Rafael realiza con este retrato el inquietante reflejo de una personalidad sibilina de su tiempo. La osadía del pintor le lleva a mostrar la mirada calculadora y astuta de uno de los más poderosos personajes de la Corte vaticana, que regía en aquellos años como una auténtica Corte mundana, que intervenía en todos los asuntos del resto de Europa (motivo que llevó a Carlos I a tomar y saquear la ciudad santa, como un enemigo político más). Rafael pone aquí lo mejor de su arte retratístico en una figura tomada de medio cuerpo, destacada sobre un fondo neutro que resalta el rojo de la seda que conforma sus vestidos. El rojo a su vez realza la suave carnación de manos y rostro, que sorprende por su dureza y lejanía hacia el espectador.
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acepcion
En el siguiente escalafón de la organización de la Iglesia, después del Papa se encuentran los cardenales. Son nombrados por éste y todos ellos integran el Sacro Colegio Cardenalicio. Cuando muere el Sumo Pontífice son los encargados de formar un cónclave y designar a su sucesor. Aunque el Papa no tiene la obligación de consultarles, éstos suelen ser sus consejeros. Este título tiene su origen en los concilios de Nicea y se escogió para designar al dirigente de cualquier catedral, aunque luego se restringió al clero de Roma.
obra
Invitado por el papa Paulo III, en octubre de 1545 Tiziano se trasladó a Roma tras pasar una temporada en Urbino. Durante esta estancia en Roma se alojará en el Belvedere y será honrado con la concesión de la ciudadanía romana. Los encargos también serán numerosos, retratos a excepción de la Dánae. Entre estos retratos destaca el del cardenal Alessandro FarneseAlessandro Farnese (1520-1589) era hijo de Pier Luigi Farnese y nieto del papa Paulo III. Había sido nombrado cardenal por su abuelo pero no pudo ser su sucesor cuando éste falleció en 1549, aspirando también al pontificado en 1572. A pesar de no ser elegido papa en ninguna ocasión, no dejó de ser uno de los personajes más influyentes en la política romana, sintiendo especial adición por la cultura y el arte, protegiendo entre otros a El Greco.El cardenal aparece con su característico birrete y hábito cardenalicio en colores rojos, dirigiendo su inteligente mirada al espectador. Precisamente será en el gesto y la expresión donde centra su atención el maestro veneciano, captando la psicología de su modelo. Para que el espectador no sienta atracción hacia los elementos del fondo suprime éste e impacta la figura con un potente foco de luz, resaltando los brillos de las sedas. La economía de colores no resta solemnidad al retrato, resultante impactante el contraste entre tonalidades rojas, blancas y negras. Las pinceladas son rápidas, aplicando el color de manera fulgurante por lo que en algunas ocasiones será criticado.El cardenal Alessandro será uno de los principales protagonistas del retrato de grupo protagonizado por el papa Pablo III y sus nietos.
obra
A través del siglo XVIII hubo numerosos pintores italianos empleados por patrones españoles y buena parte de ellos trabajaron durante toda su vida en España. Por consiguiente, existe un inmenso conjunto de lienzos italianos de aquella época, e incluso pinturas murales, en las residencias reales. Andrea Procaccini llegó a ser no sólo pintor de la corte, sino también consejero artístico al servicio del primero de los reyes borbónico españoles, Felipe V, y sugirió la adquisición de muchas de las obras actualmente en el Prado y en el Palacio Real de Madrid. Este lienzo fue legado por el conde de la Cimera en 1944 al Museo del Prado.
obra
Este magnífico retrato fue realizado por Velázquez en su estancia romana del año 1650, junto a los de Juan de Pareja o el llamado Barbero del Papa. Aunque el pintor había acudido a la capital italiana para adquirir obras de arte, pudo demostrar con estas imágenes su capacidad como retratista ante toda la curia pontificia, la aristocracia y los demás artistas de la Ciudad Eterna.El cardenal Camillo Astalli Pamphili tuvo un ascenso fulgurante debido a ser pariente lejano de la corrupta y tiránica Olimpia Maidalchini, cuñada del papa Inocencio X. Como resultó ser bastante incompetente, el cardenal tuvo una caída tan rápida como fue su encumbramiento. Ese carácter de hombre vanidoso e inutil ha sido captado por Velázquez a la perfección, obteniendo así un excelente retrato en el que cabe destacar el rojizo colorido de las telas y la escasez de pinceladas con las que aplica el óleo, obteniendo un efecto magistral, como si estuviésemos ante el tiránico personaje. El colocar la figura sobre un fondo neutro es un recurso que venía siendo utilizado desde el Renacimiento, especialmente por Tiziano.
Personaje
Religioso
Político
Don Gonzalo Jiménez de Cisneros nació en la localidad madrileña de Torrelaguna el año 1436. Como muchos de los miembros de la clase hidalga, el joven Gonzalo inició carrera eclesiástica, cursando estudios en Roa para después trasladarse a Alcalá de Henares, una de las ciudades más importantes y vinculadas a su vida. Posteriormente se trasladó a Salamanca para estudiar teología y derecho, finalizando su carrera estudiantil en Roma, adonde marchó para perfeccionar en administración eclesiástica. Tras el fallecimiento de su padre regresa a España y consigue el arciprestazgo de Uceda, enfrentándose con el arzobispo de Toledo, lo que significó el encarcelamiento de don Gonzalo durante varios años. A pesar de su reclusión, Cisneros no renunció a su cargo, en el que fue mantenido por el cardenal Gónzalez de Mendoza. En el año 1480 recibe la capellanía mayor de la catedral de Sigüenza, iniciando su prestigiosa carrera eclesiástica y política. Movido por la piedad, cuatro años más tarde decide ingresar en la Orden Franciscana, cambiando el nombre de Gonzalo por el de Francisco. El convento de Castañar será donde realice el noviciado para pasar más tarde al de La Salceda donde será elegido superior. Su escalada no finaliza ahí ya que en el año 1492 la reina Isabel le elige como confesor siguiendo los consejos del ahora arzobispo de Toledo, el cardenal González de Mendoza, primer protector de Cisneros. Dos años más tarde es elegido provincial de la Orden Franciscana para Castilla, convirtiéndose en el principal consejero de la reina católica. El fallecimiento del cardenal Mendoza le permitirá acceder al arzobispado de Toledo, uno de los puestos más importantes en la política española. La ideología reformista de Cisneros le permitirá realizar una interesante labor pastoral en la provincia de Toledo, convocando varios sínodos diocesanos y recibiendo la orden del papa Alejandro VI de reformar los religiosos hispanos al ser nombrado visitador de los franciscanos (1496) y de las órdenes mendicantes (1499). Por estas fechas, Cisneros contaba con el total apoyo de los reyes por lo que le fue encomendada una importante misión: evangelizar a los musulmanes de la recién conquistada provincia de Granada. Los métodos represivos empleados por el cardenal cumplieron su objetivo ya que fueron varios miles los musulmanes que recibieron el agua del bautismo, convirtiéndose en cristianos. Don Francisco abandonó paulatinamente la labor pastoral para dedicarse a los asuntos políticos, espoleado por la complicada situación que vivía Castilla tras el fallecimiento de la reina Isabel en 1504. Juana heredaba la corona castellana según el testamento real, en el que se incluía una cláusula por la que Juana debía ceder sus derechos a su padre, Fernando el Católico, en caso de trastornos mentales. Esta situación provocaba una enorme tensión ya que el país se dividía en dos bandos: los partidarios del Católico y los que veían en Felipe, el esposo de Juana, la solución a sus problemas. La solución temporal llegó con la retirada de Fernando a sus estados de Aragón y el acceso de Felipe a la corona, solución transitoria ya que Felipe fallecía en el mes de septiembre de 1506 de manera repentina. Cisneros se erige desde ese momento en el regente de Castilla con dos objetivos muy claros en su política: el inmediato regreso de Fernando a Castilla y el mantenimiento del orden nobiliario, encaminados ambos al fortalecimiento del poder real. El regreso del rey católico a Castilla beneficiará a Cisneros que consigue el cardenalato en 1507 gracias al apoyo real. Su participación en episodios militares se incrementará en estas fechas ya que se ofreció en ayuda del rey para las campañas de Africa, llegando a intervenir personalmente en la campaña de conquista de Orán, plaza que pasó a depender del arzobispado de Toledo. Su papel en la política castellana se afianzó al obtener el cargo de Inquisidor General, una de las piezas clave en la política del momento al tener bajo su mando al temido y respetado Santo Oficio En 1516 fallece Fernando el Católico y Cisneros vuelve a ser nombrado regente de Castilla mientras el hijo natural de Fernando, Alonso, es nombrado regente de Aragón. Quizá sean estos momentos los más difíciles de su carrera ya que se tendrá que enfrentar a diversas sublevaciones nobiliarias, aprovechando el "vacío de poder", con el fin de recuperar sus privilegios perdidos durante el reinado de Isabel. Para evitar conflictos decidió organizar una milicia urbana que recibió el nombre de Gente de la Ordenanza. Serán estas las tropas que, según cuenta la leyenda, mostró a sus enemigos al mismo tiempo que manifestaba: "Estos son mis poderes" cuando los nobles preguntaban al cardenal que en que basaba su legitimidad. Cierta la leyenda o no, lo que debemos considerar es el deseo de Cisneros de mantener su política centralista y de fortalecimiento del poder real, objetivo que consiguió con creces. A esta revuelta interna se suman los intentos de los colaboradores flamencos del rey Carlos I por intervenir en la política castellana así como graves conflictos exteriores: deseos por parte de Francia de tomar Navarra y presiones de los corsarios berberiscos en el norte de Africa. Las soluciones aportadas por Cisneros siempre resultarán satisfactorias, desempeñando un papel fundamental en estos turbios años. El cardenal fallecía en Roa (Burgos) el 8 de noviembre de 1517, cuando iba al encuentro del nuevo monarca, Carlos I. La muerte del eminente político le sirvió para no recibir la humillación que tenían preparada los colaboradores flamencos: su inminente renuncia a todos sus cargos, poco elegante manera de agradecer los desvelos de don Francisco por mantener el control del país. La faceta de gobernante de Cisneros no oculta una de sus más importantes empresas: la fundación de la Universidad Complutense en Alcalá de Henares en 1507 con una orientación pedagógica más renovadora, contando con la inestimable participación de Antonio de Nebrija entre los profesores.
obra
La estancia de Fortuny en Granada quizá sea la más productiva de su vida, acercándose a los maestros españoles Ribera, Velázquez y Goya, sintiendo especial admiración por éste último, cuya influencia parece presente en este lienzo que contemplamos, posiblemente una fantasía eclesiástica protagonizada por un cardenal en el momento de elevar la hostia consagrada al Altísimo. El estilo preciosista que caracteriza las obras oficiales de Fortuny deja paso a una pincelada rápida y empastada donde el boceto gana espacio al dibujo y las luces se convierten en elementos principales de la composición, resbalando por las tonalidades blancas y rojas del hábito del religioso. La escena tiene lugar en un templo, apreciándose la mesa del altar cubierta por un tapete blanco mientras que la penumbra del fondo impide contemplar cualquier referencia espacial. Este tipo de trabajos le consagrará como un maestro aunque se aleje del circuito comercial al que estaba sometido, provocando un intenso debate en el ánimo del artista.
obra
Goya conocía al cardenal desde que era un niño, ya que era el hermano mayor de la Condesa de Chinchón, hijo por lo tanto del infante don Luis, el primer mecenas del pintor. Gracias a la boda de su hermana con Godoy, la familia pudo volver a emplear el apellido Borbón y se les concedió la grandeza de España. Don Luis fue nombrado Cardenal y Arzobispo de Toledo, llegando en 1814 a ser Regente de España, momento en el que otorgará permiso y dinero a Goya para que pintara los míticos cuadros del Dos de Mayo y el Tres de Mayo.La figura aparece en pie, vistiendo los hábitos cardenalicios de color rojo, con un misal en la mano derecha. Porta las condecoraciones de su nuevo cargo así como la Orden de Carlos III y la del Saint Esprit. Siguiendo con la influencia de Velázquez, Goya ilumina la figura con un potente foco de luz procedente de la izquierda que deja el fondo en penumbra, omitiendo colocar referencias de la estancia. Hace alusión a los detalles pero sin demasiada importancia porque su interés se centra en el rostro del modelo, captando su personalidad.La reducción de la gama cromática empleada - rojos y blancos - es un acicate más para poder catalogar este retrato como uno de los más significativos entre los que guarda el Museo del Prado.
obra
Entre los retratos realizados por El Greco destaca el del Cardenal don Fernando Niño de Guevara, uno de los personajes toledanos más ilustres de su tiempo. Miembro del Consejo de Castilla y Presidente de la Chancillería de Granada, fue nombrado Cardenal en 1596, Inquisidor General en 1599 y Arzobispo de Sevilla en 1600, falleciendo nueve años después. Visitó Toledo en numerosas ocasiones, una de ellas entre febrero y marzo de 1600, fecha en la que se supone fue realizado este excelente retrato. Don Fernando está enterrado en el Convento de San Pablo Ermitaño de Toledo, considerándose que sobre su tumba se colocaría el retrato que le hizo Doménikos. En 1632 aparece documentado en la colección del sobrino del Cardenal, quien lo legaría a sus descendientes. El cardenal aparece representado de cuerpo entero, sentado sobre un sillón que se sitúa en diagonal para otorgar mayor movimiento y volumen al conjunto. La pared está decorada con tonos dorados y se observa una puerta de madera que cierra la composición. El mármol tricolor del suelo acentúa el efecto de profundidad, recurso muy habitual en el Quattrocento. El viejo Inquisidor nos mira atentamente a través de sus antiparras, con una mirada severa e interrogante. Ahí radica el esplendor de la imagen, en la facilidad de El Greco para captar la personalidad de sus modelos, siendo considerado como "el pintor del alma". Los atributos cardenalicios destacan por la perfección con que han sido representados: el hábito de seda encarnada y encajes blancos, el sillón de terciopelo rojo, hacen juego con los zapatos de don Fernando y con el hábito, cuatro anillos en las manos... No se le escapa ningún detalle para conformar uno de sus mejores retratos. Doménikos buscó su fuente de inspiración en los retratos de papas realizados por Rafael y Tiziano, añadiendo el aparato de las imágenes reales en un resultado extraordinario.