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La nave central de la catedral de Barcelona presenta doble anchura que las laterales y se cubre con bóvedas de crucería con las claves labradas. Las obras de cubrición de las naves se realizó entre 1379 y 1381.
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La fachada de la catedral de Barcelona fue proyectada por el maestro Carlí en 1408 y continuada, siguiendo términos similares, a finales del siglo XIX por el arquitecto José Oriol Mestres, gracias a la colaboración económica del señor Girona y sus hijos. En 1913 Augusto Font concluyó el cimborrio, las torres laterales y la fachada principal que presenta cinco puertas.
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Las obras de la actual catedral gótica se iniciaron el 1 de mayo de 1298, durante el pontificado del obispo Bernat Pelegrí y el reinado de Jaime II. Fueron prácticamente acabadas a mediados del siglo XV, en tiempos del obispo-patriarca Climent Sapera, siendo rey de Aragón Alfonso V.
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La catedral de Barcelona presenta planta de salón, con 91 metros de largo y 40 de anchura, tres naves y cabecera con girola a la que se abren nueve capillas. Entre los contrafuertes se ubican dobles capillas; en los brazos del crucero se sitúan los campanarios octogonales y otra torre a los pies, evocando la posición de los clavos de Cristo en la Cruz. En el costado meridional se dispone un claustro rectangular rodeado de 22 capillas.
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La fachada de la catedral de Barcelona fue proyectada por el maestro Carlí en 1408 y continuada, siguiendo términos similares, a principios del siglo XX por el arquitecto José O. Mestres, gracias a la colaboración económica del señor Girona y sus hijos. En 1913 se concluyó el cimborrio, las torres laterales y la fachada principal que presenta cinco puertas.
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En 1519, con ocasión de la investidura de los caballeros de la Orden del Toisón de Oro por el emperador Carlos, el cabildo de Barcelona encargó a Bartolomé Ordóñez terminar el coro de su catedral, para el que realizó unos relieves con los temas del Juicio y Martirio de Santa Eulalia y otras escenas bíblicas en los que se produce, en beneficio de una concepción nítidamente clásica, el rechazo a los recursos expresivos y patéticos de la imagen religiosa planteados por otros artistas contemporáneos. En estos relieves, situados en los intercolumnios de unos órdenes clásicos, la concepción monumental de la figuración contribuye a una ordenación rigurosa del espacio compositivo donde se percibe el conocimiento de Ordóñez de los relieves clasicistas de Miguel Angel. La disposición de las figuras, sus perfiles clásicos y el tratamiento formal de los paños logran presentar una escena de martirio conforme a unos criterios altamente idealizados, completamente ajenos al contexto gótico del resto del coro, al presentar una visión serena y majestuosa de la imagen religiosa acorde con el gusto clásico por el que optó el mundo de la corte.