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De la venida del Almirante a España y de lo que le sucedió en Portugal, que fue la causa del descubrimiento que hizo de las Indias Cuanto al principio y motivo de la venida del Almirante a España, y de haberse él dado a las cosas de la mar, fue causa un hombre señalado de su nombre y familia, llamado Colombo, muy nombrado por la mar por causa de la armada que él traía contra los infieles, y también por causa de su patria, tal que con su nombre espantaban a los niños en la cuna; cuya persona y armada es de creer que fuesen muy grandes, pues que una vez tomó cuatro galeras gruesas venecianas, cuya grandeza y fortaleza no habría creído sino quien las hubiese visto armadas. Este fue llamado Colombo el Mozo, a diferencia de otro que antes había sido gran hombre por la mar. Del cual Colombo el Mozo escribe Marco Antonio Sabélico, que ha sido otro Tito Livio en nuestros tiempos, en el libro octavo de la décima Década, que cerca del tiempo en que Maximiliano, hijo de Federico Tercero Emperador, fue electo Rey de Romanos, fue enviado desde Venecia a Portugal, por Embajador Jerónimo Donato, para que en nombre público de aquella Señoría diese gracias al Rey D. Juan el Segundo, porque él había vestido y socorrido a toda la chusma y hombres de las dichas galeras gruesas que volvían de Flandes, dándoles ayuda con que pudiesen tornar a Venecia; porque aconteció que ellos habían sido vencidos cerca de Lisboa por Colombo el Mozo, corsario famoso, que los había despojado y echado en tierra. De la cual autoridad, siendo de un hombre tan grave como fue el Sabélico, se puede comprender la pasión del susodicho Justiniano, pues que en su historia no hizo mención della, para que no se supiese que la familia de los Colombos no era tan baja como él decía. Y si, en fin, calló esto por ignorancia, también es digno de reprensión, por haberse puesto a escribir las historias de su patria, y dejado una victoria tan notable de que los mismos enemigos hacen mención, pues que el historiador contrario hace tanto caudal della, que dice que por eso fueron embiados embajadores al Rey de Portugal. El cual autor, también en el mismo libro octavo, un poco más adelante, aunque tuviese menos obligación de informarse del descubrimiento del Almirante, hace mención dél, sin mezclar aquellas doce mentiras que el Justiniano puso. Pero tornando al principal propósito, digo que mientras en compañía del dicho Colombo el Mozo navegaba el Almirante, lo cual hizo largo tiempo, sucedió que fueron a buscar cuatro galeras gruesas venecianas que venían de Flandes, y las toparon entre Lisboa y el Cabo de San Vicente, que está en Portugal, y allí combatieron fieramente, y se acercaron de modo que se aferraron de ambas partes con gran odio, hiriéndose sin compasión, lo mismo con armas de mano que con alcancías y otras armas de fuego, de tal manera que habiendo combatido desde la mañana hasta el atardecer, y quedado muerta o herida mucha gente de ambas partes, se pegó el fuego entre la nave del Almirante y una nave gruesa veneciana, y porque estaban trabadas la una y la otra con ganchos y cadenas de hierro, instrumentos que los hombres de mar usan para tales efectos, no podía ser socorrida la una ni la otra, por lo trabadas que se hallaban y por el terror del fuego, el cual en poco espacio creció tanto que el remedio fue saltar al agua los que podían, por morir de aquella manera antes que soportar las llamas; y siendo el Almirante gran nadador, y estando dos leguas o poco más apartado de tierra, tomando un remo que topó, y ayudándose a veces con él, y a veces nadando, plugo a Dios (que le tenía guardado para mayor cosa) darle fuerza que llegase a tierra, aunque tan cansado y trabajado de la humedad del agua que tardó muchos días en reponerse. Y porque no estaba lejos de Lisboa, donde sabía que se hallaban muchos de su nación genovesa, lo más presto que pudo se fue allí, donde siendo conocido dellos, le hicieron tanta cortesía y tan buen acogimiento que puso casa en aquella ciudad y se casó. Y porque se portaba honradamente y era hombre de hermosa presencia, y que no se apartaba de lo honesto, sucedió que una señora, llamada D.? Felipa Muñiz, de noble sangre hidalga, Comendadora en el monasterio de Todos los Santos, donde el Almirante iba de ordinario a misa, tomó tanta plática y amistad con él que se casaron. Mas porque su suegro, llamado Pedro Muñiz Perestrelo, era ya muerto, se fueron a estar con su suegra, la cual, viéndole tan aficionado a la Cosmografía, le contó que su marido había sido gran hombre de mar, y que había ido con otros dos capitanes y licencia del rey de Portugal a descubrir tierra, con pacto de hechas tres partes de lo que se ganase llevase cada uno la suya por suerte. Con cuyo acuerdo, navegando la vuelta de Sudoeste, llegaron a la isla de la Madera y Puerto Santo, que hasta entonces no se habían descubierto; y por ser la isla de la Madera mayor, la dividieron en dos partes, y la tercera fue la isla de Puerto Santo, que cayó en suerte a su suegro Perestrelo, el cual tuvo el gobierno de ella hasta que murió. Y porque vio la suegra que daba mucho gusto al Almirante saber semejantes navegaciones, y la historia de ellas, le dio las escrituras y cartas de marear que habían quedado de su marido con lo cual el Almirante se acaloró más, y se informó de otros viajes y navegaciones que hacían entonces los portugueses a la Mina y por la costa de Guinea, y le gustaba tratar con los que navegaban por aquellas partes. Y para decir la verdad, yo no sé si durante este matrimonio fue el Almirante a la Mina o a Guinea, según dejo dicho, y la razón lo requiere; pero sea como se quiera, como una cosa depende de otra, y otra trae otras a la memoria, estando en Portugal empezó a conjeturar que del mismo modo que los portugueses navegaban tan lejos al Mediodía, igualmente podría navegarse la vuelta de Occidente, y hallar tierra en aquel viaje; por lo que, para confirmarse más en este dictamen, empezó de nuevo a ver los autores de Cosmografía que había leído antes y a considerar las razones astrológicas que podían corroborar su intento, y consiguientemente notaba todos los indicios de que oía hablar a algunas personas y marineros, por si en alguna manera podría ayudarse de ellos. De todas estas cosas supo tan bien valerse el Almirante. que llegó a creer sin ninguna duda que al Occidente de Canarias y de las islas de Cabo-Verde había muchas tierras, que era posible navegar a ellas y descubrirlas. Y para que se vea de cuán débiles argumentos llegó a fabricarse o salir a luz una máquina tan grande, y para satisfacer a muchos que desean saber distintamente los motivos que tuvo para venir en conocimiento de estas tierras y arriesgarse a tomar esta empresa, referiré lo que he hallado en sus escritos sobre esta materia.
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CAPITULO V Descripcion de la ciudad de la Concepcion en el reyno de Chile, noticia de su primera fundacion, destrucciones que ha padecido por los indios, su situacion, vecindario y temperamento, fertilidad de sus campos y comercio 495 La ciudad de la Concepcion, llamada por otro nombre Penco, tuvo su primera fundacion por el capitan Pedro de Valdivia en el año de 1550; pero haviendo rebeladose muy á los principios los indios de Arauco y Tucapel, fue preciso á su vecindario abandonarla retirándose á la de Santiago. Havian precedido á este abandono algunas victorias que los indios consiguieron en los reencuentros con los españoles y el dar muerte en uno de ellos al mismo Pedro de Valdivia, que como governador de aquel reyno era el caudillo principal de las armas empleadas en su conquista. Igual fortuna experimentaron haviendo tomado Francisco de Villagra el mando, que como á theniente general de Valdivia le correspondia. Estos desgraciados accidentes y las pocas fuerzas para resistir el gran numero de indios que se conjuraron en su contra obligó á los españoles á desamparar la Concepcion; pero incitado el vecindario del interés de sus haciendas, que dexaban perdidas totalmente en las inmediaciones de aquella ciudad, solicitaron por sí nuevo permisso de la Audiencia de Lima para volverla á poblar, de que luego tuvieron motivo para arrepentirse porque, llegando á la noticia de los indios que los españoles habitaban de nuevo la ciudad, se confederaron contra ellas y, llevando por caudillo á uno llamado Lautaro, ganaron un pequeño puertecillo, en que consistia toda su defensa, dieron muerte á algunos y obligaron á los demás á que de nuevo se retirassen á Santiago, hasta que, passando con el empleo de governador de Chile, Don Garcia de Mendoza, hijo el virrey Don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, pudo sostenerla con un refuerzo de gente que llevó y resistir las invasiones de los indios. Por los años de 1603, se volvió á suscitar una nueva y mas general conjuracion, de cuyas resultas quedó destruida no solo la Concepcion sino tambien la Imperial, Valdivia y otras ciudades menores hasta el numero de seis, que era la mayor parte de las que contenia aquel reyno; pero siendo socorrida de nuevo la Concepcion, pudo rehacerse y subsistir. 496 Su latitud es, segun observacion que hicimos el año de 1744 en Talcaguano, sitio que está precisamente este oeste con la ciudad, a 36 grados 43 minutos 15 segundos austral y su longitud, observada por el padre Fevilleé y contada del meridiano de Tenerife, de 303 grados 18 minutos 30 segundos. Está edificada á la parte del sudoeste de una hermosa bahía, en un terreno desigual y arenoso, algo elevado; por su medianía hace el curso un pequeño rio, y ella es de corta extension, pudiendo regularse como del cuarto orden. La ruina que padecieron sus casas con el formidable terremoto del año de 1730 ha obligado á que sean todas baxas; ha estado siempre sujeta á estos repentinos accidentes, y el que queda citado fue el ultimo de los grandes que ha experimentado, con el qual padeció igualmente la ciudad de Santiago, capital del reyno. Empezó entonces á moverse la tierra el dia 8 de julio á la una de la mañana, y con los ramazones que dió se retiró el mar á bastante distancia; pero dentro de poco, se hinchó tanto que, excediendo sus regulares límites, inundó las campañas y dexó anegada la ciudad. Este repentino sucesso puso al vecindario en la precision de abandonarla y de acudir todos por unico asylo á las vecinas eminencias; repitióse el movimiento de tierra por tres ó quatro veces, y, poco antes que empezara á amanecer, á cosa de las 4 de la mañana, volvió á temblar con mas espantosos baybenes, á cuyo esfuerzo acabaron de vencerse los pocos edificios que havian resistido el primer movimiento y ímpetu del agua, repitiendose tambien este por segunda vez con mas horror que la primera. 497 Las casas son todas de tapias ó adoves, cubiertas de texa; las iglesias, reducidas y pobres; y, á su correspondencia, los conventos de San Francisco, San Agustin, Santo Domingo y la Merced, siendo entre todos aquellos edificios el mas desahogado, decente y bien fabricado el colegio de la Compañia. 498 Govierna esta ciudad en lo politico un corregidor, á quien el rey confiere este ministerio, y es el que hace cabeza á los alcaldes ordinarios y regidores, que forman el cuerpo de ella; en vacante, provee este empleo el presidente de Chile, que es governador y capital general de todo el reyno y presidente de la Audiencia de Santiago, su capital, de quien, como tal, es dependiente la Concepcion. En ella tuvo su primer assiento aquel tribunal real y permaneció desde el año de 1567 hasta el de 1574, en que, considerando lo expuesto que estaba allí á ser perturbado el sossiego y tranquilidad correspondiente á su serio ministerio por los frequentes insultos que executaban los indios, se juzgó conveniente el extinguirlo. Y restablecido despues, se trasladó á la ciudad de Santiago, donde ha subsistido hasta el presente, pero su presidente debe assistir los seis meses del año en la Concepcion y los otros seis en Santiago; los primeros, para atender á los assuntos militares de las fronteras, providenciar en el buen estado de las fortalezas que hacen oposicion y sujetan los indios de Arauco, mantener en buen pie las milicias y hacer que las armas están respetadas de aquellos indios y que conozcan hallarse siempre en estado de refrenar su ossadía y castigar sus atrevidas empresas; los otros seis meses en Santiago son para oir los quexosos, distribuir la justicia y hacer mas respetable aquel tribunal con su presencia. Hay tambien un tribunal de Real Hacienda, compuesto de contador y tesorero, y todos los demás que son regulares en aquellas ciudades. 499 Como todos los habitantes de aquellas poblaciones y campañas comprehendidas en la jurisdiccion de la Concepcion componen varios cuerpos de milicias, unos á sueldo y otros sin él, y estas toman las armas contra los indios circunvecinos siempre que den motivo para ello sus repentinos alborotos y provocaciones, hay en los territorios dependientes de aquella ciudad, fuera del corregidor, un maestre de campo, á cuyo cargo está el mando militar en todo lo que es fuera de ella, y por esto le están subordinadas las milicias del reyno, y de su empleo y encargos se hará mencion mas adelante. 500 Esta ciudad, en su primitivo tiempo, fue dependiente del obispado de la ciudad Imperial, de la cual fue transferida á la Concepcion la silla episcopal, y mudado todo el cabildo despues que los indios con sus repetidas correrias empezaron á arruinar la Imperial; y siendo este uno de los obispados sufraganeos de Lima, su cabildo se compone de el obispo, dean, arcediano, una canongia magistral y otra de presentacion. 501 Estiendese la jurisdiccion de la Concepcion desde el rio de Maula, que está en la costa al norte de la ciudad, hasta la punta de Lavapies. Las poblaciones, que comprehende en pueblos formales, no son muchas pero todo su territorio está lleno de haciendas, en las quales y en rancherías de gente habita la mayor parte de la que encierra esparcida por las campañas, y no á mucha distancia unas de otras. 502 El vecindario de la ciudad es compuesto de españoles y mestizos; los segundos suelen no distinguirse en el color de los primeros porque unos y otros tienen muy blanca la tez, y algunos entre ellos son rubios; de españoles, hay familias distinguidas por la calidad, yá sean criollas ó yá europeas, en bastante numero por las comodidades del país y bondad de su clima, viviendo todos con mucha concordia y union entre sí y no reparandose las escandalosas oposiciones que tan entabladas están en otras partes de aquellas provincias. Son todos los hombres bien formados, corpulentos y robustos; y las mugeres, bien parecidas; sus costumbres y vestuarios se assimilan en parte á el que usan en Lima y se acercan algo mas á el que practican en Quito, excepto que en los hombres hay la diferencia de servirse de ponchos en lugar de capa, los quales se reducen á una manta de dos varas y media ó tres de largo y dos de ancho con una pequeña abertura en medio, lo suficiente solo para poder sacar la cabeza, y todo lo restante queda colgando; acostumbranlos en todos tiempos, tanto para andar á pie como á cavallo, y aquella gente pobre de la campaña, á quienes llaman guasos, no los dexan mas que para dormir ni les estorva para hacer cualquier trabajo porque, terciando los dos costados sobre los hombros ó echando por encima de ellos la falda delantera á las espaldas, les quedan libres los brazos y desembarazado todo el cuerpo. Esta moda es general en toda especie de personas sin distincion de sexo, estado ni calidad para andar á cavallo, cuyo exercicio es igualmente comun y frequente en todos aquellos naturales, y en él se particularizan las mugeres por la destreza de manejarlos en todos modos. 503 Un ropage de suyo tan sencillo y uniforme distingue las personas y sus calidades pues, segun la obra que tiene, assi es su costo; en unos sirve de abrigo, en otros de decencia y en otros de gala; y los hay de todos precios, desde quatro á cinco pesos hasta ciento y cinquenta ó doscientos; su diferencia consiste en la fineza del texido y realce ú calidad del bordado que los guarnece ó en las labores primorosas que adornan y hermosean la tela, las quales son comunes á todos, á excepcion de aquellos que se hacen para bordar; su materia es lana, y los indios, los que los fabrican con un doble texido; la mayor parte de ellos tienen el campo azul y labores coloradas y blancas ó sobre blanco, labores azules y coloradas y tambien de otros colores. 504 Los guasos son sumamente diestros en el manejo del lazo y de la lanza, y es muy raro que yerren tiro con aquel á toda la carrera del cavallo; assi, son estas sus principales armas, y con la misma agilidad enlazan un toro feroz que otro qualquier animal sin que se escape de su prontitud y acierto el hombre mas advertido. En prueba de su destreza, referiré aqui el exemplar sucedido en un inglés que conocimos en Lima; este se hallaba en la lancha de una embarcacion pyrata que estaba en la bahía de la Concepcion y iba á desembarcar al puerto de Talcaguano con animo de executar sus acostumbradas hostilidades en las poblaciones vecinas; los milicianos inmediatos ocurrieron á la playa para estorvarles su designio, y, haviendo desde la lancha dadoles una escarga de fusilería, les pareció á los de ella que les obligarian á huir y dexarles libre el desembarco, á cuyo sitio no havian llegado todavia; uno de los guasos, no obstante, largó su lazo y, aunque al verlo despedir se echaron todos á plan en la lancha, enlazó á el tal inglés y lo sacó arrastrando con tanta prontitud que, assombrados los demás, no cuidaron de otra cosa que alexarse del peligro y volverse escarmentados. Tuvo la fortuna para no morir ahorcado y arrastrado con la violencia de la carrera de haverle cogido atravesado, passando el lazo sobre un hombro y por debaxo del brazo contrario, y assi pudo convalecer despues de algunos dias del molimiento y arrastre. 505 Como tienen la seguridad de que muy rara vez yerran, y es preciso, en pegando el lazo, segun ellos se explican, que cierre para que sujete, al punto que lo despiden, tienen la preocupacion de picar al cavallo y correr á toda fuerza, con lo qual, no dan tiempo á que se pueda zafar, y es tanta su violencia que no dexa intervalo entre el llegar á coger y oprimir. En sus particulares querellas ó duelos, usan de ellos y se defienden con una mediana lanza, la qual manejan assimismo con destreza y, por su medio, suelen despues de un largo combate no hacerse otro mal que el de los golpes. Vengan sus enconos del mismo modo, procurando coger en escampado ó con descuido á aquel en quien quieren executar su ira, en cuyo caso no hay otra defensa, si es en campo raso, que tirarse al suelo al reconocer que toma el lazo en la mano y pegarse contra la tierra con pies y manos, sin dexar lugar alguno por donde le pueda entrar; tambien es bueno arrimarse á algun arbol y, si es en la calle, unirse á la pared; en pequeña distancia, esto es, menor que de diez ó quince passos, no logra tan buen efecto la destreza en este modo de prender, pero en mayores, hasta treinta ó quarenta y aun algo mas, es sumamente peligrosa. 506 Hacense estos lazos de cuero de baca, el qual cortan al rededor en una tira seguida de aquel gruesso, que es suficiente; tuercenla despues; y la curan bien, sobandola con grassa hasta que queda muy dócil y, al mismo tiempo, muy flexible, pero tan fuerte que, aunque no tenga de grueso despues de torcida sino poco mas de medio dedo, sujeta al toro mas feroz y forzudo y, al ímpetu de la carrera con que procura huir, lo derriba sin que el estremecimiento la venza quando una cuerda de cañamo mas gruesso se romperia. 507 El temperamento que logra aquella ciudad es, sin diferencia alguna, como el regular de Europa; en ibierno se siente mas frio que en las provincias meridionales de España pero no tanto cómo el de las boreales, y en verano á proporcion. En el ibierno lo desabriga el ningun resguardo que tiene para los vientos nortes, y en el verano se templa la influencia de los rayos del sol por el viento sur, refrescando la tierra y desvaneciendo la impression que puedan hacer en ella. Esto no obstante, el temperamento de la ciudad es mas cálido que el de las campañas circunvecinas por la distinta disposicion del terreno en que se halla; este es interrumpido de varios rios, y entre ellos algunos bastantemente grandes, como el de Arauco y el de Biobío, el qual es tan caudaloso que, á una legua antes de desembocar en el mar, tiene tres quartas de legua de ancho ó poco menos; en verano, puede no obstante vadearse aunque con gran riesgo, y en ibierno se passa en balzas. Desde las orillas del sur de este rio de Biobío en adelante empiezan las habitaciones de los indios gentiles, y, no á mucha distancia de las mismas orillas acia aquella parte, están los fuertes de la frontera, de que se dará razon mas adelante. Las campañas de aquella jurisdiccion se componen de llanuras muy dilatadas y espaciosas porque, distando lo bastante la serranía acia el oriente, dexa todo el espacio que hay entre ella y las maritimas playas de un terreno sumamente igual y uniforme, que solo la interrumpen á trechos algunos medianos cerros, los quales hacen mas divertida la vista y agradable su prespectiva. 508 A la similitud que tiene aquel temperamento á el de España, corresponden sus producciones, si bien con la diferencia de mayor bondad en el excesso de ellas con que se nota aquel llevar á este no pequeña ventaja. Los arboles y todas suertes de plantas tienen sus tiempos en que nacen, alegran los campos con su verdor, recrean la vista con los matices de sus flores y el paladar con el sabroso y bien sazonado gusto de las frutas. Yá se dexa entender que por precision han de ser encontradas las sazones y que, por consiguiente, quando en España es ibierno, es allí estío, y otoño, quando acá primavera. Produce, pues, aquel país las mismas especies de frutos, simientes y frutas; no que los meridionales de España porque ni es apto para caña de azucar, naranjos, limones y otras de esta especie ni adequado para olivares, aunque no falten olivos, se coja alguna aceytuna, pero sí como los del centro de España con tanta mas abundancia quanto no es año regular si no excede la cosecha del trigo de ciento por una, y á este respeto todas las demás simientes. Por cosa particular, referiré lo que vi y examiné en Talcaguano en una huerta que dista del puerto poco mas de un quarto de legua á la orilla de la mar, en el sitio conocido por el nombre del Morro; entre varios granos de trigo que sin cuidado havian nacido, huvo uno que, siendo un solo pie el que salia de la tierra, brotaba despues de los nudos tantas cañas que formaban arriba treinta y quatro espigas, y, de ellas, las principales tenian de granazon tres pulgadas con muy corta diferencia, y las que menos no baxaban de dos; viendome admirado el dueño de la casa, me dió á entender que no tenia de que sorprehenderme porque en las sementeras, aunque no se reparaban con tanta lozanía, havia granos que producian de cinco á seis espigas; puse cuidado en ello y encontré tantas despues que ya no se me hacía estraño ver la de las 34 como nacido en lugar en que, assi por el riego como por la mejor disposicion de la tierra, debia ostentar mayor fecundidad. 509 Prueba bastantemente la abundancia el precio que el trigo tiene allí, pues regularmente no sube de ocho á diez reales de plata la fanega de seis arrobas y seis libras, que para las Indias es quanto puede decirse; pero, por falta de saca, aun á precio tan ínfimo, no se siembra mas que aquel necessario para el propio consumo, y las tierras están siempre vacías, quedando de ningun provecho porque dan las ocupadas con excesso mucho mas de lo que pueden gastar sus habitantes ó de lo que extraen los de afuera. 510 Produce con no menor abundancia la uba de varias castas, y con ella se hacen todas suertes de vinos tan buenos que son los mas estimados en todo el Perú, no menos por su generosidad que por su buen sabor; la mayor parte son tintos, y tambien se fabrica moscatel, cuya fragancia y delicadeza aventaja á los que de esta especie se conocen en España; casi toda la uba ó generalmente toda nace en parrales y no en capas, y hay pedazos de tierra bien dilatados donde, como en las sementeras, faltando la salida y consumo, sucede el estar abandonados totalmente porque, aunque produzcan mucho, siendo pocos los compradores, no queda de ellos ni aun la pequeña utilidad necessaria para el costo del cultivo. 511 El unico y mayor destino que dan á tan fecundas campañas sus dueños es el de engordar ganado vacuno, cabrío y ovejas con la mucha yerva que producen; á esto se reduce la mayor parte de las haciendas y, á su correspondencia, las chacaras de la gente pobre; luego que el ganado mayor está bastantemente gordo y que el tiempo es propio para ello, hacen la matanza proporcionada á la hacienda de quatrocientas, quinientas y aun suele exceder á este el numero de reses en las mas grandes; sacan el sebo, hacen manteos con la gordura, que allí llaman grassa, y convierten en charqui ó tassajo la carne, pero lo que les dexa la principal utilidad es el cuero, sebo y grassa. De aqui se podrá hacer juicio en qué estado de gordura estarán quando llegan á matarlas, siendo el sebo el principal renglon de la ganancia; pero bastará á dar idea de la abundancia del país el decir que una de aquellas reses en este estado y en pie solo vale quatro pesos, precio tan inferior que, haciendo á esta provincia desemejante á las demás de Indias por lo barato, no debe acreditarla pobre entre ellas porque es tanta la fecundidad de sus tierras que solo se puede echar menos la aplicacion en sus naturales para exceder á todas en riquezas. 512 El modo de que usan en las matanzas es de grande diversion y de no menor destreza para los que se emplean en ella; executanlo acorralando primero el ganado que se ha de matar, y los guasos se ponen á cavallo á la puerta con una lanza en la mano de dos á tres brazas de largo; esta tiene en uno de sus extremos una media luna de acero bien afilada, cuyas puntas se apartan algo menos que un pie; abren la puerta al corral y hacen salir una res, la qual, como es natural, toma inmediatamente la carrera de su querencia; destacase un guaso en su seguimiento y, assi que llega á alcanzarla sin cessar en la carrera, la desjarreta de un pie y luego del otro, apease y con gran prontitud la mata, desuella, saca el sebo y grassa y convierte en tassajos toda la carne para salarla despues y hacer el charqui; concluido esto, carga á las ancas de su cavallo el sebo envuelto en el pellejo, dexalo en la hacienda, de donde van despues á recoger la carne, y él continúa con otra. Assi, á un tiempo sueltan tantas como guasos ó peones hay que se ocupan en el exercicio, y siguen varios dias hasta que dan fin á todo el ganado destinado para aquel año. La mayor habilidad que hay en esto, á mas de la prontitud en el desjarretar, es el que un hombre solo lo haga todo sin llevar en ello peligro; si corre tanto la res que no la puede dar alcance, se sirve entonces de el lazo y, bien por las hastas ó por uno ó por entrambos pies, segun le parece mejor ó se lo proporcione la ocasion y positura en que la coge, la enlaza y sujeta, valiendose en este caso del auxilio de algun arbol para matarla porque, haciendole dar una ó dos vueltas al lazo al rededor de él, la assegura para conseguir su intento sin dificultad. 513 El sebo lo enzurronan en los mismos cueros para conducirlo á la ciudad y venderlo allí; la grassa la derriten y, fundida, la ponen en pellejos de carnero; y la carne la salan cortandola primero en delgadas tiras, que es á lo que llaman tassagear, ponenla á secar después y, estandolo, forman tercios que sirven tambien para vender; los cueros que les sobran los convierten en curtiembres y, de ellos, hacen suela muy sobresaliente. El ganado cabrío lo engordan assimismo y aprovechan el sebo, como el de las bacas. De las pieles fabrican cordovanes tan excelentes que son los que merecen por su buena calidad mayor estimacion en todo el reyno del Perú. 514 Al respeto de esta grande abundancia que hay en carnes y simientes, sucede con todo lo demás. Las aves domesticas, como pabos, gallinas, gansos y patos, valen muy poco y se crian muchas en todas aquellas casas de campaña á poca diligencia y ningun gasto; la caza, del mismo modo, y sus especies son patos reales, canclones, como los que quedan explicados entre las aves de los páramos de Quito, aunque estos no son tan grandes y mas semejantes á las bandurrias, que es el nombre que allí les dan, palomas torcaces, tortolas, perdices, becadas, avecasinas, zarapicos reales, y, por este termino, no es menos pródiga aquella athmosphera que la tierra pues, émula á su fecundidad, le imita en lo que es propio de su region. 515 Entre las aves, hay una bien particular por su exercicio, de la qual están llenas todas las campañas, y llamanlas dispertadores los naturales porque advierten á las demás del peligro en que las pone el cazador; luego que sienten algun ruido de persona ó de animal, se levantan del suelo donde están casi de continuo; al tiempo de executarlo y con la misma prontitud, empiezan á gritar con un graznido algo semejante al de las cotorras y, girando en el ayre al rededor del objeto que dió motivo á su inquietud, no cessan en mucho tiempo, con cuyo aviso, las aves que estaban descuidadas en aquellas inmediaciones toman prontamente el vuelo y se libertan. 516 Esta ave es el tamaño de una mediana gallina; la pluma, blanca y negra; el cuello, grueso; la cabeza, algo grande, levantada y garvosa, adornada de un pequeño penacho que forma la pluma; los ojos, grandes, vivos y alegres; el pico, en buena proporcion, algo corbo y gruesso. En los encuentros de las alas, tiene dos espolones, en cada una el suyo, de poco menos que una pulgada de largo, los quales colorean algo por la raiz ó nacimiento y terminan como los que guarnecen los pies de los gallos; son muy agudos en la punta, rehechos en lo restante y muy duros; estos les sirven de armas para combatir con las demás aves, y particularmente contra las de rapiña, como cernicalos, gavilanes y otros de que abundan aquellos parages. 517 Entre las de canto hay gilgueros; y aunque los matices de sus plumas no son precisamente como los de España, en su tamaño, estructura y canto no difieren. Otras varias especies hay propias de aquellas Indias, y se encuentran en todos los paises frios, como los piches, cuyo tamaño es mayor que el de los gorriones; la pluma, parda, manchada de obscuro; y todo el pecho, de un colorado muy hermoso; en los encuentros de las alas tienen también algunas plumas del mismo color, y entre las largas, otras varias assi de este como del amarillo. 518 No es molestado aquel país por ninguna suerte de insectos mas que niguas ó piques; no hay sabandijas ponzoñosas, y, aunque en los campos y bosques se ven algunas culebras, no son dañosas sus picadas; tampoco hay animales feroces ó silvestres que den susto en las campañas; con que, parece que aquel país desahoga toda su fertilidad y buena naturaleza en tributar á las criaturas todo lo que pueden apetecer para la vida, gozandolo sin pensiones. 519 Las frutas, de que es Chile muy abundante, son de las mismas especies que las que se conocen en Europa, entre las quales producen muchas guindas grandes y de gusto delicado, fresas de dos especies, unas que llaman frutillas y exceden en el tamaño á las monstruosas de Quito, pues las hay como pequeños huevos de gallina, y las otras, que no tienen diferencia en el tamaño, olor y gusto á las de España, se crian silvestres en las faldas de aquellos pequeños cerros, y, de la misma suerte, nacen todas especies de flores sin mas cultivo ni cuidado que aquel que exerce con ellas la misma naturaleza. 520 Entre las yervas particulares, de las quales hay muchas medicinales y otras que sirven para distintos ministerios, se particulariza una planta muy propia para curtiembres, de que están llenos los campos, y le dan el nombre de panque; crece esta sobre la tierra de quatro á cinco pies, esto es, vara y media con corta diferencia; el tronco principal, que es siempre tierno, tendrá de quatro á cinco pulgadas de diametro y como dos pies y medio de alto; desde allí, se divide en varias ramas, y estas echan unas hojas tan grandes que tienen como pie y medio y aun hasta dos de diametro; son redondas, aunque formando varias puntas, ásperas y algo gruessas. Antes que llegue esta planta á ponerse en estado de cortarse, y quando las ramas del cogollo empiezan á colorear, los cortan aquellos naturales y chupan el jugo, que es muy fresco y astringente; pero luego que la hoja empieza á blanquear, como que quiere secarse, cortan la planta por el pie y, mondando todo lo que hace el tronco, lo dividen en ruedas, que secan al sol y después las emplean en las curtiembres. 521 Si se dexan á un lado las produciones con que lisongea la vista aquel país y se passa la consideracion á lo que encierra interiormente en sus venas, se hallarán estimables minerales, unos de piedras, entre los quales pueden tener su lugar los de lapiz lazuli y imán, otros de cobre, á cuya calidad no aventaja la de los mejores que se conocen en Europa, y otros de oro, pero todos ellos infructiferos porque sus moradores, contentos de tener tan abundantemente lo que necessitan para la vida, no aprecian otra cosa ni su curiosidad se estiende á inquirir lo que la misma tierra guarda en sus entrañas. 522 En este reyno de Chile es donde parece tienen su origen aquellos célebres cavallos y mulas andadores, de que queda hecha mencion en la primera parte; y siendo los que hay hoy en todas las Indias procreados de los primeros que se introduxeron de España, adquirieron los de Chile la excelencia de un nuevo passo para sobresalir con él no solo á los demás de aquella America pero también á los de España, de quienes se derivaron. No me opondré yo á que los cavallos que en el primitivo tiempo se llevaron fuessen andadores por inclinacion ó raza, pues aun todavia se ven en España muchos con esta propiedad, pero sí diré que, haviendo tenido mas cuidado allá en conservar la casta sin que, mezclados los de ella con los puramente de trote, degenera, son incomparablemente mucho mas perfectos aquellos que los de acá, pues, sin mas industria que su propia inclinacion, andan tan velozmente que, haciendo pareas con otro que corra á su lado, no consienten que se les adelante, y el ginete lleva en ellos un descanso tal que no dá lugar á que la agitacion le fatigue. Son, assimismo, tan hermosos como los muy celebrados andaluces, de buen talle y generosos; por estas tan sobresalientes calidades, se hacen estimables en todas partes y se llevan á Lima como regalo el mas dignó de aprecio que se puede ofrecer á las personas de mayor caracter, otros los llevan para su gusto, y son yá tan comunes en todo el reyno que trascienden hasta Quito, con cuyo motivo, se han hecho castas en todos aquellos paises pero en ninguno prevalecen con la perfeccion que en Chile. 523 El comercio que mantiene la Concepcion pudiera ser muy quantioso si estuviesse poblado aquel territorio á proporcion de su bondad y extension; pero, por el contrario, es muy corto respeto del que pudiera mantener. Lo mas de él se reduce á frutos, y en estos es tan escaso el que se hace que por lo regular solo vá un navio del Callao annualmente á cargarlas, y los que hacen viage á Chilpá ó Valdivia, que de vuelta á su destino tocan allí y cargan de ellos igualmente. Los generos á que se reduce la saca son sebo, grassa, cordovanes, suelas, manteca hecha con la leche de bacas muy sobresaliente, vinos y frutas secas; lo que llevan para abastecer la ciudad y habitantes de aquellas campañas son bayetas, paños y tucuyos de Quito, alguna ropa de Europa, hierro y mercerías, pero muy poco de estos ultimos porque, como la mayor parte de aquellas gentes son pobres, todos se visten de ropas de la tierra. Fabricanse allí tambien algunas bayetas; y aunque las hacen muy buenas, son pocas del comercio que tienen aquellos naturales con los indios de Arauco, como se dirá lo correspondiente en su lugar.
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CAPÍTULO V De la hechura y gesto del cielo del Nuevo Mundo Cuál sea el gesto y manera de este cielo que está a la banda del Sur, pregúntanlo muchos en Europa, porque en los antiguos no pueden leer cosa cierta, porque aunque concluyen eficazmente que hay cielo de esta parte del mundo; pero qué talle y hechura tenga, no lo pudieron ellos alcanzar, aunque es verdad que tratan mucho de una grande y hermosa estrella que acá vemos, que ellos llaman Canopo. Los que de nuevo navegan a estas partes suelen escribir cosas grandes de este cielo; es a saber: que es muy resplandeciente y que tiene muchas y muy grandes estrellas. En efecto, las cosas de lejos se pintan muy engrandecidas; pero a mí, al revés me parece y tengo por llano que a la otra banda del Norte, hay más número de estrellas y de más ilustre grandeza. Ni veo acá estrellas que excedan a la Bozina y al Carro. Bien es verdad que el Crucero de acá es hermoso y de vista admirable. Crucero llamamos cuatro estrellas notables que hacen entre sí forma de cruz, puestas en mucha igualdad y proporción. Creen los ignorantes que este Crucero es el polo del Sur, porque ven a los marineros tomar altura por el Crucero de acá, como allá suelen por el Norte, mas engáñanse. Y la razón porque lo hacen así los marineros es porque no hay de esta banda estrella fija que muestre al polo al modo que allá la Estrella del Norte lo hace, y así toman el altura por la estrella que es el pie del Crucero, la cual estrella dista del verdadero y fijo polo, treinta grados como la Estrella del Norte allá dista tres y algo más; y así es más difícil de tomar acá el altura porque la dicha estrella del pie del Crucero ha de estar derecha, lo cual es solamente a un tiempo de la noche, que en diversas partes del año es a diferentes horas, y en mucho tiempo del año en toda la noche no llega a encumbrar, que es cosa disgustosa para tomar el altura. Y así los más diestros pilotos no se curan del Crucero, sino por el astrolabio toman el sol y ven en él el altura en que se hallan. En lo cual se aventajan comúnmente los portugueses, como gente que tienen más curso de navegar de cuantas naciones hay en el mundo. Hay también de esta parte del Sur otras estrellas que en alguna manera responden a las del Norte. La Vía Láctea que llaman, corre mucho y muy resplandeciente a esta banda, y vense en ella aquellas manchas negras tan admirables de que arriba hicimos mención. Otras particularidades otros las dirán o advertirán con más cuidado; bástemos por ahora esto poco que habemos referido.
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CAPITULO V Viage de la Deliberanza hasta el puerto de Luis Bourg en isla Real ó cabo Bretón, donde tambien fue apresada, y noticias de esta navegacion 701 Perdidas de vista las quatro fragatas, segun queda referido, hizo junta el capitan de la Deliberanza con sus oficiales para determinar qué derrota convendria seguir. Hallabase entre estos no que en diversas ocasiones havia estado en el puerto de Luis Bourg, en la isla Real de cabo Bretón, junto á Terranova, y estaba bastantemente instruido de la disposicion y fortalezas de aquel puerto como tambien de que annualmente passaban á él dos navios de guerra por el principio del verano, assi con el destino de llevar el situado para aquella plaza y el de Canadá como con el de protexer la pesca de bacallao; y sucediendo esto en tiempo de paz, era natural que en el de guerra fuessen mayores fuerzas, segun que tambien se havia practicado en la ultima guerra reynando Luis XIV, porque assi lo persuadia la importancia de aquella plaza, assi por ser la llave de la Canadá como por ser el puerto mas seguro de la pesca y el que mantenia el comercio con las islas de Santo Domingo y la Martinica. Estas razones y el considerar menos peligro en aquella derrota que en la de seguir la de las costas de España dieron motivo á que se dexasse la que llevabamos y á seguir la que parecia mas segura, haviendo otras á que era necessario atender, las quales no dexaban arbitrio en la esperanza de que pudiesse llegar la fragata á puerto de España; tales eran las noticias que se havian recibido en el puerto de la Concepcion, estando proximos á salir, de haverse formado en Londres una compañia para armar treinta fragatas en corso del porte de 20 á 30 cañones con el fin de apostarlas en distintos parages y esperar á todas las embarcaciones que volviessen de los puertos de las Indias, las quales, aunque falsas, las hizo parecer verdaderas el exemplar de haver encontrado yá dos de las que se expressaban, y, siendo assi, no podia dexar de haver otras muchas de allí para adentro, particularmente en la cercanía de los puertos y costas, que eran los mas seguros lugares para cruzar, juicio tan natural para quien carecía de otras noticias despues de mas de dos años que no era facil apartarse de él ni tomar el arrojo temerario despues de lo que acababa de suceder de ir á exponer unos caudales como los que havian quedado á bordo de la Deliberanza, en una embarcacion de tan poco andar que se podia tener por evidente no podria escapar por la vela de qualquiera que le diesse caza, de tan endebles fuerzas que todas consistian en los 14 cañones de á 4 y 15 fusiles con corta diferencia, la gente, disminuida de 9 personas que quedaron peligrosamente heridos en el combate, y, ultimamente, lo que era peor, que todo sin polvora, siendo yá casi ninguna la que le havia quedado, agregandose á este ser tanta el agua que hacía de resultas del combate que, empezando á dar á la bomba, luego que cessó, no se pudo achicar hasta el fin de la noche la que le havia entrado, de cuya faena no se exceptuó alguno de los que quedaron sin lesion. Todas estas reflexiones hechas por aquel capitan, apoyadas de sus oficiales y consideradas despues por los passageros, á quienes generalmente se las comunicó para que le diessen su parecer, pudieron tanto que no admitieron dilacion en la eleccion y practica de la nueva derrota, y, assi, en la misma tarde se mudó de rumbo, empezandose á hacer la de Luis Bourg unico puerto en quien podia ponerse la mira con alguna probabilidad. 702 El parage en que sucedió el combate, segun mi cálculo y la carta nueva francesa, era al norte noroeste 5 grados noroeste de la isla de Flores y 96 leguas distante de ella. 703 Desde que se mudó de rumbo, se governó al noroeste quarta al oeste y oeste cuarta al noroeste hasta el dia 28, que se observaron 46 grados 18 minutos de latitud, y estuvimos al oriente de la Concepcion 29 grados 45 minutos; por lo general, fueron los vientos entre el sur sudoeste y oeste sudoeste y solo en una singladura estuvieron por el noroeste y oes noroeste, á cuya parte passaron el dia 23 despues que cessó un fuerte temporal que havia empezado á las 12 de la noche del dia 22 por el es-sudeste, de donde se llamó á las 6 de la mañana al sur y sur quarta al sudoeste, obligando á aguantarlo á la capa con la mayor; y quando dió lugar á ello, se corrió con esta y el trinquete tomando el rizo en cada una; la mar fue entonces mucha á correspondencia del viento, y huvo gran cerrazon causada por la mucha niebla que ocupaba la athmosphera, la que primero se fue convirtiendo en menuda lluvia y despues tomando cuerpo. 704 Desde los 46 grados, se prosiguió governando al oeste, algunas veces un poco para el su ó para el norte, procurando mantener siempre aquella latitud, excepto quando los vientos precisaban á hacer otro rumbo porque, aunque los generales eran entre sur sudoeste y sudoeste, mas inclinados siempre al primer rumbo que á el segundo, no dexaron de saltar tal vez al nordeste, este y sueste, en cuyas ocasiones siempre se experimentó temporal. 705 El dia 5 de agosto nos hallabamos en 45 grados 14 minutos de latitud y al oriente del meridiano de la Concepcion 24 grados 16 minutos; el viento, que estuvo por el sur hasta las seis de la tarde de la antecedente, calmó á esta hora, y á las 2 de la mañana empezó á ventar por el oes noroeste y noroeste, de donde fue dando la vuelta por el norte hasta que llegó al este; de aqui volvió á retroceder al nordeste y tomó mas cuerpo del que hasta entonces havia tenido, variando desde este rumbo hasta el norte y aumentando ó disminuyendo de fuerza porque soplaba á ráfagas; á las 8 de la tarde, el dia 6 passó al este y dos horas despues al es sudeste, por donde se mantuvo hasta el 7 á las 6 de la mañana, que se entabló por el sudeste y moderó; pero, aunque en esta ocasion ventó lo bastante, no fue tanto que obligasse á capear, como se havia hecho antes y volvió á suceder despues. 706 El dia 7, estando en 45 grados 17 minutos y el viento por el sur, saltó repentinamente al oeste á las dos de la tarde con tanta fuerza que obligó á aferrar todas las velas y hacer capa á palo seco, no siendo possible que aguantasse ninguna segun la violencia de las ráfagas; en poco tiempo levantó mucha mar y dos horas despues se llamó al noroeste y empezó á disminuir y, otras dos horas despues, al norte; á las 10 de la noche, al oeste quarta al sudoeste y calmó lo suficiente para poder marear las mayores y gavias tomados todos los rizos, por cuya parte se mantuvo y se fue disminuyendo hasta que abonanzó; pero esta vuelta que dió, siendo contra el orden regular, fue maliciosa, como se notará de lo siguiente. 707 Hallandonos el dia 10 en 45 grados 14 minutos de latitud 17 grados 25 minutos al oriente de la Concepcion y el viento por el sur, fue tomando fuerza de tal suerte que á las 5 de la mañana obligó á tomar todos los rizos en las gavias, passó al sur sudoeste, levantó mucho mar, y á las 3 de la tarde precisó á hacer capa con la mayor arrizada, á las 10 de la noche passó al suroeste y sudoeste quarta al oeste y, haviendo disminuido alguna cosa, dió lugar á que se mareasse á las 6 de la mañana del dia 11 el trinquete y las gavias con todos los rizos tomados y permaneció despues con esta parte. 708 La vuelta regular que el viento hace en estas mares, y es general en todas las del emispherio boreal, es siguiendo al sol del este al sur, sudoeste, oeste y norte, á imitacion de la que queda explicada en los capitulos donde se habla del mar del sur; y, por esto, quando ha ventado el temporal y, en lugar de continuar su vuelta, retrocede de ella, aunque calme por entonces y parezca que abonanza, es regular que repita de nuevo dentro de un dia ó dos y que viente con mayor fuerza que antes porque en la primera no descargó toda la que havia de echar. La causa de esto es bien dificil de determinar porque, aunque muchos y buenos ingenios se han dedicado á la especulacion del origen de los vientos, no se encuentra entre las sutilezas de sus discursos alguno que convenga enteramente, acomodandose con las desigualdades que se experimentan en ellos, tanto de la fuerza con que corren como de la parte por donde se impelen. 709 Nunca faltan temporales en esta travesía y mares de Terranova pero segun las estaciones del año, assi son las que se experimentan. Yá queda visto que por lo mas regular suceden quando vienta de las partes del sur y que, aunque viente muy fuerte de la del norte, no es con tanta furia como por aquella. Si se hace reflexion sobre este particular y lo que queda dicho de los vientos en el mar del sur, se hallará entre los dos opuestos emispherios una cierta conformidad porque en cada uno de ellos, á mas de la vuelta que dan los vientos, suceden los temporales quando soplan de la parte del polo opuesto al inmediato de cada emispherio; en el mar del sur, los nortes y oestes son los que se convierten en temporales, y en la del norte, los sures y estes. 710 Los temporales que se experimentan en verano en la travesía de Terranova yá queda visto, por los dos que sobrevinieron en este viage, que no duran mucho tiempo, pero entran con mucha mayor violencia y prontitud que en el ibierno, pues, desde que apuntan hasta que empiezan á descargar lo mas recio de su fuerza, apenas passará media hora; y aunque en esta sazon no son muy regulares, no dexa de haverlos pero en el ibierno suelen durar tres y quatro dias seguidos con bastante fuerza y actividad, y en una y otra ocasion son acompañados de niebla mas ó menos densa y de menudos aguaceros. 711 El dia 31 de julio me hallaba, segun mi cálculo, á las 8 de la mañana en 45 grados 57 minutos de latitud y 27 grados 3 minutos al oriente de la Concepcion; el agua, que por su color estaba entre verdosa. y blanquizca, deba á entender que haviamos entrado en un banco, y, haviendo sondado, se hallaron 55 brazas en fondo de arena y conchuela menuda; segun este braceage y fondo cotejado con la nueva carta francesa, el cálculo de mi derrota se hallaba atrasado entre 6 y 7 leguas, esto es, faltaban las mismas que navegar hasta llegar á aquel fondo. En la tarde, se viró de bordo con animo de disminuir latitud, assi por evitar la cercanía de Plasencia como por huir de algunos arrecifes que están en el veril occidental del banco en la latitud de 46 grados, y con este motivo volvimos á salir de él. 712 El dia 2, estando en 45 grados 31 minutos y medio de latitud y 27 grados 2 minutos al oriente de la Concepcion, se sondó, y hallaron 70 brazas de agua, fondo de piedra; despues, se continuó sondando, y se hallaron las sondas como podrá verse en la siguiente tabla. 713 Hallandose la fragata el dia 27 de julio en 45 grados 54 minutos de latitud y al oriente de la Concepcion 32 grados 6 minutos, se dexaron ver unos pajaros que reboleteaban contra el agua; su porte, poco menos que el de un palomo; la pluma de todo el cuerpo, negra, y la de la cola, blanca. Los prácticos de esta navegacion dixeron que se dexaban ver á mucha distancia del banco, y assi se comprobó pues fue preciso disminuir 5 grados de longitud para encontrar la primera sonda. Tambien se vieron dos pajaros de los que llaman godos y abundan mucho en el banco; y aunque es la opinion de los mismos prácticos que no se apartan á grande distancia de él, por esta experiencia se notó lo contrario; estos godos son de figura y porte de un pato grande, tienen muy corta ó ninguna cola á la manera de los mismos patos, vuelan contra el agua; la pluma que les cubre el pecho y barriga es blanca; el lomo, parte superior de las alas y todo el pescuezo, pardo; mantienense de lo que pescan y son muy ágiles para ello, para lo qual permanecen largo tiempo debaxo del agua. 714 El dia 30, estando en 45 grados 54 minutos de latitud y al oriente de la Concepcion 28 grados 43 minutos, se volvieron á ver pajaros de las mismas dos especies que el dia 27 y algunos ballenatos al rededor de la fragata; en lo restante del viage, siempre continuaron viendose las mismas especies y otra del mismo porte y figura que los godos con muy corta diferencia, pero con el pico negro, muy gruesso y como quadrado, haciendo quatro esquinas; sobre el banco, abundan mucho unos y otros y, fuera de él, no son tan comunes; desde la inmediacion de él, se vé assimismo mucha abundancia de cavallas, las quales son muy regulares despues hasta las costas, como tambien algunas tropas de toninas. 715 En las cercanías del veril del banco, se experimentó siempre el mar ampollado y gruesso pero, luego que se toma sonda, cessa; y assi, aunque sobrevenga algun temporal y con él se levanta mucho el mar, no dura mas que lo que permanece el viento, y, calmando el uno, abonanza el otro. 716 La prolixidad que he tenido en la relacion de este viage desde la Concepcion en adelante, anotando no solo los vientos y tiempos que se experimentan sino tambien la agitacion de los mares en los temporales, su curso, donde lo tienen, el color del agua y las señales de peces y aves, la he creido precisa para que los nauticos que no lo han practicado tengan conocimiento de ello y, con su inteligencia y la de las latitudes y longitudes que acompañan á cada señal ó accidente, se puedan hacer capaces de lo que es propio de cada parage; y para completar las noticias de esta ultima travesía, continuaré con las variaciones observadas antes de passar á dar la del infeliz destino que nuestra desgracia nos tenia prevenido en Luis Bourg. 717 El dia 24 de julio se havia observado 44 grados 52 minutos de latitud, menor que la que se concluia por la derrota; entonces, me consideraba al oriente de la Concepcion 36 grados 6 minutos pero no se havia logrado observacion desde el dia 20; con que, corresponde á cada singladura 6 minutos que el curso de las aguas llevaron la embarcacion acia el sur; el 25 estando en 45 grados 6 minutos de latitud y al oriente el mismo meridiano 34 grados 47 minutos, huvo otros 8 minutos de diferencia que la latitud observada fue menor que la de la derrota, pero desde este parage en adelante convinieron siempre hasta que la fragata passó el banco; assi, el dia 12 de agosto, haviendo observado 45 grados 58 minutos y estando al oriente de la Concepcion 16 grados 2 minutos, excedió la de la observacion á la concluida por la derrota en 30 minutos justos, cuya diferencia sobrevino desde el dia 9, que me hallaba en 45 grados 22 minutos y al oriente de la Concepcion 19 grados 1 minuto. 718 Esta diferencia, por la qual se conoce que al occidente del banco entre él y cabo Bretón, esto es, por el meridiano de Plasencia, tienen curso las aguas para el norte, se conforma con el sentir de los prácticos de aquellos mares, los quales asseguran que entran en el golfo de Canadá por el canal que hay entre cabo de Raye, extremo occidental de la isla de Terranova, y cabo del Norte, en la isla Real, y desembocan por el estrecho de Belleisle, que se forma entre la tierra firme y la punta boreal de la isla de Terranova, y assi se experimentó quando se descubrió la tierra que siempre llevaban las aguas á la embarcacion para el norte. 719 El dia 12 de agosto se vieron desde por la mañana muchos pajaros marinos de aquellas especies que se apartan poco de tierra, y entre ellos gaviotas, por cuya señal y la derrota que se havia hecho desde que se tomó sonda el dia 2 de agosto en el veril del banco se inferia estar yá bien cerca de la tierra, haviendo disminuido 11 grados justos de longitud y confirmandolo la mucha cantidad de juncia, palos y ramazones que se veían sobre el agua; con efecto, se descubrió al medio dia aunque á grande distancia y á las quatro de la tarde se percibió con toda distincion, bien que por ser muy baxa y rasa fue preciso mantener toda la noche bordeando con poca vela hasta el dia siguiente, que á las 6 y media de la mañana se reconoció la isla de Escatarí, que está al norte del puerto de Luis Bourg cosa de 5 leguas, y, como el viento se mantenia por el sudoeste y las aguas llevaban la fragata para el norte, fue preciso bordear. 720 A las 6 de la mañana del dia 13 se descubrió un vergantin que bordeaba sobre la costa, haciendo diligencia para coger el puerto de Luis Bourg; de la Deliberanza se le largó la vandera francesa, y él correspondió con otra igual pero tiró dos ó tres cañonazos, que por entonces no dieron cuidado alguno por haverse discurrido fuessen para advertir á las barcas de pesca que estaban fuera se retirassen al puerto por no tener seguridad de que fuesse francesa la embarcacion, y, assi, se vió que inmediatamente empezaron aquellas á ponerse en camino para entrar en él. Una hora despues, como á las 7 de la mañana, se vieron salir de Luis Bourg dos navios, y se creyó que fuessen de alguna esquadra francesa que huviesse allí y que saldrian con el aviso del vergantin á reconocer la embarcacion que bordeaba sobre la costa por si fuesse de algun corsario bostonés que intentasse inquietar las barcas de la pesca; con que, tampoco dieron cuidado, mayormente viendolos salir del puerto con vanderas francesas, y el uno con gallardete, y que tanto las fortalezas de Luis Bourg, que yá se alcanzaban á distinguir bien, quanto las embarcaciones que estaban en su puerto las tenian. Aqui es forzoso dexar á la consideracion el júbilo que recibiria nuestro animo, pareciendonos aquel el fin de nuestros temores, la seguridad de los riesgos, el alivio de los trabajos de una tan dilatada y penosa navegacion y el desahogo á los passados infortunios porque lo corto de su duracion no permite que nos detengamos en ponderarlo para que á su vista aparezca tanto mas vivo el sentimiento de haver con el pronto desengaño encontrado burladas todas nuestras esperanzas y mentidos todos nuestros aprehendidos bienes. 721 Estabamos yá tan inmediatos á los dos navios que salian del puerto que se iba á echar el bote al agua para que passasse un oficial á bordo del que hacia de comandante entre los dos y se havia desarmado la artilleria para saludarle. El mas pequeño, que era una fragata de 50 cañones, venia delante, emparejó con la nuestra y, cayendo sobre ella, dió á conocer por la gente y lenguaje no ser francesa, lo que inmediatamente se confirmó porque, largando su propia vandera y tirando un cañonazo á bala, rompió la hostaga de velacho y hizo que esta vela se viniesse abaxo, á cuyo tiempo estaba yá por el costado de estribor el navio grande; y no siendo possible que midiesse fuerzas contra dos enemigos tan fuertes una fragata tan endeble, se arrió la vandera francesa, y se apoderaron de ella los enemigos sin dar mas tiempo que el que tardó en desatracarse de su costado el bote de la menor fragata enemiga, que lo tenia en el agua, y passar á ocupar la nuestra, con la qual se restituyeron vitoriosos tan á poca costa al puerto. 722 Lo inesperado de este accidente, mudando repentinamente la naturaleza de nuestros afectos, arrastró tambien con ellos el estado de nuestras fortunas y de nuestras premeditadas ideas; nuestro passado regocijo fue forzoso quedasse sofocado en la cuna que le fabricó el deseo; nuestro descanso, convertido en principio de nuevos trabajos é incomodidades, tanto mas insoportables quanto á la pérdida de la hacienda, fue allí regular y consiguiente el vivir reducidos á una racion corta y pobre; y, finalmente, perdida la libertad donde creíamos haverla assegurado y donde haviamos juzgado tuviessen fin tantos sobresaltos y contratiempos, allí volvieron á renacer. 723 El mayor de los dos navios ingleses, que montaba 60 cañones, se nombraba el Sunderland, mandado por Mr. Juan le Bret, y la fragata de 50 cañones, llamada el Sixter, por Mr. Phelipe Durel, que fue á quien se rindió la nuestra. 724 Estos capitanes, cuyas acciones en esta ocasion mas parecieron hijas de unos ministros totalmente abandonados y ciegos al furor de la codicia que del honor que corresponde á oficiales de un monarca como el de Inglaterra y de una nacion tan culta y politica como aquella, hicieron que en las circunstancias del trato sobrepujase á la sustancia de la pérdida el modo é indignidad con que se portaron. A mi me será permitido el omitir sus particularidades, tanto por no renovar en su relacion el sonrojo que me causarla el traerlas á la memoria y al que leyere su irregularidad quanto porque no parezca que en su descripcion se propassa la pluma mas allá de lo que prescriben los limites de la verdad, los respetos de la moderacion y las leyes de la Historia, y, assi, bastará decir que todos, desde el marinero hasta el mas caracterizado, huvieron de sufrir el sensible golpe de un riguroso registro, que en aquellos llegó hasta el lance de ponerlos en cuerpos porque no se pudiesse ocultar el menor real de plata y en los de mayor gearquia á poco menos, siendo los capitanes ingleses los que, acaso por animar con su exemplo, se desdeñaron menos de intervenir por sus manos en el empleo de tal indignidad porque, sin duda las acciones que á nosotros y á qualquiera causarian empacho y verguenza para executarlas y aun verlas en personas de tal caracter, allí las debió de cohonestar la sed insaciable del oro. Toda la generosidad que usaron con nosotros fue dexarnos la ropa del propio uso que pudo escapar de las manos de los marineros registradores y franquearnos el capitan su casa, reducida á una yerma habitacion, de que se havia apoderado entre las que dexaron los franceses quando, de resultas de la toma de la plaza y puerto de Luis Bourg, de que se hablará despues, fue su vecindario remitido á Francia, de la que no se servia por mantenerse á bordo. 725 Por lo tocante á mis papeles, desde que nos hicimos á la vela de la isla de Fernando de Noroña, havia aprontado, como es regular, todos los planos y noticias que pudieran ser de perjuicio si la desgracia las ponla en manos de los enemigos, los pliegos del virrey del Perú y otros que traía á mi cuidado, los quales en el combate estuvieron prontos para ir al agua; y encargados el capitan, el apoderado de los fletadores, el maestro y oficiales de echarlos luego que llegasse el caso de que yo muriesse sin tener tiempo para hacerlo, como siempre estuvieron prevenidos para este fin, luego que reconocí no ser possible dexar de quedar prisionero, los liberté de caer en manos enemigas arrojandolos al agua, pero todos aquellos que comprehendian la medida de los grados, observaciones astronomicas y phisicas y noticias historicas quedaron preservados de esta diligencia, y, como entre gente que estimaba en poco ó nada todo lo que no era plata ú oro, corrian grande peligro de que se perdiessen ó confundiessen entre los muchos de otros varios assuntos que recogian, previniendo yo este riesgo, despues de haver instruido á aquellos capitanes de lo que contenian y del interés que todas las naciones de Europa havian tomado en el fomento de esta empressa, conseguí que, mirandolos con alguna mas atencion, los separassen de los demás y los remitiessen al comandante de aquella esquadra, en cuyo poder estuvieron hasta que conmigo fueron remitidos á Inglaterra.
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Cuéntanse costumbres, ritos y ceremonias de estos naturales, y qué cosa era correr la tierra, y qué cantidad de ella, los santuarios y casas de devoción que tenían, y cuéntase cómo un clérigo engañó al demonio, o su mohán por él, y cómo se cogió un santuario, gran tesoro que tenían ofrecido en santuario Después que aquel ángel que Dios crió sobre todas las jerarquías de los ángeles perdió la silla y asiento de su alteza por su soberbia y desagradecimiento, fue echado del reino de los Cielos juntamente con la tercera parte de los espíritus angélicos que siguieron su bando, dándoles por morada el centro y corazón de la tierra, donde puso la silla de su morada, monarquía, y asentó casa y corte, y a donde todos sus deleites son llantos, suspiros, quejas, penas y tormentos eternos. Desagradecimiento dizque fue culpa de Luzbel juntamente con la soberbia. Está bien dicho, porque este ángel ensoberbecido quisiera, y lo deseó, tener por naturaleza la perfección y grandeza que por gracia de Dios le dio, por no tener que agradecer a Dios, y con esto quererle quitar a Dios su adoración que tan de derecho le es debida, queriéndola usurpar para sí, por la cual culpa se le dieron los infiernos con sus tormentos por pena, y la mayor, carecer de ver a Dios, mientras fuere Dios, que no puede faltar. Crió Dios al hombre formándolo del limo de la tierra, y hízolo a su imagen y semejanza; imagen por lo natural; semejanza por lo gratuito. Infundióle una alma racional vistiéndola de la original justicia para que se gozase, dándole asimismo el dote de la inmortalidad, con todos sus atributos; y añadiendo Dios bien a bien, hizo al hombre dueño y señor de cuanto había criado, dándoselo en posesión, porque no necesitaba Dios de ello; sólo al hombre quería para si, como imagen y semejanza suya, y no porque tampoco necesitase de él, sino por sola su gran bondad, y para que reparase él y sus descendientes las sillas que Luzbel y los suyos habían perdido, pudiendo Dios para el reparo de ellas, como crió hombres, criar millares de ángeles, tenía Dios N. S. dentro de sí aquello que él mismo dice: "mis deleites son con los hijos de los hombres"; y todo lo que Dios hizo y crió era en supremo grado bueno, y como es tan dadivoso y tiene las manos rotas para dar al hombre, aderezóle a Adán un jardín y paraíso de deleites, y metióle y colocóle en él, dándole posesión de cuanto había criado, que sólo reservó Dios para sí un árbol, del cual se mandó a Adán no comiese, avisándole que en el punto que comiese de él moriría. Un solo precepto pusiste, Señor, y no dificultoso de cumplir, y ¡que no se cumpliese habiendo señalado el árbol, y a donde estaba, y con no menos pena que de muerte, espanto es grande; pero mayor es vuestra sabiduría! Colocado el hombre en el paraíso, y habiéndole dado Dios el mando y mero mixto imperio de todo como primer monarca, y con ello compañera que le ayudase, fue Dios dejándolos en manos de su albedrío. Lucifer, que acechaba a Dios y, si se puede decir, le contaba los pasos, como viese al hombre colocado con cetro y monarquía, y tan grande amigo de Dios, y no ignoraba el grado que tenía la humanidad, por habérsela Dios mostrado en los cielos cuando en ellos estuvo en una criatura humana, diciéndole que había de ser tan humilde como ella para gozarle, y que la había de obedecer y adoralla, principio de la soberbia y rebeldía de Lucifer, y de donde nació su destierro. Viendo los principios que Dios daba a aquella obra, que tan caro le costaba y había de costar, y que aquél y sus descendientes habían de reparar y gozar las sillas perdidas por él y sus secuaces, trató de contrapuntear a Dios y ver si podía quitarle a Dios lo que había criado, tomándolo para sí, haciendo que perdiese Adán la gracia y con ella todo lo demás para que era criado. Como Dios se había ido dejando al hombre en su libre albedrío, Lucifer, que con cuidado le acechaba, halló la ocasión y no quiso fiar el hecho menos que de sí mismo, porque los negocios arduos siempre se opuso él a ellos, como lo hizo en el negocio de Job, y en el desierto tentando a Cristo S. N. Eva, deseosa de ver el paraíso tan deleitoso, apartóse de Adán y fuese paseando por él; ¡y qué de materias se me ofrecen en este paseo! Pero quédense agora, que no les faltará lugar. Puso Eva los ojos en aquel árbol de la ciencia del bien y del mal y enderezó a él; el demonio, que le conoció el intento, ganóle la delantera y esperóla en el puesto a donde, en allegando Eva, tuvieron conversación, y entre los dos departieron las dos primeras mentiras del mundo, porque el demonio dijo la primera, diciendo "¿por qué os vedó Dios que no comiésedes de todas las frutas de este paraíso?". Siendo lo contrario, porque una sola vedó Dios. La mujer respondió, "que no le había quitado Dios que no comiesen de todas las frutas del paraíso, porque tan solamente les mandó que de aquel árbol no tocasen". Segunda mentira, porque Dios no mandó que no tocasen, sino que no comiesen. La resulta de la conversación fue que Eva salió vencida y engañada, y ella engañó a su marido, con que pasó y quebrantó el precepto de Dios. Salió Lucifer con la victoria por entonces, quedando con ella hecho príncipe y señor de este mundo. Qué caro le costó a Adán la mujer, por haberle concedido que se fuese a pasear; y qué caro le costó a David el salirse a bañar Betsabé, pues le apartó de la amistad de Dios; y qué caro le costó a Salomón, su hijo, la hija del rey Faraón de Egipto, pues su hermosura le hizo idolatrar; y a Sansón la de Dalila, pues le costó la libertad, la vista y la vida; y a Troya le costó bien caro la de Helena, pues se abrasó en fuego por ella, y por Florinda perdió Rodrigo a España y la vida. Paréceme que ha de haber muchos que digan: ¿qué tiene que ver la conquista del Nuevo Reino, costumbres y ritos de sus naturales, con los lugares de la Escritura y Testamento viejo y otras historias antiguas? Curioso lector, respondo: que esta doncella es huérfana, y aunque hermosa y cuidada de todos, y porque es llegado el día de sus bodas y desposorios, para componerlas en menester pedir ropas y joyas prestadas, para que salga a vistas; y de los mejores jardines coger las más graciosas flores para la mesa de sus convidados; si alguno le agradare, vuelva a cada uno lo que fuera suyo, haciendo con ella lo del ave de la fábula; y esta respuesta sirva a toda la obra. Acometido Adán por la parte más flaca, quiero decir, rogado e importunado de una mujer hermosa, y si acaso añadió algunas lágrimas a la hermosura, ¿qué tal lo pondría? Al fin, él quedó vencido y fuera de la amistad de Dios, y Lucifer gozoso y contento por haber salido con su intento, y borrándole a Dios su imagen con la culpa cometida, acabando con el principado de este mundo, porque este nombre le da Cristo N. S. y el mismo Cristo le echó fuera de él, venciendo en la cruz muerte y demonio. Pero antes de esta victoria y antes que en este Reino entrase la palabra de Dios, es muy cierto que el demonio usaría de su monarquía, porque no quedó tan destituido de ella que no le haya quedado algún rastro, particularmente entre infieles y gentiles, que carecen del conocimiento verdadero de Dios; y estos naturales estaban y estuvieron en esta ceguedad hasta su conquista, por lo cual el demonio se hacía adorar por dios de ellos, y que le sirviesen con muchos ritos y ceremonias, y entre ellas fue una el correr la tierra; y está tan establecida que era de tiempo y memoria guardada, por ley inviolable, lo cual se hacía en esta manera. Tenían señalados cinco altares o puestos de devoción (el que mejor cuadrase), muy distintos y apartados los unos de los otros, los cuales son los siguientes: el primero era la laguna grande de Guatavita, a donde coronaban y elegían a los reyes, habiendo hecho primero aquel ayuno de los seis años, con las abstinencias referidas, y éste era el mayor y de más adoración, y a donde habiendo llegado a él se hacían las mayores borracheras, ritos y ceremonias; el segundo altar era la laguna de Guasca, que hoy llamamos Martos, porque intentó sacarle el santuario y tesoro grande que decían tenían; codicia con que le hicieron gastar hartos dineros; y no, fue él solo el porfiado, que otros compañeros tuvo después; el tercer altar era la laguna de Sieche, que fue la que tocó a Bogotá comenzar de ella el correr la tierra, y a donde mandó que en sus ladera quedase el escuadrón reforzado para la defensa de su persona, y a donde se recogió la noche de la matanza de la gente de Guatavita; el cuarto altar y puesto de devoción era la laguna Teusacá, que también tiene gran tesoro, según fama, porque se decía tenía dos caimanes de oro, amén de otras joyas y santillos, y hubo muchos golosos que le dieron tiento, pero es hondable y de muchas peñas. Yo confieso mi pecado, que entré en esta letanía con codicia de pescar uno de los caimanes, y sucedióme que habiendo galanteado muy bien a un jeque, que lo había sido de esta laguna o santuario me llevó a él, y así como descubrimos la laguna, que vio el agua de ella, cayó de bruces en el suelo y nunca lo pude alzar de él, ni que me hablase más palabra. Allí lo dejé y me volví sin nada y con pérdida de lo gastado, que nunca más lo vi. El quinto puesto y altar de devoción era la laguna de Ubaque que hoy llaman la de Carriega, que según la fama le costó, la vida el querer sacar el oro que dicen tiene, y el día de hoy tiene opositores. Gran golosina es el oro y la plata, pues niños y viejos andan tras ella y no se ven hartos. Desde la laguna de Guatavita, que era la primera y primer santuario y altar de adoración, hasta este de Ubaque, eran los bienes comunes, y la mayor prevención que hubiese mucha chicha que beber para las borracheras que se hacían de noche, y en ellas infinitas ofensas a Dios N. S., que las callo por la honestidad; sólo digo que el que más ofensas cometía, ése era el más santo, teniendo para ellas por maestro al demonio. Coronaban los montes y altas cumbres la infinita gente que corría la tierra, encontrándose los unos con los otros, porque salían del valle de Ubaque, y toda aquella tierra con la gente de la sabana grande de Bogotá, comenzaban la estación desde la laguna de Ubaque. La gente de Guatavita y toda la demás de aquellos valles y los que venían de la jurisdicción de Tunja, vasallos de Ramiriquí, la comenzaban desde la laguna grande de Guatavita; por manera que estos santuarios se habían de visitar dos veces. Solía durar la fuerza de esta fiesta veinte días y más, conforme el tiempo daba lugar, con grandes ritos y ceremonias; y en particular tenían uno de donde le venía el demonio su granjería, demás de que todo lo que se hacía era en su servicio. Había, como tengo dicho, en este término de tierra que se corría, otros muchos santuarios y enterramientos, pues era el caso que en descubriendo los corredores el cerro donde había santuario, partían con gran velocidad a él, cada uno por ser el primero y ganar la corona que se daba por premio, y por ser tenido por más santo; y en las guerras y peleas que después tenían, el escuadrón que llevaba uno de estos coronados era como si llevase consigo la victoria. Aquí era a donde por llegar primero al cerro del santuario ponían todas sus fuerzas y a donde se ahogaban y morían muchos de cansados, y si no morían luego, aquella noche siguiente en las grandes borracheras que hacían, con el mucho beber y cansancio, amanecían otro día muertos. Estos quedaban enterrados por aquellas cuevas de aquellos peñascos, poniéndoles ídolos, oro y mantas, y los respetaban como santos mártires, habiéndose llevado el demonio las almas. En los últimos días de estas fiestas, y que ya se tenía noticia de que todas las gentes habían corrido la tierra, se juntaban los caciques y capitanes y la gente principal en la gran laguna de Guatavita, a donde por tres días se hacían grandes borracheras, se quemaba mucho moque y trementina, de día y de noche, y el tercer día en muy grandes balsas bien adornadas, y con todo el oro y santillos que tenían para esto, con grandes músicas de gaitas, fotutos y sonajas, y grandes fuegos de gentío que había en contorno de la laguna, llegaban al medio de ella, donde hacían sus ofrecimientos, y con ello se acababa la ceremonia de correr la tierra, volviéndose a sus casas. Con lo cual podrá el lector quitar el dedo de donde lo puso, pues está entendida la ceremonia. En todas estas lagunas fue siempre fama que había mucho oro, y particularmente en la de Guatavita, donde había un gran tesoro; y a esta fama Antonio de Sepúlveda capituló con la Majestad de Felipe II desaguar esta laguna, y poniéndolo en efecto, se dio el primer desaguadero como se ve en ella el día de hoy, y dijo que de solas las orillas de lo que había desaguado, se habían sacado más de doce mil pesos. Mucho tiempo después siguió el querer darle otro desagüe, y no pudo, y al fin murió pobre y cansado. Yo lo conocí bien y lo traté mucho, y lo ayudé a enterrar en la iglesia de Guatavita. Otros muchos han probado la mano y lo han dejado, porque es proceder en infinito, que la laguna es muy hondable y tiene mucha lama y ha menester fuerza de dineros y mucha gente. No puedo pasar de aquí sin contar cómo un clérigo engañó al diablo, o su jeque o mohán en su nombre, y le cogió tres o cuatro mil pesos que le tenían ofrecidos en un santuario que estaba en la labranza del cacique viejo de Ubaque; y esto fue en mi tiempo, y siendo arzobispo de este Reino el señor don fray Luis Zapata de Cárdenas, gran perseguidor de ídolos y santuarios, lo cual pasó así: estaba en el pueblo de Ubaque por cura y doctrinero el padre Francisco Lorenzo, clérigo presbítero, hermano de Alonso Gutiérrez Pimentel. Era este clérigo gran lenguara, y como tan diestro, trataba con los indios familiarmente y se dejaba llevar de muchas cosas suyas, con que los tenía muy gratos, y con este anzuelo les iba pescando muchos santuarios y oro enterrado que tenían con este nombre; sacóle, pues, a un capitán del pueblo un santuario, y éste con el enojo le dio noticia del santuario del cacique viejo, diciéndole también como sería dificultoso hallarlo, y díjole a dónde estaba. El Francisco Lorenzo examinó muy bien a este capitán, y sacó de él labranza y parte a donde estaba el santuario. Salió el dicho padre un día, como quien iba a cazar venados, que también trataba de esto; llevaba consigo los muchachos más grandes de la doctrina y los alguaciles de ella, y con ellos el capitán que le había dado noticia del santuario, que le llevaba el perro de laja con que cazaba junto a sí; y con esto desechó la gente del pueblo, que lo traía siempre a la mira por los santuarios que les sacaba. Levantaron un venado y dio orden que lo encaminasen hacia las labrazas del cacique, y con este achaque, la guía tuvo tiempo de enseñarle el sitio del santuario y los bohíos del jeque que lo guardaba, que todo lo reconoció muy bien el clérigo. Mataron el venado y otros, con que se volvieron muy contentos al pueblo, y por algunos días no hizo el padre diligencias por santuarios, como solía, con lo cual los indios no lo espiaban tan a menudo como solían. Mandó que le trajesen alguna madera para hacer cruces, que eran para poner por los caminos. Tenía el padre, de muchos días atrás, reconocida la cueva que estaba en aquellos peñascos, de donde él había sacado otros santuarios. Parecióle a propósito para su intente, y encima de esta cueva mandó a los muchachos que pusiesen la cruz más grande que había hecho, para que algunos días fuesen a rezar allá, repartiendo las demás por el camino y sendas que iban a la labranza del cacique. Anduvo algunos días estas estaciones con sus muchachos descuidado de tratar de santuarios. Descuidó la gente y enteróse bien de la cosa, después que tuvo bien zanjeado su negocio y prevenidos los alguaciles que habían de ir con él, aguardó una noche oscura, tomó una estola, hisopo y agua bendita, y con sus alguaciles fuese rezando hacia unos ranchos que estaban cerca de la cueva a donde había mandado poner la primera cruz. Llegado a los ranchos, mandó a los alguaciles que hiciesen candela y que apagasen el hacha de cera que habían llevado encendida, y que le aguardasen allí mientras él iba a rezar a las cruces. Encaminóse a la que estaba encima de la cueva, y antes de llegar a ella torció el camino, tomando el de la labranza, por el cual bajó, que lo sabía muy bien, y sirviéndole las cruces que había puesto de padrón, fue aspergeando todo el camino con agua bendita. Entró por la labranza hasta llegar a los ranchos del jeque, sintió que estaba recuerdo y que estaba mascando hayo, porque le oía el ruido del calabacillo de la cal. Sabía el padre Francisco Lorenzo de muy atrás, y del examen de otros jeques y mohanes, el orden que tenían para hablar con el demonio. Subióse en un árbol que caía sobre bohío, y de él llamó al jeque con el estilo del diablo, que ya él sabía. Al primer llamado calló el jeque; al segundo respondió, diciendo: --"Aquí estoy, señor, ¿qué me mandas?"; respondióle el padre: --"Aquello que me tienes guardado, saben los cristianos de ello, y han de venir a sacarlo, y me lo han de quitar; por eso llévalo de ahí". Respondióle el jeque. --"¿Adónde lo llevaré, señor?" Y respondióle: --"A la cueva del pozo", porque al pie de ella había uno muy grande, "que mañana te avisaré a dónde lo has de esconder". Respondió el jeque: --"Haré, señor, lo que me mandas". Respondió pues: --"Sea luego, que ya me voy". Bajóse del árbol y púsose a esperar al jeque, el cual se metió por la labranza, y perdiólo de vista. Púsose el padre en espía del camino que iba a la cueva, y al cabo de un rato vio al jeque que venía cargado; dejólo pasar, el cual volvió con otra carga; hizo otros dos viajes y al quinto se tardó mucho. Volvió el padre hacia los bohíos del jeque vista la tardanza, y hallóle que estaba cantando y dándole al calabacillo de cal, y de las razones que decía en lo que cantaba alcanzó el padre que no había más que llevar. Partióse luego hacia la cueva; llegó primero a los bohíos, a donde había dejado a su gente; mandó encender el hacha de cera, y llevándolos consigo, se fue a la cueva, a donde halló cuatro ollas llenas de santillos y tejuelos de oro, pájaros y otras figuras, quisques y tiraderas de oro; todo lo que había era de oro, que aunque el padre Francisco Lorenzo declaró manifestó tres mil pesos de oro, fue fama que fueron más de seis mil pesos.
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CAPÍTULO V Que dentro de los Trópicos, las aguas son en el Estío o tiempo de calor, y de la cuenta del Verano e Invierno En resolución, en las dos regiones o zonas templadas, el Verano se concierta con el calor y la sequedad; el Invierno se concierta con el frío y humedad. Mas dentro de la Tórridazona no se conciertan entre sí de ese modo las dichas cualidades; porque al calor siguen las lluvias, al frío (frío llamo falta de calor excesivo) sigue la serenidad. De aquí procede que siendo verdad que en Europa el Invierno se entiende por el frío y por las lluvias, y el Verano por la calor y por la serenidad, nuestros españoles en el Pirú y Nueva España, viendo que aquellas dos cualidades no se aparean ni andan juntas como en España, llaman Invierno al tiempo de muchas aguas, y llaman Verano al tiempo de pocas o ningunas, en lo cual llanamente se engañan; porque por esta regla dicen que el Verano es en la sierra del Pirú desde abril hasta septiembre, porque se alzan entonces las aguas, y de septiembre a abril dicen que es Invierno, porque vuelven las aguas; y así afirman que en la sierra del Pirú, es Verano al mismo tiempo que en España, e Invierno, ni más ni menos. Y cuando el sol anda por el Zenit de sus cabezas, entonces creen que es finísimo Invierno, porque son las mayores lluvias; pero esto es cosa de risa, como de quien habla sin letras. Porque así como el día se diferencia de la noche por la presencia del sol y por su ausencia en nuestro hemisferio, según el movimiento del primer móbil, y esa es la definición del día y de la noche, así ni más ni menos se diferencia el Verano del Invierno por la vecindad del sol o por su apartamiento, según el movimiento proprio del mismo sol, y esa es su definición. Luego entonces, en realidad de verdad es Verano cuando el sol está en la suma propincuidad, y entonces Invierno cuando está en el sumo apartamiento. Al apartamiento y allegamiento del sol síguese el calor y el frío o templanza necesariamente; mas el llover o no llover, que es humedad y sequedad, no se siguen necesariamente. Y así se colige contra el vulgar parecer de muchos, que en el Pirú el Invierno es sereno y sin lluvias, y el Verano es lluvioso, y no al revés, como el vulgo piensa, que el Invierno es caliente y el Verano frío. El mismo yerro es poner la diferencia que ponen entre la sierra y los llanos del Pirú. Dicen que cuando en la sierra es Verano, en los llanos es Invierno, que es abril, mayo, junio, julio, agosto; porque entonces la sierra goza de tiempo muy sereno y son los soles sin aguaceros, y al mismo tiempo en los llanos hay niebla, y la que llaman gariia, que es una mollina o humedad muy mansa con que se encubre el sol. Mas como está dicho, Verano e Invierno, por la vecindad o apartamiento del sol, se han de determinar; y siendo así que en todo el Pirú, así en sierra como en llanos, a un mismo tiempo se acerca y aleja el sol, no hay razón para decir que cuando es Verano en una parte, es en la otra Invierno; aunque en esto de vocablos no hay para qué debatir, llámenlo como quisieren y digan que es Verano cuando no llueve, aunque haga más calor, poco importa. Lo que importa es saber la verdad, que está declarada, que no siempre se alzan las aguas con acercarse más el sol, antes en la Tórridazona es ordinario lo contrario.
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De una entrada, que cuatro portugueses del Brasil hicieron por tierra, hasta los confines del Perú No me parece fuera de propósito decir ante todas cosas en este capítulo de una jornada que hicieron ciertos portugueses del Brasil por esta provincia del Río de la Plata hasta los confines del Perú, y de lo demás que les sucedió, por ser eslabón de lo que se ha de tratar en este libro sobre el descubrimiento y conquista, que en ella hicieron nuestros españoles, y es el caso, que el año de 1526 salieron de San Vicente cuatro portugueses por orden de Martín Alonso de Sosa, señor de aquella capitanía, a que entrasen por aquella tierra adentro, y descubriesen lo que había, llevando en su compañía algunos indios amigos de aquella costa, el uno de estos cuatro portugueses se llamaba Alejo García estimado en aquella costa por hombre práctico, así en la lengua de los Carijos, que son los Guaraníes, como de los Tupies, y Tamoyos, el cual caminando por sus jornadas por el sertón adentro con los demás compañeros, vinieron a salir al Río del Paraná, y de él atravesando la tierra por pueblos de indios Guaraníes, llegaron al Río del Paraguay, donde siendo recibidos y agasajados de los moradores de aquella provincia, convocaron toda la comarca, para que fueron juntamente con ellos a la parte del poniente a descubrir y reconocer aquellas tierras, de donde traerían muchas ropas de estima, y cosas de metal, así para el uso de la guerra, como para la paz, y como gente codiciosa e inclinada a la guerra, se movieron con facilidad a ir con ellos, y juntos más de dos mil indios, hicieron jornadas por el puerto, que llaman de San Fernando, que es un alto promontorio, que se hace sobre el Río Paraguay. Otros dicen que entraron poco más arriba de la Asunción por un río que llaman Paray, y caminando por los llanos de aquella tierra, encontraron muchos pueblos de indios de diversas lenguas y naciones, con quienes tuvieron grandes encuentros, ganando con unos y perdiendo con otros, y al cabo de muchas jornadas llegaron a reconocer las cordilleras y serranías del Perú, y acercándose a ellas, entraron por la frontera de aquel reino entre la distancia que ahora llaman Mizque, y el término de Tomina; y hallando algunas poblaciones de indios vasallos del Poderoso Inca Rei de todo aquel reino, dieron en ellos, y robando y matando cuanto encontraban, pasaron adelante más de cuarenta leguas hasta cerca de los pueblos de Presto y Tarabuco, donde les salieron al encuentro gran multitud de indios Charcas; por lo cual dieron vuelta, retirándose con tan buen orden, que se salieron de la tierra sin recibir daño ninguno, dejándola puesta en grande temor, y a toda la Provincia de los Charcas en armas; por cuya causa los Incas mandaron fortificar todas aquellas fronteras, así de buenos fuertes, como de gruesos presidios, según se ve el día de hoy, que han quedado por aquella cordillera, que llaman del Cuzco Toro, que es la general que corre por este reino más de dos mil leguas. Salidos los portugueses a los llanos con toda su compañía cargados de despojos de ropa, vestidos y muchos vasos, vajillas y coronas de plata, de cobre, y otros metales, dieron la vuelta por otro más acomodado camino que hallaron, en el cual padecieron muchas necesidades, hambres y guerras que tuvieron hasta llegar al Paraguay, sus tierras y pueblos, de donde Alejo García determinó despachar al Brasil sus dos compañeros a dar cuenta al Capitán Martín Alfonso de Sosa de lo que habían descubierto en aquella jornada, y donde habían entrado, con la muestra de los metales, y piezas de oro y plata, que habían traído de aquellas partes, quedándose el García en la Provincia del Paraguay aguardando la correspondencia de lo que en esto se ordenase. Y pasados algunos días se congregaron algunos indios de aquella tierra para matarle, y así lo pusieron en efecto los mismos que fueron con él a la jornada una noche estando descuidado, acometieron y mataron a él y sus compañeros sin dejar ninguno a vida, sólo un niño hijo de García, que por ser de poca edad no le mataron, al cual yo conocí, que se llamaba como su padre Alejo García; moviéndose los indios a hacer esto de su mala inclinación, que es en ellos el hacer mal, sin tener estabilidad en el bien ni amistad, dejados llevar de la codicia por robarles lo que tenían, como gente sin fe ni lealtad. Llegados, pues, al Brasil los dos mensajeros, dieron relación de lo que habían descubierto, y de la mucha riqueza que habían visto en el poniente, y confines de los Charcas, lo que hasta entonces no estaba aún descubierto de los españoles, a cuya fama se determinaron a salir del Brasil una tropa de sesenta soldados, con su capitán José Sedeño, y así partieron de San Vicente en demanda de esta tierra, llevando consigo copia de los indios amigos; y bajando en canoas por el río de Añembí, salieron al Paraná, y descendiendo por él, llegaron sobre el Salto, donde tomando puerto, dejaron sus canoas, atravesando hacia el poniente, llevando su derrota para el río Paraguay, donde Alejo García había quedado; lo cual visto por los indios, que habían sido agresores de su muerte, convocaron los comarcanos a tomar las armas contra ellos para impedirles el paso; y dándoles muchos rebatos, pelearon con los portugueses en campo raso, donde mataron al capitán Sedeño, con cuya muerte fueron constreñidos los soldados a retirarse con pérdida de muchos compañeros, y tornando al paraje del Río Paraná, los indios de aquel territorio con la misma malicia y traición que los otros se ofrecieron a darles pasaje en sus canoas, para cuyo efecto las trajeron horadadas con rumbos disimulados, y embarrados, para que con facilidad fuesen rompidos, y metiéndose en las canoas con los portugueses, en medio del río las abrieron y anegaron, donde con el peso de las armas los más se ahogaron, y algunos que cogieron vivos, los mataron a flechazos sin dejar ninguno a vida; lo cual pudieron hacer con facilidad por ser grandes nadadores, y criados en aquella navegación, y sin ningún embarazo que les impidiese por ser gente desnuda; con que fueron acabados todos los de esta espedición, después de lo cual los indios de la Provincia del Paraguay se juntaron con sus caciques, y determinaron a hacer una entrada, y tornar a la parte donde Alejo García había hecho su jornada; y convocados muchos indios de la provincia, salieron por tercios y parcialidades a este efecto. Los indios de más abajo, que son los del Paraná, entraron por el río del Araguaí, que es el que tengo dicho que se llama Pilcomayo; éstos son los fronterizos del corregimiento de Tarija: los que están poblados donde hoy es la Asunción entraron por aquella derecha sobre el río del Paraguay hacia Caaguazú; y los indios del río arriba Yeruquisapa y Carayateperá por San Fernando. Estos son los que están poblados en el río de Guapay, veinte leguas de la ciudad de San Lorenzo, gobernación de Santa Cruz de a Sierra. Habiendo llegado estas compañías a las faldas de la Sierra del Perú, cada una procuró fortificarse en lo más áspero de ella, y de allí comenzaron a hacer cruda guerra a los naturales comarcanos, con tanta inhumanidad que no dejaban a vida persona alguna, teniendo por su sustento los miserables, que cautivaban, con que vinieron a hacer tan temidos de todas aquellas naciones, que muchos pueblos se les sujetaron sin ninguna violencia; con los que se hicieron de esclavos que les sirviesen, y de muchas mujeres de quienes llegaron a tener generación, poblándose cada una en la parte que mejor le pareció de aquellas fronteras, que son los indios que hoy llamamos Chiriguanas en el Perú, que como tengo dicho, son procedentes de los Guaraníes, de donde nunca más salieron, ora por la imposibilidad y gran riesgo del camino, ora por codicia de la tierra, que hallaron acomodada a su condición y naturaleza, que es toda muy fértil y de grandes y hermosos valles, que participan de más calor que frío, y de caudalosos ríos, que salen de la Provincia de los Charcas, la cual tienen por vecina. Posesionados en aquella tierra, hicieron muchas entradas en toda ella, arruinando todos los llanos, así hacia el septentrión, como al mediodía y leste, destruyendo más de cien mil indios: y puesto que a sus principios en las fiestas y borracheras que hacían, los comían, de muchos años a esta parte no lo hacen, pero los venden a los españoles, que entran del Perú a trueque de rescates que les dan, teniendo por más útil el venderlos por lo que han menester, que el comerlos, y es tanta la codicia en que han entrado por el interés, que no hay año ninguno que no salgan a esta guerra por todos aquellos llanos con gran trabajo y riesgo de la vida, por hacer presa para el mismo efecto, de que hay indios tan ricos, que además de la ropa y vestidos de paño y seda, tienen muchas vajillas de plata fina; de servicio más de quinientos marcos, sin gran numero de caballos ensillados y enfrenados, y muy buenos jaeces, espadas y lanzas, y todo género de armas, adquiridos de sus robos y presas, que en tan perniciosa e injusta guerra hacen, sin habérseles puesto hasta ahora algún freno a tanta crueldad, ni remedio al desorden, e insolencia de esta gente, habiendo cometido muchos delitos en desacato de la Real Potestad, tomando las armas contra don Francisco de Toledo, Virrey que fue de este reino, además de las muertes y robos, y otras insolencias, que han hecho a los españoles, despoblando los pueblos, matando y asaltando las chacras y haciendas de los vasayos de su Majestad, que residen en estas fronteras de Tarija, Paspaya, Pilaya, Tomina, Mizque, y gobernación de Santa Cruz de la Sierra.
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Capítulo V Convergencia de un poema y una crónica: La obra de Aquiauhtzin Como ya se dijo, además de Nezahualcóyotl, se tienen noticias de otros varios maestros prehispánicos de la palabra, así como de una o más de sus composiciones. Poeta fue Aquiauhtzin de Ayapanco, nacido probablemente hacia 1430 en las cercanías del pueblo de Amecameca, junto a los volcanes, perennes guardianes del valle de México. Si bien se desconoce la fecha de su muerte, cabe decir que debió ocurrir después de 1490, ya que por ese año participó Aquiauhtzin en la reunión en la que, según vimos, el señor Tecayehuatzin de Huexotzinco invitó a varios sabios a dialogar sobre el significado de flor y canto. De Aquiauhtzin se conservan dos composiciones, una la que expresó en la mencionada reunión y otra que es un canto de burlas y cosquilleos, en que se describe la guerra como asedio erótico y acto sexual con todos sus preámbulos. Precisamente en relación con este canto y las circunstancias en que se entonó por primera vez, recogió el cronista Chimalpahin un antiguo testimonio. De este modo, gracias a dicho relato, se comprende mejor el sentido del cantar de Aquiauhtzin. La convergencia del poema y la crónica son feliz ejemplo de que, entre los testimonios de la tradición prehispánica, existen algunos capaces de iluminar incluso aconteceres que pertenecen al mundo de las creaciones del espíritu. Siendo aún joven Aquiauhtzin, contempló cómo los aztecas agredían a Amecameca y al fin se enseñoreaban de ella. El principal de sus cantos guarda relación con esa victoria de los mexicas. Compuesto hacia 1478, ya que fue cantado por primera vez el año siguiente en México-Tenochtitlan, he aquí lo que sabemos de dicho canto. Por una parte encontramos, en cuatro folios hacia el final del manuscrito de Cantares Mexicanos, el texto del poema con el título de In chalca cihuacuícatl, Canto de las mujeres de Chalco, con la siguiente anotación: Composición de los chalcas. Con ella fueron a dar alegría al señor Axayacatzin, que los conquistó, pero sólo a las mujercitas. Por otra, en la Séptima relación del cronista Chimalpahin, con gran detalle se habla de la misma visita de los chalcas a Axayácatl, que tuvo lugar en un año 13-Caña (1479). Expresamente se dice que quienes se presentaron ante el gobernante de Tenochtitlan fueron a entonar el Canto de las mujeres de Chalco. El texto de Chimalpahin, cuya versión al castellano daré como introducción al poema, tras describir los pormenores de cuanto ocurrió en el patio del palacio de Axayácatl, de modo particular el peligro en que estuvieron los chalcas de que se viera malogrado su propósito, consigna que el que entonces se entonó --el chalca cihuacuícatl-- era obra del noble llamado Aquiautzin Cuauhquiyahuacatzintli, que era un forjador de cantos. Hallazgo afortunado es el de la doble documentación que permite correlacionar uno de los más bellos y extensos poemas de contenido erótico en nahuatl no ya sólo con su autor sino también con el contexto histórico en que fue compuesto y sacado a la luz pública. Antes de transcribir el relato de Chimalpahin recordaremos lo que ya insinuamos. Cuando los de Chalco fueron a hacer oír a Axayácatl este canto de las mujeres guerreras, hubo en su ánimo intención de halago pero también picardía. Arriesgada empresa fue retar a quien, como su antecesor Motecuhzoma, se ufanaba en sus proezas militares, desafiándolo a que mostrara si era igualmente tan hombre frente a las mujercitas que lo provocaban ahora al amor y al placer. El hecho es que los chalcas, esta vez sin escudos ni flechas, alcanzaron la victoria: Axayácatl --como lo refiere Chimalpahin-- se regocijó en extremo al escuchar el canto de las mujeres guerreras. Más aún, hizo propiedad suya este canto...; cuando deseaba alegrarse, siempre lo hacía cantar... LAS CREACIONES DE AQUIAUHTZIN DE AYAPANCO TESTIMONIO DEL CRONISTA CHIMALPAHIN Año 13-Caña (1479). Fue también entonces cuando por primera vez vinieron a cantar a México los de Amecameca y los chalcas tlalmanalcas. Lo que entonces entonaron fue el canto de las mujeres de Chalco, el Chalca cihuacuícatl. Vinieron a cantar para el señor Axayacatzin. Dio principio el canto y la danza en el patio del palacio, cuando Axayácatl se encontraba todavía adentro, en la casa de sus mujeres. Pero el canto cobró vida malamente. Un noble de Tlalmanalco tocaba la música con mucha torpeza, haciéndola resonar perezosamente con el erguido tambor, hasta que al fin se inclinó sobre él y no supo ya más. Allí, sin embargo, junto al lugar de los tambores, estaba el llamado Quecholcohuatzin, noble de Amecameca, gran cantor y también músico. Cuando vio que se perdían, se estropeaban, la música, el canto y la danza, en seguida fue a colocarse junto al lugar de los tambores. Tomó un tambor y puso remedio a la danza para que no decayera. Así hizo cantar y bailar a la gente Quecholcohuatzin. Y el otro noble de Tlalmanalco se quedó solo con la cabeza inclinada en tanto que los demás proseguían con el canto. Axayácatl, que aún permanecía en el interior de la casa, cuando escuchó cómo tan maravillosamente tocaba la música y hacía cantar a la gente el dicho Quecholcohuatzin, se enardeció en su corazón, se sorprendió. En seguida se levantó y salió luego del interior de la casa de sus mujeres para ir él también a bailar. Acercándose allí al lugar de la danza, sus propios pies lo comprendieron: mucho se alegró Axayácatl al oír el canto y así también él se puso a bailar y a dar vueltas. Cuando terminó la danza, dijo el señor Axayácatl: ¡Tontos, a ese torpe que aquí me habéis traído y que ha tocado y dirigido el canto, no habréis de dejarlo más! Los chalcas respondieron: Está bien, supremo señor. Y como había dado esta orden Axayácatl, mucho se atemorizaron todos los nobles chalcas. Se miraron, dijeron, en verdad mucho se asustaron. Luego lo supieron: era ésa la primera vez que tocaba y que dirigía el canto aquel noble de Tlalmanalco. Y según lo refieren los ancianos, el nombre de ese tal era Cuateotzin... Y los mismos chalcas entonces espontáneamente dijeron: Tal vez quemará, tal vez hará que apedreen al que así dirigió el canto y la música. Dijeron los nobles chalcas: Nos estropeó, echó a perder nuestro canto. ¿Qué habremos de hacer? ¿Acaso tal vez no se nos prenderá fuego aquí? Mientras, había vuelto a entrar en el interior del palacio el señor Axayácatl. Se había ido a colocar allí junto a las jóvenes, las que eran sus mujeres. Luego ordenó que fueran a llamar a Quecholcohuatzin, el que después había dirigido la danza y el canto. Así lo dijo, lo mandó, lo comunicó el enviado a los nobles chalcas: ¿Quién es el que acaba de terminar vuestro canto, el que acaba de concluir vuestra música? Lo llama el señor, el supremo señor. Venimos a buscarlo, pasará al interior de la casa. En seguida respondieron, dijeron los chalcas: aquí está, que lo vea el señor. Luego llamaron los nobles chalcas al joven Quecholcohuatzin. Bien temían no fuera a ser que el señor Axayácatl los condenara a muerte, a ser quemados. Y cuando ya pasó éste, estuvo al borde de la puerta, atisbaban los chalcas cómo habría de salir la palabra del señor, como si fuera de fuego. Se postraron entonces los chalcas; así estaban atemorizados. Pero cuando se acercó Quecholcohuatzin ante Axayácatl, en seguida acercó tierra a su boca, se doblegó y dijo: Señor, supremo señor, ten compasión de mí, aquí estoy, tu siervo, hombre del pueblo, en verdad hemos cometido errores delante de tu rostro. Pero el señor Axayácatl no quiso seguir oyendo estas palabras. Dijo entonces a sus mujeres: Señoras, levantaos, venid a encontrarlo, que permanezca éste a vuestro lado, aquí será vuestro acompañante cual si fuera también mujer. Mirad, sabed que ya lo tengo bien probado, que con esto, mujeres, se alegren vuestros corazones, porque éste hizo que yo bailara, que yo cantara, este Quecholcóhuatl. Nadie antes había logrado tal cosa, que yo saliera del interior de la casa para bailar. Éste sí lo ha hecho. Por ello será vuestro compañero para siempre. Ahora lo tomo para que sea mi cantor. En seguida dispuso Axayácatl que se le dieran una tilma y un braguero de los que tenían el signo del propio Axayácatl, y otro tilma y otro braguero y unas sandalias con adornos de turquesa, y un tocado con plumas de quetzal y asimismo varios envoltorios de cuaxtlis o paños de determinado valor y también semillas de cacao. Ésta fue la paga que se dio a Quecholcohuatzin. Mucho fue estimado porque así hizo bailar a la gente. Y tuvo a bien Axayácatl disponer que él sólo cantara, no fuera a suceder que alguien con torpeza volviera a dirigir el canto. Y el señor Axayácatl mucho deseó, se empeñó en alegrarse con el canto de las mujeres de Chalco, el Chalca cihuacuícatl. Así una vez más hizo venir a los chalcas, a todos los nobles, les pidió que le dieran el canto y también a todos los de Amecameca, porque era de ellos, de los tlailotlaque, los regresados. Ese canto era su propiedad, el canto de las mujeres guerreras de Chalco. Allá lo había compuesto un noble llamado Aquiauhtzin Cuauhquiyahuacatzintli, que era un gran forjador de cantos. Y así por este canto había cobrado también fama aquel señor llamado el viejo Ayocuatzin, noble chichimeca, que había gobernado en Itztlacozaucan Totolimpa. Así lo ordenó Axayacatzin y así le entregaron el canto... En el año que ya se dijo (13-Caña 1479), hizo propiedad suya este canto el señor Axayácatl. Éste lo hacía cantar al que se ha nombrado ya, Quecholcohuatzin... A éste que mucho estimaba y que hacía venir a cantar a México. Y Axayácatl dejó este canto en herencia a su hijo, el llamado Tezozomoctli Acolnahuácatl. Éste a su vez lo otorgó a su hijo, el que se llamó don Diego de Alvarado Huanitzin, que llegó a ser señor de Ecatépec y que más tarde vino a ser gobernador de México-Tenochtitlan. Todos ellos hacían que se entonara y se bailara este canto en sus palacios en México, porque en verdad era muy maravilloso y gracias a él tuvo renombre la ciudad de Amecameca, que ahora sólo se muestra como un pequeño poblado.
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CAPÍTULO V Los españoles se ponen en marcha: llegada a Tlaxcala y Cholula No obstante los esfuerzos de los mensajeros de Motecuhzoma con el fin de impedir que los españoles trataran de acercarse a México-Tenochtitlan, la gente de Cortés decidió ponerse en marcha. Los dos textos indígenas que se transcriben en este capítulo, el primero de los informantes indígenas de Sahagún y el segundo de la Historia de Tlaxcala de Muñoz Camargo, nos relatan la llegada de los españoles a Tlaxcala y Cholula. La sección de los informantes indígenas da cuenta del primer combate tenido por los españoles con un grupo de otomíes procedentes de Tecoac. Se refiere en seguida cómo decidieron los tlaxcaltecas recibir en son de paz a los extranjeros. Llegados ya los españoles, muy pronto empezaron los tlaxcaltecas a intrigar en contra de la gente de Cholula y de los mexicas. Es interesante ver la doble versión que acerca de los motivos de la matanza perpetrada por los españoles en Cholula nos dan, por una parte los informantes de Sahagún y por otra el autor de la Historia de Tlaxcala. Según los primeros, todo se debió a intrigas de los tlaxcaltecas "cuya alma ardía contra los de Cholula". La versión de la Historia de Tlaxcala es en cambio distinta: se dice que los cholultecas dieron ocasión a su propia destrucción, al no haberse sometido a los españoles y al asesinar traidoramente a Patlahuatzin, embajador tlaxcalteca, que incitaba a los cholultecas a alzarse con los españoles. Esta versión, inventada tal vez por los tlaxcaltecas, para excusar su participación en la matanza de Cholula, no encuentran corroboración, ni en la Historia de Bernal Díaz del Castillo, ni en las Cartas de relación de Cortés. Los españoles se ponen en marcha Pues al fin vienen, los españoles ya se pusieron en marcha hacia acá. Un hombre de Cempoalla, llamado el Tlacochcálcatl, también primero lo habían hallado cuando vinieron a ver tierras y ciudades, también venía hablando náhuatl. Este les viene preparando el camino, éste les viene haciendo cortar caminos, éste les viene dando el verdadero camino. Los guiaba, los traía, viniendo por delante. Y cuando a Tecoac llegaron, fue en tierra de tlaxcaltecas, en donde estaban poblando sus otomíes. Pues esos otomíes les salieron al encuentro en son de guerra; con escudos les dieron la bienvenida. Pero a los otomíes de Tecoac muy bien los arruinaron, totalmente los vencieron. Los dividieron en bandas, hubo división de grupos. Los cañonearon, los asediaron con la espada, los flecharon con sus arcos. Y no unos pocos sólo, sino todos perecieron. Y cuando Tecoac fue derrotada, los tlaxcaltecas lo oyeron, lo supieron: se les dijo. Mucho se amedrentaron, sintieron ansias de muerte. Les sobrevino gran miedo, y de temor se llenaron. Entonces se congregaron, en asamblea se reunieron. Se reunieron los caudillos, los capitanes se juntaron. Unos a otros se decían el hecho, y dijeron: -"¿Cómo seremos? ¿Iremos a su encuentro? ¡Muy macho y muy guerrero es el otomí: en nada lo tuvieron, como nada lo miraron!#" ¡Todo con una mirada, todo con un volver de ojos acabaron con el infeliz macehual!# Pues ahora, entremos a su lado; hagámonos sus amigos, seamos amigos suyos. ¡Los de abajo están arruinados!# Llegada a Tlaxcala Pues en seguida van a darles encuentro, los señores de Tlaxcala. Llevaron consigo comida: gallinas de la tierra, huevos, tortillas blancas, tortillas finas. Les dijeron: -Os habéis fatigado, señores nuestros. Respondieron ellos: -¿Dónde es su casa? ¿De dónde han venido? Dijeron: -Somos de Tlaxcala. Os habéis fatigado, habéis llegado y habéis entrado a vuestra tierra: es vuestra casa Tlaxcala. Es vuestra casa la Ciudad del águila, Tlaxcala. Pues allá en la antigüedad se llamaba Texcala: sus habitantes se designaban texcaltecas. Los condujeron, los llevaron, los fueron guiando. Los fueron a dejar, los hicieron entrar a su casa real. Mucho los honraron, les proporcionaron todo lo que les era menester, con ellos estuvieron en unión y luego les dieron sus hijas. Luego ellos preguntaron: -¿Dónde es México? ¿Qué tan lejos es? Les respondieron: -Ya no es lejos. Tal vez en tres días se llegará. Es muy buen lugar. Y muy valientes, muy guerreros, conquistadores. Por todo lugar andan conquistando. Intrigas contra los de Cholula Pero los de Tlaxcala ha tiempo están en guerra, ven con enojo, ven con mala alma, están en disgusto, se les arde el alma contra los de Cholula. Esta fue la razón de que le dieran hablillas (al conquistador) para que acabara con ellos. Le dijeron: -Es un gran perverso nuestro enemigo el de Cholula. Tan valiente como el mexicano. Es amigo del mexicano. Pues cuando esto oyeron los españoles, luego se fueron a Cholula. Los fueron llevando los de Tlaxcala, y los de Cempoala. Estaban todos en son de guerra. La matanza de Cholula Cuando se hubo llegado, se dieron gritos, se hizo pregón: los guías, y también los hombres del pueblo. Hubo reunión en el atrio del dios. Pues cuando todos se hubieron reunido, luego se cerraron las entradas: por todos los sitios donde, había entrada. En el momento hay acuchillamiento, hay muerte, hay golpes. ¡Nada en su corazón temían los de Cholula! No con espadas, no con escudos hicieron frente a los españoles. No más con perfidia fueron muertos, no más como ciegos murieron, no más sin saberlo murieron. No fue más que con insidias se les echaron encima los de Tlaxcala. Y en tanto que todo esto se hacía, todo se le hacía llegar, se le decía, se le hacía oír a Motecuhzoma. En cuanto a los enviados, vienen hasta acá, y se van; están dando vueltas de allá a acá. Ya no como quiera se oye, se percibe el relato. Por su parte, la gente humilde no es más está llena de espanto. No nace más que sentirse azorada. Es como si la tierra temblara, como si la tierra girara en torno de los ojos. Tal como si le diera vueltas a uno cuando hace ruedos. Todo es una admiración. Y después de sucedidas las matanzas de Cholula, ya se pusieron en marcha, ya van hacia México. Van en círculo, van en son de conquista. Van alzando en torbellino el polvo de los caminos. Sus lanzas, sus astiles, que murciélagos semejan, van como resplandeciendo. Así hacen también estruendo. Sus cotas de malla, sus cascos de hierro; haciendo van estruendo. Algunos van llevando puesto hierro, van ataviados de hierro, van relumbrando. Por esto se les vio con gran temor, van infundiendo espanto en todo: son muy espantosos, son horrendos. Y sus perros van por delante, los van precediendo; llevan sus narices en alto, llevan tendidas sus narices: van de carrera: les va cayendo la saliva. La versión tlaxcalteca de la matanza de Cholula (Texto original en castellano) De manera que desde allí en adelante no se trataba de otra cosa (entre los españoles) que de hacer gente contra los Culhuas Mexicanos, lo cual dentro de muy breve tiempo se hizo por no dar lugar a que éstos se confederasen con los tlaxcaltecas. Y por evitar malos pensamientos y otras nuevas ocasiones y propósitos, procuró Cortés de no dejar de la mano a sus nuevos amigos y confederados, usando como siempre de sus astucias como astuto capitán de la buena ocasión que presente tenía. Hecha su gente comenzaron a marchar y mover sus ejércitos españoles y tlaxcaltecas con mucho orden de su milicia, número y copia de gentes y bastimentos bastantes para tan grande empresa, con muy principales y famosos capitanes ejercitados en la guerra según su uso y manera antigua. Fueron por capitanes Piltecuhtli, Acxoxécatl, Tecpanécatl, Cahuecahua, Cocomitecuhtli, Quauhtotohua, Textlipitl, y otros muchos que por ser tantos y tanta la variedad de sus nombres, no se ponen, sino los más señalados que siempre tuvieron fidelidad con Cortés hasta el cabo de su conquista. La primera entrada que se hizo fue por la parte de Cholula, donde gobernaban y reinaban dos Señores que se llamaban Tlaquiach y Tlalchiac, que siempre los que en este mando sucedían eran llamados de este nombre, que quiere decir el mayor de lo alto y el mayor de lo bajo del suelo. Entrados pues por la provincia de Cholula, en muy breve tiempo fue destruida por muy grandes ocasiones que para ello dieron y causaron los naturales de aquella ciudad. La cual destruida y muerta en esta entrada gran muchedumbre de cholultecas, corrió la fama por toda la tierra hasta México, donde puso horrible espanto, y más en ver y entender que los tlaxcaltecas se habían confederado con los "dioses", que así generalmente eran llamados los nuestros (los españoles) en toda la tierra de este Nuevo Mundo, sin poderles dar otro nombre. Tenían tanta confianza los cholultecas en su ídolo Quetzalcohuatl, que entendieron que no había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes acabar a los nuestros en breve tiempo, lo uno porque eran pocos, y lo otro porque los tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño a que ellos los acabaran, pues confiaban tanto en su ídolo, que creían que con rayo y fuego del cielo los habían de consumir y acabar y anegar con aguas. Decíanlo así, y lo publicaban a grandes voces diciendo: dejad llegar a estos advenedizos extranjeros, veamos qué poder es el suyo, porque nuestro dios Quetzalcohuatl está aquí con nosotros, que en un improviso los ha de acabar; dejadlos, lleguen esos miserables, veámoslos ahora, gocemos de sus devaneos y engaños que traen, son locos de quienes se fían aquellos sométicos (sodomitas) mujeriles, que no son mas que mujeres bardajas de sus hombres barbudos, que se han rendido a ellos de miedo. Dejadlos lleguen a los alquilados, que bien les han pagado la vida a los miserables. Mirad a los ruines tlaxcaltecas, cobardes, merecedores de castigo: como se ven vencidos de los mexicanos, andan a buscar gentes advenedizas para su defensa. ¿Cómo os habéis trocado en tan breve tiempo, y os habéis sometido a gente tan bárbara y advenediza, extranjera y en el mundo no conocida? Decidnos de dónde los habéis traído alquilados para vuestra venganza. ¡Oh miserables de vosotros que habéis perdido la fama inmortal que teníais de vuestros varones ascendientes de la muy clara sangre de los antiguos teochichimecas, pobladores de estas tierras inhabitables! ¿Qué ha de ser de vosotros gente perdida? Mas aguardad que muy presto veréis el castigo sobre vosotros que hace nuestro dios Quetzalcohuatl. Estas y otras cosas semejantes decían porque tenían entendido que en efecto se habían de abrasar con rayos de fuego que del cielo habían de caer sobre ellos, y que de los mismos templos de sus ídolos habían de salir y manar ríos caudalosos de agua para los anegar, así a los de Tlaxcala como a los nuestros, que no poco temor y espanto causaban a los amigos tlaxcaltecas creyendo que sucediese así como decían los cholultecas. Decían, especialmente los pregoneros del templo de Quetzalcohuatl, todo esto que así lo publicaban. Mas, visto por nuestros tlaxcaltecas que nuestros españoles apellidaban a Santiago, y comenzaban a quemar los españoles los templos de los ídolos y a derribarlos por los suelos, profanándolos con gran determinación, y como no veían que hacían nada, ni caían rayos, ni salían ríos de agua, entendieron la burlería y cayeron en la cuenta de cómo era todo falsedad y mentira. Tornaron así cobrando tanto ánimo, que como dejamos referido hubo en esta ciudad tan gran matanza y estrago, que no se puede imaginar; de donde nuestros amigos quedaron muy enterados del valor de nuestros españoles, y desde allí en adelante no estimaban acometer mayores crímenes, todo guiado por orden divina, que era Nuestro Señor servido que esta tierra se ganase y rescatase y saliese del poder del demonio. Antes que esta guerra se comenzara, fueron enviados mensajeros y embajadores de la ciudad de Tlaxcala a los cholultecas, a rogarles y requerirlos por la paz, enviándoles a decir que no venían a buscar a ellos, sino a los de Culhua, culhuacanenses mexicanos, que como está dicho, éste era el nombre y apellido culhuaque, porque habían venido de las partes de Culhuacan de hacia la parte del poniente, y mexicanos porque así se llamaba la ciudad de México donde estaban poblados con supremo poder: fueles enviado decir por los de Tlaxcala que se vinieran y de parte de Cortés, que se viniesen y diesen de paz, y no tuviesen temor que los hombres blancos y barbudos les hiciesen daño, porque era muy principal gente y muy noble, que querían su amistad, y así les rogaban como amigos los recibiesen de paz, pues haciéndolo así serían bien tratados de ellos y que no les harían ningún mal tratamiento, porque de otra manera si los enojaban era gente muy feroz, atrevida y valiente, que traían armas aventajadas y muy fuertes de hierro blanco. Decían esto a causa de que entre ellos no había hierro sino cobre, y que traían tiros de fuego y animales fieros que los traían de trailla atados con cordeles de hierro, y calzaban y vestían hierro, y de cómo traían ballestas fortísimas, y leones, y onzas muy bravas que se comían las gentes, lo cual decían por los perros lebreles y alanos muy bravos que en efecto traían los nuestros, que fueron de mucho efecto, y que con estas cosas no se podían escapar ni tener reparo, si los "dioses" se enojaban y no se entregaban de paz, lo cual les parecía a ellos muy bien por excusar mayores daños. Y que les aconsejaban como amigos lo hiciesen así. Muerte del enviado tlaxcalteca Mas sin hacer caso de estas cosas no quisieron sino seguir su parecer de no darse, sino morir antes, y en lugar de este buen consejo y buena respuesta a los de Tlaxcala, desollaron vivo la cara a Patlahuatzin su embajador, persona de mucha estima y principal valor. Y lo mismo hicieron de sus manos, que se las desollaron hasta los codos, y cortadas las manos por las muñecas, que las llevaba colgando. Y le enviaron de esta manera con gran crueldad, diciéndole así: andad y volved y decid a los de Tlaxcala y a esos otros andrajosos hombres, o dioses o lo que fuesen, que son esos que decís que vienen, que eso les damos por respuesta. Y así se vino el pobre embajador con harta lástima y dolor, el Cual puso terrible espanto y pena en la república, siendo uno de los gentiles y hermosos hombres de esta Señoría, dispuesto y bien agestado; y visto tan gran atrevimiento y vil tratamiento, de que murió Patlahuatzin en servicio de su patria y república, donde dejó eterna fama entre los suyos como lo refieren en sus enigmas y cantares. Fueron indignados los tlaxcaltecas, pues recibieron por grande afrenta una cosa que jamás había pasado en el mundo; que los semejantes embajadores eran tenidos en mucho y honrados de los reyes y señores extraños que con ellos comunicaban las paces, guerras otros acontecimientos que entre las provincias y reinos suelen suceder. Y así con esta indignación dijeron a Cortés: "Señor muy valeroso, en venganza de tan gran desvergüenza, maldad y atrevimiento, queremos ir contigo a asolar y destruir aquella nación y su provincia, y que no quede a vida gente tan perniciosa, obstinada y endurecida en su maldad y tiranía, que aunque no fuera por otra cosa más de por ésta merecen castigo eterno, pues que en lugar de darnos gracias por nuestro buen comedimiento, nos han querido menospreciar y tener en tan poco por amor de ti", El valeroso Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles de esta manera: "Que no tuviesen pena, que él les prometía la venganza de ello", como en efecto lo hizo así, por esto como por otras traiciones, se puso en ejecución darles guerra muy cruel, donde murieron grandes muchedumbres de ellos como se verá por la crónica que de la conquista de esta tierra está hecha. Decían los cholultecas que los habían de anegar en virtud de su ídolo Quetzalcohuatl, que era el ídolo más frecuentado de todos los que se tenían en esta tierra, y así el templo de Cholula lo tenían por relicario de los dioses. Y decían que cuando se descostraba alguna costra de lo encalado en tiempo de su gentilidad, por allí manaba agua. Y porque no se anegasen mataban niños de dos a tres años, y de la sangre de éstos mezclada con la cal, hacían a manera de zulaque y tapaban con ella los manantiales y fuentes que así manaban. Y ateniéndose a esto decían los cholultecas que cuando algún trabajo les sucediese en la guerra de los dioses blancos y tlaxcaltecas, descostrarían y despostillarían todo lo encalado, por donde manarían fuentes de agua en que los anegasen, lo cual hicieron, pusieron por obra, cuando se vieron en tan grande aprieto como el que se vieron. La ruina de Cholula Lo cual aunque lo hicieron, no les aprovechó cosa alguna, de que quedaron muy burlados, y como hombres desesperados los más de ellos que murieron en aquella guerra de Cholula, se despeñaban ellos propios y se echaban a despeñar de cabeza arrojándose del Cu de Quetzalcohuatl abajo, porque así lo tenían por costumbre muy antigua desde su origen y principio, por ser rebeldes y contumaces como gente indómita y dura de cerviz, y que tenían por blasón de morir muerte contraria de las otras naciones, y morir de cabeza. Finalmente, los más de ellos en esta guerra morían desesperados matándose ellos propios. Acabada la guerra de Cholula entendieron y conocieron los cholultecas que era de más virtud el Dios de los hombres blancos y sus hijos más poderosos. Los tlaxcaltecas nuestros amigos, viéndose en el mayor aprieto de la guerra y matanza llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces: ¡Santiago!; y de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún trabajo los de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago. Usaron los de Tlaxcala de un aviso muy bueno que les hizo entre los enemigos por yerro. Porque sus armas y divisas eran casi de una manera y habían en ellas poca diferencia, que como era tan gran multitud de gente la una y la otra, así fue menester, porque si esto no fuera, en tal aprieto se mataran unos a otros sin conocerse. Y así se pusieron en las cabezas unas guirnaldas de esparto a manera de torzales, y con esto eran conocidos los de nuestra parcialidad que no fue pequeño aviso. Destruida en esta primera parte y entrada que se hizo en Cholula, y muerta ya tanta muchedumbre de gente, saqueada y robada, pasaron luego nuestros ejércitos adelante, poniendo grande temor y espanto por donde quiera que pasaban, hasta que la nueva de tal destrucción llegó a toda la tierra, y las gentes, admiradas de oír cosas tan nuevas, y de cómodos cholultecas eran vencidos y perdidos, los más de ellos muertos y destruidos en tan breve tiempo, y de cómo su ídolo Quetzalcohuatl no les había ayudado en cosa alguna#.
contexto
CAPITULO V De los provechos que resultarían al Estado de poner en orden la población de la campaña No estriba todo el provecho que esperamos extraer de nuestros campos, en la multiplicación del ganado vacuno y en el fomento de los cueros. Estos provechos serán resultas de los planteles que haga la religión. Nosotros aspiramos y principalmente a la extinción de bandidos y forajidos que inundan aquellos campos, a la civilización política y moral de sus habitantes; a la propagación legal de la especie humana; y a la extinción del contrabando. Estos son los objetos que nos hemos propuesto en la curación de aquella Babilonia: objetos dignos de un político cristiano y que a su sombra nos han de nacer los frutos temporales que necesitamos, porque seguramente sabemos que después que los labradores de este gremio sean personas conocidas y morigeradas no vagará por inciertas manos el dominio de la campaña; se tributará a la corona; se acreditará con obras la religión; juntarán a la cría del ganado la cultura de la tierra, se dedicarán a algún ramo de la industria; no acogerán fugitivos; darán consumo a las manufacturas de España, y tropas a nuestro ejército. Con sólo poder extraer de la campaña los hombres precisos para reemplazar los dos regimientos fijos que guarnecen a Buenos Aires haría el Estado una ganancia de consideración. Con tener expedito este recurso, se ahorraría el Estado la pérdida de llevar de España, por los avisos que salen de la Coruña, toda la gente que necesitan aquellos dos regimientos. Este es un perjuicio del mayor gravamen para toda la nación, porque en diez o doce hombres que pierde cada dos meses reclutados por las banderas de estos mismos regimientos en la Coruña, pierde para siempre otros tantos labradores; y pierde más otros tantos matrimonios, que insensiblemente van dejando a la nación exhausta de hombres y sobrada de mujeres sin poder tomar estado que tenemos de experiencia ser absolutamente irreparable, porque el que una vez fue a Indias trocando el fusil por el arado, no deja aquel para volver a tomar éste. E1 soldado, aunque aprenda subordinación en la milicia, adquiere en ella misma un espíritu de superioridad, y una opinión tan ventajosa de su carrera que desdeña cobrar después la que renunció para vestir el uniforme; y tiene por inferiores así hasta sus mismos hermanos considerándolos como labradores o artesanos. La vida de cuartel, con ser penosa y recogi-da, trae una cierta independencia que no se encuentra en el campo labrando la tierra o pastoreando el ganado. E1 soldado que en su compañía obedecía religiosamente a su cabo, y no hablaba a su sargento con el sombrero en la cabeza, tiene por intolerable volver a caer bajo la patria potestad, o dar en manos de un amo. Sabemos por experiencia que el que pasó a las Indias con este destino, no vuelve más a su casa. Lo común es reengancharse en la Milicia luego que cumplen su tiempo, o dedicarse a un oficio, o arrendar tierras y hacerse labradores. Tomado una vez el gusto al manejo de la plata fuerte, cuesta mucha repugnancia volver al apocamiento de la calderilla, y a ser criados de un particular. Lisonjea demasiado el no cargar los bolsillos de otra moneda que no sea plata u oro, y el ponerse sobre el pie de adquirir por 200 ó 300 pesos un criado que nos llame señor y a quien creemos tener derecho de vida y muerte y tanto más lisonjera esta vanidad cuanto se ha distado más de poderse conseguir. Conque los soldados que pasan de España a América es más fuerte esta tentación que en los que nacieron con obligaciones dignas de otros empleos. Resulta de esto que una vez licenciados del servicio, y escogido destino en que ocuparse, contraen matrimonio en Indias, y ya perdieron hasta la memoria de España para siempre. La Nación pierde en ellos un labrador tributario, o un artesano industrioso, y la prole que podría originar; y en 60 u 80 hombres que pasan a Montevideo en los correos cada año, se pierden en el discurso de diez, dos regimientos de vasallos, hecha la cuenta por el dado más inferior de los posibles. Las campañas de Montevideo bien arregladas no sólo podrían excusarnos la extracción de aquellos 60 mozos cada año, sino un regimiento entero en cada decenio, que reemplazase a los que sirven en España: una vez que en el día los dos Fijos que tiene Buenos Aires, apenas cuentan dos criollos por Compañía; y el de Infantería quizá no tiene uno de ciento que no sea gallego. Esta falta trasciende del mismo modo a la Marina, a las Artes, al tráfico, y a todos los ramos de una monarquía, pero lo principal es la agricultura, porque pudiendo la península pagar con más que con tres millones en vino, aguardiente, lanas y sedas de su cosecha, los 36 que necesitan para su consumo y el de las Américas, evidente cosa es, que mientras menos coseche menos pagará en frutos y más en plata acuñada, y será menos su cosecha, mientras sea menor su población. El arreglo y la población de los campos de Montevideo era capaz de concurrir de muchos modos a la conservación de nuestra plata y oro acuñado que debe ser todo el grande objeto de un Ministro de Estado. Esta campaña, a quien su creador privilegió tanto en la fecundidad, si se hallase poblada sobre principios de buena policía, daría multiplicados los frutos que hoy rinde silvestres, y los daría de muchas especies. En el día, se reduce toda su producción a un solo efecto, que es el de cueros al pelo; y labrada la tierra como lo harían sus habitantes mejor civilizados, produciría nuevos frutos y propagaría más el ganado. Azúcar, tabaco, algodón, lanas, trigo, lino, hierbas, cáscaras, y gomas, son unos renglones del mayor consumo de Europa que podrían producirse en abundancia sobre aquellas campiñas; con la excelencia de que lo que en otras se puede esperar y no se consigue por sus grandes gastos, allí sucede al contrario: abundan las proporciones, y falta el ánimo para la empresa; sólo se necesita que se dé principio a la obra, que raye la luz y la enseñanza sobre aquellos hombres aletargados; que se les ponga a la vista el tesoro que poseen y que se les den lecciones prácticas del modo de disfrutarlo. El terreno se adquiere a poca costa como ya hemos dicho; el ganado de labor no tiene precio; la carne para el sustento cubre los caminos; pan, ni se apetece, ni se gasta; la hierba mate vale poco y se cría por allí; vino y aguardiente no se da a los jornaleros; el domicilio de todos es un rancho pajizo; el vestuario, sólo es preciso para la honestidad; el agua llovediza es continua, y toda la tierra está cruzada de ríos y arroyos de dulce y cristalina agua; la carretería para los transportes se arma con bueyes; con que los aperos de labor son el más grande desembolso que tienen que hacer aquellos labradores. Pero esto y todo lo demás que hubiesen menester, lo llevaría el comercio hasta las puertas de sus casas, luego que hubiese poblaciones, y el mismo comercio levantaría de aquellas los efectos de sus cosechas, sin que el labrador necesitase desviarse un paso de su hogar. Lo extraordinario de estos pensamientos, es su extraordinaria facilidad; ser tan correspondientes en la práctica como son vistosos sobre el papel; poder pasar de éste a la existencia física de un ser verdadero, sin que lo embaracen aquellos obstáculos invencibles en que tropiezan siempre las grandes empresas. Nada tiene de áspera, ni de costosa la reforma de aquellos campos. No es necesario abrir canales, allanar montañas, partir cerros, y menos, apurar el erario o pensionar con derramas al vasallo. Todo estriba en enviar un comisionado de talento y de celo, un ministro experto y diligente, autorizado de facultades y sobre todo práctico en las costumbres del país y en el carácter de sus habitantes, para que sepa ajustarse en sus providencias a lo que pide el genio y el temperamento de sus vecinos. Este es el principal fondo que ha de costear la obra: un comisionado de prudencia, de suma actividad, y de una condición blanda y accesible sin bajeza que lleve delante de él la predicación del Evangelio y la enseñanza de la doctrina. Sobre este cimiento se edifica con solidez hasta la altura que se quiere. Al abrigo de media docena de capillas, regidas por buenos párrocos, se congregarán en breve las familias dándoles en propiedad un solar de competente extensión. Congregadas, oirán con gusto la palabra de Dios, y recibirán su Ley de mano de los misioneros que se destinen a esta obra; y cuando ya se encuentren con una tintura de religión, -cuando estén en costumbre de ver Misa los días de fiesta, de confesar y comulgar, de ofrecer sus votos a Dios, y de dar sepultura a los difuntos, se unirán en matrimonio sin repugnancia, y criarán a sus hijos sobre el pie de civilidad en que viven las demás ciudades de América. Ellos entonces formarán sus cabildos, nombrarán justicias, castigarán los delitos, celarán que no se cometan, guardarán el campo, herrarán el ganado, y se subordinarán a las ordenanzas de policía-, que les dicte el gobernador del campo. Así se han formado en todos tiempos las mayores ciudades del universo. Así previenen las leyes de indias que se pueblen las villas y los lugares. Así se consigue que se engrandezcan las monarquías; y así por último se logra que no haya vasallo inútil ni perjudicial en una nación. Este pensamiento de la población de la campaña tiene la prerrogativa de haber de donde se costee sin gravamen por mucho que sea su gasto. ¡Qué pocas veces se presenta a la imaginación de un Ministro de Estado un proyecto interesante y fácil al mismo tiempo; una empresa posible, pero sin costo ni gravamen! Quizás sólo el de la población del Campo de Montevideo reúne estas calidades. Acaso la sabiduría infinita del creador mantuvo oculto este pensamiento hasta nuestros días para enriquecer y dilatar la monarquía española bajo el poder del señor Don Carlos IV. Acaso la incuria con que se ha mirado este punto por tantos años ha podido consistir en estar reservado para confiarse a la diestra mano del Excelentísimo señor Ministro actual del Estado. El Rey tiene un tesoro inagotable de ganado silvestre que posee en los campos de Montevideo para costear su población y hacer otras empresas. Este ganado alzado o cimarrón de que todos se consideran dueños, sólo pertenece al Rey en propiedad. Todo él es procedido de aquellas 12 cabezas que quedaron por flacas en el año de 55, en la expedición que hizo el marqués de Valdelirios en tiempo que no había ganado en aquellos campos, ni aún para dar de comer al ejército. Es asimismo procedente del que se tomó a los portugueses en el año de 60, cuando fueron arrojados de sus estancias por don Pedro Cevallos, y viene igualmente del que fue de los jesuitas hasta el año de 67, en que fueron expulsados. Este ganado recuperado de su debilidad con el descanso y nutrido de excelentes pastos debió propagarse como es natural, y debió sucesivamente ir creciendo por terceras partes en cada año. De este mismo ganado se poblaron las estancias que se fundaron después de aquella época, y de sus pieles ha salido la cantidad de millones que han navegado a España y han pasado al Brasil y alas estancias portuguesas. El conocimiento de esta verdad ha obligado en todos tiempos al Cabildo de Montevideo a no pretender otro derecho, a estos ganados que la tercera parte de los que pastasen entre los ríos Yi y Negro; afirmando que la otra tercera parte correspondía a los indios de las misiones, y la otra restante a Su Majestad. Ya por esta confesión de aquel Cabildo (hecha en acta Capitular de 23 de agosto de 1781 que hemos visto), tiene S.M. una tercera parte indisputable en el ganado cimarrón vagante entre el río Yi y el Negro; y no habiendo usado de ella S.M., ni cesado de extraer ganado los indios y los hacendados, resulta cierto que todo el que se encuentra en el día dentro de aquel ámbito, corresponde a S.M. enteramente por razón de su tercera parte y los procreos de ella. A los ganados de la sierra y de los demás terrenos realengos de aquel campo, no se atreven a pretender acción los hacendados ni los indios, conque aún cuando no procediesen del que fue de S.M. y se abandonó en los años de 59, 60, y 67, correspondía al fisco real por dos títulos, a saber por dueño del terreno y pastos en que ha nacido y engordado, y por el de bienes mostrencos desamparados y sin dueño. Fundado así el dominio de S.M. (por unas demostraciones ajenas de contestación, y reconocidas por el Cabildo de Montevideo), nos hallamos con el fondo de caudal que nos da costeada la población y cuantas empresas se quieran levantar; porque aunque se reparta toda la campaña entre cien pobladores, y se den a cada uno 4000 cabezas, restan muchas más en la sierra para gastar en cuanto se quiera; y en matándose con proporción y con medida, nunca puede agotarse, como no se ha agotado en los muchos años que con tanta indolencia y codicia se ha estado sacando a millones. De dos modos muy sencillos puede aprovecharse S.M. de estos ganados: o reduciéndolos a cueros y haciéndolos vender en Montevideo, o dando por cierto precio licencias de matar a los particulares que las soliciten. El primer arbitrio es más proficuo al Erario, pero necesita de ministros y operarios que lleven cuenta y que practiquen la faena. E1 segundo, excusa estos gastos, pero no es tan útil; y de uno y de otro modo hay de donde formar un fondo que sufrague todos los gastos de población y erección, fuera de otros muchos ramos de que hablaremos a la oportunidad. Bien entendido, que en cualquiera de aquellos dos casos debe ponerse un Veedor que evite los destrozos del ganado haciendo separar para el cuchillo el toro de edad que no necesita para casta, salvando siempre las crías y las madres. Que para todas estas grandes incumbencias debe destinarse un Gobernador intendente, tan capaz como pide la materia con residencia fija en la campaña en paraje donde pueda atender a todo, es cosa indispensable; como el que ha de llevar un contador, un tesorero, un secretario, un asesor (que sirva de teniente del Gobernador) y los amanuenses necesarios porque fiar esta obra a ministro que tenga otra ocupación es hacerla inexpedible, y ha de ser también preciso que se le destine un oficial ingeniero que delinee las poblaciones, levante los planos de las iglesias y cabildos, y corra con el gasto de estas obras. Pero aun cuando hubiesen de costar mucho dinero y no tuviésemos de donde costearlas, es tal la empresa que después de plantificada produce un nuevo caudal para el erario en el crecimiento de las alcabalas, almojarifazgos y reales novenos; caudal de tanto bulto y seguridad, que en solo él se podían librar los primeros gastos de la obra sin ningún riesgo. Ambos fondos tienen la excelencia de ser de perpetua progresión y muy ricos sin tener nada de imaginarios. El del ganado vacuno crece un tercio cada año. El de las alcabalas, almojarifazgos y novenos rinde a proporción de lo que se comercia y siembra. Uno y otro son infalibles en el rédito; y si el ganado admite composición, el otro es incalculable, porque aumentando el comercio con una nueva república de tan dilatada extensión, se criarán nuevos frutos, se incrementarán las extracciones, y dará consumo el campo a un millón de pesos en mercaderías, que o no se embarcan hoy o se malbaratan por sobrantes. Como el privilegio exclusivo de abastecer las Indias y el de extraer sus frutos en cambio, son dos manantiales perennes de riquezas nada es más útil al Estado que fomentar en aquellas regiones el consumo de los efectos de más comercio y la cría de lo que necesitamos para el nuestro; porque con tal que los españoles sean los únicos que transportan mercaderías a Indias, y que conduzcan sus frutos a España para cambiarlos por las manufacturas extranjeras poco importa que no se aumenten nuestras fábricas. Un comercio activo y pacífico que nadie venga a fuera a disfrutarlo, debe consistir en que trayéndonos los diez y nueve millones de pesos que necesitamos todos los años para proveer las Indias, y siete para surtir a España de ropas, especería, bacalao, salmón, brea, alquitrán, maderas, mástiles, jarcias, cáñamo, lona, suelas, pipería y nos alcancen las ganancias de aquellos 19 millones negociados en Indias a satisfacer esta deuda sin tener que tocar el capital atesorado. De los 26 millones de pesos sencillos, sólo paga España tres en los frutos de su cosecha; esto es en vino, aguardiente, lana y sedas; y de los 23 restantes los ha de buscar en indias. Estas se labran todos los años de 24 a 26 millones de pesos fuertes en esta forma: En México de 11 a 13: uno en oro y los restantes en plata.........................12" En Guatemala de uno a uno y medio de plata ..............................................1" En Santa Fe de uno y medio a dos, y medio oro ..........................................2" En Potosí de 4 a... (medio en oro).................................................................4" En Lima de 4 a 5 (medio en oro) ..................................................................4" En Chile de 1 a 1 1/2 (oro) ............................................................................1" Vienen de América de 9 a 10 millones en frutos de su cosecha, a saber en granos, cochinilla, añil, cacao, azúcar, cueros, tabaco, palos tintes y de construcción, algodón y lanas, conchas hierbas y cáscaras (tintes y medicinales), cobres, piedras preciosas, gomas y vainillas, y en oro y plata se traen a nuestros puertos doce millones de nuestra moneda, o 9 de la América, y en ambos renglones; esto es, en oro, plata y frutos vienen de ellas a la Península de 21 a 22 millones de pesos de 128 cuentas y tres que producen en nuestras cosechas hacen de 24 a 25 con que hasta 26 que entran de afuera nos faltan dos, que han de salir del capital o fondo del comercio. El extraer de Indias y trasladar a España por la carrera de comercio le da cuanta plata, oro y frutos, produzcan aquellas colonias, para que sobrante de sus ganancias y el valor de los derechos reales se amortice en España; es el blanco del interés a que deben encaminarse las máximas del Estado. Para el logro de esta importante idea hay muchos recursos, pero dejando los que hacen menos a nuestro intento, es uno de aquellos el dar fomento a la cría de frutos de indias, y al aumento de su vecindario. Una nueva colonia de numerosa población, ocupada en la cría de diferentes producciones y obligada a consumir las del suelo de Europa, ofrece dos granjerías del mayor provecho. Ella aumenta con seguridad el despacho de nuestras mercaderías; y nos proporciona con abundancia y comodidad la extracción de lo que necesita la Europa de la cría de aquel terreno. Todo es ganancia para España; todo cede en beneficio de la nación. Mientras más salida tengan las cargazones de sus naves, más compras al extranjero, y esto más se mejora el comercio de encomienda o factoría y el de corretaje en las plazas de nuestra Península. Duplica el erario Real, la renta de las alcabalas y almojarifazgo de entrada. Da mayor fomento a la navegación, a la marina mercantil, al comercio de fletes; al de seguros, y al de cambio marítimo. Crece el ingreso del fisco en indias a proporción de lo que sube el valor de lo que se transporta. Suben las alcabalas de todo lo que se vende allí en cambio de las mercaderías, y vuelto a retirar para España el producto de lo vendido o cambiado, vuelven a disfrutar sus porciones, respectivas los ramos, de fletes, seguros, premios, corretajes, factorías, etc. Y lo más apreciable de todo es que se logra sacarle a la América todo su sobrante y amortizarlo en España en plata física, sin que la nación esté gastando de su fondo atesorado no dependa la Metrópoli de sus colonias, como está sucediendo, no sin peligro inmediato de que la señora de las provincias llegue a ser tributaria de la que debe ser su vasalla. Pero no lo hemos dicho todo. El levantar una república de hombres labradores que se dediquen a criar todos los frutos posibles para darlos a los extranjeros en cambio de sus manufacturas, y que quede en la Península la mayor parte del producido de nuestras seis casas de moneda, es un provecho de más importancia que lo que sabemos explicar. Un solo millón de pesos que se registre de más para las Indias y que se retorne uno y medio de frutos que ahorra la extracción de otro tanto en plata; y ésta que queda en el seno de la nación, da un vigor exquisito a su comercio y aumenta la agricultura en Indias. Y cuando de esto pueda resultar que los extranjeros suban de precio sus manufacturas, más crecerán las alcabalas, más valdrán aquéllas en América y esa más plata le sacaremos. Los americanos se verán precisados a vendernos más baratos sus frutos desde que estos sean copiosos; y los españoles seremos árbitros en venderles con nuestras ventajas, siendo ellos más a consumir; ellos no sólo se multiplicarán en el número así que sean congregados por familias, sino que se uniformarán en el traje con el común de los americanos españoles y se avergonzarán de andar desnudos. Del vestido honesto y llano, pararán al vistoso y al de moda, y en el discurso de veinte años, vendrán los nuevos colonos de la campaña a equivocarse en el exterior y en las costumbres con el resto de sus compatriotas. Estos no se diferencian de nosotros en otra cosa que en gastar un lujo más fino o más brillante; y el menos aseo o limpieza a que obliga allí la servidumbre de los esclavos, hace preciso un doble repuesto de ropa, y muebles para sostener la decencia respectiva. Luego que los campestres se civilicen y tornen gusto al provecho de la agricultura, admitirán el traje, y los estilos de las capitales, y así que se identifiquen todos en el vestuario, nacerá la emulación entre unos y otros, y será igual en ambos el buen porte en las personas y el ornato de las casos; al paso en que en el día ni andan vestidos, ni duermen bajo de techado. Para el logro de esta idea está negociada la mitad con ser de color blanca toda la población que habita en estas campañas y libres de condición. Estas dos calidades le dan reputación de españoles, aunque no lo sean todos; y esta opinión los tiene en la de poder ser iguales a nosotros en todo lo que se alcanza por dinero. Así se ve que el que lo tiene de esta gente viste con aseo y que aspira a presumir de español rancio desde que se ve vestido al uso. Si la nueva república de que tratamos se hubiese de componer de menos indios, o de las castas serviles, de negros mulatos, zambos y chinos, quizás sería imposible hacerlos vestir a nuestro estilo; porque ellos adoran sus costumbres y gustan poco de imitar a una nación a que no aman. Los segundos caminan por sendas opuestas, como antípodas que son de los primeros; pero como personas miserables, y de la extracción más baja del mundo, nunca pueden remontarse sobre su esfera, y siempre piensan como lo que son. Unos y otros se parecen en el desaseo, y el desaliño en que viven desde que nacen, cierra las puertas al lujo que es el imán del comercio. Pero una república de gente española brevemente hará un honor de parecerlo. Principiarán por el traje, pasarán al uso de la comida condimentada, levantarán casas y concluirán adornándolas según las fuerzas de sus posibles. E1 comercio aumentará con estas gentes todos sus objetos de negociación. La comida a la española aumentará el consumo de muchos renglones de que no hay noticia en la campaña, o de que sólo se hace un corto uso; tales son los vinos de España, el recoli, el aceite, el vinagre, el azúcar, las menestras, las frutas secas, los medicinales, etc. y al mismo tiempo introducirá el uso del pan, que como no lo gastan no lo siembran, y cosechado en abundancia podría pasar a España en harina para un año escaso, con ahorro de la plata que nos extrae el África en este renglón. Se edificaría la vivienda necesaria en la campaña con respecto a su población; y a la construcción se seguiría el mueblarlas con el menaje que se llevase de España. Una nación uniformada en el vestido, alimentada a nuestra moda, recogida en casas de ladrillo, instruida en doctrina cristiana, dividida en familias, propagada para el matrimonio, regida por sus jefes, poseedora de un terreno inmenso bueno para criar ganado, excelente para siembra, y a propósito de plantíos, bajo un clima templado a la altura del polo en que está España, y capaz de sus mismas producciones con la ventaja de tener mucha mas cantidad de aguas y abundantísima boyada y caballada para facilitar los transportes, precisamente habría de incitar a aquellos habitantes a labrar sus tierras, a rodear su ganado, a poner ingenios, a salar carnes, a hacer pesca de ballenas, a levantar carretería, a beneficiar el algodón, a criar lanas, y a aprovecharse del tesoro común que brinda aquel terreno. La dificultad de esta obra sería de grande momento si para establecerla necesitáramos de acopiar familias y transportarlas de un lugar a otro. Esto que fue de tanto embarazo como de costo en la poblaciones de Sierra Morena, haría impracticable en indias el proyecto de que hablamos. En la América escasea como todos saben la gente blanca de humilde condición y ésta vive tan apegada a sus hogares, que no hay necesidad tan extrema, ni conveniencia de tanto tamaño. Idólatras de sus costumbres hasta en lo que entra por los sentidos externos, nada les acomoda sino lo que tienen conocido; y el interés y la curiosidad que a tantos peligros ha arrojado a los hombres, no es tentación suficiente a hacerles perder la posesión de su sosiego. Los indios no reciben estas transmigraciones de lugar a lugar ni las leyes permiten que se ejerciten porque son nocivas a su salud si los temperamentos son diversos. Y el indio no es apto para poblador, no conviene distraerlos del trabajo de las minas. Nuestros españoles europeos apenas alcanzan para cubrir el suelo de la Península; y al fin puestos en Indias son raíces transplantadas que no siempre prevalecen. Así hemos visto que los proyectos de poblar sobre Maldonado y por la costa patagónica con familias europeas, no ha podido tener efecto; y después de privarse la nación del auxilio de aquellas familias han perecido allí las más al rigor de la intemperie o a las penalidades de aquel destierro. Pero por ventura el pensamiento de poblar el territorio de Montevideo está favorecido de una muchedumbre de personas de ambos sexos de condición libres nacidas, criadas, o vecindadas en aquel continente; o sus inmediaciones, que nada van a experimentar de nuevo con todo que van a renovarse. Allí están y allí se quedan. Ni pierden su patria ni sus familias. Conservan sus posesiones, y el modo de conservarlas que haya elegido cada uno. Sólo se les va a mandar que se reúnan en sociedad para que se socorran mutuamente que reciban tierras y las labren; que tomen solares y los edifiquen; que recojan su ganado y cuiden de aquerenciarlo y aumentarlo. Nada más se les pide, ni se les debe mandar. Lo demás que se desea nacerá de la misma sociedad sin que se mande. La religión por una parte, y la política por otra, introducirán insensiblemente los matrimonios, la educación, las buenas costumbres, el amor al Soberano, la limpieza, la industria, las artes, la civilidad, y el buen orden. El comercio les llevará telas, dibujos, modas, y finalmente proporcionará salida a lo superfluo de sus cosechas en cambio de los que les sea necesario. Y la religión, la política y el comercio renovarán la faz de aquella tierra y la que hoy es casi desierto, o un bosque de animales vendrá a ser antes de los veinte años una república de innumerables habitantes los que hoy viven por aquellos campos en dispersión y ociosidad, unidos por el matrimonio se convertirán en padres de familia arraigados y trabajadores las mujeres que hoy no tienen más honor que la infamia de concubinato, o el de una pública prostitución encontrarán hombres de bien que las hagan ascender a la honra de esposas; la tierra que hasta hoy mantiene su entereza primitiva, sin que la haya visitado el arado, ni regándola el sudor de sus hijos, abrirá sus senos, y regalará de sus entrañas con los frutos que le pida la necesidad del labrador; la desnudez y el desaseo será un delito tan mal visto entre estos nuevos ciudadanos que hallará el castigo el que lo cometa en la irrisión de sus convecinos el sabroso manjar del pan, el primero y el más preciso de los sustentos del hombre a quien el mismo Dios enseñó el modo con que había de pedirlo cada día, vendrá con el tiempo a mezclarse con el restante alimento, y se desasirán del nimio apego a la carne (medio cruda) de que hacen su única comida; la habitación compuesta en el día de media docena de cueros puestos en pie y atados en unas estacas, se formará de ladrillo y mezcla que pasará en herencia de padres a hijos; las costumbres silvestres y feroces en que por necesidad han vivido aquellos infelices se trocarán en humanas y políticas dando fin a los amancebamientos, incestos, adulterios, robos, muertes, heridas, embriagueces y blasfemias, con que ofenden a Dios, injurian al prójimo y deshonran la naturaleza. De este modo se han civilizado todas las naciones, se han formado las grandes ciudades, se han domesticado los bárbaros, se han conquistado los infieles y se han vinculado al mundo. De este modo se renovó la Sierra Morena y aquel bosque de fieras, madriguera de ladrones terror de los caminantes, que así juntaba hombres armados para transitarla como si se fuesen a combatir a un campo de batalla, se pobló y se cultivó; y vino a ser el monumento más eterno de la augusta memoria del Señor Don Carlos III. Y nosotros lograríamos esto mismo en los campos de Montevideo, sin necesidad de enviar a Alemania por colonos pobladores, y de enflaquecer el erario. Bien lejos de esto, se incrementarían sus entradas en los ramos de alcabala, almojarifazgos y reales novenos de que vamos a tratar.