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CAPÍTULO V Envía el gobernador por Juan Ortiz La relación que hemos dado de la vida de Juan Ortiz tuvo el gobernador, aunque confuso, en el pueblo del cacique Hirrihigua, donde al presente lo tenemos. Y antes la había tenido, aunque no tan larga, en La Habana, de uno de los cuatro indios que dijimos había preso el contador Juan de Añasco cuando le enviaron a que descubriese la costa de la Florida, que acertó a ser vasallo de este cacique. El cual indio, cuando en su relación nombraba en La Habana a Juan Ortiz, dejando el nombre Juan porque no lo sabía, decía Orotiz, y como a este mal hablar del indio se añadiese el peor entender de los buenos intérpretes que declaraban lo que él quería decir, y como todos los oyentes tuviesen por principal intento el ir a buscar oro, oyendo decir al indio Orotiz, sin buscar otras declaraciones, entendían que llanamente decía que en su tierra había mucho oro, y se holgaban y regocijaban sólo con oírlo nombrar, aunque en tan diferente significación y sentido. Pues como el gobernador se certificase que Juan Ortiz estaba en poder del cacique Mucozo, le pareció sería bien enviar por él, así por sacarlo de poder de indios como porque lo había menester para lengua e intérprete de quien se pudiese fiar. Para lo cual eligió un caballero natural de Sevilla, nombrado Baltasar de Gallegos, que iba por alguacil mayor de la armada y del ejército, el cual, por su mucha virtud, esfuerzo y valentía, merecía ser general de otro mayor ejército que aquél. Y le dijo que, con sesenta lanzas que llevase en su compañía, fuese a Mucozo y de su parte le dijese cuán agradecidos estaban él y todos los españoles que consigo tenía de la honra y beneficios que a Juan Ortiz había hecho y cuánto deseaba que se ofreciese en qué gratificárselos; y que al presente le rogaba se lo diese, que para cosas que importaban mucho lo había menester y cuando le pareciese viniese a visitarle, que holgaría mucho, de lo conocer y tener por amigo. Baltasar de Gallegos, con las sesenta lanzas y un indio que lo guiase, salió del real en cumplimiento de lo que se le mandó. Por otra parte, el cacique Mucozo, habiendo sabido la ida del gobernador Hernando de Soto con tanta pujanza de gente y caballos, y que había tomado tierra tan cerca de la suya, temiendo no le hiciesen daño en ella, quiso con prudencia y buen consejo prevenir el mal que podría venirle, y, para lo remediar, llamó a Juan Ortiz y le dijo: "Habéis de saber, hermano, que en el pueblo de vuestro buen amigo Hirrihigua está un capitán español con mil hombres de guerra y muchos caballos que vienen a conquistar esta tierra. Bien sabéis lo que por vos he hecho y cómo, por salvaros la vida y no entregaros al que os tenía por esclavo y os quería para matar, elegí caer antes en desgracia de mis deudos y vecinos que hacer lo que ellos contra vos me pedían. Ahora se ofrece tiempo y ocasión en que podréis gratificarme la buena acogida, regalo y amistad que os he hecho, aunque nunca yo lo hice con esperanza de galardón alguno. Mas, pues la ventura lo ha encaminado así, será cordura no perder lo que en ella nos ofrece. Iréis al general español y, de vuestra parte y mía, le suplicaréis que en remuneración de lo que a él y a toda su nación en vos he servido (pues por cualquiera de todos ellos hiciera lo mismo), tenga por bien de no hacerme daño en esta poca tierra que tengo y se digne de recibirme en su amistad y servicio, que desde luego le ofrezco mi persona, casa y estado para que la ponga debajo de su protección y amparo. Y porque vais acompañado, como a vos y a mí conviene, llevaréis cincuenta gentileshombres de mi casa y miraréis por ellos y por mí como nuestra amistad os tiene obligado." Juan Ortiz, con regocijo de la buena nueva, dando interiormente gracias a Dios por ella, respondió a Mucozo que holgaba mucho se hubiese ofrecido tiempo y ocasión en que servir la merced y beneficios que le había hecho, no sólo de la vida, sino también de mucho favor, estima y honra, que de su mucha virtud y cortesía había recibido de todo lo cual daría muy larga relación y cuenta al capitán español y a todos los suyos para que se lo agradeciesen y pagasen en lo que al presente en su nombre les pidiese y en lo por venir se ofreciese; que él iba muy confiado que el general haría lo que de su parte le suplicase, porque la nación española se preciaba de gente agradecida de lo que por los suyos se hubiese hecho y así seguramente quedase con esperanza de alcanzar lo que enviaba a pedir al gobernador. Luego vinieron los cincuenta indios que el cacique había mandado apercibir, los cuales y Juan Ortiz tomaron el camino real que va de un pueblo al otro y salieron el mismo día que Baltasar de Gallegos salió del real a buscarle. Sucedió que, después de haber andado los españoles más de tres leguas por el camino real ancho y seguido que iba al pueblo de Mucozo, el indio que los guiaba, pareciéndole que no era bien hecho usar de tanta fidelidad con gente que venía a les sujetar y quitar sus tierras y libertad y que de mucho atrás se habían mostrado enemigos declarados, aunque de aquel ejército hasta entonces no habían recibido agravios de que se poder quejar, mudó el ánimo de guiarles y a la primera senda que vio atravesar, dejando el camino real, la tomó, y a poco trecho que por ella anduvo, la perdió que no era seguida. Y así los trajo gran parte del día descaminados y perdidos, llevándolos siempre en arco hacia la costa de la mar con deseo de topar alguna ciénaga, cala o bahía en que, si pudiese, los ahogase. Los castellanos, como no sabían la tierra no sentían el engaño del indio, hasta que uno de ellos, por entre los árboles, de un monte claro por donde iban, acertó a ver las gavias de los navíos que habían dejado y vio que estaban muy cerca de la costa, de que dio aviso al capitán Baltasar de Gallegos. El cual, vista la maldad de la guía, le amenazó con muerte, haciendo ademán que lo quería alancear. El indio, temiendo no le matasen, por señas y palabras, como pudo, dijo que los volvería al camino real, mas que era menester desandar todo lo que fuera de camino habían andado, y así volvieron por los mismos pasos a buscarlo.
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Capítulo veinte De las demás casas de este signo La sexta casa de este signo se llamava chicuacen itzcuintli. Dezían que es mal afortunada, porque todas las sextas casas de todos los signos son mal acondicionadas. Los que nacían en esta casa son mal acondicionados, murmuradores, y malsines, y cautelosos, y doblados, y testimoñeros. Y dezían los astrólogos que estos tales serían enfermizos y murirían presto, y si viviessen, vivirían con diversas enfermedades. Los que en este signo nacían baptizávanlos el día siguiente, que se llama chicome oçomatli. Dezían que por esto se enmendaría algo de la mala fortuna de su signo; dezían que si hiziesse penitencia por amor de este signo chicome oçomatli, que la mala fortuna se le bolvería en buena. A la séptima casa llamavan chicome oçomatli. Dezían que era de buena fortuna, porque todas las séptimas casas de todos los signos son de buena condición, como está dicho. Dezían que los que nacían en esta casa serían plazenteros, dezidores, chocarreros, truhanes, amigos de todos y que con todos caben. Dezían que si fuesse muger la que nacía en esta casa, sería rica, y vividora, y tratante, y nunca perdería su caudal. A la octava casa llamavan chicuei malinalli. Dezían que era de mala condición, porque todas las octavas casas eran mal afortunadas. La novena casa llamavan chicunaui ácatl. Esta casa dezían que era mal afortunada, porque en ella reinava la diosa Venus, que le llamavan Tlaçultéoutl. Los que nacían en esta casa siempre eran desdichados y de mala vida; y todas las casas novenas eran mal acondicionadas. A la décima casa llamavan matlactli océlutl. Esta casa era bien afortunada, como todas las casas décimas de todos los signos son bien acondicionadas, porque en ellas, dizen, reinava Tezcatlipuca, que es el mayor dios. Y los que en esta casa nacían, dezían que si viviessen, serían prósperos. Y luego los baptizavan en este día; algunos los dexavan para baptizarlos en la trezena casa, porque los mejoravan la fortuna baptizándolo en ella. A la undécima casa llamavan matlactlioce cuauhtli, y a la duodécima llamavan matlactliumome cozcacuauhtli. Estas dos casas dezían que en parte eran buenas y en parte malas. A los que en ellas nacían baptizávanlos en la casa terciadécima, que llamavan matlactliomei olin; dezían que baptizándolos en esta casa se les remediava su mala fortuna, porque todas las casas postreras de todos los signos son bien acondicionadas, como está dicho arriba.
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Capítulo veinte Del lenguaje y afectos que usava el padre principal o señor para amonestar a su hijo a la humildad y conocimiento de sí mismo para ser acepto a los dioses y a los hombres, donde pone muchas consideraciones al propósito con maravillosas maneras de hablar y con delicadas metáphoras y propíssimos vocablos Hijo mío muy amado y muy querido, nota lo que te diré. Nuestro señor te ha traído en esta hora donde te quiero hablar cerca de lo que deves guardar todos los días de tu vida. Y esto hago porque eres mi hijo muy amado y estimado, más que toda piedra preciosa, más que toda pluma rica, que no tengo más que a ti. Tú eres el primero y el segundo y el postrero. He acordado, he pensado de dezirte algunas cosas que te cumple, por la obligación que te tengo, que soy tu padre y madre. Quiero hazer mi dever, porque si mañana o ese otro día dios me llevare y quitare de sobre la tierra, porque es todopoderoso, porque estamos subjectos a la flaqueza humana y a la muerte, y nuestra vida sobre la tierra es muy incierta. Pues hijo mío, nota y entiende lo que te diré. Vivas muchos días sobre la tierra en servicio de dios, y seas bienaventurado. Mira que seas avisado, porque este mundo es muy peligroso, muy dificultoso, y muy desasosegado y muy cruel y temeroso y muy trabajoso. Y por esta causa los viejos con mucha razón dixeron: "No se escapa nadie de las decendidas y subidas de este mundo, y de los turbellinos y tempestades que en él hay, o de las falsedades y solazamientos y doblezes y falsas palabras que en él hay. Muy engañoso es este mundo: ríese de unos; gózase con otros; burla y escarnece de otros. Todo está lleno de mentiras; no hay verdad en él. De todos escarnece". Quiérote dezir, hijo, lo que te conviene mucho notar y poner por obra, porque es cosa digna de ser estimada y guardada como oro en paño y como piedras preciosas en cofre, porque lo dexaron como tal los viejos y viejas, los canos y ancianos nuestros antepasados, que bivieron en este reino y señorío, conversaron entre la gente de este pueblo y tuvieron dignidades y principados. Estos, que fueron muy grandes señores y tuvieron la dignidad del reino y senado, no se ensubervecieron ni se engrieron, mas antes se humillaron y anduvieron encorvados y inclinados hazia la tierra, con lloros y lágrimas y suspiros. No se estimaron como señores sino como pobres y peregrinos. Estos nuestros antepassados de quien descendimos vivieron en grande humildad en este mundo. No vivían en presumpción y sobervia y altivez y desseo de honras; y aunque vivieron en grande humildad, como está dicho, fueron reverenciados y tenidos en mucho, y puseyeron las dignidades del reino. Fueron señores y capitanes, y tuvieron la autoridad para matar y para hazer guerras, y mantuvieron al sol y a la tierra con carne y sangre de hombres. Y aunque por la misericordia fueron grandes y reinaron sobre la tierra, y regieron la república que nuestro señor que está en todo lugar los encomendó, y juzgaron y tractaron las causas de la república, y consolaron y favorescieron a la gente popular, no por esso perdieron su humildad, ni se ensubervecieron, ni hizieron cosas indignas de sus personas. Y aunque eran ricos y poderosos, y puseyeron mucho vienes que nuestro señor los dio, y gozavan de flores y de perfumes y de mantas ricas de todas maneras, y tenían grandes casas, y gozaron de comeres y beveres de todas maneras, y puseyeron armas y atavíos muy ricos y muy gloriosos, como son ricos barbotes, ricas borlas para la cabeça y orejeras muy ricas, de manera que hazían temblar a todos con su magestad, ¿por esto perdieron por ventura algo de su humildad y gravedad?, ¿por ventura desbaneciéronse, ensalçáronse?, ¿por ventura por esto menospreciaron a los que eran sus inferiores, o tuviéronlos en poco?, ¿por ventura por esta causa se les alteró el seso o perdieron el juizio? No, por cierto. Antes eran bien hablados y muy humildes y de gran criança, y respectavan a todos, y se abaxavan hasta la tierra, y se tuvieron como nada; y cuanto más eran honrados y estimados, tanto más lloravan y se entristecían y suspiravan, y se inclinavan y se abaxavan. De esta manera, hijo mío, vivieron en el mundo los viejos de quien descendimos, tus avuelos y visabuelos y tartaravuelos que nos dexaron acá, de quien descendiste. Pone los ojos en ellos; mira sus virtudes; mira su fama y el resplandor y claridad que nos dexaron; mira el espejo y dechado que ellos dexaron, y ponlo delante de ti, y tenlo delante tus ojos; mírate en él y verás quién eres; mira que pongas su vida delante tus ojos, y luego conocerás las faltas que tienes y las rajas y manchas que hay en ti. Otra palabra quiero que oyes de mí, hijo mío muy amado, y nótala con gran diligencia. Sábete que has nacido en un tiempo muy trabajoso y en tiempo de mucha pobreza, porque yo, tu padre, estoy muy alcançado, tengo mucha penuria. Aunque nuestros antepasados fueron grandes y ricos, no heredamos de ellos aquella riqueza ni valor, mas antes tenemos gran falta de todas las cosas. La pobreza es la que se enseñorea y tiene sobre nosotros su principado. Somos tus padres ancianos y viejos y muy necessitados. Hijo mío, si quieres ver esto ser ansí, mira el hogar de esta casa, mira donde se haze el fuego, y verás que no hay sino pobreza y gran necessidad, que apenas alcançamos abastança de comida y bevida, y asimismo padecemos necessidad de vistuario y por todas partes padecemos frío; no tenemos con qué nos cubrir. Y míranos y verás que todos los huessos se nos parecen de flaqueza y necessidad de mantenimientos, y esto por la bondad de nuestro señor y por nuestros pecados. Y mira a tus primos menores y a tus primas; mira si tienen abundancia; mira si están gordos y rezios, y si tienen las cosas necessarias, y si les sobran los mantenimientos y les vestiduras. ¿No lo ves cuales andan, en suma pobreza? Todos están llenos de cumplida miseria. En tal estado, en tanta pobreza, no hay oportunidad de levantar la cabeça, ni de tener brío, porque esto sería cosa de borrachos y gente muy vil tener presumpción o altivez en tanta pobreza y miseria como hay dentro de esta casa, y como la tienen los que en ella moran es ocasión de humildad y de tristeza y de traer la cabeça baxa porque en tal tiempo has nacido. Y para que te lo diga todo, escúchame, que tu primo hermano, el cual es mayor que tú, N, no le ves, no tomas de él exemplo, de él aviso, de la manera que dios le ha humillado, que ya usa del regimiento del pueblo, ya está en dignidad, ya tiene poder para juzgar las causas de la gente popular y de sentenciar y castigar a los delincuentes, y tiene autoridad para matar a los criminosos. Ya tiene autoridad para reprender y castigar, porque ya está en la dignidad y estrado; ya tiene el principal lugar, donde le puso nuestro señor; ya le llaman por estos nombres: tecuctlato, tlacatecutli; por estos nombres le nombran todos los populares. Este está puesto en esta dignidad por la falta de personas más prudentes y más sabios para regir este señorío o pueblo. No hay personas nobles y de gran caudal y de gran genealogía; ya todos han faltado. Si huviera uno tan solamente de aquéllos, huviera nuestro señor señalado uno de ellos, y a alguno de ellos tomado de la república por su rey y señor. No sé en qué ha de parar aquel mancebillo que está llorando por el oficio que tiene. Por ventura en él se perderá, o por ventura le ha puesto nuestro señor hasta que parezca otro mejor que haga mejor el oficio. No tiene, por cierto, falta de amigos y conocidos nuestro señor. A este tu primo hermano, ante que tomase el cargo, bien viste cómo bivía. ¿Andava burlando o haziendo niñerías? ¿Andava como desvergunçado y desbaratado? ¿Andava muy erguido? ¿No era muy humilde? Cierto, andava inclinado y sin muestra de ninguna pompa ni fantasía. Orava a nuestro señor dios con gran devoción. Velava de noche y se postrava de rodillas y de codos a la medianoche a orar y a suspirar delante de dios, y ansí está agora en esta costumbre. Levantávase luego de mañana y tomava la escoba y varría, y limpiava con el aventadero los oratorios. Y agora, ¿qué te parece cómo vive? ¿Cómo anda? ¿Anda sobervio o fantástico? ¿O acuérdase por ventura que es señor? Tan humilde es agora y tan obediente, y ansí llora y suspira y ora con gran devoción a nuestro señor. No ves agora que jamás dize: "yo soy señor, yo soy rey". Assí vela de noche agora, y assí varre, y assí ofrece encienso como de antes. Aunque tú eres primo hermano mayor, sobrepújate, hijo mío, este tu hermano menor en todas las buenas costumbres. Nota, hijo, esta palabra, que lo que te tengo dicho te sea espina y aire frío, que te apliques para que te haga humillar y bolver en ti. Mira, hijo, que has nacido en tiempo de trabajos y aflicciones, y te ha embiado dios al mundo en tiempo de gran pobreza. Mira que yo soy tu padre; mira qué vida passamos yo y tu madre, que no somos tenidos en nada, ni hay memoria de nosotros, aunque nuestros antepassados fueron grandes y poderosos. ¿Dexáronnos aquella potencia y grandeça? No, por cierto. Mira a tus parientes y a tus afines que no tienen ser ninguno en la república, sino que viven en pobreza y como desechados. Y aunque tú seas noble y generoso y de claro linaje, conviene que tengas delante tus ojos cómo has de vivir. Nota, hijo, que la humildad y el abaxamiento de cuerpo y del alma, y el lloro y las lágrimas y el suspirar, ésta es la nobleza y el valer y la honra. Mira, hijo, que ningún sobervio ni erguido ni presumptuoso ni bollicioso ha sido electo por señor. Ninguno descortés, malcriado, ni deslenguado ni atrevido en hablar, ninguno que habla lo que se le viene a la boca ha sido puesto en el trono y estrado real. Y si en algún lugar hay algún senador que dize chocarrerías y palabras de burla, luego le ponían un nombre, tecucuecuechtli, que quiere dezir "trohán". Nunca a ninguno fue dado algún cargo notable de la república que fuesse atrevido o disoluto en hablar o en burlar. Estos tales se llaman cuacuachictin, que es nombre de hombres alocados pero valientes en la guerra; también los llamavan a éstos otomi tlaotonxinti, que quiere dezir "otomi trasquilados y alocados". Estos eran grandes matadores, pero teníanlos por inhábiles para cosa de regir. Aquellos que regieron los tiempos passados las repúblicas y los exércitos de las guerras, todos fueron gente muy dados a la oración y devoción, a las lágrimas y suspiros, muy humildes, obedientes, no erguidos ni presumptuosos, muy cuerdos y prudentes, muy pacíficos y reposados. Ya sabes, hijo mío, bien tienes en la memoria que el señor es como coraçón del pueblo. A éste le ayudavan dos senadores para lo que toca al regimiento del pueblo: uno de ellos era pilli, y otro era criado en las guerras; el uno de ellos se llamava tlacatecutli, y el otro tlacochtecutli. Otros dos capitanes ayudavan al señor para en las cosas de la milicia: el uno de ellos era pilli, y el otro criado en la guerra, aunque no era pilli; el uno de ellos se llamava tlacatéccatl, y el otro se llamava tlacohcálcatl. De esta manera, hijo mío, va el regimiento de la república; y estos cuatro ya dichos, tlacatecutli y tlacochtecutli y tlacatéccatl y tlacochcálcatl, no tenían estos nombres y estos oficios por heredad o propiedad, sino que eran electos por la inspiración de nuestro señor, porque eran más hábiles para ellos. Nota bien lo que te digo, muy amado hijo mío, hijo muy estimado, que no te ensubervezcas ni te altivezcas si por ventura fueres tomado para alguno de los oficios ya dichos. Por ventura dios te llamará para alguno de ellos; o por ventura te quedarás sin ninguno y vivirás como hombre común y popular. Y si fueres llamado y elegido para alguno de estos oficios, otra y otra vez te encargo que no presumas de ti, ni te estimes por grande y valeroso y principal, porque esto es cosa con que dios mucho se enoja. Si por ventura merecieres alguna dignidad, y por ventura merecieres ser algo, si por ventura merecieres ser electo para algún oficio de los ya dichos, sé humilde y anda muy humilde y inclinado y baxada la cabeça y recogidos tus braços, y date al lloro y a la devoción o tristeza y a los suspiros, y a la subjección de todos. Sé subjecto a todos y humilde a todos. Y nota, hijo mío, que esto que te he dicho de la humildad y subjección y menosprecio de ti mismo, ha de ser de coraçón delante dios nuestro señor. Mira que no sea fingida tu humildad, porque entonce dezirse ha de ti titoloxochton, que es "hipócrita"; dezirse ya de ti también titlanixiquipile, que quiere dezir "hombre fingido". Mira que nuestro señor dios ve los coraçones y ve todas las cosas secretas por muy ascondidas que estén, y oye lo que rebolvemos en nuestro coraçón todos nosotros cuanto bivimos en este mundo. Mira que sea pura tu humildad y sin mezcla de ninguna sobervia; mira que tu humildad delante de dios sea pura como una piedra preciosa muy pura y muy fina; mira que no muestres una cosa de fuera y tengas otra de dentro.
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Capítulo veinte De los que venden mantas delgadas, que llaman áyalt, y de los que venden cactles o cotaras El que vende mantas delgadas de maguey suele tener lo siguiente, conviene a saber: saber tostar las hojas de maguey y rasparlas muy bien; echar masa de maíz en ellas, y lavar bien la pita, e limpiar y sacudirla en el agua. Y las mantas que vende son blancas, adovadas con masa, bruñidas, bien labradas y de piernas anchas, angostas, largas o luengas, gordas o gruesas, tiesas o fornidas; al fin, todas las mantas de maguey que tienen labores. Algunas vende que son muy ralas, que no parecen sino toca, como son las mantas muy delgadas texidas en hebra de nequén, y las hechas de hebra torcida; y por el contrario, algunas que son gordas y bien tupidas y bien labradas, y otras bastas, gruesas, ora sean de pita, ora de hilo de maguey. El que haze cotaras suele hazer lo siguiente, conviene a saber: coser bien las cotaras y echar suelas, y sacudir bien los hilos y torcellos para las cotaras que se han de hazer. A él también le conviene tener punzón, tener suelas gordas, lavar las viejas con lexia, escoger c apartar los hilos mejores, hazer calcañar de çapato, echar travillos a los çapatos cuando ya se han de traer, hazer trenças con los dedos, echar el botón a las correas, y hazer cotaras de cuero bien tupido, o hazerlas floxas, o coser junto o ralo, y después de hechas las brúñelas bien y corta las puntas al sesgo. Algunos llevan el calcañar baxo. Al fin, haze las cotaras de hilo de maguey y teñidos de diversas colores, y después de cosidos o texidos, tienen lindas labores hechas de plumas o de lanas teñidas. Algunas haze bastas, mal hechas y cosidas. El que es recatón en este oficio es muy carero y encarecedor de las cotaras que vende, y las alaba mucho para vendellas bien; las que son viejas adova o renóvalas con algo con que parecen nuevas, y ansí échales alguna labor y buenas correas. El que vende miel tiene magueyes, y suele vender vino de la tierra que haze de la miel del maguey, la cual cueze primero o la hierve. Y porque nunca le falte la miel, suele plantar los hijos de los magueyes, y después que son ya grandes, cava o agujera o aboya el meollo de ellos, y ansí ahoyados, ráspalos muy bien para que mane la miel de que haze pulcre, coziéndola o herviéndola primero, e hinche cántaros o cueros de ella para guardalla, y esto después que tione raízes. La miel que vende es espesa y tan espesa que parece que está cuaxada, muy dulce, sabrosa, y a las vezes vende la que raspa la garganta, agra o rala, que parece agua. El buen tratante en este oficio no adova la miel con alguna cosa, sino que como es virgen ansí la vende, ora sea miel de avejas, ora de otro género, blanca o prieta. El mal tratante dáñala mezclándola con cosas que la hazen espesa, como son metzalli, que son raspaduras del meollo del maguey, y el agua mezclada con cal con que se cueze el maíz, o con algunas raízes, como son las de las malvas, y algunas semillas, las cuales molidas y mezcladas con la miel házenla parecer buena y espesa, o solamente le echan agua o lexía. El que vende algodón suele tener sementeras de él y sembrarlo; es regatón que lo merca de otros para tornallo a vender. Los capullos de algodón que vende son buenos, gordos, redondos y llenos de algodón. El mejor algodón y muy estimado es el que se da en las tierras de riego o regadio; tiene segundo lugar el algodón que se haze hazía el oriente -también es de segundo lugar el que se da hazía el poniente-; tiene tercero lugar el que viene del pueblo que se llama Ueitlalpan, y el que se da hazía el septentrión; es de postrer lugar el que se dize cuauhtchcatl. Y cada uno de estos géneros de algodón se vende por si según su valor, sin engañar a nadie; también por sí se vende el algodón amarillo, y por sí los capullos quebrados. El mal tratante en esto, de cada esquina quita un poco de algodón, y los capullos o cascos vacíalos, e hinche tupiéndolos de otro algodón, o espelucándolos con aguja sutilmente para que parezcan llenos. El que vende chientzótlzol, que es una semilla como lentejas blancas, tiene sementera de ellas; desgránalas fregándolas entre las manos, y cada género de estás semillas, según que viene de Cada pueblo, vende por sí; también por sí vende las blancas y las prietas, y por sí las que son maciças o mal granadas o fofas, y las que son verdes, y las que son desmedradas, cada una de estás partidas vende por sí. El que haze y vende las mantas que se hazen de palmas, que se llaman tceotl de la tierra, llévalas fuera a vender, y véndelas más de lo que valen. Las mantas que vende son de dos braças, y las que son sin costura y bien proporcionadas al cuerpo, y las que tienen las vandas como arcos de pipas, y las que son como arpilleras para embolver cosas., estás mantas son de muchas maneras, como en la letra aparece.
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Capítulo veinte y cinco Del catorzeno signo, llamado ce itzcuintli y de su próspera ventura. Este dezían ser el signo del dios del fuego, llamado Xiuhtecutli o Tlalxictentica. En este signo los señores y principales hazían gran fiesta a este dios. Y en este signo los señores y principales que eran elegidos para regir la república hazían la fiesta de su elección Al catorzeno signo llamavan ce itzcuintli. Este signo dezían que era bien afortunado. En este signo reinava el dios del fuego, llamado Xiuhtecutli, y por esso sacavan su imagen en público al cu. Y delante de ella ofrecían codornizes y otras cosas, y componíanla con sus ornamentos de papeles que le cortavan los maestros, que eran oficiales de cortar papeles para este negocio; y ponían plumas ricas en los papeles y también chalchihuites, y le ofrecían muchas maneras de comidas y las echavan en el fuego. Y toda la gente rica y mercaderes, en sus casas, hazían estas ofrendas al fuego y davan de comer y bever a sus combidados y vezinos; y cerca de la mañana quemavan las ofrendas de papel y copal. Dezían que con estas cosas davan de comer al fuego; y descabeçavan codornizes cabe el fuego y derramavan la sangre, y las codornizes andavan reboleando cerca el hogar, y también derramavan el pulcre en derredor del hogar, y después a las cuatro esquinas del hogar derramavan el pulcre. Los pobres ofrecían un encienso que llaman copalxalli en su mismo hogar, y los muy pobres ofrecían una yerva molida que se llama yauhtli en sus mismos hogares. Dezían también que los señores que acontecía ser electos en este signo que serían felices en su oficio. Y luego hazían gran combite a los señores de la comarca, y el combite començava en la cuarta casa de este signo naui ácatl. Todos los combidados venían este día a dar la norabuena al señor y le traían algún presente, y le hazían un razonamiento muy elegante y muy honroso. Y él estava asentado en su trono y todos sus principales estavan asentados por su orden. En acabando la oración que le hazía el orador, luego se levantava otro orador por parte del mismo señor y hazía otra oración responsiva al propósito de lo que havía dicho aquel orador primero. Y cuando hazía la fiesta este señor electo, dava muchas mantas y maxtles ricos a los mesmos señores que havían venido; de manera que más cargados ivan de lo que recebían de él, que no havían venido de lo que havían traído. Las mantas que dava el señor eran todas preciosas, hechas en su casa, y texidas o labradas de diversas maneras conforme a las personas a quien se havían de dar. También les dava mucha abundancia de comidas, y ivan cargados de las sobras para sus casas.
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Capítulo veinte y cuatro Del trezeno signo, llamado ce olin. Dezían que este signo era indiferente a bien y a mal, y que los que en él nacían, si eran penitentes y bien dotrinados, los iva bien, y a los otros mal Al terciodécimo signo llaman ce olin. Dezían de este signo que era indiferente, en parte bueno, en parte malo. Dezían que los que nacían en este signo, si eran diligentes en hazer penitencia y si sus padres eran diligentes en criarlos bien en buenas costumbres, serían bien afortunados; y si no fuessen bien criados, serían desventurados y pobres y para poco. La segunda casa de este signo es ume técpatl; la tercera es ei quiáuitl; la cuarta naui xúchitl; la quinta cipactli; la sexta chicuacen écatl; la séptima chicome calli; la octava chicuei cuetzpalin; la novena chicunaui cóatl; la décima matlactli miquiztli; la undécima matlactioce máçatl; la duodécima matlactiomome tochtli; la terciadécima matlactiumei atl.
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Capítulo veinte y cuatro De los que venden gallinas, huevos, medicinas El que trata en huevos suele criar gallinas que ponen huevos. Con éstos vende también los huevos de patos y de codornizes, buenos y recientes, y de ellos unas vezes haze tortillas y otras vezes algún guisado de caçuela. El que es mal tratante en esto engaña vendiendo huevos pudridos y huevos de ánades y cuervos o auras, y de otras aves cuyos huevos no se comen. El que trata en vender gallinas también cría las aves, y a las vezes cómpralas de otros para tornallas a vender, ora sean de la tierra, ora de Castilla, gordas, tiernas, nuevas, o pollos o gallos que tienen papada. El que es mal tratante en esto vende gallinas viejas, duras, flacas, enfermas, que tienen pepita, mortecinas y hediondas. El oficial de las navajas de la tierra sácalas de piedra negra con un instrumento de palo, estribando con los pies y con las manos, y cada vez haze saltar una navaja de la misma piedra. Y las navajas que ansí saca, unas son para rapar la cabeça y otras para otras cosas, unas salen de la superficie y otras tienen caço, y otras son de dos filos, y otras para raer los meollos de maguey para que manen. Y algunas de estás navajas son blancas y otras jaspeadas, y otras amarillas, y otras comunes, que son buenas para raer las sedas o cerdas de puerco, cuando los matan después de chamuscados. El que trata en cosas de medicina conoce las yervas, raízes, árboles, piedras, y el axenxo de la tierra, y todas las cosas medicinales que sean raízes, que sean yervas, como son las que van aquí nombradas: memeyátloti, tlacuacuitlapilli, cuicuitiapile, etc., de las cuales se trata en el Libro Onzeno. De cada género de éstas por sí pónelas aparte en algún petate en el tiánquez para venderlas. El que es oficial de hazer esteras tiene muchas juncias o hojas de palma de que haze los petates. Y para hazellos, primero estiende los juncos en algún lugar llano para asolearlos, y escoge los mejores, y pónelos en concierto. Y de los petates que venden, unos son lisos, pintados, y otros son de hojas de palma; de éstas también se hazen unos cestos que se llaman çoyatompiatli, que son como espuertas. Vende también unas esteras de juncias gruesas y largas. Unos de estos petates son bastos y ruines, y otros lindos y escogidos entre los demás. De los petates unos son largos y anchos, y otros cuadrados, otros largos y angostos, otros pintados. Haze también y vende unos asientos con espaldar, y otros para sentarse que son cuadrados, y otras para cabeceras que son cuadrados y largos, unos pintados y otros llanos sin labor. El que no es buen oficial de esto vende esteras hechas de juncias ruines y pudridas, dañadas. El que es oficial de hazer cestos de cañas maciças o el que los merca para venderlos poco a poco, primero hiende las cañas, y después de partidas entretéxelas. De ellas haze los cestos, texiéndolos muy bien, echándoles un bordo o orilla alrededor de la boca; unos haze redondos y largos, y otros anchos y angostos, y otros que tienen asiento por pie y tapadera. El buhonero que vende sartales de vidrio vende sartales de navajuelas labradas y cristal blanco y morado, y del veril, y de azavache, y de otras cuentas de fuslera, y joyas fundidas de oro, como canutillos y como bodoquillos. Vende también las joyas de Castilla, collares o sartales, manillas que parecen como esmeralda o como cristal, blancos, amarillos, verdes rubios, negros, azules, leonados, colorados, verde escuro, morados; todos éstos son teñidos y falsos. El que vende espejos es de los lapidarios, porque también corta sotilmente piedra del espejo y las raspa con el instrumento que llaman teuxalli; y la asierra con un betún hecho de estiércol de murciélagos, y púlelos en unas caixas maciças que se llaman quetzalntlatl. Vende espejos de dos hazes, pulidos de ambas partes, y espejos de una haz solamente, y espejos cóncavos, todos muy buenos, y algunos de piedra blanca, y otros de piedra negra; ya éstos poco se usa. El que trata en agujas fúndelas y las limpia, acicalándolas muy bien. Haze también cascaveles y aguixillos, punçones, clavos, hachas y destrales, açuelas y escoplos. El que trata en la goma negra que se llama olli, que se derrite como torrezno puesta en asador y no se torna a cuaxar, tiene árboles de que la saca. Haze unas masas redondas, otras anchas, otras delgadas y largas. Es goma muy saludable. De ésta se hazen las pelotas con que juegan, que fácilmente saltan como pelotas de viento, haziendo sonido como las mesmas. El que vende escovas valas a segar en el monte con hozes, y véndelas en el tiánguiz, siendo largas, rezias, limpias, y algunas cercenadas las puntas. El que vende engrudo primero saca las raízes de que se haze, y sacadas limpialas y las maja o machuca, y machucadas sácalas al sol, y siendo secas muélelas bien molidas. Y algunas vezes engaña con el engrudo, porque sus raízes van mal molidas y mezcladas con cañas de maíz molidas después que están muy secas y con los granos del maíz o de frixoles medio molidos, con los cuales mezclado el engrudo parece muy bueno y puro. El que vende resina es hombre del monte, donde la coge de los pinos, y véndela cozida o por cozer, o mezclada con cisco; también la saca de otros árboles. El que vende resina odorífera, si es buen hombre, vende la que es buena, que no tiene alguna mixtura; y si es mal hombre, vende la que es aparente y no es verdadera, mezclada o embuelta con harina de frixoles o del maíz molido. El que vende cañutos para chupar humo, primero corta las cañas y las desnuda o monda de las hojas, limpiándolas muy bien, y muele el carbón bien molido, con el cual, siendo mojado, embarra los cañutos y después algunos los pinta y otros los haze dorados. Algunos de éstos son llanos, que no llevan pintura, y muy largos, bien embarrados con el carbón molido o bien emblanquecidos con la greda que los echan encima del carbón, o muy relucientes con el oro con que los doran. Otros hay que tienen pintura encubierta, que no se ve, sino cuando se van gastando con el fuego. Otros están jaspeados; otros hay donde están pintadas flores, pescados, águilas, etc. Unos se hazen para vendellos en el tiánguiz, los cuales son comunes y mal hechos, y se les caye fácilmente el carbón con que están embarrados. Hay muchas maneras de estos cañutos, y se hazen de muchas y diversas yervas olorosas, molidas y mezcladas unas con otras, con que los tupen muy bien de rosas, de especies aromáticas, del betún llamado chapuputli, y de hongos, de rosa llamada poyomaili, c de tlzyetl, que es una yerva. El chapuputli es un betún que sale de la mar y es como pez de Castilla, que fácilmente se deshaze, y el mar lo echa de sí con las ondas; y esto ciertos y señalados días conforme al creciente de la luna, viene ancha y gorda a manera de manta; y en la orilla ándanla a coger los que moran junto al mar. Este chapuputli es oloroso y sabroso, y preciado entre las mugeres, y cuando se echa en el fuego su olor se derrama lexos. Hay dos géneros de este betún: el uno es del con que se mezcla la masa o la resina olorosa que se mete dentro de los cañutos, con que dan buen y trascendiente olor; y el otro género es de la pez que mascan las mugeres, llamada tzictli. Y para que la puedan mascar, mézclarda con el axin, con el cual se ablanda; de otra manera no se podrá mascar, antes se deshaze. Y por la mayor parte suélenla mascar las muchachas y las moças que ya son adultas, y las que ya son mugeres, pero, no la mascan todas en público, sino las solteras o donzellas, porque las casadas y biudas, puesto caso que la masquen, pero no lo hazen en público, sino en sus casas. Y las que son públicas mugeres, sin vergüenga alguna, ándala mascando en todas partes, en las calles, en el tiánguiz, sonando las dentelladas como castañetas. Las otras mugeres que no son públicas, si lo mesmo hazen, no dexan de ser notadas de malas y ruines mugeres por aquello. E la causa porque las mugeres mascan el tzictli es para echar la reuma, y también porque no les hieda la boca o porque el mal hedor de su boca, que ya tienen, no se sienta, y por aquello sean deshechadas. Los hombres también mascan el tzictli para echar también reuma y para limpiar los dientes, empero házenlo en secreto. Y los que son notados de vicio nefando, sin vergüença la mascan, y tiénenlo por costumbre andarla mascando en público; y los demás hombres, si lo mesmo hazen, nótanlos de sodométicos. Este betún mezclase con el copal o encienso de la tierra y con la resina odorífera, y ansí mezclado, haze buenos sahumerios. El ungüento amarillo llamado axin tiene lo siguiente: que es muy amarillo, blando y cálido. Este aún se haze de unos coquillos como moscas que nacen en el Árbol que se dize axcuduitl, cuyas hojas las comen, y ponen huevos de que se engendran los dichos, y como van creciendo, páranse redondillos; y siendo grandezillos, sacádenlos del árbol y cógenlos para cozellos, y como están ya cozidos, de ellos exprimen el axin, que es como un ungüento amarillo, y lo embuelven con las cáscaras de maçorcas de maíz. La calidad de este axin es ser caliente, según dizen los que lo han experimentado, y tan caliente que parece fuego. Con él fínjanse los pies los caminantes para guardallos del frío, y que no se hagan grietas; ablanda o aplaca la gota, poniéndolo sobre la parte donde se siente tal dolor. Untan también los labios con él para que no se hienda; y para que sea bueno contra la gota, muélase con una yerva molida que se dize colotzitzicaztli; y para que sea bueno contra el frío, mézclase con el cisco, porque no se derrita. También es bueno contra las cámaras cuando no se pueden estancar. Primero será necesario, cozerlo muy bien, y estando un poco blando o tibio, con él echaron la melezina al enfermo que las tiene; con ello se estancarán fácilmente las dichas cámaras. Hay un género de tzictli que se llama por estos nombres: tepetzictli, tacanaltzictli, que es tanto como si dixéssemos "tzictli agreste". Este también se masca como el otro ya referido, salvo que no es negro, sino amarillo, como la cera amarilla. Cuando se masca no se siente algún dolor de la cabeça, antes le alegra, siéndole dulce o sabroso. El otro género de tzictli, que es del chapuputli, mascándose, fatiga a la cabeça. El tepetzictli es una. yerva, y de la raíz de ella se toma este betún.
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Capítulo veinte y dos Del onzeno signo, llamado ce oçumatli, y de su fortuna. Dezían que los que en él nacían eran de buena condición, amigables, amables, regozijados, plazenteros, inclinados a música y a oficios mecánicos. Dezían que cuando reinava este signo descendían unas ciertas diosas a la tierra, y a todos los que topavan por caminos o calles los empecían en el cuerpo, dándolos alguna enfermedad. Y por esto, reinando este signo, no osavan salir de casa, y los que en este signo enfermavan, luego eran desahuziados de los médicos El onzeno signo se llamava ce oçumatli. Dezían que este signo era bien afortunado, y dezían que en él descendían las diosas que se llaman cioateteu, que empecen a los niños. Y todos los que tenían niños o niñas los encerravan en casa porque no se encontrassen con estas diosas, porque no los hiriessen con perlasía. Y si alguno caía en enfermedad en este signo, los médicos y médicas luego le desahuciavan; dezían que no escaparía, porque las diosas le havían herido. Y si alguno que era bien dispuesto enfermava en estos días, dezían que las diosas le havían desseado la hermosura y se la havían quitado. A los que nacían en este signo, varones, dezían que serían bien acondicionados y regozijados y amigos de todos, y que serían cantores o bailadores o pintores, o deprenderían algún buen oficio por haver nacido en este signo. La segunda casa de este signo se llamava ume malinalli; era mal afortunada. Los que nacían en este signo engendravan muchos hijos, en ninguno de ellos se lograva; todos se mudan ante tiempo. La tercera casa de este signo se llamava ei ácatl; la cuarta naui océlotl; la quinta macuilli cuauhtli; la sexta chicuacen cozcacuauhtli; la séptima chicome olin; la octava chicuei técpatl; la nona chicunaui quiáuitl; la décima matlactli xúchitl; la undécima matlactlioce cipactli; la duodécima matlactliomome écatl; la terciadécima matlactliomei calli. Todas las otras casas de este signo tienen las condiciones de los números en que cayen, como ya está dicho arriba: que las terceras casas son buenas; las cuartas y quintas y sextas, malas; y las septimas, buenas; y las octavas y nonas, malas; y las décimas y undécimas y terciadécimas, buenas.
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Capítulo veinte y dos De los que venden frutas y otras cosas de comer El que trata en fruta va por ella a donde se haze, y después de traída, llévala a otros pueblos para vender, y cómprala toda junta para venderla poco a poco, o por menudo. Y si tiene huerta de ella, procura de plantar otras, poner los árboles de fruta, y cuando está ya bien sazonada, cógela para hazer dineros de ella. Vende cañas dulces, xilotes y maçorcas verdes, y las desgrana a las vezes para hazer tarnales y tortillas de ellas. Vende también las maçorcas tostadas, y las tortillas de masa mezclada con miel, y los granos de maíz tostados embueltos con miel, y las tortillas de masa mezclada con miel, que son como guantes, que se tienen por fruta, y masa cozida y mezclada con miel, harina de maíz tostado, también mezclada con miel, y las pepitas de calabaças hervidas con miel, y las semillas llamadas chíen hervidas con miel, y tortillas hechas de calabaças molidas, y tamales hechos de xilotes, y tortillas y tamales de tunas molidas, y cascos de calabaças cozidos, y atol de los mesmos. Vende también todo lo siguiente: unos erizos de fruta, una fruta como nabos, unas raízes de árboles que son como patatas y patatas silvestres, y unas raízes comestibles llamadas tolchnati, y unas raízes que tienen comer de castañas, y piñas fruta, y tzapotes amarillos, tzapotes negros de dentro, peruétanos, anonas, mameyes, ciruelas verdes y amarillas, guayavas, mançanillas de la tierra, cerezas de cualquier especie, y tunas de cualquier género que sean, amarillas, coloradas, blancas y rosadas. Vende también unos tomates pequeños, dulces, que se comen por fruta. El que vende pescado es pescador, y para pescar suele usar redes y anzuelos, y en el tiempo de las aguas espera las avenidas de los ríos, y toma los peces a manos. E para ganar su vida suele vender camarones y pescados de todo género, blancos y prietos, peces barrigudos, renacuajos, todos frescos y crudos. Vende también unas savandixas del agua, menudas como arena, y las tortillas y tamales que se hazen de ellas, y los huevos de pescados, y los otros huevos de otro género que llaman auauhtli, y las tortillas y tamales que se hazen de ellos, y los coquillos del agua, como pulgón, cozidos, de que hazen también como unos buñuelos prietos y larguillos, y unos gusanos blancos que son buenos para aves o páxaros. El que trata en carne tiene ganado, caça y cría, y ansí vende carne de todo género: de gallina, de venados, de conejos o de liebres, de ánseres y de patos, y de páxaros, de codornizes, y la carne de águila y de bestias fieras, y la carne del animalejo que tiene sus hijos en una bolsa, y la carne de los animales de Castilla: aves, vacas, puercos, carneros, cabritos, etc. Véndela cozida o por cozer, y la carne cecinada, y la asada debaxo de tierra. El que no es fiel en esto vende la carne que es pudrida y hedionda o azeda, y la carne magullada, y por engañar a los comprantes, dize ser comestible la carne de perros. El que trata en leña tiene montes, y para cortalla usa de hacha con que la corta, raja, cercena y parte, y la pone en rimero. Vende todo género de leña: ciprés, cedro, pino. Vende también morrillos, postes, pilares de madera, tablas, tlaxamaniles y tablacones, ora sean nuevas, ora sean viejas y pulidas. El que va por leña al monte vende la leña de roble y de pino y de fresno y de madroños, y la leña que respenda y humea mucho. Vende también leña troçada o trançada, y leña cortada a manos, las corteças de cedro y de otros árboles secos y verdes. Vende también xara seca, y las pencas de maguey secas, y las cañas secas y los tagarnos.
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Capítulo veinte y nueve Del decimosexto signo, llamado ce cozcacuauhtli, y de su buena fortuna. Dezían que los que en este signo nacían bivían mucho, tenían larga vida y eran dichosos, aunque muchos de los que en él nacían murían luego Al decimosexto signo llamavan ce cozcacuautli. Este signo dezían que era bien afortunado, y que era el signo de los viejos. Dezían que los que nacían en este signo bivían larga vida, y eran prósperos, y bivían alegres en este mundo; no, empero, todos los que nacían en él eran tales. Y los que nacían en este signo, los padres, si tenían qué gastar con sus amigos, luego les baptizavan en este signo ce cozcacuauhtli; y los que no tenían qué gastar, para buscar lo que era menester, difirían el baptismo hasta la séptima casa, que se llama chicome écatl. La segunda casa de este signo se llama ume calli; la tercera, ei técpatl; la cuarta, naui quiáuitl; la quinta, macuilli xúchitl; la sexta, chicuacen cipactli; la séptima, chicome écatl; la octava, chicuei calli; la nona, chicunaui cuetzpali; la décima, matlactli cóatl; la undécima, matlactlioce miquiztli; la duodécima, matlactliomome máçatl; la terciadécima, matlactiomei tochtli. Y por escusar la superfluidad de las palabras no ponemos más de la calidad del primero día, porque los otros, como está dicho, tienen las calidades según sus números.