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En la cripta de la catedral de Barcelona se encuentra el sepulcro de Santa Eulalia, una de las obras clave del Gótico peninsular. Se ha atribuido a Andrés Chiesanova, aunque la atribución es bastante dudosa. En la obra podemos observar el trabajo de dos autores, derivados del círculo de Giovanni Pisano y del Maestro de San Miguel in Borgo. Las reliquias de la santa habían sido depositadas en la iglesia de Santa María de las Arenas en el año 877, siendo trasladadas a la nueva catedral gótica en 1339, fecha que se realizaría el sepulcro. Los talleres italianos serán tomados como modelo en esta obra que sigue la organización de urna, representándose en los frentes las escenas relacionadas con la vida de la santa: Eulalia leyendo en casa de unas amigas, su huída a Barcelona, la presentación de la santa ante el emperador Daciano, la flagelación, martirio, muerte, asunción y traslado de las reliquias. En la tapa hallamos las esculturas de la Virgen con el Niño y dos ángeles.
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La ciudad de Beauvais era una de las más florecientes del norte de Francia, en los años inmediatamente anteriores al inicio de la catedral. Cuando se emprende la fábrica, la audacia de los planteamientos arquitectónicos es muy superior al de cualquiera de las catedrales anteriores y contemporáneas. Se persigue una altura para la nave mayor de 48 metros, y el resultado es su desplome en 1284. En la reparación que siguió, para dar mayor solidez a la estructura se dobló el número de soportes. Las obras terminaron en 1328. Lo sucedido supuso el fin del camino en la experimentación arquitectónica gótica, pero para la propia ciudad que tuvo este empeño, el peso económico soportado pudo incidir decisivamente en la pérdida de su antiguo auge.
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La magnífica catedral de Bourges se halla entre los edificios más sobresalientes del siglo XIII. A pesar de su construcción lenta (se comienza hacia 1172 pero se concluye dentro ya del siglo XVI), el plano previsto inicialmente no se modifica y, por lo tanto, en su estado actual es sin duda, por sus dimensiones, el más ambicioso erigido en Francia durante el gótico. A pesar de sus rasgos originales, que suponen el avance por una vía distinta, depende de las experiencias llevadas a término en Chartres. Combina, junto a caracteres de gran modernidad, otros más arcaizantes. Entre los primeros, destaca su original organización del muro interior que visualmente simula la superposición de cinco niveles, cuando en realidad existen los tres genéricos. Esto sucede merced a la altura de la nave central y de los arcos formeros que la separan de las laterales, pues permite obtener desde ésta una perspectiva inusual. Evidentemente esta particularidad es única en Bourges. También es muy original la solución adoptada en las capillas del deambulatorio, a causa de la existencia de la cripta y, asimismo, ya en el exterior, los arbotantes extraordinariamente inclinados, explicables por el gran desnivel existente entre la altura de la nave mayor y las laterales. Entre los rasgos arcaizantes, quizá el que más sorprende es el tamaño relativamente reducido de las ventanas, en un edificio en el que indudablemente todo se ha pensado y medido muy cuidadosamente.
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La catedral del Estado de Brasil quedaría emplazada en un lugar apartado, excluida de los ejes principales que ordenan la ciudad, reforzando así su monumentalidad. Su estructura está cerrada por una corona de 16 pilastras que le aportan un aspecto de flor en el momento de abrirse -también se compara esta estructura con la mano de un sacerdote en el momento de la consagración o, incluso, con una piña-, pilastras cerradas por láminas de vidrio de color. La única nave, de planta circular, está hundida y tiene 70 metros de diámetro, alcanzándose los 40 metros de altura. El acceso al templo se flanquea por cuatro gigantescas estatuas de los Evangelistas. El interior se llena de luces, sombras y colores, lo que hace del simple y esquemático espacio un lugar cargado de espiritualidad y de simbolismo, características que definen los edificios diseñados por Niemeyer en Brasilia.
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En 1097 Burgos, tras un complejo proceso, se establece como sede episcopal, a lo que se une la construcción de una iglesia de estilo románico dedicada a Santa María de la Asunción, que es destinada a catedral. Se trataba de una iglesia de tres naves, que rápidamente se mostró insuficiente. El obispo Mauricio, a principios del siglo XIII, viaja por Europa con el encargo de recoger a la prometida del Rey Fernando III, viaje en el que pudo conocer las construcciones en el nuevo estilo. La insuficiencia del templo románico castellano quedó patente en la boda de Fernando III con Beatriz de Suabia. Estos dos hechos despertaron en el prelado burgalés los deseos de una rápida sustitución del edificio por otro de una suntuosidad similar de los que se estaban realizando en Europa. La construcción se inicia en 1221, avanzando la obra con una gran rapidez, ya que en 1238 el Obispo Mauricio pudo ser enterrado en el ábside, la consagración del templo se produjo en 1260. Se desconoce el nombre del maestro que proyectó el nuevo edificio, aunque en alguna ocasión se ha apuntado la posibilidad de que fuera uno de los discípulos del Maestro Ricardo, arquitecto de Las Huelgas, ya que se advierten influencias normandas. El proyecto original era una planta de tres naves, tal y como se habían resuelto las catedrales de Sigüenza y la de Cuenca, con crucero resaltado en planta al que se abrían capillas laterales. Antes de mediar el siglo XIII se hace cargo de las obras el Maestro Enrique, hasta su muerte en 1277. Este maestro había trabajado en la catedral de León. A él corresponde la transformación de la cabecera, disponiendo un profundo presbiterio de tres tramos, rodeado de una amplia girola, a la que se abren cinco amplias capillas poligonales, precedidas por dos capillas rectangulares a cada lado, tal y como se había realizado en Reims. La amplitud que se concede al presbiterio planteará en el futuro un complejo problema respecto de la ubicación del coro, que se acabará resolviendo como en la catedral de Toledo, situándole en la nave central, entre el crucero y los tramos de los pies del templo. Tras el Maestro Enrique trabaja en Burgos Juan Pérez, que muere en 1296. Con él los trabajos llegan hasta la fachada, terminada en el siglo XV. La fachada principal se dispone con tres portadas y torres laterales, mientras que las fachadas del crucero lo hacen con una única portada, la puerta del Sarmental y la de la Coronería. El claustro se dispuso en el lado meridional, obligado por la topografía del terreno y la disposición de la muralla de la ciudad, que no permitían otra ubicación. El aspecto original de la catedral no difería grandemente de las francesas, fue con la ampliación y arreglos que se realizan en el siglo XV cuando su fisonomía cambia. Durante el siglo XIV los trabajos avanzan lentamente, y es en el XV cuando se le da un nuevo impulso. En 1442, Juan de Colonia fue requerido para las obras de la catedral por el arzobispo Alonso de Cartagena. Su origen germánico propicia la entrada del gótico flamígero en España. A él se debe el diseño de las dos torres y sobre todo el cuerpo de remate en aguja calada. Igualmente realiza las capillas de la Visitación y la de Santa Ana, y la traza del primitivo cimborrio, iniciando en la misma ciudad la construcción de la cartuja de Miraflores. Sin embargo el arquitecto más representativo de la escuela burgalesa es Simón de Colonia, que prosigue las obras emprendidas por su padre, y cuya actividad se inicia hacía 1480. Su estilo se caracteriza por la fusión de las formas nórdicas con las tradiciones islámicas. Su obra capital es la Capilla del Condestable, de planta octogonal, en la que se consigue el concepto espacial grandioso de la arquitectura gótico germánica. En esta obra anticipa el concepto del espacio de las construcciones góticas del siglo XVI, en las que se mezclan formas flamígeras, como en el cimborrio con elementos de la tradición islámica, entre los que destaca la plementería en la bóveda calada , que tiene su lejano precedente en modelos almorávides. La catedral de Burgos reúne la rica variedad de formas que aparecen sucesivamente en los siglo XIII, XIV, XV y XVI. Se inspira en las catedrales francesas pero no se parece a ninguna de ellas. Si las flechas de las torres tienen aspecto francés, la articulación del espacio es nórdico y el cimborrio típicamente plateresco. En 1984 la UNESCO declara a la Catedral de Burgos Patrimonio de la Humanidad.
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Dedicada a Santa María, patrona de la ciudad, la catedral de Burgos sorprende al visitante por sus espectaculares agujas. Su construcción se comenzó en 1221, por iniciativa del rey Fernando III y el obispo Mauricio. Consagrada en 1260, sus obras no finalizaron hasta el siglo XVI. La catedral burgalense es una de las construcciones más importantes de la arquitectura gótica en España. Su grandiosa apariencia externa está en justa correspondencia con la espectacularidad de su interior, con numerosas capillas y elementos ornamentales. Son muchos los personajes enterrados bajo estas piedras, pero, sin duda, el más conocido de todos es el Cid.
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La catedral de Burgos se levantó gracias al empeño del obispo Mauricio, siendo colocada la primera piedra el 20 de julio de 1221, en presencia del rey Fernando III. Originalmente, en planta encontramos una iglesia de tres naves, con estructura de cruz latina, muy marcado el crucero con una sola nave, una girola recorriendo el ábside central y numerosas capillas que se abren a la girola. La puerta principal se denomina Puerta Real y se encuentra a los pies del templo, flanqueada por dos torres gemelas. A ambos lados del crucero se abren dos puertas: la del Sarmental, realizada en el siglo XIII, y la portada de la Pellejería, obra de Francisco de Colonia, del siglo XVI. Para salvar el desnivel entre este acceso y el interior de la catedral, Diego de Siloe construyó la espectacular Escalera Dorada. A lo largo de los siglos se han realizado diferentes añadidos en la planta original. Observamos dos claustros, a los pies del crucero el menor, incompleto y alterado por la construcción de las capillas de Cristo, de la Presentación y de la Visitación, terminada hacia 1446, guardando en su interior el sepulcro de don Alonso de Cartagena; el mayor, casi cuadrado, abarca desde el brazo derecho del crucero hasta la cabecera. A este claustro se accede por una puerta gótica del siglo XIII con dos hojas, cuyos relieves se atribuyen a Gil de Siloe. A este claustro se abren dos importantes capillas: la de Santa Catalina y la del Corpus Christi, ambas levantadas en el siglo XIV. Pero, sin duda, la capilla más importante de la catedral es la del Condestable, erigida por Simón de Colonia hacia 1500. Fue fundada por los Condestables de Castilla, don Pedro Fernández de Velasco y doña Mencía de Mendoza, su esposa. Destaca la bella bóveda de doble estrella, la interior calada para permitir el paso de la luz, los emblemas heráldicos, el sepulcro exento de los condestables, elaborado en mármol de Carrara por Felipe Vigarny, y el espectacular retablo de Vigarny y Siloe. El magnífico cimborrio del crucero se finalizó en 1567. Vino a sustituir uno anterior que cedió por el peso. Juan de Vallejo es el autor de la espectacular bóveda estrellada y calada. Frente al coro encontramos una de las capillas más grandes: la capilla de la Concepción y de Santa Ana, construida por Hans y Simón de Colonia; en ella destaca el magnífico retablo realizado por Gil de Siloe hacia 1492. A su lado se halla la capilla de Santa Tecla, trazada en el siglo XVIII por Andrés Collado. Se cubre con una bóveda ciega y se adorna con un espectacular retablo. Al exterior, sobresalen las torres realizadas por Juan de Colonia, agujas de piedra calada, luego reforzada con metal, cuyo origen está en los planos entonces no realizados de la fachada de la catedral de Colonia.