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obra
La mayoría de las escenas de género pintadas por los artistas barrocos holandeses esconden un significado moral que en un primer momento pasa desapercibido para los espectadores de hoy pero que en su época era inmediatamente reconocido por los clientes que las demandaban. Los expertos han buscado las claves necesarias para interpretar este tipo de composiciones en las que se ha encontrado todo un mundo alegórico que alude al vicio y a los placeres de la carne, poniendo en sobre aviso a los espectadores. El vino y la música como vehículos para alcanzar a la amada así como las escenas de burdel serán frecuentes entre los artistas holandeses, tal y como podemos observar en este trabajo juvenil de Hals, especializado posteriormente en retratos. Ante una mesa cubierta con instrumentos de música, jarra de cerveza y platos llenos de viandas y salsas se sitúan las figuras, ocupando todo el espacio pictórico. En el centro de la composición se halla una mujer ricamente ataviada dirigiendo su mirada a un hombre que también se dirige a ella, identificado este personaje con Hans Wurst. El flirteo entre ambas figuras pasa desapercibido para el tercer protagonista de la escena, un hombre ataviado con ropas nobiliarias pero que lleva, a modo de banda, una ristra de salchichas, flores y frutos. Su rosado rostro se dirige hacia el espectador, como haciéndonos cómplices de lo que sucede en la taberna. Otros personajes ocupan el fondo, destacando el que bosteza. Las calidades de las telas y el brillo de las tonalidades serán características identificativas de la pintura holandesa de esta época, inspirándose en la pintura flamenca del siglo XV, aunque también debemos advertir influencias de Caravaggio a través de los caravaggistas de Utrecht, especialmente en las iluminaciones empleadas y en el realismo de los personajes. El resultado es una obra de gran impacto visual que sabe captar el ambiente festivo de manera acertada, en sintonía con los trabajos de Adriaen Brouwer o Judith Leyster.
obra
En los primeros años de su actividad pictórica, Vázquez Díaz realiza una obra de carácter costumbrista con matices étnicos, algo típico de los pintores vascos, una pintura de composición cúbica, no cubista, en los personajes y con monumentalidad mural.
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Desde 1916 Romero de Torres vive en Madrid, incorporándose al ambiente cultural de la capital: se hace socio del Ateneo, asiste al Círculo de Bellas Artes y frecuenta las tertulias, donde vive intensamente la discrepancia entre sus amigos los escritores -modernistas, con Valle Inclán a la cabeza, frente a los representantes de la Generación del 98-. Romero se siente más cercano a los modernistas y se relaciona con Valle Incán, Jacinto Benavente, los hermanos Antonio y Manuel Machado, Francisco Villaespesa y Sebastián Miranda. Su afición y devoción por el cante flamenco lleva a Romero a convertir este tema en uno de los ejes de su producción, como podemos observar en esta obra titulada Alegrías. Romero afirmaba que de no haber sido pintor se habría cambiado sin dudarlo por el cantaor Juan Breva. El maestro conocía intensamente el mundo del flamenco y ésa es la razón por la que lleva este tema a los lienzos con genial maestría. La modelo empleada por Romero es la gitana "bailaora" catalana Julia Borrul. El hombre que toca la guitarra es un gitano, pero las manos son de Rafael, el hijo del artista. De las tres mujeres del fondo, la adornada con una flor en el pelo es la gitana Amalia. La composición es atravesada por la enigmática figura hierática de una joven tumbada, al modo clásico. No participa en la escena y permanece ajena a lo que se desarrolla a su alrededor. La joven no es otra que la hija del pintor, Amalia Romero. La otra zona de la composición es claramente vertical, como si de un tablao flamenco se tratase, aunque al fondo observamos el río y la lejanía, iluminados por la última luz del día. Resulta curioso los recargados ropajes y el hermetismo de la composición en un cuadro sobre el baile flamenco, acostumbrados a escenas más tipistas. La razón debemos buscarla en que el cante flamenco por "Alegrías" tiene en Córdoba un tinte majestuoso y serio; por eso, Romero de Torres trata la escena con un hondo sentimiento místico, mostrando el clasicismo que existe en el cante. Así, la figura femenina de primer plano transmite un profundo sentimiento en su sereno rostro, acentuado por el dibujo que con sus manos y su cuerpo hace del baile que interpreta. De esta manera, Romero eleva el cante hondo a temática pictórica.
contexto
Alegrías que hicieron en México por Cortés Así que Cortés llegó a Medellín, despachó mensajeros a todos los pueblos, y a México principalmente, haciéndoles saber su llegada; y en todos, cuando se supo, hicieron alegrías. Los indios de aquella costa y comarca vinieron en seguida a verle cargados de gallipavos, frutas y cacao, para que comiese, y le traían plumajes, mantas, plata y oro, ofreciéndole su ayuda si quería matar a los que le habían enojado. Él les agradecía los presentes y cariño, y les decía que no había de matar a nadie, porque el Emperador los castigaría. Estuvo en Medellín once o doce días, y tardó en llegar a México quince. En Cempoallan le recibieron muy bien. A dondequiera que llegaba, aunque la mayoría estaba despoblado, hallaba bien que comer y beber. Le salieron al camino indios de más de ochenta leguas de distancia, con presentes, ofrecimientos, y hasta quejas, mostrando grandísimo contento de que hubiese venido, y le limpiaban el camino, echando flores: tan querido era; y muchos le lloraban los males que les habían hecho en su ausencia, como fueron los de Huaxacac, pidiendo venganza. Rodrigo de Albornoz, que estaba en Tezcuco, fue una jornada a recibirle con muchos españoles, y en aquella ciudad fue alegrísimamente recibido. Entró en México con el mayor regocijo y alegría que podía ser, porque al recibimiento salieron todos los españoles con Alonso de Estrada fuera de la ciudad, en ordenanza de guerra; y todos los indios, como si él fuera Moctezuma, salieron a verle. No cabían por las calles. Hicieron alegrías grandísimas y muchas danzas y bailes; tenían atabales, bocinas de caracol, trompetas y muchas flautas, y no cesaron aquel día ni la noche de andar por el pueblo y hacer hogueras y luminarias. Cortés no cabía de placer viendo el contento de los indios, el triunfo que le hacían, y el sosiego y paz de la ciudad. Se fue derecho a San Francisco a descansar y a dar gracias a Dios, que de tantos trabajos y peligros le había traído a tanto descanso y seguridad.
Personaje Arquitecto Escultor
Se le conocía por el Aleijandinho, a causa de las deformidades que presentaba su cuerpo por una enfermedad. También resultaba peculiar su atuendo, una capa negra y un sombrero que no dejaba ver su aspecto. Parece ser que su padre fue un arquitecto portugués y su madre una esclava de Africa. Su carrera se desarrolla en Ouro Petro, Sao Joao del Rei, Sabará y Congonhas do Campo, entre otras ciudades. Sin duda, una de sus creaciones más importantes el trabajo que realiza en la iglesia del Bom Jesús de Matozinhor en Congonhas do Campo, donde evoca la imagen de los profetas en el atrio.
lugar
Ciudad fundada por Alejandro Magno en el delta del Nilo, entre el mar y el lago Mareotis, pronto sería capital de los Ptolomeos. El proyecto urbano se debe a Dinócrates de Rodas, resultando un modelo del urbanismo más audaz, abierto a la nueva problemática y capaz de asumir la compleja situación del Helenismo, con sus problemas de coexistencia de razas y culturas, su nueva concepción de la monarquía, etc. La Alejandría de Dinócrates, con las aportaciones posteriores de los primeros Lágidas, es todo un símbolo del mundo que forjó Alejandro: pronto el solar desierto de su fundación, una simple llanura costera protegida por los escollos de la próxima isla de Faro, se convertiría en la más importante ciudad de todo el mundo helénico, siendo, con 600.000 habitantes, la ciudad más populosa de su época hasta la conquista romana. La clave del éxito fue, sin lugar a dudas, el protagonismo concedido a las calles y vías de acceso, a expensas de las plazas. Alejandría había de ser un gran emporio, un lugar donde los puertos y las carreteras se conjuntasen para transportar todo tipo de mercancías entre el Mediterráneo y Egipto, utilizando para ello tanto el mar como el lago y los caminos que, hacia el oriente, llevaban al delta del Nilo. Para ello, hubo en primer lugar que acondicionar el puerto, que habría de jugar un importante papel en el transporte a Roma de gran parte de la producción cerealística egipcia. Esto se logró mediante un juego de malecones, entre los que destacaba el Heptastadio, que unía la ciudad a la isla de Faro, rompiendo a la vez el oleaje y convirtiendo el brazo de mar en dos puertos: el militar al Oeste y el comercial al Este. A la entrada de este último se construiría el famoso Faro, verdadero emblema de la ciudad, novedad arquitectónica que pronto sería considerada una de las maravillas del mundo. En su fachada corría la orgullosa dedicatoria del arquitecto: Sóstrato de Cnido, a los dioses Soteres (= Ptolomeo I y su esposa), para ayuda de los marineros. El enlace del puerto con el interior se realizaba a través del consabido sistema de retícula, pero con calles muy amplias, que permitían a las mercancías tomar pronto el camino del lago o, más comúnmente, el del delta. Para ello, la fastuosa Vía Canópica, con sus pórticos, ofrecía todas las facilidades, y sin duda concentró buena parte del comercio ciudadano. Esta importante calle, que tenía la virtud de poderse alargar indefinidamente, divide la ciudad en dos sectores: al norte, la zona pública y oficial; al sur, los barrios de habitaciones, con una distribución geográfica muy precisa; al oriente, en la parte más tranquila, vivían los griegos, mientras que al occidente se concentraban los egipcios, en torno al santuario de Serapis y cerca de los puertos, donde sin duda muchos de ellos trabajaban. Esta división de la ciudad en barrios raciales o culturales tiene su prolongación en la parte oriental del sector norte, allí donde prácticamente acababa el proyecto primitivo: fue en esa zona donde se instalaron poco a poco los judíos, cuya población no dejará de crecer a lo largo del periodo helenístico. Pero todo el resto de esta zona septentrional se cubre, como hemos dicho, con edificios públicos, de representación y de gobierno. Allí están, en efecto, los gimnasios, el teatro, las tumbas de Alejandro y de los Ptolomeos, e incluso la máxima institución cultural de la urbe y de todo el mundo helenístico: el famoso Museo -residencia de las musas-, con su inmensa biblioteca; y allí también se yergue el conjunto de los palacios, rodeado por un muro y abierto al puerto comercial para gozar mejor de la brisa y controlar directamente la llegada de barcos; no en vano son los reyes quienes monopolizan todo el comercio egipcio. Dentro de tal desarrollo urbanístico y arquitectónico, el ágora, pese a su riqueza decorativa, es ya un elemento perfectamente secundario, mero cruce de calles principales: sus funciones han quedado totalmente repartidas, y las más brillantes se aglomeran en torno al recinto palaciego, como para ponerse bajo la protección de los monarcas. Es lástima que apenas conozcamos de Alejandría otra cosa que la distribución general de sus calles y de sus edificios. Aun así, nos basta para señalar que fue modelo de otras ciudades; su sistema de calle central lo reencontraremos en las grandes urbes sirias, y en particular en los emporios caravaneros; en algunos casos -por ejemplo, en Antioquía y Apamea- pueden apreciarse incluso, en un extremo de la ciudad, el amurallado palacio o la fortaleza del gobernador, casi como una futura alcazaba árabe.
Personaje Religioso
La figura de Cirilo, patriarca de Alejandría, será fundamental en la lucha contra la herejía de Nestorio. Formulará la doctrina de la "unión hipostática" en la que hace referencia a las dos naturalezas de Cristo a la que hace referencia en su obra "Tesoros y diálogos sobre la Santa Trinidad consubstancial". También se enfrentó a los seguidores de Noviciano.