas AEG en Berlín (1908-09) y a otros trabajos proyectuales (también objetos de consumo y carteles publicitarios) para la Compañía, ya habría que hablar de él en otros términos -ahora sí, modernos- teniendo en cuenta, además, que en Alemania la fábrica será el reino donde se forjarán los destinos de la nación. Los diseños de Richard Riemerschmid (1868-1957) nos sitúan en los límites de otro ámbito en el que ya nada se entiende sin la presencia de la máquina. La estandarización tomará el relevo y Lo bello se encontrará también más allá de la artesanalidad.
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La alemana es una de las resistencias más inoperantes. Es cierto que la formidable represión preventiva de la oposición al llegar al poder los nazis la desarticuló -hubo quizá 40.000 muertos y 200.000 encarcelados entre 1939 y 1945, sin contar con los judíos-. Y es cierto que los aliados la ignoraron y no la ayudaron, salvo, en alguna medida, la URSS. Y es que la disciplina, sumisión y chauvinismo del alemán medio no era la base más adecuada para el surgimiento de una resistencia. Como dice Michel, la Resistencia alemana "Se redujo a conciliábulos y complots; sus acciones agruparon solamente a un reducido número de conspiradores. Su objetivo principal fue la persona de Hitler, de la que quieren liberar al país, sobre todo a partir del momento en que se convencen de que éste conduce Alemania a la ruina". Es cierto, también que la resistencia alemana no supo coordinarse ni unificarse. Sea como fuere, surgieron algunos grupos inoperantes entre la burguesía y los estudiantes, las iglesias y los judíos. Los más importantes fueron los grupos socialistas y, sobre todo, los comunistas, que organizaron huelgas, evacuaciones, salvamentos de hebreos y perseguidos políticos, sabotajes de escasa entidad, cierta contrapropaganda y redes de información y espionaje -como el del grupo llamado por el régimen Rote Kapelle, que en 1941-1942 espió en favor de los soviéticos, y que pronto fue desmantelado, al igual que el Grupo Saefkow, desarticulado en 1944-. Sólo la oposición castrense tuvo alguna importancia y representó un peligro para el régimen. Ya en 1939 algunos militares se habían mostrado contrarios al nazismo -como los Stauffenberg y Canaris, entre otros-. Otros lo serán cuando consideren ya inalcanzable la victoria, de lo que responsabilizarán, con bastante razón, a Hitler, pero también por razones corporativas y de prestigio, como Rommel, Beck, y otros. Ya en el verano de 1943 surge un Comité Nacional Pro-Alemania Libre en la URSS, con oficiales alemanes procomunistas -con una rama Oeste, en Francia-; también en la URSS aparece la Liga de Oficiales, cuyo jefe es Seydlitz y a la que se unirá en 1944 von Paulus (21). Todo este malestar de los militares acabará conduciendo al atentado del 20 de julio de 1944, en plena ofensiva de Normandía, contra Hitler. Los conjurados habían preparado un Gobierno provisional, y pensaban detener a personalidades del régimen y de las SS. Tras el atentado, tropas adictas a los conjurados rodearon los edificios públicos e impartieron órdenes a las tropas estacionadas cerca de Berlín. En Viena, Praga y París, entre otros puntos, los golpistas consiguieron controlar aceptablemente la situación, pero von Kluge no quiso proponer el armisticio a los aliados. Mientras un oficial, Remer, se dejaba convencer por Goebbels, a quien debía detener, para que descubriera la conjura, los implicados supieron que Hitler había resultado ileso. La represión fue amplia e implacable, y los muertos serán, hasta 1945, varios miles, entre los que hay que contar a Stauffenberg, Canaris, Olbricht, Beck, etc. Otros se suicidarán, como Rommel o von Kluge...
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Hemos de dejar sentado que con el término Alemania, aludimos no sólo a lo que es la nación actual, sino a los países que en el siglo XVI integraban el Imperio y las posesiones familiares de los Habsburgos en Europa central, concretamente hemos de considerar además del actual Estado germánico, Austria y lo fundamental de Checoslovaquia, entonces Bohemia con centro en Praga. Resulta ya un tópico, pero no por ello menos cierto, insistir en las fuertes pervivencias del gótico en Alemania por lo que a la arquitectura y, sobre todo, a la escultura se refiere. Este hecho, así como otras cuestiones refractarias al clasicismo emanado del Renacimiento italiano, hay que ponerlos, también, en relación con un creciente nacionalismo vinculado, por otro lado, a la Reforma luterana y su disociación de la Iglesia romana. Las dos últimas cuestiones señaladas, nacionalismo y divorcio incluso cultural de Italia, así como la proliferación de los radicalismos en el seno de ambos, en general, se ven potenciados e instrumentalizados por los príncipes germánicos afines a esos ideales, de una parte, por la desaparición en 1519 de Maximiliano I, cuyo prestigio y el de su entorno había supuesto, de todos modos, el mantenimiento de una cierta vinculación con la cultura humanística italiana, y, de otra parte, por lo difuso y alejado que para Alemania fue la figura de Carlos V, cuya lucha contra el Protestantismo y sus consecuencias, determinó una situación de guerra civil casi constante. El desarrollo de la arquitectura en Alemania durante el siglo XVI es un fenómeno bastante más disperso y sin la coherencia del caso francés. Los apartados en que seguidamente centraremos nuestras reflexiones nos darán idea de ello, y, aunque seguramente incompletos, pondrán en evidencia, entre otras cosas, un interés por la decoración arquitectónica, en general muy superior al mostrado por cuestiones constructivas o tipológicas. Al contrario que en Francia, donde es, sobre todo, la racionalidad del sistema clásico lo que termina por interesar, aquí preocuparán más los contenidos y el simbolismo respecto a dicho sistema, salvo quizá el caso de Augsburgo.
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Bajo el peso de la superioridad numérica de hombres y cañones, los ejércitos del Káiser cedieron y se quebraron y, tras ellos, la población civil, desde hacía tiempo agobiada por el bloqueo inglés, se derrumbó en turbulentas convulsiones. Ocurría que el mundo entero se estaba lanzando sobre ellos en corrientes irresistibles. Les asaltaban millones de hombres, veintenas de millares de cañones, miles de tanques, más la heroica resistencia de Francia y la inagotable fuerza de voluntad británica. Y detrás, las inconmensurables energías de Estados Unidos. "¡Era demasiado!" Así vio Winston Churchill -a la sazón, ministro de Municiones del Reino Unido- el ocaso alemán en la Gran Guerra. En el otro lado de las trincheras, el káiser Guillermo II y el máximo responsable militar del imperio, el mariscal Paul Hindenburg, sostenían una dramática entrevista: "Estuve al lado de mi supremo señor de la guerra durante aquellas fatales horas. Me confió la misión de reintegrar el ejército a la patria. Cuando dejé al emperador en la tarde del 9 de noviembre, sería para no volver a verlo más. Se fue para ahorrar a Alemania nuevos sacrificios y para obtener las condiciones de paz más favorables".