Los testimonios más antiguos de la ocupación humana en Cardona corresponden al Neolítico, continuándose el poblamiento durante los periodos ibérico y romano. Ya en el siglo I Plinio el Viejo hace referencia a la "Montaña de sal", uno de los hitos de la villa. Entre los siglos VIII y XVI el castillo y la población jugarán un importante papel en la historia de Cataluña. En el año 985 Almanzor destruye la población. Al año siguiente, el conde Borrell II otorgará a la villa la carta de Repoblación con el fin de repoblar las tierras de Cardona y su entorno. Será a finales del siglo X cuando los vizcondes de Osona se establecen en el castillo. A lo largo de la Edad Media se convertirán en una de las familias más prestigiosas de la corona de Aragón. La protección que ofrece el castillo va a permitir la creación de una próspera villa al pie de la fortaleza, experimentando un importante crecimiento demográfico entre los siglos XIII y XIV, crecimiento que irá parejo a un significativo esplendor económico. Durante los siglos XVII y XVIII Cardona atraviesa un periodo de crisis. El castillo se convierte en una fortín y en la villa se continuarán, aunque en menor medida, las actividades artesanales y agropecuarias, junto a la explotación de las salinas. Será en los siglos XIX y XX cuando Cardona recupere el esplendor que vivió en época medieval. La construcción de fábricas textiles y la explotación de las minas de potasio permitirán una significativa transformación de la villa. Por desgracia, en la década de los 70 del siglo XX se inició un periodo de crisis provocada por el cierre de un buen número de industrias textiles, crisis que se verá agravada con el cierre de la mina de sal en 1990. Hoy Cardona es una población con más de 5.000 habitantes. Entre su patrimonio artístico sobresale el castillo y la iglesia de San Vicente.
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Personaje
Pintor
El nombre italiano de este pintor era Carducci, pero desde muy joven se trasladó, junto a su hermano Vincenzo, a la Corte española, donde castellanizó su apellido por Carducho. Vincenzo, de nueve años, se convertiría en pintor como Bartolomé, con quien colaboró a lo largo de su vida. Bartolomé se especializó en pintura religiosa, para abastecer la ingente demanda creada por Felipe II para decorar su palacio-monasterio de El Escorial. Llegó a este palacio como ayudante de Federico Zuccaro, otro italiano encargado de la decoración al fresco de sus paredes. Felipe II gustaba mucho de la pintura italiana, por lo que una gran cantidad de pintores de esta nacionalidad se trasladaron a España, donde no sufrían la feroz competencia del mercado italiano, absolutamente saturado de artistas nacionales y extranjeros. Carducho practicó un Manierismo monumental, en la estela de Miguel Ángel, estilo que triunfó en la Corte española durante varias décadas.
Personaje
Pintor
Hermano del también pintor Bartolomé Carducho, viajó con éste a España cuando tan sólo tenía nueve años. El motivo del traslado era la magna obra emprendida en El Escorial, que requería abundante mano de obra para decorar al fresco sus muros. Dado el gusto artístico del monarca Felipe II, los pintores italianos fueron muy bien recibidos. Vicente se educó, pues, en el último Manierismo practicado por su hermano mayor y otros pintores de la Corte como Zuccaro, Tibaldi o Navarrete el Mudo. Comenzó su labor profesional ya en el Barroco madrileño, entrando en competencia con la máxima figura de la Corte, Velázquez. Entre ellos se estableció una feroz rivalidad, que quedó recogida en el velado ataque del italiano al español en su tratado Diálogos de la Pintura, una de las primeras obras españolas que se ocupa de pintores españoles e italianos, sus biografías y estilos. El origen de este singular tratado existe en la educación a la italiana que recibió Vicente, puesto que en España el oficio de pintor se consideraba vil por su manualidad y jamás se había estudiado tal condición como una habilidad intelectual.
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La carga de profundidad es el arma antisubmarina por excelencia, siendo a la vez extraordinariamente simple. Básicamente consistía en un recipiente metálico en forma cilíndrica que contenía explosivos y en un fusible detonador que se accionaba en función de la profundidad basada en la presión hidrostática. Desarrolladas por la Royal Navy en 1916, la eficacia de las cargas fue mayor durante la I Guerra Mundial, pues los submarinos no podían operar a grandes profundidades. La US Navy comenzó a desarrollar su propio tipo de carga de profundidad a comienzos de 1917, resultando aun muy poco conseguida como para ser eficaz en combate. Es por esto que inicialmente acabaran adoptando la carga utilizada por los británicos. Algo más tarde, las investigaciones dieron sus frutos, logrando el desarrollo de una carga de profundidad capaz de detonar a una profundidad de hasta 300 pies (90 metros), portando 135 kilos de explosivo. En el periodo de entreguerras las cargas de profundidad apenas fueron desarrolladas, con la excepción de una variante de 270 kilos de peso. A comienzos de la II Guerra Mundial las cargas que se utilizaban eran prácticamente las mismas que en el conflicto anterior. Las investigaciones se centraron entonces en incrementar la profundidad que podían alcanzar y en aumentar la velocidad de lanzamiento e inmersión de las mismas. Dos fueron los modelos básicos usados durante la II Guerra Mundial: Mark 6 y Mark 9, siendo este último el más eficaz en la lucha antisubmarina. La Mark 6, la más antigua, tenía forma cilíndrica y era de dimensiones variables: aproximadamente 28 pulgadas de largo y 18 de diámetro. Llevaban 272 kilos de TNT, que después se incremenetaron hasta 300. Su lanzamiento se producía originalmente sobre raíles, pero posteriormente se usaron los K-Gun para proyectarlas. Los E.E.U.U. abandonaron el uso de cargas de profundidad después de la II Guerra Mundial, prefiriendo utilizar torpedos y, posteriormente, explosivos de proximidad.
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Las cargas de profundidad tipo Mark 9 y 14 fueron un desarrollo posterior de la Mark 6, siendo el último tipo aparecido. La novedad con respecto a las anteriores era que acumulaban el peso en su parte delantera, lo que incrementaba la velocidad a la que se hundían y mejoraban su trayectoria subacuática. Las modificaciones del lastre y de las aletas del terminal fueron hechas para acelerar el hundimiento, pero esto redundó en una menor carga explosiva, que ahora era de 90 kilos de TNT o HBX. Las dimensiones eran las mismas que las de las Mark 6. El uso de cargas de profundidad era específico de los destructores de escolta y otros buques de guerra antisubmarina. Generalmente eran lanzadas varias cargas en una rápida sucesión para conseguir un patrón de datos acerca de la profundidad, anchura, y longitud, aumentando así la probabilidad de destruir al submarino enemigo.