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El año 1886 será especial para Cézanne. Este año se casará con su compañera Hortense Fiquet -con la que llevaba casi veinte años conviviendo- y fallecerá su padre, lo que le asegurará una sólida estabilidad económica al recibir la cuarta parte de la herencia, unos 400.000 francos. También supondrá la ruptura con su buen amigo Zola a raíz de la publicación de la novela "La obra" protagonizada por un pintor genial que acaba suicidándose, pintor que es didentificado como el propio Cézanne. La mayor parte del tiempo lo pasará el maestro provenzal en Gardanne, pintando los paisajes cercanos a la montaña de Sainte-Victoire, motivo único de sus últimos paisajes. En esta imagen nos presenta una casa entre los árboles, organizando el paisaje en líneas horizontales de diferentes tonos con las que consigue la perspectiva. De esta manera, la organización del espacio resulta conseguida gracias al color, aplicándose la teoría cezanniana de que "la forma alcanza sólo su plenitud cuando el color posee mayor riqueza". Las siluetas de los diferentes elementos del paisaje se remarcan con líneas oscuras, en sintonía con la obra de Gauguin. La búsqueda de la luz y las atmósferas que identifica la pintura de Monet ha sido superada por el maestro de Aix, al interesarse por la construcción formal del paisaje, teoría de será continuada por los cubistas liderados por Picasso.
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En 1862 Fortuny decide viajar de nuevo a Marruecos, oficialmente para continuar con la toma de apuntes y bocetos para los cuadros de batallas, aunque advertimos en su espíritu un innegable deseo de tomar nuevo contacto con la luz y el ambiente africanos. Fueron cuatro meses instalado en Tetuán y viajando constantemente en compañía de Ferrachi, su guía, ayudante y modelo, aprendiendo árabe y vistiendo con chilabas e indumentarias marroquíes para conocer mejor los ambientes del país. Fruto de estas andanzas han quedado numerosos apuntes, bocetos y acuarelas como esta bella escena urbana donde la luz ocupa el papel protagonista, anticipándose a los trabajos impresionistas. Fortuny nos presenta unas casas al atardecer, creando acentuados contrastes lumínicos que refuerzan el volumen y el naturalismo de la escena, empleando tonalidades coloreadas para las sombras como también harán Monet o Pisarro. El dibujo exquisito de otros trabajos - véase la Odalisca - deja paso a una sensación ambiental y atmosférica que transmite su admiración hacia la luz africana.
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El verano de 1882 - el último de su vida - transcurrió para Manet tranquilamente en la casa alquilada a Labiche, en la localidad de Rueil. La enfermedad impedía la mayor parte de los movimientos del pintor, por lo que tomó como modelo la casa, interesándose por el estudio de la luz y acercándose a los trabajos de Monet y Renoir. De esta manera muestra su atracción por el Impresionismo, al recurrir a conceptos característicos de este movimiento. La pincelada rápida - pequeños toques de color -, tonalidades complementarias, el uso de sombras coloreadas y el interés por mostrar la luz de un momento determinado del día, creando una atmósfera de naturalidad, son los conceptos que definen la pintura impresionista y que se aprecian claramente en esta delicada imagen, plena de frescura y tranquilidad. Incluso la ausencia de figuras humanas rompe con lo que nos tenía acostumbrados el artista hasta ahora, ya que en todas sus obras - excepto en las naturalezas muertas - la figura es la gran protagonista y no el paisaje. El enfoque fotográfico vuelve a hacer acto de presencia al cortar los planos pictóricos, como se aprecia en el árbol que protagoniza la escena o las hojas de la derecha, suprimiéndose sus troncos.
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Las enfermedades de Manet - ataxia y sífilis, que impedían la mayor parte de sus movimientos - motivaron que en el verano de 1882 alquilara una casa en Rueil, pasando en este lugar desde julio hasta octubre. El artista no la encontró ni cómoda ni grata, sintiéndose irritado con el jardincillo que tenía delante, precisamente la imagen que aquí contemplamos. Dos fueron las vistas de la casa que realizó, presididas por el árbol y la clásica entrada. Pero la gran protagonista de esta composición es la luz, tomada posiblemente del natural - situándose claramente en la órbita de Monet y Renoir, aunque no alcanzaría la luminosidad de los impresionistas - y la sombra coloreada, en tonalidades malvas. El colorido es muy vivo, aplicado con una pincelada empastada, sin olvidar su exquisito dibujo, presente en toda su producción. Con estas obras, Manet abandona definitivamente el Realismo en el que se inició y se acerca a los postulados impresionistas aunque mantiene su independencia.
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Se trata de uno de los muchos ejemplos iniciales donde Dalí muestra su lado más sentimental hacia la cultura catalana. A primeros de siglo, el teórico Eugenio D'Ors desde el diario catalán "La Veu de Catalunya" se había encargado de lanzar el ideario del noucentisme, donde valores como el mediterraneísmo, el clasicismo o la recuperación mistificada entre la pequeña burguesía y lo rural eran algunos de sus postulados más sobresalientes. En estos momentos, el noucentisme en Cataluña está plenamente asentado y encuentra en el joven Dalí uno de sus nuevos representantes. Es una época en la que presenta temas populares llenos de secuencias de gitanos, escenas de feria, de mercado o como ésta, un día familiar en la típica masía catalana. Es una prueba más de su incorporación a la vida local y a las costumbres populares en donde la familia es uno principales valores. Dentro de los postulados noucentistas, parte de la sociedad catalana -en concreto, esa burguesía que vivía en la ciudad pero que añoraba el campo- se mantenía en el mito de lo rural como origen. La familia viene a ser una metáfora de la sociedad para la burguesía y del mismo modo que se quiere una sociedad armoniosa sin conflicto se aboga por una imagen bucólica de la familia. Precisamente, Dalí presenta en este dibujo la visión de su propio clan familiar, donde toda la escena transcurre acompasadamente. Se trata de un estilo caricaturesco, de contornos sencillos, escenas que rondan lo satírico como los dibujos de otro gran representante del noucentisme, el dibujante, grabador y pintor Xavier Nogués. Dalí se inspira también en la tradición del arte popular y en las composiciones de su amigo Ramón Pichot.
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Esta casa, que parece no serlo, posiblemente por su mismo afán de transparencia, es, sin embargo, un discurso arquitectónico, una meditación sobre lo menos es más o sobre el casi nada, por utilizar palabras de Mies. Un reduccionismo lingüístico y espacial que se compone como una villa palladiana, aunque no se eleva sobre una plataforma, sino sobre el vacío, aunque no use columnas sino vigas blancas que funcionan como una pantalla que parece envolver el lugar de la transparencia, es decir, el espacio de la casa, el espacio del vacío. Un vacío que su colaborador y admirados Philip Johnson llenaría de intimidad, intentando emular al maestro, en su propia casa, la Glass House de New Canaan (1949).
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La residencia veraniega de la familia Garí presenta ya muchos de los elementos estructurales y decorativos que distinguirán la arquitectura de Puig i Cadafalch.