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CAPITULO V Temperamento de la ciudad de Cartagena de las Indias; modo con que se dividen las estaciones del año, enfermedades que experimentan en él los europeos recien llegados, algunas causales de su origen, y de las que padecen indiferentemente criollos y chapetones 91 Es el temperamento de Cartagena sumamente cálido, pues por las observaciones del thermometro que hicimos allí, en el de la fabrica de Mr. de Reaumour, el día 19 de noviembre de 1735 se mantenía el licor en 1025 partes y media, sin variar en las muchas que se hicieron á diversas horas mas que desde 1024 á 1026; en Paris subió el licor á su mayor altura el mismo año y en el thermometro del mismo inventor á 1025 y medio los días 16 de julio á las tres de la tarde y 10 de agosto á las tres y media, y assi fue el mayor calor que se sintió aquel año en dicha ciudad el regular de todos los dias en Cartagena. 92 Hacese mas sensible el temperamento desde el mes de mayo hasta fines de noviembre por ser el tiempo que llaman ibierno, cuyo nombre le dan porque es el rigoroso de las aguas y tormentas de truenos y rayos tan continuas en esta estacion que de un instante á otro se forman horribles turbonadas, y, desgajandose las nubes con agua, se convierten en rios las calles, y los campos parecen dilatados mares; se aprovechan aquellos naturales de esta coyuntura para llenar los algibes, providencia que tienen todas las casas por carecer aquel sitio de otra agua dulce de rios ó manantiales. Además de la que cada uno recoge para sí, hay la misma prevencion en los terraplenes de los baluartes que lo permiten, á fin de que nunca llegue á faltar la necessaria porque, aunque no dexa de haver pozos y cazimbas en las mas de las casas, es el agua de ellos gruessa y algo salobre, y assi no puede servir para beber, aunque supla en otros menesteres. 93 Desde mediado diciembre hasta fines de abril, cessan las aguas, y es el tiempo mas favorable para la vida porque el calor no se hace tan insoportable, siendo la causa de esta mutacion que entonces son los vientos del nordeste y refrescan algo la tierra; á este tiempo llaman verano. Gozase allí, además de este, otro que llaman el veranillo de San Juan porque, en las cercanías del día en que la Iglesia celebra la natividad de este santo, cessan las aguas, y suelen ventar algunos nortes, en cuya forma permanece aquel temperamento por espacio de un mes con corta diferencia. 94 Como las calores en su fuerza son allí continuas y en las noches no se mitigan sensiblemente, es grande y frequente la transpiracion que hacen los cuerpos, y de esto proviene que todos los moradores de aquel clima tengan los colores tan pálidos y quebrados como si empezaran á convalecer de alguna aguda enfermedad. A la misma proporcion se nota en todas sus acciones y movimientos, hasta en el hablar cierta floxedad y descoyuntamiento natural, pero no obstante gozan de salud aunque indique su aspecto lo contrario. Los que llegan de Europa mantienen el semblante de robustez y los colores vivos por espacio de tres ó quatro meses, pero, passados estos, van perdiendo uno y otro á fuerza de sudar hasta que quedan de contexturas semejantes á las de aquellos antiguos habitadores. Esto se experimenta mas en la juventud y personas de una moderada edad, y, al contrario, los que la tienen algo crecida se mantienen con mejores aspectos y gozan tan robusta salud que viven comunmente de ochenta años para arriba, y es general esto en todas especies de gente. 95 Assi, como el temperamento es particular, lo son también algunas de las enfermedades á que está sujeta en él la naturaleza. Pueden considerarse estas de dos especies; la una, de aquellas que sobrevienen á los europeos recien llegados y solo estos las padecen, y la otra, de las que son comunes á todas las personas, tanto criollos como chapetones. 96 Las de la primera especie son nombradas en el país generalmente chapetonadas con alusión al nombre que allí dan á los europeos; son tan peligrosas que se experimenta mucha mortandad y destruyen una gran parte de la gente que vá en las armadas ó navios de la Europa, pero de tan corta duracion que solo llegan á tres ó quatro días, en cuyo termino ó mueren ó quedan libres del peligro. La especie de esta enfermedad es muy poco conocida aunque su principio procede regularmente en unas personas de resfrio y en otras de indigestion, de donde passa con la brevedad dicha á hacer vomito prieto, que es del que mueren, siendo muy raro el que haviendolo empezado á echar escapa. En algunos se experimenta que, quando echan el vomito, se apodera de ellos el delirio con tal violencia que, además de ser preciso atarlos para que no se despedacen, mueren en la batalla de sus ansias como si estuvieran rabiando. 97 Es de notar que solo están sujetos á padecer este accidente los que acaban de llegar de Europa, y la gente del país ó los que ha algun tiempo que lo habitan no participan nada de él y gozan de toda sanidad mientras que entre los otros corre aquella perniciosa epidemia. También se nota que, á proporcion, hace mas estrago entre la gente de las tripulaciones de los navios que en los que han podido darse mejor trato en la comida y conseguir que la carne salada no haya sido su alimento en todo el discurso del viage, de que se ha llegado á discurrir que con los humores que se engendran de esta y el trabajo que tienen por su exercicio se prepara la naturaleza para que en aquel temperamento padezca corrupcion la sangre con facilidad, que es á lo que se reduce, segun se ha podido especular, el vomito prieto. Y aunque este accidente se experimenta con mas estrago entre la gente de mar, no por esso dexan de estar expuestos á padecerlo algunos de los que hacen la travesía de la navegacion con el mayor regalo. Lo que se hace digno de notar es que las personas que han estado allí en otras ocasiones, aunque hayan salido del clima y mediado hasta volver á él dos, tres ó mas años, no estén sujetos á experimentar alguna alteracion y, antes bien, permanecen con la misma robustez que los patricios, á veces aun siendo el régimen de su vida algo desordenado. 98 El deseo de conocer el origen y causales de este accidente ha tenido empeñada la aplicacion y vigilancia de todos los cirujanos que van en las armadas de galeones y médicos del país, y todo el progreso que han logrado en su descubrimiento solo se ha reducido á atribuirlo á los alimentos y trabajo de la gente segun dexo explicado. No se puede dudar que esto contribuye en la mayor parte, pero no dexa de causar dificultad ver que no se liberten de él los que no se hallan con aquellas circunstancias. Lo particular en este assunto es que, después de tantas pruebas como se han hecho para su cura, ni se ha encontrado especifico contra él ni medicamentos preservativos para no contraerlo, siendo la inconstancia de sus symptomas tal que no se pueden distinguir de aquellos que son propios en las leves indisposiciones en que tiene su principio; y aunque los primeros avisos con que se manifiesta son regularmente el mismo vomito, se ha notado, no obstante, que aquellas fiebres que le preceden son pesadas y mortifican mucho la cabeza. 99 Regularmente, no sobreviene esta enfermedad á la inmediata llegada de los navios de Europa á aquella bahía ni es muy antigua en el país porque lo que de antes llamaban chapetonada eran indigestiones y, aunque siempre de peligro en aquel temperamento, las curaban, como también lo hacen ahora, las mugeres del país con alguna facilidad, especialmente quando estaban en los principios; y passando despues los navios á Portobelo, era allí donde sucedia la gran mortandad atribuida siempre á la irregularidad de su temple y fatiga de la gente en las descargas y acarretos de la feria. 100 No se havia conocido en Cartagena y su costa el vomito prieto hasta los años de 1729 y 1730; en el primero, disminuyó en mucha parte las tripulaciones de los navios de guerra que comandaba Don Domingo Justiniani y estaban allí de guarda costas, las quales experimentaron este accidente en Santa Marta, siendo terror de los que quedaron vivos el estrago que havia hecho en los muchos que murieron. Y en el segundo, lo passaron los galeones del cargo de Don Manuel Lopez Pintado en Cartagena, cuya mortandad fue tambien formidable; y tan repentinos los accidentes que las personas que se passeaban un día se encontraban al siguiente llevandolas á dar sepultura. 101 Los naturales y vecinos de Cartagena é igualmente de todo lo que se estiende la jurisdiccion de aquel govierno son muy propensos á padecer la lepra ó mal de San Lazaro. El numero de los que están infestados de esta enfermedad es crecido; algunos medicos atribuyen la abundancia que hay de él á la carne de puerco que frequentemente sirven en las mesas, pero en muchas otras partes de las Indias se come en no menos abundancia y no se experimenta tal efecto; con que, parece que, además de esta, contribuya la peculiar qualidad del clima. Para estorvar que se comunique esta enfermedad, hay un hospital que tiene el nombre de San Lazaro, situado fuera de la ciudad y no lexos del cerro donde está el castillo del mismo nombre; en él ponen á todos los que se conoce que lo han contraído, assi hombres como mugeres, sin excepcion de persona, obligando por fuerza á los que se resisten, pero allí dentro se aumenta el mal entre ellos mismos porque les permiten que se casen unos con otros, y assi queda permanente en la generacion la enfermedad. La assistencia y racion que les dan para vivir es tan escasa que, no pudiendo subsistir con ella, les permiten que salgan á pedir limosna á la ciudad; y de este comercio que tienen con los sanos, resulta que nunca disminuye el numero, el qual es tan crecido que parece aquel hospital una pequeña ciudad según el ámbito dilatado de su recinto. Luego que cada uno entra allí, donde ha de terminar el resto de sus días, forma una choza, que llaman bugío en el país, proporcionada á su possible para que sirva de habitacion y vive en ella lo mismo que en su casa, con solo la prohibicion de no poder salir de aquel terreno sino es que sea para pedir limosna. Y el espacio que ocupa este hospital está cercado de pared para que no haya mas salida que por una sola puerta. 102 Aunque padecen la incomodidad que les ocasiona esta enfermedad, viven con ella mucho tiempo, tanto que algunos mueren viejos. Aviva este mal con grande violencia el fuego de la concupiscencia, y, conociendo lo dificil que es el contenerse en él y los desordenes que se podrian experimentar en los efectos de tanta voracidad, se les permite el matrimonio para evitarlos. 103 Si la enfermedad de la lepra es tan comun y contagiosa en aquel clima, no lo es ni menos ordinaria ni molesta la de los empeynes ó herpes; pero estas dos son mas regulares en los europeos y muy raros los que se exceptúan de ellas, particularmente quando no están connaturalizados al país; y si no se tiene el cuidado de curarla en los principios, es de peligro el executarlo quando ha llegado á hacer costumbre en ella la naturaleza. Entre otros medicamentos que suelen usar para curarlos quando empiezan, es el de mayor eficacia la tierra que llaman de maquimaquí, la qual se halla en aquella cercanía, y de ella la llevan á otras partes donde no la hay para el mismo uso. 104 Otra enfermedad hay bien particular, aunque no tan comun, que llaman culebrilla. Esta se reduce, segun la más aprobada opinión, á un tumor que forma la malignidad de ciertos humores y deposita entre las membranas del cuero en figura longa, el qual se aumenta diariamente y alarga hasta que cierra la circunferencia de la parte donde acometió, que suele ser lo mas comun en los brazos, muslos ó piernas, aunque otras veces sigue prolongandose á lo largo de estas partes. Las señales exteriores son hinchar la parte de aquel espacio que ocupa, del gruesso de medio dedo en figura circular, y todo el cutis de aquel ámbito se pone de color encendido; causa dolores aunque no vehementes y adormece alguna cosa el brazo ó pierna que mortifica. La gente del país cura con destreza esta enfermedad; y el modo es, primero, examinar la parte adonde tiene la cabeza, segun ellos dicen, y allí aplican un pequeñito emplasto de algun llamativo y, á todo lo que se estiende el tumor, dan una ligera fletacion con algunos aceytes. A1 dia siguiente, se halla roto el cutis en el parage donde se puso el emplasto y sale por la cisura una especie de niervecillo blanco, que dicen ser la cabeza de la culebrilla, como del gruesso de un hilo blanco de coser no delgado; este lo cosen con gran tiento y, atando á él una hebrita de seda, la envuelven en un naype enroscado hasta que aquel niervecillo quede algo sujeto á él; vuelven á dar la untura como en el primer dia y lo dexan hasta otro, que, descubriendolo, continúan enrollando en el naype lo que ha vuelto á salir y, assi, prosiguen hasta que sale todo y queda libre la persona. Tienen gran cuidado en que no se rompa antes de estar toda fuera porque dicen que, esparciendose aquel humor que encierra en los del cuerpo, hace producir gran cantidad de ellas, y entonces es peligrosa la cura. Tambien dicen vulgarmente que, llegando á cerrarse ó concluir el círculo juntando la cola con la cabeza, por no haver acudido á tiempo, causa accidentes tan perniciosos que muere de ellos el que los padece. Pocos, considero, que se havrán expuesto á experimentarlo porque la misma incomodidad que causa les havrá precisado á que se pongan en cura desde el principio, para lo qual es menester tambien tomar algunos minorativos á fin de destruir el humor. 105 Aquellas gentes están persuadidas á que esta es una culebrilla verdadera, y por esta razon le han dado el tal nombre; en ella, es cierto que se reconoce algun corto movimiento y muy lento cuando empieza á salir, el qual pierde despues. Pero este puede provenir de la compression ó extension de las mismas partes nerviosas de que se compone, y, assi, no es preciso que sea viviente, cuyo assunto no me atrevo yo á determinar. 106 Además de estas enfermedades y achaques, se padece tambien allí la del pasmo, que es mortal, pero esta no sobreviene sola sino es rara vez, y lo regular es acometer al tiempo que otra está molestando la naturaleza; no me detendré en dar aquí su noticia porque, siendo mas frequente y tan perniciosa como allí en otros parages de las Indias, la he reservado como mas propia para explicarla en ellos.
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De los puertos y ríos que hay desde la ciudad de los Reyes hasta la provincia de Chile, y los grados en que están, y otras cosas pertenecientes a la navegación de aquellas partes En la mayor parte de los puertos y ríos que he declarado he yo estado, y con mucho trabajo he procurado investigar la verdad de lo que cuento, y lo he comunicado con pilotos diestros y expertos en la navegación destas partes, y en mi presencia han tomado el altura; y por ser cierto y verdadero lo escribo. Por tanto, prosiguiendo adelante, en este capítulo daré noticia de los más puertos y ríos que hay en la costa desde este puerto de Lima hasta llegar a las provincias de Chile, porque de lo del estrecho de Magallanes no podré hacer cumplida relación por haber perdido una copiosa relación que hube de un piloto de los que vinieron en una de las naos que envió el obispo de Plasencia. Digo, pues, que, saliendo las naos del puerto de la ciudad de los Reyes, van corriendo al sur hasta llegar al puerto de Sangalla, el cual es muy bueno, y al principio se tuvo por cierto que la ciudad de los Reyes se fundara cerca dél; el cual está della treinta y cinco leguas, y en catorce grados escasos de la equinocial a la parte del sur. Junto a este puerto de Sangalla hay una isla que llaman de Lobos Marinos. Toda la costa de aquí adelante es baja, aunque a algunas partes hay sierras de rocas peladas, y todo arenales muy espesos, en los cuales nunca jamás creo llovió ni agora llueve, ni cae más de un pequeño rocío, como adelante trataré deste admirable secreto de naturaleza. Cerca desta isla de Lobos hay otras siete o ocho isletas pequeñas, las cuales están en triángulo unas de otras; algunas dellas son altas, y otras bajas, despobladas, sin tener agua ni leña ni árbol ni hierba ni otra cosa, sino lobos marinos y arenales no poco grandes. Solían los indios, según ellos mismos dicen, ir de la tierra firme a hacer en ellas sus sacrificios, y aun se presume que hay enterrados grandes tesoros. Estarán de la tierra firme estas isletas poco más de cuatro leguas. Más adelante, por el rumbo ya dicho, está otra isla, que también llaman de Lobos, por los muchos que en ella hay, y está en catorce grados y un tercio. Desta isla van prosiguiendo- el viaje de la navegación, corriendo la costa al sudueste cuarta el sur. Y después de haber andado doce leguas más adelante de la isla se allega a un promontorio que nombran de la Nasca, el cual está en quince grados menos un cuarto. Hay en él abrigo para las naos, pero no para echar las barcas ni salir a tierra con ellas. En la misma derrota está otra punta o cabo, que se dice de San Nicolás, en quince grados y un tercio. Desta punta de San Nicolás vuelve la costa al sudueste, y después de haber andado doce leguas se allega al puerto. de Hacari, donde las naos toman bastimento, y traen agua y leña del valle, que estará del puerto poco más de cinco leguas. Este este puerto de Hacari en diez y seis grados. Corriendo la costa adelante deste puerto se va hasta llegar al río de Ocona. Por esta parte es la costa brava; más adelante está otro río, que se llama Camana, y adelante está también otro, llamado Quilca. Cerca deste río media legua está una caleta muy buena y segura y a donde los navíos paran. Llaman a este puerto Quilca, como al río; y de lo que en el se descarga se provee la ciudad de Arequipa, que está del puerto diez y siete leguas. Y está este puerto y la misma ciudad en diez y siete grados y medio. Navegando deste puerto por la costa adelante se ve en unas islas dentro en la mar cuatro leguas, a donde siempre están indios, que van de la tierra firme a pescar en ellas. Otras tres leguas más adelante está otra isleta, muy cerca de la tierra firme, y a sotaviento della surgen las naos, porque también las envían deste puerto a la ciudad de Arequipa, al cual nombran Chulí, que es más adelante de Quilca doce leguas; está en diez y siete grados y medio largos. Más adelante deste puerto está a dos leguas un río grande que se llama Tambopalla. Y diez leguas más adelante deste río sale a la mar una punta más que toda la tierra una legua, y están sobre ella tres farallones. Al abrigo de esta punta, poco más de una legua antes della, está un buen puerto que se llama Ilo, y por él sale a la mar un río de agua muy buena, que tiene el mismo nombre del puerto, el cual está en diez y ocho grados y un tercio. De aquí se corre la costa al sueste cuarta leste. Y siete leguas más adelante está un promontorio, que los hombres de la mar llaman Morro de los Diablos. Toda aquella costa es (como ya dije) brava y de grandes riscos. Más adelante deste promontorio cinco leguas está un río de buen agua, no muy grande, y deste río al sueste cuarta leste, doce leguas más adelante, sale otro morro alto, y hace unas barrancas. Sobre este morro está una isla, y junto a ella el puerto de Arica, el cual está en veinte y nueve grados y un tercio. Deste puerto de Arica corre la costa al su-sudueste nueve leguas; sale a la mar un río que se llama Pizagua. Deste río hasta el puerto de Tarapacá se corre la costa por la misma derrota, y habrá del río al puerto cantidad de veinte y cinco leguas. Cerca de Tarapacá está una isla que terná de contorno poco más de una legua, y está de la tierra firme legua y media, y hace una bahía, donde está el puerto, en veinte y uno grados. De Tarapacá se va corriendo la costa por la misma derrota, y cinco leguas más adelante hay una punta que ha por nombre de Tacama. Pasada esta punta, diez y seis leguas más adelante, se allega al puerto de los Moxilones, cual está en veinte y dos grados y medio. Deste puerto de Moxilones corre la costa al su-sudueste cantidad de noventa leguas. Es costa derecha, y hay en ella algunas puntas y bahías. En fin dellas está una grande, en la cual hay un buen puerto y agua, que se llama Copayapo; está en veinte y seis grados. Sobre esta ensenada o bahía está una isla pequeña, media legua de la tierra firme. De aquí comienza lo poblado de las provincias de Chile. Pasado este puerto de Copayapo, poco más adelante están dos farallones pequeños, y en cabo de la bahía está un río de agua muy buena. El nombre deste río es el Guasco. La punta dicha está en veinte y ocho grados y un cuarto. De aquí se corre la costa al sudueste. Y diez leguas adelante sale otra punta, la cual hace abrigo para las naos, mas no tiene agua ni leña. Cerca desta punta está el puerto de Coquimbo; hay entre él y la punta pasada siete islas. Está el puerto en veinte y nueve grados y medio. Diez leguas más adelante, por la misma derrota, sale otra punta, y en ella se hace una gran bahía que ha por nombre de Atongayo. Más adelante cinco leguas está el río de Limara. Deste río se va por el mismo rumbo hasta llegar a una bahía que está dél nueve leguas, la cual tiene un farallón y no agua ninguna, y está en treinta y un grados; llámase Coapa. Más adelante, por la misma derrota, cantidad de veinte y una leguas, está un buen puerto que se llama de Quintero; está en treinta y dos grados; y más adelante diez leguas está el puerto de Valparaíso, y de la ciudad de Santiago, que es lo que decimos Chile, está en treinta y dos grados y dos tercios. Prosiguiendo la navegación por la misma derrota, se allega a otro puerto, que se llama Potocalma, que está del pasado veinte y cuatro leguas. Doce leguas más adelante se ve una punta; a un cabo della está un río, al cual nombran de Mauque o Maule. Más adelante catorce leguas está otro río, que se llama Itata, y caminando al sur cuarta sudueste veinte y cuatro leguas está otro río, que se llama Biobio, en altura de treinta y ocho grados escasos. Por la misma derrota, cantidad de quince leguas, está una isla grande, y se afirma que es poblada, cinco leguas de la tierra firme; esta isla se llama Luchengo. Adelante desta isla está una bahía muy ancha, que se dice de Valdivia, en la cual está un río grande que nombran de Ainilendos. Está la bahía en treinta y nueve grados y dos tercios. Yendo la costa al su-sudueste está el cabo de Santa María, en cuarenta y dos grados y un tercio a la parte del sur. Hasta aquí es lo que se ha descubierto y se ha navegado. Dicen los pilotos que la tierra vuelve al sueste hasta el estrecho de Magallanes. Uno de los navíos que salieron de España con comisión del obispo de Plasencia desembocó por el estrecho y vino a aportar al puerto de Quilca, que es cerca de Arequipa. Y de allí fue a la ciudad de los Reyes y a Panamá. Traía buena relación de los grados en que estaba el estrecho y de lo que pasaron en su viaje y muy trabajosa navegación, la cual relación no pongo aquí porque al tiempo que dimos la batalla a Gonzalo Pizarro, cinco leguas de la ciudad del Cuzco, en el valle de Jaquijaguana, la dejé entre otros papeles míos y registros, y me la hurtaron, de que me ha pesado mucho, porque quisiera concluir allí con esta cuenta; recíbase mi voluntad en lo que he trabajado, que no ha sido poco, por saber la verdad, mirando las cartas nuevas de marear que se han hecho por los pilotos descubridores desta mar. Y porque aquí se concluye lo que toca a la navegación desta mar del sur que hasta agora se ha hecho, de que yo he visto y podido haber noticia; por tanto, de aquí pasaré a dar cuenta de las provincias y naciones que hay desde el puerto de Urabá hasta la villa de Plata, en cuyo camino habrá más de dos mil y doscientas leguas de una parte a otra. Donde pondré la traza y figura de la gobernación de Popayán y del reino del Perú. Y porque antes que trate desto conviene, para claridad de lo que escribo, hacer mención deste puerto de Urabá (porque por él fue el camino que yo llevé), comenzaré dél, y de allí pasaré a la ciudad de Antiocha y a los otros puertos como en la siguiente orden parescerá.
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CAPITULO V Vecindario de Portobelo, genio y costumbres de él noticia de sus campos y de lo que producen tanto de plantas y arboles como de animales y modo de proveerse de viveres 225 En muchas cosas no se reconoce diferencia substancial entre Cartagena y Portobelo; assi, solo será mi mayor cuidado referir aquellas circunstancias que contribuyen á hacer conocer la que tienen entre sí, procurando evitar la repeticion, y dar todas las noticias que puedan contribuir á la comprehension mas exacta de aquellas tierras. 226 El vecindario de Portobelo, tanto por su corta extension quanto por lo penoso de su clima, es muy reducido, y la mayor parte lo componen familias de negros y mulatos. Las de españoles blancos apenas llegarán á treinta, y las que tienen medianos possibles, ó yá para el comercio de la mercadería ó yá para el de frutos de haciendas, se passan á vivir á Panamá, quedando solamente en Portobelo las que por sus empleos es forzoso que assistan allí, como governador á theniente general, castellanos, oficiales reales, oficiales y tropa de la guarnicion, alcaldes ordinarios y de la Hermandad y escrivano de registros, y, fuera, de estas, muy raras de españolas particulares. Quando estuvimos, havia cosa de 125 hombres de tropa para la guarnicion de las fortalezas, y eran destacamentos que iban de Panamá. Estrañan tanto estos aquel temperamento, aun siendo de otro tan inmediato, que al cabo de un mes enflaquecen y debilitan de tal suerte que no son capaces de hacer algun trabajo ni de sufrir las fatigas de su exercicio hasta que, acostumbradas á él, vuelven á tomar vigor. Ni de estos ni de los hijos del país que salen de la esfera de los mulatos, ninguno se avecinda y establece allí porque, luego que se ven en mayor gerarquia, tienen como á cosa de menosprecio vivir en él, prueba de su mala calidad, pues sus mismos hijos lo abandonan y no quieren habitarlo. 227 En las costumbres no se diferencian aquellos habitadores de los de Cartagena, á excepcion de no tener los animos tan francos y liberales, antes bien padecen la nota en aquellas vecindades de que son dominados del interés. 228 Es aquella ciudad muy escasa de viveres, y, por consiguiente, estos son caros por ser pocos los que el país produce, y mucho mas en tiempos de armada y feria. Proveese de Cartagena y su costa y de Panamá; de la primera se le abastece con maiz, arroz, cazabe, puercos, gallinas y raices, y de la segunda, de ganado mayor. Lo que tiene en abundancia es pescado de varias especies y bueno; las frutas propias de aquel temple son abundantes como tambien la caña dulce, que es de lo que se componen las chacaras ó quintas de su territorio, en las quales hay ingenios y se fabrica azucar, se hacen mieles y se saca aguardiente. 229 Goza mucha copia de aguas dulces, que baxan en arroyos con precipitado curso de las cumbres de aquellos cerros, unos por fuera y otros atravesando la poblacion; son muy delgados y digestivos, tanto que, en acostumbrandolos, abren las ganas del comer y hacen despertar el apetito, pero aun la excelencia de estas, que en otro suelo ó temple podria ser de grande estimacion por su bondad, en aquel llegan á ser nocivos. ¡Fuerte penalidad con que la naturaleza tiene pensionado este país, que lo mismo que es bueno por sí no pueda gozar estos fueros en él! Y es la causa que, siendo tan delgadas y activas, con la debilidad en los estomagos, caussan dissenterias, de cuyo accidente muy raros escapan, y antes se experimenta que todas las demás enfermedades llegan á convertirse en esta, y con ella termina la vida del paciente. 230 En las pozas que forman estos arroyos, entre las concavidades de las peñas de aquellas cascadas, tanto mas hermosas quanto las hace sombra y adorno la frondosa pompa de los arboles, van á bañarse diariamente á las 11 del dia todas las personas de la ciudad, cuyo exemplar siguen tambien los europeos y, con esta providencia, atemperan el excesivo calor y refrigeran la sangre. 231 Como las arboledas y montes poblados de animales feroces y silvestres llegan casi á tocar con las casas de la ciudad, validos de su abrigo, suelen muy frequentemente los tigres entrar de noche en sus calles y traspatios á robar gallinas, perros ú otros domesticos animales y, tal vez, se han llevado algun muchacho, encontrandolo en ellas. Estos, que se ceban assi, desprecian despues la caza del monte y, si alguna vez lo están con carne humana, no hacen caso de la de los irracionales. Entonces, las disponen trampas con lazos, y, cayendo en ellos, se consigue matarlos. Los negros y mulatos que frequentan el monte por su exercicio de cortar madera son muy diestros en la lidia contra esta especie de animales y con facilidad los matan, ofreciendoseles con intrepida determinacion cuerpo á cuerpo, y aun hay algunos tan arrojados que van de proposito á buscarlos y no desisten de la empressa hasta conseguir su fin. Las armas que acostumbran para estos combates es solo una lanza de dos y media á tres varas, de madera muy fuerte, y la punta de la misma madera endurecida á fuego, y un machete de tres cuartas con corta diferencia; con estas armas, esperan á que se haga garra en el brazo izquierdo, que es en el que sustentan la lanza, y llevan envuelto en una chamarreta de bayeta. Y para ello, porque el tigre, receloso del peligro, se sienta y no acomete por sí, le ofenden ligeramente con la lanza para que, haciendo su defensa, sea mas seguro el golpe; luego que el animal siente el insulto de su contrario, retirando la lanza con la una mano, le acomete asiendo con la otra el brazo que la sustenta, pero entonces, acudiendo prontamente el hombre con el machete que tiene prevenido y oculto en la otra mano, descarga con él un golpe en el brazuelo y, desjarretandoselo, le obliga no solo á que suelte la presa pero aun á que se retire algo atrás enfurecido; sin dejar que medie tiempo, larga la lanza y, volviendo á presentarle el mismo brazo, executa segundo golpe en el del contrario, al tiempo de querer asirlo con el bueno, y lo dexa privado de sus dos mas feroces armas é incapaz de poderse mover. Entonces, acaba de matarlo á su salvo sin peligro y, quitandole la piel, junta con las manos, pies y cabeza, se vuelve con ella á la ciudad llevándola por señal de su triunfo. 232 Entre los muchos y particulares animales que se registran en aquel país, debe tener su lugar el perico ligero, nombre ironico que se le dá por su mucha lentitud y pesadez. Tiene este la figura de un mono mediano, feo de cara porque toda ella está llena de arrugas; su color es entre ceniciento y pardo, y peladas, la mayor parte de sus manos y pies. Tiene tanto sosiego que, puesto en un sitio, ni necessita de cadena ni ha menester jaula para que no se vaya porque está sin moverse hasta que, obligado del hambre, le es preciso buscar el alimento; la gente no le espanta, ni la ferocidad de otros animales altera su quietud. Quando se mueve, acompaña cada accion con un grito tan desapacible y lamentable que á un mismo tiempo produce en el oyente compassion y enfado; esto lo executa en aquellos movimientos mas tenues de levantar la cabeza, brazo ó pierna, y, segun toda experiencia, es efecto de una general crispatura en todos los musculos y nervios de su cuerpo, los quales le causan vehemente dolor al tiempo de quererlos laxar para su uso. En este tan desapacible tono, está cifrada toda su defensa pues, al verse acometido de alguna fiera, siendo natural el huir, al quererlo hacer, y en cada una de las acciones, dá gritos tan enfadosos que, horrorizado el que lo persigue, suele abandonarlo y huir por escusar lo fastidioso de sus ecos. Estos no solo los dá al tiempo de moverse sino que, despues de haver gritado cinco ó seis veces para dar un solo passo, repite los desaforados ahullidos otras tantas para volverse á reposar y, antes de segundar otro passo, se está largo rato immovil. Su mantenimiento son las frutas silvestres; quando no las hay en el suelo, se sube sobre un árbol de los mas cargados y, luego que llega arriba, vá derribando toda la que puede y, para ahorrarse de la penalidad y tiempo que le costaria el baxar con el trabajo que subió, se hace un ovillo y se dexa caer á plomo y permanece al pie de aquel tanto quanto le dura la fruta, pero no se mueve á buscar nuevo alimento hasta que le obligue á ello la necessidad. 233 No cede en nada aquel país al de Cartagena en la muchedumbre de sabandijas, y es incomparablemente entre estas mayor la de los sapos. Estos no solo se hallan en los charcos y lugares humedos, como es regular, sino tambien en las calles, patios y, generalmente, en todo parage descubierto; la gran cantidad que hay de ellos y el aparecer todos, luego que cae un aguacero, ha hecho concebir á algunos que cada gota de agua se convierte en un sapo; y aunque quieran comprobarlo con el hecho de aumentarse tan considerablemente luego que llueve, no por esto ha de ser del todo cierta la suposicion. No me opondré yo á que la muchedumbre de ellos en los montes y arroyos cercanos y aun en la misma ciudad produciendo en gran numero los huevezuelos de que segun la mas seguida opinion de los naturalistas se hacen estas generaciones, estos ó en los mismos vapores de agua se elevan y, cayendo junto con ella sobre la tierra demasiadamente caliente á la fuerza de los rayos del sol ó hallándose yá mezclados con esta por haverlos puesto allí los mismos sapos, se vivifiquen y actúen formándose tanta abundancia de ellos como yá tambien se ha solido ver acá en Europa; pero como los que salen despues de los aguaceros suelen ser de un grandor tal que algunos exceden á seis pulgadas de largo, y sea preciso en estos no juzgarlos hijos de una produccion instantánea, yo diria, fundado en la propia observacion, que, como aquel país sea tan humedo, viene á ser adequado para criar esta especie. Y este animal, propenso á los lugares aguanosos, huye de estar sobre la tierra que, con la calor del sol, se seca en corto instante, y busca los lugares donde la tierra esta fofa, metiendose en ella quanto pueda gozar de la humedad, y, como le queda encima alguna porcion de aquella que está seca, no se ven; pero luego que llueve, saliendo á buscar el agua, con la qual se regocijan, se llenan de ellos las calles y plazas, y su repentina vista hace creer que aquellas gotas que cayeron se convirtieron en sapos. Quando ha llovido de noche, son tantos los que se ven por la mañana en las calles y plazas que parece estar empedradas de ellos, y no se puede andar sin pisarlos, de lo que redundan algunas mordeduras que son dañosas porque, á mas de ser ponzoñosas, son ellos tan grandes que ofenden lo bastante donde llegan á clavar los dientes. Yá se dixo que algunos exceden á seis pulgadas de largo, pero por lo regular son de este tamaño ó algo menores; de noche es tal el ruido que causan los muchos que están alrededor de la ciudad, en los montes y quebrados, que se hacen enfadosos y molestos al oido.
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Con qué lo deleitaban a la hora de comer Quitadas las mesas e idos todos, se permita a los litigantes presentársele, pero con los pies desnudos, exceptuados algunos varones principales, como eran los reyes texcoquenses, tlacopanenses y otros, muy pocos, ligados con él por la amistad o por próximo parentesco de sangre o así honrados por su valor en la guerra, a los cuales se permitía entrar calzados, pero, sin embargo, por reverencia al rey se cubrían las vestiduras viles y aun cuando se les permitiera cuando hacía frío cubrirse con vestiduras preciosas, se les exigía que ocultasen éstas con otras de menos precio. Saludaban suplicantes al rey, doblando las rodillas tres o cuatro veces, con los ojos bajos y sin ver nunca al señor. Le hablaban hincados de rodillas y como retrocediendo y el rey respondía en voz baja y grave y en muy pocas palabras. Esto no rezaba con todos ni siempre, porque otros, que eran sus secretarios o consejeros, a veces aclaraban con mayor número de palabras cuál era la opinión del rey acerca de ese negocio. Y después salían retrocediendo, porque volver la espalda al rey se consideraba absurdo e incivil. Concluidos los negocios, esparcía su ánimo oyendo conciertos musicales y poemas, en los cuales se cantaban las guerras y las hazañas de los mayores, pero sin guardar ninguna medida de sílabas ni ninguna conexión de pies o equilibrio, sino compuestas en prosa. Se divertía también con los donaires de algunos de sus bufones o de hombres mordaces, con los cuales Motecçuma mientras duró su imperio se deleitaba de modo extraordinario. También a veces se presentaban jóvenes que arrojaban a lo alto y recibían de nuevo, dándole vueltas con admirable velocidad, un madero cilíndrico, pulido y muy pesado, manejándolo con los pies, las rodillas y las corvas, de manera increíble y haciéndolo girar, en lo cual los nuestros con las manos mismas y ejercitados durante largo tiempo en ello, apenas los aventajarían. También le agradaba ver a un hombre de pie sobre los hombres de otro y un tercero sobre los del segundo, quien después de haber ascendido a esa altura, saltaba y bailaba con varios movimientos con tanta velocidad como si estuviese en suelo muy parejo. Observaba también el juego patoliztli que se jugaba con frijoles y habas que tenían que ser colocadas en cierta manera, llamadas patolli y distinguidas por ciertas líneas a la manera de nuestros dados. Y no raras veces se trasladaban al tlachtli donde jugaban los indios con la pelota llamada Ullamaliztli, la que solía fabricarse de la goma "ólli", de la cual hemos hablado entre las plantas, como de lágrimas de ellas o de licor que fluye espontáneamente. Esta pelota es dura y pesada, pero rebota con tal velocidad e ímpetu para arriba y al través, que supera en mucho a las nuestras más grandes que se llaman "evento". Impelen las pelotas con varias partes del cuerpo y se devuelven por los que guardan el lugar opuesto y no se permite tocarlas con las manos. A veces por convenio de ambas partes, no se permite tocarlas más que con la nalga y sólo al primero, segundo o tercer bote. Eran vencedores los que la hacían pasar por un agujero muy angosto por donde apenas cabía la pelota. No me parece que deba seguir contando con mayor detalle las demás cosas que pertenecen a este juego, cuando han sido escritas por algunos antes que yo, e investigadas y anotadas, tanto en la Nueva como en la Vieja España, por muchos, pero opino que no deba callar que en aquellos tiempos le era permitido a los mexicanos apostarse ellos mismos, no sólo en el juego sino en otras muchas ocasiones. Y que se encontraban por todas partes (tanta es la vileza de algunos ánimos) a quienes perdida la apuesta, pasaran la vida con menoscabo y pérdida de la por demás cara libertad, en perpetua servidumbre con poco o ningún pesar. Había otro género de diversión de la cual gustaban no poco Mocçtecuma y toda la ciudad; para la cual se reunían algunos miles de hombres, y a veces entre ellos el mismo máximo rey, junto al templo de Hoitzilopochtli o en las plazas cerca de palacio, adornados con pieles de aves y de fieras y de algunos cuadrúpedos, y con collares y ramilletes de flores o de hojas; lo que llamaban nitoteliztli o baile, de lo cual dentro de poco diremos algo más. Solían también proponer algunos premios para aquellos que más velozmente llegasen a lugares a veces distantes sesenta millas y a veces mas, y regresasen más pronto; lo cual se acostumbraba hacer la mayor parte de las veces en tiempo increíblemente corto.
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CAPÍTULO V LO QUE SUCEDIÓ EL ONCENO DÍA DE LA NAVEGACIÓN DE LOS ESPAÑOLES Pasados los diez días de la continua guerra y pelea que los indios tuvieron con los españoles, cesaron de ella y retiraron sus canoas de los bergantines poco más de media legua. Los nuestros pasaron adelante siguiendo su viaje y vieron cerca de la ribera un pueblo pequeño de hasta ochenta casas y, pareciéndoles que ya los indios los habían dejado y que debían de estar ya cerca de la mar, porque entendían haber caminado aquellos días más de doscientas leguas, porque siempre (aunque contrastando con los enemigos) habían navegado a vela y remo y el río no hacía vueltas en que pudiesen haberse detenido, por lo cual quisieron prevenirse de comida para la mar y echaron bando por los bergantines que todos los que quisiesen ir por maíz fuesen al pueblo con el caudillo que estaba elegido. Saltaron en tierra cien soldados y sacaron los ocho caballos que habían quedado para que se refrescasen y para pelear en ellos si fuese menester. Los indios del pueblo, viendo que los españoles iban a él, lo desampararon y, tocando arma y pidiendo socorro con mucha grita y alarido, huyeron por los campos. Los nuestros, habiendo caminado a toda diligencia, llegaron a las casas, que estaban como dos tiros de arcabuz del río, y hallaron en ellas mucho maíz y copia de fruta seca de diversas maneras, y gran cantidad de gamuza blanca y teñida de todas colores, y muchas mantas de diversas pieles muy bien aderezadas, entre las cuales hallaron un listón de martas finísimas de ocho varas en largo y cuatro tercias en ancho, y por lo ancho estaba doblado y hacía dos haces y venía a tener el ancho de la seda. Todo él estaba a trechos guarnecido con sartas de perlas y de aljófar, cada cosa de por sí hechas manojitos como borlas y puestas por mucha orden. Entendiose que servía de estandarte o de otra insignia para sus fiestas, regocijos y bailes porque para ornamento de una persona no lo era, ni para aderezo de cama ni aposento. Esta pieza hubo Gonzalo Silvestre, que fue el caudillo de los que salieron a tierra, y con ella, y con todo el maíz, fruta y gamuza que pudieron llevar a cuestas, se volvieron a prisa a los bergantines, de donde los llamaban las trompetas con gran instancia, porque los indios, así los de las canoas como los que había por los campos, con la grita que los del pueblo levantaron, se habían apellidado y venían corriendo al socorro y, porque los de tierra eran pocos, habían salido muchos de las canoas para juntarse con ellos y reforzar el número y el ánimo para la batalla. De esta manera acudieron por agua y tierra los enemigos con gran ímpetu y ferocidad a defender el pueblo y ofender los españoles, los cuales, con la misma prisa que habían llevado por tierra, se embarcaron en sus canoas y, con ella misma, fueron hasta llegar a los bergantines. Fueles forzoso desamparar los caballos, porque por la prisa y furia de los indios no les fue posible embarcarlos, so pena que los atajaran y perecieran todos. Y aun así corrieron tanto riesgo que, si los indios del río o de la tierra se hubieran adelantado cien pasos más, era imposible embarcarse alguno de ellos en los bergantines, mas Dios les socorrió y libró de la muerte de aquel día. Los enemigos, viendo que los españoles se habían puesto en salvo, convirtieron su furia contra los caballos que en tierra dejaron, y, quitándoles las jáquimas y cabestros porque no les estorbasen al correr, y las sillas porque no les defendiesen las flechas, los dejaron ir por el campo y luego, como si fueran venados, los flecharon con grandísima fiesta y regocijo, y echaron a cada caballo cuantas más flechas pudieron hasta que los vieron caídos. Así acabaron de perecer este día los caballos que para este descubrimiento y conquista de la Florida habían entrado en ella, que fueron trescientos y cincuenta, que en ninguna jornada de las que hasta hoy se han hecho en el nuevo mundo se han visto tantos caballos juntos y tan buenos. Los castellanos, de ver flechar sus caballos y de no poderlos socorrer, sintieron grandísimo dolor, y como si fueran hijos los lloraron, mas viéndose libres de otro tanto, dieron gracias a Dios y siguieron su viaje. Sucedió esto el doceno día de la navegación de los nuestros.
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CAPITULO V Comercio de Panamá en todos tiempos con los reynos del Perú y Tierra Firme 280 Por lo que se ha dicho cerca del comercio de Portobelo en tiempo de galeones, se podrá comprehender el de Panamá en la misma ocasion por ser esta ciudad la primera donde se desembarca el tesoro del Perú y la que recibe las mercaderias á proporcion que suben por el rio de Chagre, cuyo tráfico dexa crecidas utilidades en aquel vecindario, yá en el arrendamiento de las casas yá en el flete de las embarcaciones yá en el de las mulas y, finalmente, en los negros que, formando quadrillas, hacen el acarreto desde Cruces de las cosas volumosas ó delicadas porque lo muy fragoso de aquel pequeño transito, donde el camino está cortado á pico sobre piedra viva, atravesando los cerros de las cordilleras, y en partes con tanta estrechez que apenas puede passar el cuerpo del bagage, no permite que, sin conocido riesgo, se puedan conducir en mulas. 281 Fuera de estas ocasiones de armada, nunca faltan en esta ciudad gran número de forasteros por ser aquel como un forzoso transito por donde han de passar todos los que se encaminan á los puertos de la mar del sur, en el Perú, y no menos los que de estos han de hacer viage á España, á que se agrega el tráfico continuo de los navíos del Perú con frutos, esto es, arinas, vinos, aguardientes de uba ó de Castilla, como llaman en todas las Indias, azucar, cebo, cordovanes, jabon, aceyte, aceytunas y otros semejantes. Los navios que passan de Guayaquil llevan cacao y cascarilla, cuyos generos tienen siempre allí salida, particularmente en tiempo de paces. Todos los frutos, ó la mayor parte de los del Perú, tienen gran variedad en los precios, y hay ocasiones en que los dueños pierden del principal y, muchas veces, el todo, y otras en que lo triplican, segun la abundancia ó escasez que hay de ellos. Las harinas tienen gran peligro porque con las calores se pican y corrompen, de modo que es preciso echarlas al mar. Los vinos y aguardientes, recalentandose las botijas, toman el gusto de la pez y quedan incapaces de uso alguno. El cebo se derrite y despues se apolilla y convierte en tierra, y á este respeto los demás. Por lo qual, aunque suele ser grande la ganancia, tambien es grande el riesgo de las pérdida. 282 Los barcos costeños que hacen frequentes viages de la costa del oeste y de la del este proveen la ciudad de puercos, aves, tassajo, cebo, plátanos, raices y otros mantenimientos y semillas, con lo qual está abastecida abundantemente. 283 Las embarcaciones del Perú ó de Guayaquil en tiempo que no hay armada se vuelven de vacío, y las que pueden lograr alguna utilidad es llevando negros porque, quando el assiento de estos está corriente, hay en Panamá una facturía ó caxa correspondiente de la de Portobelo, adonde los passan immediatamente por ser allí su salida, tanto para todo el reyno de Tierra Firme como para los del Perú. 284 Recayendo en el presidente de Panamá la facultad de poder dar permisso todos los años á uno ó dos navíos para que pasen á los puertos de Sonsonate, el Realejo y otros pertenecientes á la provincia de Guatemala y reyno de Nueva España con el fin de conducir de ellos brea, alquitrán y jarcia para las embarcaciones que trafican allí y abastecer aquellos puertos de viveres del Perú que no se pueden consumir en Panamá, passan á ellos los que han obtenido la licencia, pero muy pocos vuelven allí porque, siendo la carga que les dexa mas utilidad la tinta añil, ó bien hacen su viage con ella á Guayaquil ó en derechura á los puertos mas al sur. 285 La carestía de frutos que padece esta ciudad y su distrito respeto de los muchos que necessita y entran de fuera le está recompensada en el fondo de las saladas aguas con el rico tesoro de las perlas que se crian en los ostiones. Las minas donde se producen tan preciosos y estimables granos son las inmediaciones de las islas del Rey, de Taboga y otras muchas hasta el numero de 43, que forman un pequeño archipielago en aquella ensenada. El primero á quien los indios dieron el anuncio de ellas fue á Basco Nuñez de Balboa quando pasó á descubrir la mar del sur, regalandole algunas el cacique Tumaco; al presente, son allí tan comunes que será muy rara la persona de algun possible vecino de Panamá que no tenga negros esclavos suyos empleados en el ministerio de pescarlas. Y porque su methodo no es sabido de todos, he juzgado propio de este lugar el darlo á conocer. 286 Los dueños de negros escogen los mas adequados para el fin de la pesquería; y por hacerse esta debaxo del agua, es preciso que sean nadadores y de largo resuello. Embianlos á las casas donde tienen su assiento ó rancherías y lanchas propias al intento, en las quales se embarcan diez y ocho ó veinte negros con un caporal, mas ó menos conforme la capacidad de la embarcacion y el numero de la quadrilla; alarganse de tierra á los parages, en donde tienen yá reconocido que son los criaderos y que el agua no excede de diez, doce ó quince brazas sobre el fondo; llegados al sitio, fondean en él y se zanbullen en el agua, atados con una cuerda, que lo queda assimismo á la embarcacion en el lugar de cada uno, y llevando consigo un pequeño peso para poder baxar con menos dificultad, luego que llegan al fondo, arrancan una concha y la ponen debaxo del brazo izquierdo, la segunda toman con la mano del mismo lado y la tercera mantienen en la derecha, que es con la que las arrancan; con estas tres conchas ó una mas que suelen recibir en la boca, surgen á tomar resuello y las ponen en un costalillo que tiene cada uno; assi que ha recobrado vigor con la respiracion, vuelve á zambullirse, y en este exercicio se mantienen ó bien hasta que tienen completo su trabajo ó hasta que se sienten cansados de él. Cada uno de estos negros buzos tiene obligacion de entregar á su amo diariamente un numero de perlas que está yá establecido allí, y es uniforme entre todos. Luego que tienen en su saquillo las ostras ó conchas necessarias, dexan de baxar y van abriendolas y, sacando las perlas, entregan al mayoral hasta satisfacer las que les tocan por obligacion para su amo, y estas, aunque sean imperfectas ó pequeñas, han de passar en la quenta con tal que quaxada la perla, cumplido el numero, todas las que ha sacado de mas son del negro aunque sean grandes, y en estas no tiene otro derecho su amo que el de comprarselas, no queriendo venderselas á otra persona, pero es lo regular que se las dexe á él por un precio muy moderado. 287 No todos los dias pueden estos negros completar el todo de su jornal porque en muchas de las que se sacan ó no ha quaxado la perla ó no la havia totalmente ó el ostion estaba muerto, y la perla, haviendo padecido con su productor, no valía nada; y en estos casos, todas las que salen en esta forma no se les descuentan, y es menester que las completen con perlas de recibo, que assi se explican en este comercio ellos. 288 Además del trabajo que les cuesta á los buzos esta pesquería porque las conchas están fuertemente asidas entre las peñas del fondo, llevan el peligro de algunas especies de pescados, que hay en mucha abundancia, y son tan perjudiciales que ó bien se comen á los negros ó los oprimen y matan contra el fondo, dexandose violentamente caer sobre ellos. Parece que estos animales, al ver que los hombres les roban lo mas precioso que produce su elemento, lo pretenden defender de este modo y, aunque en todas aquellas costas los hay de estas calidades y en ellos se experimentan los mismos riesgos, abundan mucho mas en aquellos donde el fondo es pródigo de esta riqueza. Los taburones y tintoreras, que son monstruosa magnitud, hacen pasto proprio los cuerpos de los pescadores. Y las mantas ó los comprimen envolviendolos con su cuerpo ó cargando todo su peso sobre ellos contra el fondo; parece, no sin razon, que el haver dado nombre de manta á este pescado nació de su figura y propiedad porque, siendo aquella en lo estendido y grande como una manta, hace el mismo oficio que esta envolviendo en sí al hombre ó otro animal que coge, y estrechandolo de tal suerte que le hace rendir el ultimo aliento á fuerza de comprimirlo; la hechura de este pescado es semejante á la de la raya, á excepcion de ser sin comparacion mayor. 289 Para librarse de este peligro, lleva cada uno de los negros un cuchillo fornido y agudo con el qual hieren al contrario luego que lo perciben, buscandole por parte donde no pueda hacerles daño, con lo qual huyen y los dexan libres. El negro caporal, que se mantiene en la lancha, hace guardia á los que puede descubrir y advierte por medio de las cuerdas que cada uno tiene atada al cuerpo para que se prevengan, y aun se echa él al agua con otra arma semejante para ayudar á la defensa; pero, aunque hay toda esta precaucion y cuidado, suelen quedar sepultados en los buches de estos peces algunos negros y otros baldados con alguna pierna ó brazo menos, segun la parte por donde les cogió. La industria no ha dexado de emplearse en descubrir alguna maquina artificiosa para hacer estos buzos sin tanto peligro, y, aunque ha encontrado uno ú otro instrumento, no ha correspondido en la práctica su uso á lo que anunciaba la especulacion, y, por esto, han sido hasta aqui de poco o ningun provecho los que se han imaginado. 290 Las perlas que se cogen allí son por lo regular de buen oriente, y algunas se han particularizado en el tamaño y figura, siendo de notar que assi como se encuentran unas mas regulares en la figura que otras ó mas grandes del mismo modo se hallan tambien con mas oriente y muchas aceradas y sumamente imperfectas en el color. Una parte de las perlas que se cogen allí se trae á Europa y es la menor; las mas son llevadas á Lima, donde se venden con mucha estimacion porque se gastan á proporcion y se introducen en todas las partes interiores del reyno del Perú. 291 Fuera de las perlas, tenia el reyno de Tierra Firme en tiempos passados el renglon del oro, que se sacaba de los minerales de su dependencia, con el qual se aumentaban sus riquezas considerablemente. Parte de estos minerales están en la provincia de Veraguas, otros en la misma de Panamá y el mayor numero; los mas abundantes en metales y los que daban oro de mejor calidad son los que están en la provincia del Darién, por cuya razon han sido siempre estos los que se llevaron la atencion de los mineros, mas, despues que los indios se sublevaron y se hicieron dueños casi de toda la provincia, fue preciso abandonar las minas, y quedó la mayor parte de ellas perdida, y reducidas las que pudieron conservarse á solo aquellas que se hallaban en las fronteras, de las quales se sacan algunas cortas porciones de oro, y pudieran ser mayores si el temor que infunden los indios con su acostumbrada inconstancia y la falta de seguridad que debe haver en su amistad no diesse motivo á que, cautelandose los dueños de minas de los contratiempos que pueden sobrevenirles, dexen de empeñarse en el aumento de las tareas con la eficacia que se necessitaba para su mayor fomento. 292 Aun sin estar expuestas al antecedente peligro las de Veraguas y Panamá, no es mayor el fomento que experimentan, y esto procede de dos causas; la una es el que los metales son poco abundantes en ellas, y el oro que dan, no de tanta ley como el de las del Darién, y la otra, que es assimismo la mas poderosa, que, teniendo en aquellas mares el rico producto de las perlas con que encuentran aquellas gentes mas seguras las ganancias, se aplican á él, prefiriendolo al oro de las minas, mas costoso de adquirir, pero no por esto dexan de trabajarse algunas, aunque pocas, sin las que yá se han dicho de las fronteras del Darién. 293 Además de las utilidades que dexa en Panamá su crecido comercio, como lo que pertenece á haberes reales no equivale á los sueldos que se pagan de aquellas caxas, recibe todos los años un situado de dinero bien considerable, que se remite de Lima para la subsistencia de la tropa, ministros de la Audiencia y otros que los tienen assignados por el rey.
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CAPITULO V De todo el género de animales cuadrúpedos y aves que se hallan en esta isla, como también, relación de los bucaniers franceses Además de lo fructífero de esta isla (que como queda dicho, sobrepasa a todas las de la América) abunda en toda suerte de animales cuadrúpedos, como caballos, toros, vacas, jabalíes y otros, que son muy útiles a la solercia humana, no sólo para el sustento común sino también para cultivar los campos y dar materia suficiente a un proporcionado comercio; se hallan aun grandes perros monteses, que destruyen muchedumbres de animales, sucediendo que, luego que pare una vaca o yegua, vienen buscando sus faones para devorarlos, si no es hallando resistencia de otros perros domésticos. Estos montesinos corren de ordinario atropados de cincuenta a sesenta, siendo tan atrevidos y resueltos, que acometen a una tropa de jabalíes, que no dejan de perseguir hasta que, por lo menos, hayan vencido y destrozado dos o tres. Hízome un bucanier francés ver una rara acción de esta ralea y fue que estando un día con él a la caza oímos grande rumor de perros, que habían cercado un jabalí; teníamos con nosotros domésticos de este género, los cuales dejamos encargados a nuestros criados. Mi compañero y yo nos subimos en distintos árboles para ver esta refriega; el jabalí era solo, que arrimado a un árbol con sus colmillos se defendía del número de perros que le habían cercado, matando a dentelladas e hiriendo muchos de ellos. Duró cerca de una hora este combate, entre el cual procuraba el jabalí huirse, en cuya fuga saltó un perro sobre él y le agarró por los testículos que de una tirada despedazó; viendo los otros perros el valor del primero, saltaron todos sobre el jabalí y le mataron en poco tiempo. Después todos (excepto el primero) se echaron en tierra alrededor y dejaron pacíficamente comer cuanto pudo al primer perro y más valiente, el cual habiéndose separado, todos los otros entraron a la parte hasta que no quedó cosa alguna, que supieron engullir en media hora de tiempo. ¿Qué podremos concluir de esta tan notable acción ejecutada por el senso brutal de estos animales? Si no es que las bestias tienen conocimiento y que muestran a los hombres a hacer honor a los que se les debe pues ellos, siendo irracionales, le hicieron al que se expuso al mayor riesgo solo, venciendo pérfidamente al jabalí. E1 gobernador de Tortuga, llamado Beltrán Ogeron, viendo que los perros silvestres hacían tanto mal a los jabalíes y que los cazadores de aquella isla se hallaban en pena para cazar algunos, faltando a la isla el sustento más ordinario de ellos, hizo traer del reino de Francia mucha ponzoña, para exterminar todos los perros monteses; ejecutólo el año de 1668, haciendo matar algunos caballos, mandándolos abrir y envenenar y que los expusiesen por los bosques y campañas donde más perros concurrían; continuólo el espacio de seis meses, con que mató una infinidad increíble, no bastando a su exterminación y ruina esta industria y copiosa mortandad para que se pudiera conocer disminución, pues el número parecía estar siempre en su entero. Puédese con facilidad amansar este género de perros entre la gente, como los ordinarios que criamos en casa, y no sólo esto se experimenta, mas cuando los cazadores hallan alguna perra parida, suelen coger los cachorrillos y llevárselos a casa, los cuales llegando a ser grandes aventajan a otros en la caza. Puede ser que el curioso lector quiera saber por qué medio y de dónde vinieron en aquellas tierras tantos perros salvajes. La causa fue que habiéndose señoreado los españoles de estas islas las hallaron muy pobladas de indios y viendo esta bárbara nación que la mezcla y amistad de los nuevos conquistadores les era freno a su holgazana y brutal vida, entregados totalmente a las delicias y gustos de la carne sin querer trabajar, ni darse a otros ejercicios que a correr de un lugar a otro, inclinándose a matar y hacer la guerra a sus vecinos, sin otra ambición de reinar, que sólo porque no convenían en algunos términos de su común lenguaje, concibieron tal aborrecimiento por ellos, no siéndoles sufrible ver que se apoderasen de sus tierras, reinos y provincias, oponiéndose contra ellos y haciendo toda la resistencia imaginable, hasta que los españoles hallándose perseguidos y poco seguros detal canalla resolvieron de arruinar y exterminar a quien con el dulzor del trato, ni con el candor de las costumbres políticas podían domar. Los indios, que tienen por costumbre hacerse fuertes en los bosques, se refugiaban en ellos, huyendo de los enemigos que los buscaban, por cuya razón, los nuevos conquistadores se sirvieron de perros para descubrir en lo intrincado de las selvas tan mortales e indómitos contrarios, de donde los hacían salir por fuerza para reducirlos con el hierro, ya que la blandura del suave ungüento les servía más de inflamar que de resolver los tumores de aquellos hinchados y apostemados ánimos. Mataron algunos y descuartizaron para que con tal escarmiento en cabeza ajena, la suya se redujese, pero en lugar de amansarlos y traerlos a la comunicación civil, temieron tanto los que aún estaban escondidos que se determinaron a no aparecer más y así la mayor parte murieron en cavernas y lugares subterráneos, en cuyos sitios he visto muchas veces cantidades de huesos humanos. Viendo, pues, los españoles que no aparecían más indios, procuraron echar de su poder la multitud de perros que tenían en sus casas, los cuales hallándose sin quien los diese de comer se fueron a los bosques y campos a buscar de que sustentarse, con que se desacostumbraron de los domicilios de sus antiguos amos. Concluimos, pues, que ésta es la verdadera razón por que la multitud de perros silvestres se aumentó tanto en estas partes. Los caballos silvestres, que a manadas y tropas corren por esta isla de Santo Domingo o Española, son de pequeña estatura, cuerpos cortos, cabezas grandes, largos cuellos, piernas gruesas; en fin, no tienen alguna bondad en toda su figura. Vense correr de ordinario de 200 a 300 juntos, yendo siempre guiando uno delante de la multitud y percibiendo alguna persona pasajera la dejan acercar casi a la extensión del brazo e inmediatamente se ponen en fuga, corriendo sin orden, al que más. Cógenlos con industria los cazadores por el provecho de las pieles guardando a veces sus carnes que endurecen al humo, las cuales les sirven de provisiones cuando van a la mar. Los toros y vacas silvestres fueran en mayor número si con la continuación de la caza no los hubieran destruido, aunque pueden hoy sacar provecho razonable los que se emplean en cogerlos. Son los toros de grande corpulencia y hacen mal a persona cuando no los agitan y dejan en su reposo; las pieles que desuellan son de once a trece pies grandes. La diversidad de aves que vuelan y pueblan el aire de esta isla la hallo tan grande que me fuera enfadoso y lo sería al lector el relatarla; mas dejando la prolijidad de la muchedumbre haré mención de los más principales. Hay una especie de pollas en los bosques a quien los españoles dieron por nombre pintadas, que los moradores hallan sin distinción tan buenas como las que crían en casa. Sabemos que los papagayos vienen a nuestra Europa de aquellas partes, que pues vemos la cantidad de remedantes entre nosotros, debemos considerar que aun con la contrariedad de climas se conservan en tanto número, mucho mayor queda donde les es natural el aire y temperamento. Palomas de todo género participa el Próvido y Potente Criador, entre las demás aves, con largueza. Cabreros, horonfetas y otras rinden feudo entre el resto, no con menor agrado a la vista y sonoro canto al oído, cuanto sabroso mantenimiento al paladar de los más delicados moradores. Los papagayos anidan en lo carcomido de los árboles palmites en nidos que fueron antes fabricados por otros pájaros, siendo incapaces por sí de hacer aberturas en cosa que se sea por tener los picos muy aguileños: a cuyo defecto la próvida naturaleza les ayudó de la industria con que trabajan otras avecillas llamadas carpinteros, que no son más grandes que un gorrión, pero de tan sutiles y duros picos que no hay herramienta más asegurada para agujerear cualquier árbol por sólido y macizo que sea, donde después de fabricados por éstos, aquéllos toman posesión y se perpetúan en ellos. Extrema cantidad de pichones tiene esta tierra, mas para comerlos tienen los moradores observadas las sazones, como de las palomas que hemos dicho tratando de la isla de Tortuga; estos pichones son más grandes y gordos que los de aquélla. Hay otra suerte de avecillas llamadas cabreros muy parecidas a las heronsetas que para su sustento se sirven de cangrejos; hállanse en estas aves siete distintas hieles y así su carne amarguea como el acíbar. Los cuervos, más prolijos que útiles, graznan por todo el distrito de la isla; su mantenimiento ordinario es de carnes de perros silvestres y de la que los bucaniers desechan de las bestias que desuellan; oyendo estas casi perennes aves algún tiro de escopeta o mosquete, se juntan cuantos pueden y graznan fuertemente, pareciéndose en todo a los de nuestras regiones. Quédanos aún tratar de la nación francesa que habita una parte de esta grande isla. Hemos dicho a los principios de qué manera vinieron a ella; al presente hablaremos de su vida, funciones y ordinarios empleos. Sus ejercicios son tres: ir a la caza, plantar y navegar como piratas. Todos tienen por costumbre de buscar un camarada o compañero poniendo todo lo que poseen en beneficio recíproco, haciendo una escritura de contrato tal como ellos acordaron; algunos constituyen al segundo viviente heredero de lo que queda después de la muerte del primero, otros a su mujer legítima, si es casado, y otros a sus parientes. Hecho esto cada uno va a su ejercicio, aplicándose a uno de los tres propuestos. Los cazadores se subdividen, unos en la caza de toros y vacas y otros en jabalíes; los primeros se llaman bucaniers, cuyo número después de poco tiempo se ha aumentado hasta seiscientos, mas al presente no se pueden contar más que trescientos, poco más o menos, a causa de la grande disminución de bestias, siendo en tanto grado que bien lejos de adquirir una mediana ganancia, se hallan pobres en tal ejercicio. Cuando estos bucaniers van al bosque se quedan allá un año y algunas veces dos sin salir. Navegan después a la isla de Tortuga para comprar armas de fuego, pólvora, perdigones, balas y todo lo demás que necesitan para emprender otra caza; gastan el resto de sus ganancias con grande liberalidad, dándose a toda suerte de sucios vicios siendo el primero la borrachez con el aguardiente que beben del mismo modo que los españoles agua común de una buena fuente. Compran a veces una pipa de vino, la cual desencajan por una parte y propinan con ella hasta que la ven el fin, celebrando con solemnidad la fiesta de su dios Baco en tanto que su dinero dura; no olvidando al mismo tiempo las conjunciones venéreas, para las cuales hallan más que quieren, pues los taberneros y rameras se preparan a tropas aguardando la buena llegada de los sucios bucaniers, del mismo modo que en Amsterdam hacen estos dos destruidores del alma y de la naturaleza cuando la flota de las Indias Orientales da fondo en la ribera de Texel, catorce leguas de la sobredicha ciudad. Son los tales bucaniers cruelísimos con sus criados, en tanto grado que se estimarían más remar en galera o aserrar palo del Brasil en los Rasp huys de Holanda, que servir a tales bárbaros. La segunda suerte de cazadores no hacen otra cosa que coger jabalíes, cuyas carnes salan y, así guardadas de corrupción, las venden a los plantadores. Tienen estos segundos la misma vida y mañas que los primeros, haciendo la caza con otro estilo que en nuestros países cuando persiguen dichos animales, para lo cual estos bucaniers, de que ahora tratamos, tienen lugares destinados donde viven el término de tres o cuatro meses y algunas veces, aunque raras, un año; llaman a estos lugares Deza Boulan, en donde acompañados de otros cinco o seis amigos que parten juntos, quedando en recíproca amistad el tiempo sobre dicho. Los primeros bucaniers se obligan con tal cual plantador a darle carne, cuanta hubiera menester, un año entero a cierto precio, cuya paga se hace de ordinario con doscientas o trescientas libras de tabaco en hoja, además que el plantador obligado debe dar un criado que llevan consigo para asistirles, a quien el amo da bastantes municiones, particularmente de pólvora, balas y perdigones para que caze. Comenzaron los plantadores a cultivar y plantar en la isla de Tortuga el año de 1598, siendo la primera plantación de tabaco, el cual crecía a maravilla de muy buena calidad, mas a causa de la pequeñez de aquella isla no han podido plantar sino muy poco hallando, también, que muchos campos de esta tierra son incapaces a fructificar esta planta. Intentaron cultivar azúcar, pero considerando los grandes gastos que para su fábrica son menester, no pudieron reducir por falta de medios, de suerte que la mayor parte del pueblo (como dijimos) se dieron a la caza y algunos tomaron partido con los piratas. Finalmente, viendo los cazadores que apenas podían subsistir con su primer ejercicio comenzaron a buscar tierras al propósito de la labranza y en ellas plantaron tabaco. Los primeros campos que eligieron para ello fueron Cal de Sac, cuyo territorio mira a la parte septentrional de la isla y le subdividieron en diversos cuarteles, que llamaron la grande Amea, Niep, Rochelois, el Garve pequeño, el Grande Garve y el Augame, donde poco a poco se aumentaron de tal modo que el día de hoy se hallan por estos campos más de dos mil plantadores. Tuvieron al principio mucho trabajo, pues cuando comenzaron a cultivar no podían salir a buscar mantenimientos fuera de la isla, aumentando esta pena el ser necesario rozar, cortar, quemar y mullir, desarraigando las muchas raíces de árboles y zarzas, porque en el tiempo que se hicieron poseedores los franceses de aquella tierra, toda estaba poblada de espesísimos bosques, frecuentados por extremo de abundancia más que ordinaria de jabalíes. El medio que entonces tomaron fue, formar pequeñas compañías de dos o tres personas, dividiéndose en cuarteles lejos los unos de los otros, proveídos de algunas hachas o destrales y de algún poco de craso sustento, con cuyas prevenciones se fueron al bosque e hicieron cabañas para su morada, tejidas de palos y ramos de árboles. Fue su primer trabajo rozar los zarzales y arbolillos; cortaron después los grandes y haciendo montones, mezclados con sus ramos, los quemaron excepto los troncos que arrancaron algunos como pudieron. La primera simiente que echaron en la tierra fueron habas, que nacen en aquellos territorios, llegan a sazón y se secan en el tiempo de seis semanas. E1 segundo fruto necesario a la vida humana fueron patatas; antes que lleguen a sazón pasan cuatro o cinco meses; de ellas almuerzan por la mañana sin otro aderezo que cocidas en un caldero con agua común, a las cuales dejan cubiertas con un lienzo el término de media hora, con cuya preparación se hallan después como castañas cocidas. Sírvense también de una partida de dichas patatas para componer cierta bebida que llaman maíz: córtanlas en piezas menudas y las cubren de agua caliente donde, habiéndose bien empapado, las exprimen por un lienzo algo ralo y el licor algo espeso que sale, guardan en cántaros hechos para este efecto, que reposado dos o tres días comienza a fermentar y depuestas las heces, beben de él con gusto teniéndole un poco ácido mas muy agradable, sustancioso y sano. Deben a los indios la industria de esta composición, como de otras muchas que el ingenio de aquellos bárbaros alcanzó por necesidad de la conservación y delicias del individuo. EL tercer fruto fue mandioca, que los indios llaman cazave; es cierta raíz que plantan y antes que llegue a término de madurez pasan ocho o nueve meses y algunas un año. Estando maduras aún pueden dejarlas once o doce meses dentro de la tierra sin sospecha de corrupción, pero habiendo pasado dichos tiempos, deben beneficiarlas para el uso ordinario del sustento a sus personas, donde no adquieren total putrefacción e inutilidad. De ellas hacen en aquellas partes una suerte de harina granada, muy seca y blanca por extremo, que suple a la falta del pan común de trigo, de que son estériles los campos de aquellas tierras. Tienen rallos de cobre y latón, en los cuales raspan las tales raíces, como en Holanda acostumbran raspar el mirick (ésta es una raíz muy picante, tirando al gusto de mostaza fuerte, con la cual se hacen salsas para comer algunos pescados); cuando ya han raspado lo que les parece bastar para el sustento de aquella vez lo meten en sacos de lienzo grueso y exprimen todo el humor hasta que las raspaduras quedan bien secas, las cuales echan por una criba, dejándolas de tal modo, como si fuesen aserraduras de madera. Estando en esta consistencia las ponen en planchas de hierro que preparan muy calientes, sobre las cuales se hacen al modo de tortas muy delgadas, que poniéndolas al sol, encima de los cubiertos de las casas, se acaban de secar; y por no perder nada de lo que no pudo pasar por la criba, hacen de ello bollos espesos de la magnitud de cinco o seis pulgadas, los cuales ponen unos sobre otros, dejándolos podrir, con cuya materia preparan un licor, que ellos llaman veycou, y hallan muy excelente, aunque no excede la cerveza del norte. Bananas es un fruto muy al propósito para hacer también licor, siendo tan fuerte y generoso como el mejor de España, el cual con facilidad hace tomar sueño en el templo de Baco y, además, causa mal de garganta al que superfluamente lo bebe. Guinés agudos es otra suerte de fruto de que se suele componer licor para beber, el cual no es tan fuerte como el precedente; si bien, uno y otro los mezclan con agua para apagar la sed. Cultivado que hubieron estas plantaciones y llenándolas de toda suerte de raíces y frutos necesarios al sustento de la vida humana, comenzaron a plantar tabaco, cuyo cultivo se prepara haciendo líneas en los campos no mayores cada una que de doce pies en cuadro, los cuales cubren muy bien con hojas de palmites, de suerte que los rayos del sol no puedan inmediatamente herir la tierra, en cuyo seno está sembrado el tabaco; riéganlo cuando no llueve, y habiendo ya crecido hasta la magnitud del lechugino, le transplantan en líneas rectas, hechas en otros muy dilatados campos, separando cada planta el espacio de tres pies. Observan el tiempo más apto para dichos plantíos, que es desde enero hasta el fin de marzo, por ser los meses de más lluvias en aquel país; deben escardarlo con mucho cuidado, pues a la menor raíz de otra cualquiera hierbecilla que se halla es bastante para no dejar crecer el tabaco que está junto a ella. Cuando es alto de pie y medio cortan las puntas para impedir que las hojas crezcan hacia lo alto y que por ese medio reciban toda la sustancia de la tierra que las da la fuerza y el gusto. Mientras acaba de sazonarse y llega a su madurez, preparan en sus casas ciertos apartamientos de cincuenta o sesenta pies de largo y treinta o cuarenta de ancho, los cuales llenan de ramas y palos largos, entre quien ponen el tabaco a secar, que ya seco pelan la hoja y la hacen torcer a cierta gente que no se emplea en otra obra que en aquélla, pagándoles por sus jornales el diezmo entero de todo lo que trabajan. Tiene el tabaco una propiedad, y es que, si estando aún en la tierra le quitan las hojas, vuelve a brotar cuatro veces al año. Diría sucintamente de qué modo se hace el azúcar, el índigo y gimbes, mas, pues que en las partes de que aquí hacemos descripción no se plantan, lo omitiré. Los plantadores franceses de la isla Española han estado siempre en la sujeción de los gobernadores de Tortuga hasta el presente, aunque no han obedecido sin algunos recelos. Sucedió el año de 1664 que la Compañía de las Indias Occidentales Francesa fundó en Tortuga una colonia, bajo de la cual los plantadores de la Española fueron nombrados por sujetos; conmovióles y les disgustó mucho este decreto, teniendo a menosprecio ser vasallos de una Compañía que no tenía algún derecho para sujetarlos; además, estando en una tierra que no es de la dominación del rey de Francia; con que resolvieron el no querer trabajar más para ellos; cuya resolución fue bastante para que dicha Compañía volviese a quitar la colonia. El gobernador de Tortuga que estaba armado de plantadores, creyendo que les podría mejor forzar que la Compañía halló cierta invención para atraerlos a sí, prometiéndoles les haría vender toda suerte de mercadurías, haciéndoles traer retornos tales que les fuesen agradables. Entretanto, dicho gobernador hizo acuerdo con los mercaderes que se entendían con él; disponiendo no tuviesen algún negocio con ellos, ni con los navíos que venían y que todos viniesen dirigidos a él, para mejor evitar inconvenientes y forzarlos a obedecer por necesidad; con que no sólo consiguió esto, mas también que algunos que les habían prometido negociar con ellos y visitarlos, no lo hicieron. Llegaron dos navíos holandeses a la isla Española el año de 1669, con cuya nación determinaron negociar y por ese medio librarse del gobernador de Tortuga y frustrar sus designios políticos. Hiciéronlo vengándose de lo que les había hecho padecer. Poco después de esta ocasión, llegó dicho gobernador con un navío bien armado, al cual, no sólo impidieron la entrada, sino que a cañonazos le obligaron a volverse más que de paso. Iban y venían los holandeses a quien los parientes y amigos del gobernador procuraban impedir el negocio; pero entendiéndolo, hicieron advertirlos que si se entregaban más contra el comercio que habían asentado los pasarían todos a cuchillo. Para obligar más a los holandeses y desdeñar al gobernador y a toda su parcialidad, dieron cargas a los dos navíos mayor que podían pretender, con otras muchas dádivas y presentes a los oficiales y marineros, enviándolos muy satisfechos a sus tierras. Volvieron los holandeses muy puntuales (según acordaron) y hallaron mucho más indignados a los plantadores contra el gobernador; sea por la satisfacción que tenían con los comerciantes o que con ellos se hallaban no haber menester a la nación francesa, con que por aquel tiempo resolvieron los dichos plantadores de ir a la Tortuga y hacer pedazos al gobernador. Juntáronse todos con sus canoas y fueron a buscarle con ánimo de no sólo matarle, más también de señorearse de la isla, creyendo que en todo tiempo podrían tener de los holandeses la asistencia necesaria (que tenían grandes apariencias, si en aquella sazón no hubiera declarádose la guerra entre estas dos naciones en la Europa, que fue la causa con esta nueva, de retirarse y el designio formado renunciarle) y con ella constituirse republicanos independientes. Pidió asistencia el gobernador a la Corona de Francia, de donde le enviaron dos fragatas de guerra a su seguridad y continuación de empresas, las cuales, habiendo llegado a la isla Española echaron alguna gente en tierra, con determinación de forzar el pueblo a la obediencia de quien aborrecían. Viendo los plantadores estas dos fragatas y la empresa, se huyeron a los bosques, dejando sus casas y parte de muebles y todo fue arruinado y abrasado por los franceses, sin remisión, ni cuartel, que no dieron, a todo lo que hallaron. Usó de benigno el gobernador, haciéndolos decir que se volviesen a la obediencia, y se acomodasen con él. Veíanse los plantadores destituidos de todo auxilio humano y que no podían aguardar algún socorro en su favor, con que se rindieron a ciertas condiciones que no fueron tan estrictamente observadas; pues hizo ahorcar a dos de los más principales entre ellos, perdonando todo el resto y dándolos permiso de negociar con toda suerte de naciones, con quien hallasen más a propósito. Volvieron a cultivar sus plantaciones, que produjeron grande cantidad de buen tabaco; vendiendo anualmente veinte o treinta mil rollos. En esta tierra los plantadores tienen muy pocos esclavos, con cuya falta ellos mismos y algunos criados lo trabajan todo; oblíganse estos jornaleros de ordinario por tres años, no permitiendo la crueldad y mala conciencia de los amos a dejar de comerciar sus personas a veces, como con caballos en feria, vendiéndolos a otros como a negros de Angola. Hay algunas personas que se van a Francia (sucede lo mismo en Inglaterra y otras partes) y caminando por las ciudades, villas y lugares buscan gente y hacen grandes promesas a quien teniéndolos ya engañados y transportados a sus tierras, los hacen trabajar como a caballos, siendo mucho más que a los negros, pues dicen que deben conservar sus esclavos por serles perpetuos y los blancos que revienten, pues no están más que tres años en su servicio. Son sujetos, los miserables engañados, a cierta enfermedad que ellos allá llaman coma, siendo una total privación de todos los sentidos, proviniendo del mal trato y mudanza del aire natal, en otro totalmente opuesto. Sucede muchas veces que entre los engañados se hallan personas de calidad, los cuales, por más delicados, caen más presto en la tal, y otras muchas enfermedades; introduciéndose en ellos con más violencia que en los robustos y dados a la fatiga; además del mal trato que les hacen en el comer, vestir y reposo, los golpean cruelmente, de tal suerte, que muchos caen muertos entre las manos de tan tiranos amos; lo he visto muchas veces, no sin grandísima tristeza y dolor de mi corazón; entre cuyas ocasiones, la siguiente alegaré por más notable. Escapóse cierto criado del dominio de su cruel amo por causa del mal trato que le hacía y habiéndose retirado al bosque, miserable y funestamente fue cogido. Caído que hubo en las manos de su amo le hizo amarrar a un árbol, donde le dio tantos palos sobre las espaldas que le bañó todo en sangre, corriendo por la tierra sobre que estaba; hízole después refrescar las llagas con zumo de limones agrios, mezclado con sal y pimienta, molidos, dejándole en aquel estado amarrado al mismo árbol el término de veinticuatro horas, las cuales pasadas le volvió de nuevo a castigar como la primer vez, hasta tanto que rindió el alma gritando y diciendo: Permita el Poderoso Dios de los Cielos y Tierra, que el diablo te atormente tanto antes de tu muerte como tú me has hecho antes de la mía. ¡Cosa fue digna de admiración!, no pasaron tres o cuatro días sin que el justo juez del Trono Divino (que oyó los clamores de aquel mísero siervo) enviase el espíritu maligno al cuerpo de aquel bárbaro amirricida que le atormentó en carne hasta la muerte; tanto que las tiranas manos con que maltrató a su inocente criado, fueron verdugos de sí mismo, dándose golpes y arañándose de tal modo la cara, que llegó a perder la formas que la naturaleza le dio, no teniendo reposo de día ni de noche, con que en estos tormentos murió rabiando para dar el alma que permitió Dios fuera poseedor del cuerpo, de cuyas eternas penas se puede creer será no poco participante; disponiendo, por medio este ejemplo, la Divina Providencia los corazones empedernidos a la clemencia que el mansueto Cristo S. N. nos enseñó, perdonando las injurias del que nos ofendió, que es donde se ve acrisolada la virtud y dado de pie al vicio. Muchos ejemplos de este género pudiera relatar, mas, pues no es de nuestro asunto, paso al intento. Los plantadores que vienen de las islas Caribes son mucho peores y más crueles que los precedentes; vive uno en la isla de San Cristóbal, llamado Betesa, bien conocido entre los mercaderes holandeses el cual ha dado la muerte a más de cien criados a golpes. Los ingleses hacen lo mismo con los suyos y la menor ejecución que suelen hacer es que habiendo servido seis años (siendo entre ellos la obligación servir siete) usan con ellos de tan atroces crueldades que se ven obligados de suplicar a sus amos los quieran vender a otros aunque les consta quedar de nuevo obligados a la servidumbre de otros siete años o, por lo menos, tres o cuatro. Conocí a muchos que sirvieron de esta manera quince y veinte años sin poder franquearse. Esta nación tiene una rigurosa ley en las islas y es que, cuando alguno se halla deudor de 25 esquilines ingleses (son 50 reales de plata castellanos) si no puede pagarlos le pueden vender por seis u ocho meses. No tentaré la paciencia del lector más con este género de relaciones que tocan a otros asuntos fuera del que emprendí y así empezaré a contar los hechos y sucesos más célebres de piratas de mis tiempos, escribiéndolo sin pasión ni afectación, asegurando que no pasaré a discursos compuestos, sino sólo aquellos de que fui testigo de vista.
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CAPITULO V Vecindario, costumbres y riquezas de Guayaquil y diferencia de vestuario en las mugeres 403 Es la ciudad de Guayaquil una de las mas pobladas, segun su capacidad, que hay en las Indias porque el comercio la tiene siempre llena de gente forastera, y esta aumenta mucho la de su vecindario, que llegará, segun el computo hecho, á veinte mil almas de todas edades, sexos y calidades. Mucha parte de sus moradores distinguidos son europeos casados y establecidos yá en ella; y fuera de estas familias y otras de criollos del mismo caracter, todo lo restante se compone de castas, como en las otras ciudades, de que antecedentemente se ha dado noticia. 404 El conjunto de aquellos vecinos está distribuido en varias compañias de milicias, con distincion de calidades y castas de personas, y, con esta providencia, ellos mismos son los defensores de su patria y hacienda. Los europeos forman una de estas compañias, que llaman de forasteros, y es la mas numerosa y lucida entre todas porque, sin reparo en la calidad ó esphera, toman las armas quando se ofrece la ocasion y acuden á las ordenes de sus oficiales, los quales son nombrados entre sí de aquellos sugetos que, haviendo servido en España, tienen mas expediente y conducta en las resoluciones marciales. El corregidor es el cabo principal de las armas, y, despues de este, hay un maestre de campo y un sargento mayor que disciplinan y tienen el govierno economico de las otras compañias. 405 Aunque no es el temperamento de aquel país menos cálido que el de Panamá ó Cartagena, se particulariza su clima en la procreacion de las criaturas racionales; y, si algun autor, escribiendo de él, le ha llamado Países Baxos equinociales por la semejanza que goza su terreno con los Países Baxos de Europa, no menos puede con toda propiedad darsele el mismo nombre por la distinguida particularidad de que en él, fuera de aquellos que tienen mezcla de sangre, son todos sus hijos rubios y de tan perfecta formacion que logran la prerrogativa de la hermosura no solo en aquella provincia de Quito pero aun en las demás del Perú. Dos cosas se harán reparables en este assumpto por ser contrarias á la comun opinion; la una que, siendo aquel país tan cálido, no sean sus naturales trigueños, y la otra que, no teniendo los españoles por naturaleza el cutis tan blanco como las naciones del norte, sus hijos allí sean rubios, esto es, los habidos en muger española. Yo no hallo razon que pueda resolver del todo la dificultad porque, aunque se quiera atribuir al efecto de algunos efluvios del rio por la inmediacion que tiene á él la ciudad, no juzgo que esto sea de bastante fuerza quando otras muchas ciudades gozan el mismo privilegio de la situacion sin obtener el de la blancura. Esta es allí en tal grado que hay muchos albinos, y todos los pequeños tienen el pelo y cejas rubias acompañadas de hermosura en sus facciones. 406 A estas prendas personales con que tan señaladamente dotó naturaleza á los de aquel país, ha agregado las del agrado y obsequio, que no brillan menos que la antecedente, y assi sucede que, pagados de ellas los europeos quando llegan á detenerse allí algun tiempo, hagan frequentemente su establecimiento casandose sin que les pueda mover á esto la codicia de los dotes, como sucede en otras ciudades, porque no son tan grandes los caudales de sus habitadores. 407 Aunque se semeja mucho el vestuario que usan en Guayaquil las mugeres al de Panamá, no tanto que dexe de tener alguna diferencia, y consiste en que, a mas de las polleras, acostumbran faldellin en su lugar quando concurren de visita ó están de festividad en sus casas. Este ropage, que no es mas largo que la pollera, está abierto por delante cruzando el un lado sobre el otro, y lo adornan con mucha ostentacion y costo, pues, sobre la tela principal, lo ribetean ó guarnecen con unas faxas de media vara de ancho de otra tela superior, la qual vuelven á cubrir con muchos encajes finos, franjas de oro y plata y cintas sobresalientes, formando de uno y otro varias labores y simetría tan vistosa que queda el ropage muy lucido y no menos hermoso. Quando salen á la calle y no quieren llevar manto, usan mantillas grandes de bayeta musca clara, igualmente guarnecidas de faxas anchas de terciopelo negro, pero sin encajes ni otra cosa. El cuello y brazos no están menos adornados de cadenas, perlas, rosarios, manillas y corales que en Panamá, y en las orejas, además de unos zarcillos muy llanos de pedrería, ponen unas borlillas de seda negra del tamaño de avellanas, á la manera de un botón despeluzado y guarnecido de perlas que llaman polizones, las quales son muy vistosas. 408 No es aquella ciudad sobresaliente en riquezas aunque su comercio pudiera juzgar lo contrario, y es la causa en parte de los dos horribles saqueos que ha padecido y en parte los incendios porque unos y otros la han atrassado considerablemente assolandola ó convirtiendola en ruinas; y aunque sus casas no se componen, como tengo dicho, de otro material que madera y el costo de esta se reduce solo á cortarla y conducirla por la abundancia que hay en aquellos montes, con todo excede el de una casa de 15 á 20 mil pesos y muchas veces mas segun su capacidad. A esta suma llegan los jornales de los que la labran, y el hierro, que es muy caro; con que, los europeos que logran ponerse allí en un razonable pie de caudal, quando no tienen bienes raices que los detengan, suelen transferirse con sus familias á Lima ú otra ciudad del Perú donde lo puedan lograr con menos sobresaltos de enemigos y elementos. No obstante, hay caudales medianos que llegan á 50 ó 60 mil algunos y menores muchos, pero estos no hacen eco por allá, á vista de los que hay en el Perú, segun iremos viendo.
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CAPITULO V Intenta Morgan de guardar la isla de Santa Catalina para refugio y almacén de piratas; pero fáltanle los medios a sus designios. Relátase la llegada y toma de la villa llamada el Puerto del Príncipe Viendo Morgan que su predecesor y almirante era muerto, procuró e hizo guardar y tener en posesión perpetua la isla de Santa Catalina, situada cerca de la de Cuba, y asignarla refugio y asilo de piratas, poniéndola en estado (según creía) de suficiente almacén de sus robos y latrocinios. Buscó mil invenciones para establecer esta empresa, con cuyo fin escribió a diversos mercaderes que vivían en la Nueva Inglaterra, exhortándolos a enviarle vituallas y otras cosas concernientes a hacerse fuerte en la dicha isla; de suerte que no tuviese temores de daños exteriores, ni sospechas de invasiones por cualquiera que intentara inquietarle. Halláronse sus pensamientos vanos y frustrados por la reconquista de los españoles. No obstante, Morgan conservaba más coraje que maduro consejo y buscó nuevas prácticas, haciendo armar un navío con intención de recoger una flota entera, tan grande cuanto sus fuerzas alcanzasen. Púsolo por ejecución y dio orden a cada miembro de su flota para hallarse en los puertos del sur de la isla de Cuba, donde determinó juntar consejo, y en él tomar resolución de lo que había de hacer y a qué plaza acometería primeramente. Dejando esto en este estado pasaremos a hacer breve descripción de la isla de Cuba al presente, pues fui omiso en hacerla cuando en lo precedente hablé en diversas partes de ella. Breve descripción de la isla de Cuba Extiéndese esta isla del oriente al occidente en la altura y situación de veinte hasta veinte y tres grados, latitud septentrional; es larga de ciento y cincuenta leguas alemanas, y ancha de cuarenta semejantes. Es tan fructuosa como la Española. Rinde muchas cosas propias al comercio, como pieles de diversas bestias y en particular las que en Europa llamamos de Habana. De todas partes está rodeada de un número muy grande de isletas, a las cuales llaman cayos; sírvense los piratas de ellas para refugio y citación de sus juntas y para asaltar más a gusto a los españoles. Riéganla por todas partes raudales de abundantes y bellas riberas, cuyas bocas forman asegurados y muy capaces puertos, sin otros que en calmosas costas adornan muchas partes de esta isla, enriqueciéndola con facilidad del comercio que ofrecen a los propios y foráneos. Los más célebres de estos puertos, son: Santiago, Trinidad, Xagoa, Cabo de Corrientes y otros, los cuales están todos en la costa del sur. En la del norte se hallan: La Habana, Puerto Mariano, Santa Cruz, Matarricos y el Baracoa. Dos ciudades principales tiene, debajo de cuyo gobierno toda la isla se dirige y a quienes todos los pueblos de ella obedecen. Santiago, una de ellas, está situada en la costa del sur, a quien pertenece la mitad de la isla; tiene un obispo y un gobernador que mandan sobre las villas y lugares de la mitad sobredicha, conviene a saber: del lado del mediodía, al Espíritu Santo, Puerto del Príncipe, Bayamo; del lado del septentrión tiene Baracoa y la villa de los Cayos. La mayor parte del comercio que se contrata en el sobredicho Santiago viene de las islas Canarias, a donde envían tabaco, azúcar y pieles, todo lo cual retira de otras villas y lugares subalternos. En tiempos pasados fue miserablemente saqueada por los piratas de Jamaica y Tortuga, aunque la defiende un castillo considerable. La ciudad de La Habana yace a la parte de entre el norte y poniente; es una de las más famosas y más fuertes plazas de todas las Indias septentrionales; alárgase su jurisdicción a la otra mitad de la isla, contándose debajo de ella, Santa Cruz, que está a la parte del norte, y la Trinidad, en la del sur, de las cuales sale grande cantidad de tabaco, dándolo con abundancia a la Nueva España y Costa Rica hasta la mar del Sur y también enviando navíos cargados a España y a otras partes de Europa, no sólo en manojos, mas torcido en rollos. Guardan a esta ciudad tres castillos muy grandes y fuertes, dos al puerto y el tercero sobre una montaña predominando al pueblo. Habítanla diez mil moradores, los mercaderes trafican en Nueva España, Campeche, Honduras y Florida. A todos los navíos que vienen de esas sobredichas partes y los de Caracas, Cartagena y Costa Rica, les es preciso venir a buscar sus provisiones a La Habana para navegar a España, siendo su derecho camino y necesario queriendo pasar a la Europa meridional y otras partes. La flota de la plata viene allí anualmente a tomar el resto de sus cargazones, como pieles, tabaco, y palo de Campeche. No había más que dos meses que Morgan estuvo en los puertos de la isla de Cuba, cuando tenía ya armada una flota de doce velas, navíos y barcas con setecientos hombres combatientes, tanto ingleses como franceses. Juntaron consejo, y algunos propusieron de embestir, con el favor de la oscuridad nocturna, a la ciudad de La Habana, lo cual decían se podía fácilmente emprender, particularmente, si podían tomar una parte de los eclesiásticos y hacerlos prisioneros; y también saquear la ciudad antes que los castillos se pusiesen en estado de defensa. Otros proponían, según sus pareceres, diversas empresas; no obstante, la primera propuesta fue desechada porque muchos de los piratas estuvieron prisioneros en otras ocasiones en aquella ciudad y aseguraban que no podía hacer cosa de importancia, menos que con mil y quinientos hombres, y que primero debían con toda esta gente ir a la isla de los Pinos y echar en tierra toda la gente con pequeños barcos hacia Batabanó, que está catorce leguas de la referida ciudad, para que con este orden saliesen con sus intentos. Veían, en fin, que los medios les faltaban para juntar una tan grande armada y con la que tenían resolvieron de ir a otra plaza. Había uno entre ellos que proponía el asalto de la villa del Puerto del Príncipe, diciendo que la conocía muy bien, y que, como apartada de la mar, no estuvo jamás saqueada, y que así los moradores eran muy ricos, como haciendo su comercio con dinero de contado, en la correspondencia familiar que los de La Habana tienen establecida en esta parte, consistiendo en pieles. Esta propuesta fue al punto aceptada por Morgan y sus principales socios. Dieron orden a cada capitán para levantar las áncoras y ponerse a la vela, tomando la rota hacia la costa más próxima del Puerto del Príncipe, donde se halla una bahía intitulada el Puerto de Santa María. Sucedió, pues, que estando la flota cerca de tierra se echó a nado un español prisionero y se fue de noche a la tal villa de Santa María, contando como había oído discutir a los piratas (que no creían entendiese la lengua inglesa) como venían con designio de embestirles. Los españoles que entendieron su afortunado anuncio, comenzaron al momento a cubrir sus bienes y guardar los muebles que pudieron. Hizo el gobernador congregar toda su gente, tanto vecinos como esclavos, y se pusieron con una parte de ellos en camino por donde los piratas debían pasar. Ordenó cortasen muchos árboles y que los atravesasen en todos los caminos para impedir el paso a los piratas. Formó diversas emboscadas, donde asentaron alguna artillería. Eran todos ochocientos hombres, de los cuales repartió para dichas emboscadas cuantos juzgó a propósito y con el resto circunvaló la villa en un campo muy dilatado, desde el cual podían ver la venida de piratas a lo largo. Los enemigos que caminando vieron los pasos y entradas impenetrables, tomaron su derrota entre el bosque, atravesándole, con que evitaron diversas emboscadas, y finalmente llegaron a campaña rasa, cuyo nombre es la Sabana. Desfiló una tropa de caballería española contra los piratas creyendo los harían huir y, al mismo tiempo, dar sobre sus espaldas; sucedióles de otra manera, porque los piratas hicieron su marcha en orden al son del tambor, guiados de sus enarbolados estandartes. Acercáronse y se pusieron en forma de semicírculo, con que de este modo avanzaron a los españoles que se les opusieron como bravos soldados por algún tiempo, mas viendo que los piratas eran diestrísimos en jugar las armas y que su gobernador, con otros muchos de sus compañeros, cayeron en tierra, comenzaron a retirarse hacia el bosque para salvarse más asegurados, aunque, infortunadamente, antes que a él llegasen, fueron los más muertos a manos de los piratas, dejando la victoria a los advenedizos enemigos que no tuvieron en este combate (duró cerca de cuatro horas) considerable pérdida de gente y muy pocos heridos. Entraron en la villa, si bien, precediendo alguna resistencia de los que estaban dentro, que se defendieron hasta no poder más, creyendo impedir el saqueo; algunos se encerraron en sus casas y desde las ventanas tiraron muchos arcabuzazos, y viéndolo los piratas hicieron amenazas, diciendo: Si no os rendís voluntariamente, presto veréis toda la villa en incendio, vuestras mujeres e hijos todos despedazados. Sobre tales conjuros los españoles se sometieron enteramente a la discreción de sus enemigos, creyendo que los vencedores no podían quedar allí largo tiempo y que se verían obligados a desalojar con presteza. Luego que los piratas se señorearon de la villa, metieron a todos los españoles, tanto hombres como mujeres y niños, como también a los esclavos, en las iglesias, y recogieron todos los bienes de pillaje que pudieron hallar. Corrieron después por todo el país trayendo de día en día muchos bienes y prisioneros con muchas vituallas, de que hicieron opulentos banquetes sin acordarse de los hambrientos prisioneros, a quienes dejaban morir de necesidad. No ahorrando sus crueles tormentos para con los encerrados, pues cotidianamente los maltrataban sin misericordia para hacerles confesar en qué parte tenían los muebles, dinero y otras cosas encubiertas, aunque ya no tenían más; castigaban a las mujeres y criaturas con el mismo intento, no dándolas así nada de comer, de que resultó morir la mayor parte. Cuando no tuvieron más que poder robar y que los víveres les comenzaban a faltar, tomaron resolución de partir para buscar más fortuna en otras partes, diciendo a los prisioneros: Buscad medios para rescataros, o si no os transportaremos a Jamaica y si, junto con esto, no nos tributáis la quema de toda la villa, veréis bien presto en inextinguibles llamas vuestras casas. Nombraron entre sí los españoles cuatro prisioneros para ir a buscar tales contribuciones y, para que despachasen presto, atormentaban en su presencia a los otros con el mayor rigor que se puede imaginar. Volvieron los fatigados españoles de sus irrazonables comisiones, diciendo a Morgan: Hemos corrido, buscado y escudriñado todos los cincunvecinos bosques y sitios más sospechosos para descubrir a quien pedir vuestra demanda, y no hemos podido sacar rastro de los nuestros ni, por consiguiente, fruto de nuestra embajada; pero si os agrada ejercer vuestra paciencia por quince días, haremos de suerte que todo se os pague en este tiempo. Parece que Morgan oyó las razones sobredichas, pero poco después llegaron siete u ocho piratas, que venían de los campos y bosques con algunas ventajas y, entre ellas, un negro prisionero que traía cartas, las cuales fueron abiertas por Morgan. Y halló que eran del gobernador de Santiago, que escribía a algunos prisioneros diciendo: No os deis prisa a pagar lo que se os pide por rescate, quema, ni otro tributo; antes, al contrario aguardar mi socorro en breve tiempo y entretened a los piratas, lo mejor que os fuese posible, entre tanto que os llega. Al punto Morgan hizo llevar todo lo que había hurtado y lo puso en sus navíos, advirtiendo a los españoles que el día siguiente pagasen lo que les pedía, y que no aguardaría un momento más si no contribuían para poner en combustión y reducir en cenizas toda la villa. No les hizo mención en sus discursos Morgan a los españoles de las cartas que había hallado, con que le respondieron serles imposible dar tal suma de dinero en tan poco tiempo, pues sus compañeros no aparecían en todos los contornos. Sabía bien Morgan sus intenciones, y así no le era útil el quedar allí más tiempo. Pidióles quinientos bueyes o vacas con bastante sal para salarlos; sacando por condición se los llevarían a bordo del navío, lo cual le prometieron, y partió con los suyos tomando consigo seis principales, en prendas de lo que tenía intención. Vinieron el siguiente día con el ganado vacuno y sal, pidiendo los seis prisioneros que Morgan rehusó y, no fiándose más largo tiempo en permanecer allí, por temor de ser asaltado, les dijo ayudasen a matar y salir dicho ganado, lo cual hicieron con mucha prisa y después fueron absueltos los seis moradores que estaban en rehenes de las demandas. Mientras esto se disponía hubo algunas disensiones entre los ingleses y franceses, pues como un inglés matase a un francés por un nonada y el tal francés se emplease en desollar una vaca, vino otro inglés y le quitó los huesos de tuétano que sacó de ella (de los cuales hacen grande caso estas gentes) y se llamaron en duelo los dos; con que llegando al lugar destinado de su refriega, sacó más presto el inglés su alfanje y le tiró por detrás un golpe; de modo que cayó muerto al improviso. Los otros franceses, queriendo vengarse de tal acción, se levantaron contra los ingleses; pero Morgan apaciguó al punto toda la llama; mandando que al malhechor le atasen de pies y manos, y que de aquel modo le llevasen a Jamaica; prometiendo a todos que en llegando haría justicia, pues aunque le era permitido de llamar en duelo a su contrario, no le era lícito matarle a traición como lo hizo. Después que todo fue dispuesto, embarcado y los prisioneros sueltos, alargaron las velas enderezándose a una isla, en la cual Morgan debía disponer el repartimiento de todos sus pillajes; que llegando, hallaron cerca de cincuenta mil pesos, tanto en moneda como en alhajas. Fue grande el sentimiento y pena que tuvieron de ver tan tenue presa, pues no les bastaba para pagar sus deudas en Jamaica, y así Morgan les propuso de discurrir alguna nueva empresa y pillaje antes que llegasen a su tierra; pero no pudiéndose los franceses acordar con los ingleses se separaron, dejando a Morgan solo con los de su nación, no bastándole las repetidas instancias para reducirlos a proseguir en su compañía; y así con señales exteriores de amistad se separaron, y el caudillo les dijo que no faltaría de ninguna manera a hacer justicia en el sobre dicho criminal, lo que cumplió, pues llegando a Jamaica le hizo ahorcar, según su promesa.
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CAPITULO V Comprehende la noticia del vecindario de Quito, las castas que hay en él, sus costumbres y riquezas 645 Se compone aquella ciudad de un vecindario crecido, y en este hay familias de toda distincion y noble calidad aunque no proporcionado el numero á su extension porque, á correspondencia, excede mucho la gente pobre y ordinaria; aquellas, pues, se pueden regular por las que, descendiendo de algunos conquistadores, presidentes, oidores ú otras personas de carácter que passaron de España en varios tiempos, se han conservado en su lustre enlazándose entre sí los que lo tenian y no mezclándose con la gente de nacimiento baxo ó de inferior gerarquia. 646 E1 vecindario de gente baxa ó comun puede dividirse en quatro clases, que son españoles ó blancos, mestizos, indios ó naturales y negros con sus descendientes. Este ultimo no abunda tanto á proporcion como en otros parages de las Indias, casi porque no es tan fácil su conducion como porque en general son los indios lo que se emplean en el cultivo de la tierra y demás exercicios del campo. 647 El nombre de español tiene allí distinta significacion que la de chapetón ó europeo porque propriamente dé á entender persona que desciende de españoles y no tiene alguna mezcla de sangre; muchos mestizos lo parecen en el color mas que aun los legitimos españoles por ser blancos y rubios y, assi, se consideran como tales, aunque en ralidad no lo sean. Reguladas de este modo todas las familias que gozan el privilegio del color blanco, podrá considerarse que componen como una sexta parte de aquel vecindario. 648 Los mestizos son los procreados de españoles y indios, entre quienes se deben considerar las gerarquias correspondientes á las que quedan explicadas en Cartagena entre negros y blancos, pero con la diferencia de que salen mas breves y, desde la segunda ó tercera generacion, que yá son blancos, se reputan por españoles. El color de los mestizos es obscuro, algo coloreado, o tanto como el de los mulatos, claros, esto es, en el primer grado ó la procreacion del español y indio; algunos, no obstante, son tan tostados como los mismos indios y se distinguen de estos en que les crece la barba; tambien, por el contrario, hay otros que degeneran en lo blanco y pudieran tenerse por tales si no les quedaran ciertas señas que los dan á conocer poniendo algun cuidado, las quales consisten en ser tan cerrados de frente que es muy corto el ámbito que les queda libre de pelo, pues les baxa haciendo remate desde la medianía superior hasta las cejas y, antes de llegar, se aparta y, ocupando todas las sienes, vá á finalizarse en la loba inferior de la oreja; además de esto, es áspero su caballo, lacio, gruesso y muy renegrido. La nariz, pequeña, delgada y con una ligera eminencia en el huesso, desde la qual, aunque sigue puntiaguda, se encorva algo, y queda inclinada la punta acia el labio superior. Estas señales, no menos que la de algunas manchas oscuras en el cuerpo, son constantes, y dificil por ellos el que se oculte lo que el color disimula. Puedense computar como por una tercera parte del vecindario las familias de mestizos. 649 En el tercer lugar entran los indios, que componen como otra tercera parte; y lo restante, que es como una sexta parte, la completa gente de castas. En estas cuatro clases podrá contener aquella ciudad, segun el computo mas prudente hecho por las que pertenecen á cada parroquia, de 50 á 60 mil personas de todas edades, sexos y calidades. 650 Bien se dexa concebir que, entre estas quatro especies de gentes, es la española de mayor gerarquia, pero, assimismo, es á proporcion la mas infeliz, pobre y mísera porque los hombres no se acomodan á ninguno de los exercicios mecanicos, concibiendo en ello desdoro de su calidad, la qual consiste en no ser negros, pardos ni tostados. Los mestizos, menos presumptuossos, se dedican á los artes y oficios, y, aun entre ellos, escogen los de mas estimacion, como son pintores, escultores, plateros y otros de esta clase, dexando aquellos que consideren no de tanto lucimiento para los indios. En todos trabajan con perfeccion, y con particularidad en la pintura y escultura. En la primera fue célebre un mestizo nombrado Miguel de Santiago, y de él se conserven con grande estimacion algunas obras, y otras de su mano passaron hasta á Roma, donde tambien la merecieron. Imitan qualquier cosa estrangera con mucha facilidad y perfeccion por ser el exercicio de la copia propio para su genio y flema. Hacese aún mas digno de admiracion el que perfeccionen lo que trabajan por carecer de toda suerte de instrumentos adequados para ella. Incurren en el defecto de la pereza y floxedad, la qual los predomina con extremo, y assi abandonan las obras para estar ociosos de una en otra calle todo el dia. La misma propiedad concurre en los indios, que tienen las exercicios de zapateros, albañiles, texedores y otros; entre estos ultimos, son los mas razonables y despiertos los barberos y sangradores, en cuyo arte son tan diestros como los mejores de Europa. Es tanta la pereza en ellos que muchas veces es preciso, para conseguir un par de zapatos al cabo de mucho tiempo de haverlos mandado hacer, coger al indio, darle los materiales y encerrarlo hasta que lo acabe, no contribuyendo poco á este descuido el estilo que allí tienen de percibir adelantado el importe de la obra; con que, tomandolo el indio, lo vá empleando en chicha, y dura en él la embriaguez quanto el dinero, que despues no es facil resarcir sino en hechuras. 651 En quanto al vestuario, no dexa de observarse alguna diferencia respeto del que se estila en España, y esta es menor en los hombres que en las mugeres. Consiste, pues, en que, quando usan el trage de capa, lo acompañan con una casaca larga que las llega hasta los rodillas, con manga ajustada, abierta por los costados, sin pliegues y llena por todas las costuras del cuerpo, y mangas de ojales y botones á dos bandos que les sirven de adorno; en lo restante, la gente de forma viste ostentosamente, y no son entre esta menos comunes las telas de oro y plata que los paños muy finos y otros generos de seda y lana. 652 El vestuario de los mestizos es todo él azul y de paño de la tierra; y aunque los españoles de baxa esfera procuran distinguirse de ellos á bien por el color ó por la calidad, lo comun es que entre unos y otros haya poca diferencia. 653 Si algun vestuario puede parecer singular, será por lo corto y pobre el de los indios pues consiste en unos calzones de lienzo blancos, ó yá del criollo, que se fabrica allí de algodón, ó yá de alguno de los que se llevan de Europa. Estos les llegan hasta la mitad de la pantorrilla y quedan sueltos por abaxo, donde las guarnecen con un encaxe correspondiente á la tela. La mayor parte no usa camisa, y cubren la desnudez del cuerpo con una camiseta de algodón, que assi en grandes como en chicos es negra, texida por las indias para este intento; su hechura es como un costal con tres aberturas en el fondo opuesto á la boca, una en medio, por donde sacan la cabeza, y dos en las esquinas, para los brazos, y, quedando estos desnudos, les tapa el cuerpo hasta las rodillas. Despues ponen un capisayo, que es una manta de xerga con un agugero en medio, por donde entran la cabeza, y un sombrero de los que se fabrican allí, con lo qual quedan finalizadas todas sus galas, de que no se despojan aun para dormir y, sin mudar de trage ni acrecentarla sin cubrir las piernas con ropa alguna ni calzarse los pies, caminan en los parages frios no menos que en los calientes. 654 Los indios, que gozan alguna mas conveniencia, y particularmente los barberos y sangradores, se distinguen en algo de los otros porque hacen los calzones de un lienzo delgado; usan camisa aunque sin mangas, y del cuello de esta sale para á fuera un encage de quatro dedos ó mas de ancho, que dá vuelta todo al rededor y cae sobre la camiseta negra, tanto en el pecho como sobre los hombros y espaldas, á manera de babador; usan zapatos con hevillas de plata ú oro pero no medias ni otra cosa que cubra la pierna; y en lugar de capisayo, llevan capa, que muchos pueden costear de paño fino y frangearla con galones de oro ó plata.. 655 El vestuario que usan las señoras de distincion consiste en un faldellín, como queda yá explicado en las noticias de Guayaquil. En lo superior del cuerpo, la camisa y tal vez un jubon de encaxes desabrochado, y un rebozo de bayeta que lo tapa todo y no tiene otra circunstancia que vara y media de este tela, en la qual se lian sin otra hechura que como se cortó la pieza; gastan muchos encages en todas sus vestiduras y telas costosas en los adornos ó guarniciones de las que tienen de lucimiento. El peynado que acostumbran es de trenzas, de las quales forman una especie de rodete, haciendo cruzado con ellas en la parte posterior, y baxa de la cabeza; despues dan dos vueltas con una cinta de tela, que llaman baleca, al rededor de ella por las sienes formando un lazo de sus puntas en uno de los lados, el qual acompañan con diamantes y flores, y queda muy ayroso el tocado. Usan de manto algunas veces para ir á la iglesia y basquiña redonda, aunque lo mas regular es ir con rebozo. 656 No se distinguen las mestizas de las españolas en el trage mas que en la calidad de las tales y en que aquellas, que son pobres, andan descalzas, lo que se nota igualmente en muchos hombres de esta casta. 657 Dos suertes de vestuarios usan las indias, ambos no menos abreviados que los de los hombres de su especie porque las mugeres de los que gozan algun mas descanso y las chinas, que assi llaman á las indias mozas solteras criadas de las casas y conventos de monjas, se visten con una especie de enaguas muy cortas y un rebozo, todo de bayeta de la tierra. Las indias comunes se reducen á un saco de la misma hechura y tala que las camisetas de los indios y le llaman anaco, el qual prenden en los hombros con dos alfileres, á que dan el nombre de tupu y, corrompido, topo. Se diferencia unicamente de la camiseta en ser algo mas largo y les alcanza al principio de la pantorrilla; despues se faxan la cintura y, en lugar de rebozo, ponen al cuello otro paño de la misma tela y color negro llamado lliclla, con lo que, queda concluida su vestimenta y desnudos de ella los brazos y piernas. 658 De otra tercera especie usan las cazicas, mugeres de los alcaldes mayores, governadores ú otras que se distinguen de las indias ordinarias. Esta es compuesta de las dos antecedentes y se reduce á unas polleras de bayeta, guarnecidas por el ruedo con cintas de seda; sobre ellas ponen en lugar de anaco otro ropage negro que llaman acso, el qual cae desde el pescuezo; está abierto por un costado, plegado de arriba abaxo y ceñido con una faxa de cintura, de modo que no cruza como el faldellin. En lugar de la lliclla pequeña que llevan pendiente de los hombros las indias ordinarias, se ponen otra mucho mas grande, toda plegada, que las cuelga desde el pescuezo hasta casi el ruedo de las polleras. Esta la asseguran en el pecho con un punzón grande de plata, llamado tambien tupu, como los del anaco. En la cabeza se ponen un paño blanco dados distintos dobleces, cuya extremidad las queda colgando por detrás; llamanle colla y lo usan por adorno y distintivo, sirviendoles assimismo para defensa del sol, y aumentan el señorío con el calzado. Assi, este trage como el que usan las demás indias y indios es el mismo que acostumbraban en el tiempo los ingas, y por él se diferenciaban los que eran de distincion de los demás. Los caziques no usan hoy otro que el de los mestizos, esto es, capa y sombrero, y andan calzados, siendo esta toda la diferencia de ellos á los indios vulgares. 659 L a estatura de los hombres, assi en la gente de forma como españoles, es de una buena proporcion, bien hechos los cuerpos y de presencia ayrosa y agradable. Los mestizos son, assimismo, bien apersonados, su estatura, mas que mediana, y fornidos. Los indios y indias, no muy altos, bien formados en todas las proporciones de su cuerpo, rehechos y forzudos; reparese, no obstante, en ellos abundar mucho los imperfectos, unos por ser de irregulares y monstruosos cuerpos en lo pequeño, otros por salir insensatos, mudos y ciegos y otros con la falta de algun miembro. Tienen la cabeza muy poblada de cabello, no lo cortan nunca y acostumbran traerlo siempre suelto, sin atarlo ni recogerlo, aun para dormir; las indias lo envuelven en un cinta y hacen á manera de dragona, pero desde la medianía del craneo acia adelante lo echan sobre la frente y cortan desde la una oreja hasta la otra á la altura de las cejas, á lo qual llaman el urcu, y significa en castellano el cerro. Assi lo mantienen continuamente, y es para ellos la mayor ofensa que se les puede hacer el cortarles el pelo, lo mismo á indio que á india; tienenlo por afrenta y cosa injuriosa, de modo que, no quexandose de ningun castigo corporal que en ellos executen sus amos, no les perdonan este; assi, solo está permitido el imponerselo como pena en delitos graves. El color del pelo es negro obscuro, muy lacio, áspero y tan gruesso como menudas cerdas de caballo. Para diferenciarse de ellos los mestizos, se lo cortan todos, lo que no es regular en las mugeres de la misma especie. Los indios son por naturaleza lampiños, y lo mas que suele suceder, guando llegan á crecida edad, es que les salga tal ó qual pelo en la barba, pero tan cortos y raros que nunca necessitan cortarlos, y ni á ellos ni á las indias les crece el bello como era regular, despues que llegan á la edad de pubertad. 660 La juventud distinguida de aquel país dedica sus primeros años al estudio de philosophia, theologia, y algunos passan á las leyes aunque no hayan de hacer profession de ellas. Assi, son todos capaces en estas facultades pero muy cortos en las noticias politicas, en las historicas y en las otras ciencias naturales que contribuyen al mayor cultivo de los entendimientos ó que los ilustran y conducen á un cierto grado de perfeccion, á que no pueden llegar quando carecen de tales luces, lo qual nace de la poca comunicacion que tienen con las personas que pudieran instruirlos en ellas, pues las que transitan por causa del comercio por aquellos parages no son á proposito para subministrarselas; con que, aquellos entendimientos, aunque con el cultivo de siete ó mas años de escuela, siempre quedan desnudos del conocimiento de las demás facultades. Son sutiles de ingenio y propios para el estudio porque posseen clara comprehension y con poco trabajo se hacen dueños de los que se les enseña. 661 En las mugeres de distincion luce, con el buen parecer de que no carecen, el agrado, prenda que es generalmente comun á este sexo en todas las Indias; al abrigo de ellas se crian los hijos con mucho engreimiento, y el inmoderado amor que les manifiestan passa hasta el extremo de dissimularles los vicios en que la juventud se menoscaba, y las buenas costumbres pierden su debido lugar en el assiento de la razon; no solo les dissimulan por sí los yerros de la mocedad pero sirven de manto ó estorvo para que no lleguen al conocimiento de los padres ó para que no los puedan estos corregir. 662 Se nota en aquel país que abunda mas en él el sexo femenino que el masculino y es esto mas reparable de no haver allí el extravío ó ausencia de hombres que es regular en los de Europa. Suelen verse las familiasmcargadas de mugeres y ser raros los varones. Assimismo, la naturaleza de los hombres, por lo regular entre la gente criada con regalo, es endeble desde los 30 años en adelante; al contrario, las mugeres mantienen mas salud y robustez. Puede contribuir el clima, y pueden coadyubar los alimentos, pero yo atribuyo la causa principal al excesso de entregarse desde una edad muy corta á la sensualidad, de que proviene que, descaeciendo el vigor de los estomagos, no tengan fortaleza para hacer la digestion, y muchos vuelvan la comida á media hora ó una despues de haverla tomado diariamente, ó bien por la costumbre que ha hecho á ello la naturaleza ó por medio de algun artificio, y el dia que no lo hacen, les resulta quebranto en su salud. No obstante, aunque cargados de achaques, viven un tiempo regular, y se ven muchos de edad crecida. 663 El unico exercicio en que se emplean las personas de distincion que no se inclinaron á la Iglesia es visitar entre año sus haciendas ó chacaras, y en ellas passan todo el tiempo de las cosechas, siendo muy raros los que se aplican al comercio, y regular que este lo hagan los chapetones ó europeos, que son los que lo mantienen y viajan; pero, con todo, dentro de la ciudad se ven tiendas de mercaderias y otros frutos de algunos españoles y mestizos. 664 La falta de ocupaciones en que estar decentemente exercitados, la floxedad y pereza connatural á sus genios y la ninguna educacion con que se cria la gente vulgar los conduce con la ociosidad á la establecida costumbre, general en todas las Indias, de los bayles ó fandangos. Estos son en Quito mucho mas licenciosos y frequentes, las liviandades llegan á un extremo que se hace aun el imaginarlo abominable y el desorden es á correspondencia. Semejantes funciones, en que de ningun modo debe considerarse comprehendida la gente de lustre porque sería ofenderles injustamente, se celebran con abundancia de aguardiente de cañas y chicha preparada con algun dulce, cuyos efectos vienen á parar en un total desconcierto. 665 La bebida del aguardiente de cañas es allí muy comun entre todos, con la diferencia de usarlo las personas decentes con moderacion y por lo regular en los convites, bebiendolo hecho mistelas; pero prefieren esto al vino, el qual dicen que les es dañoso. Los chapetones se acostumbran también á este licor por ser el vino, que se lleva de Lima, muy caro y no abundar tanto, pero no se inclinan á el aguardiente de cañas sino al de ubas, que tambien se lleva de Lima. El desorden de esta bebida se nota entre los mestizos, y estos son los que hacen la mayor parte de su consumo porque lo beben á todas horas y no cessan mientras se hallan con dinero. Las mugeres vulgares españolas y mestizas beben, assimismo, inmoderadamente y resisten á la embriaguez mas de lo que parece natural á su sexo. 666 Es muy comun en aquel país el mate, que obtiene el mismo lugar que el té en la India oriental, aunque el methodo de tomarlo sea distinto; componese de la yerva que en toda aquella America está conocida por el nombre de yerva del Paraguay, por ser este el país que la produce. Para disponerlo, echan una porcion de ella dentro de un mate, totumo ó calabacito que tienen á proposito, el azucar proporcionado y un poco de agua fria, la suficiente para que se empape; despues lo llenan de agua hirviendo y, porque la yerva está desmenuzada, lo beben con una bombilla ó cañuto, que, dexando libre el passo á el agua, estorva el de la yerva, y, á proporcion que disminuye aquella, van echándole otra de nuevo y añadiendo azucar hasta que se hunde la yerva, que es señal de necessitar otra. Suelen echarle unas gotas de zumo de naranja agria ó de limón, olor y flores fragrantes. Usan de esta bebida lo regular de mañana en ayunas, y muchos la repiten por la tarde. Ella puede muy bien ser saludable y provechosa pero el modo de beberla es demasiadamente desaliñado porque con una bombilla sola sorben todas las personas que hay en la compañia, tomandola uno luego que otro la acaba de quitar de la boca, y assi van dando la buelta hasta finalizar. Los chapetones entran poco en el uso de ella pero los criollos le son apassionados y, assi, quando caminan, procuran no les falte al concluir la jornada, ocasion en que por el pronto la prefieren á cualquier alimento y, hasta que ha passado rato de haverla tomado, no comen. 667 No hay vicio que no se introduzca fácilmente con la ociosidad ni ocio de donde no se origine algun vicio. ¡Quales pueden ser los que reynen en un país donde la mayor parte de su gentío no se ocupa en exercicio ni trabajo que los tenga empleados y la imaginacion divertida! Yá queda visto que la embriaguez es uno, pero no tiene menos partidarios el del juego, tan valido en aquella ciudad que aun llegan á caer en él algunas de las personas mas condecoradas y respetables por su calidad y estado, y á su imitacion toda la gente ordinaria, siempre que tienen con qué; allí pierden sus caudales los que los tienen, quedan desnudos los que entraron con alguna ropa, y hasta la de sus mugeres suele correr la misma fortuna. Muchos han querido atribuir la propension, que hay á esto en la mayor parte de las Indias, á causas en que yo no hallo fuerza alguna que lo convenza, y en su lugar soy de sentir no haver otra mas que la mucha ociosidad, en unos porque no tienen en que emplear el tiempo y en otros porque la pereza los mantiene desocupados. 668 La gente vulgar y los indios son muy propensos al hurto, o que practican con ratería, y los domesticos no están essentos de este defecto, de que proviene que los amos hayan de servirse de ellos con la pension de la desconfianza. Los mestizos son ossados y sutiles para todo lo que es robo, bien que posseidos de cobardía, y assi no se vé que acometan á ninguno por la calle aunque sea á hora irregular, pero es muy comun que se dediquen á quitar sombreros, que llaman volarlos, poniendose en fuga al mismo tiempo, de modo que la persona desprevenida, en quien han hecho el tiro, es lo regular que aun no alcance á distinguir la parte por donde huyó el ladron. No dexa este, al parecer, pequeño robo de ser en ocasiones de entidad porque los sombreros que estilan los hombres de forma y aun de gente ordinaria, que tiene para ello andando de capa, son de castor blancos, y su valor, de quince á veinte pesos ó mas de la moneda de allá, á que acompaña una cinta de tela de oro ó plata, que ciñe la copa de él, y una hevilla de diamantes, esmeraldas ú otras piedras finas montadas sobre oro. En los caminos han sucedido algunos exemplares de hurtos pero tan raros que se cuentan con grande admiracion, y lo comun que se experimenta en estos son robos domesticos hechos por los mismos harrieros y criados. Para executar los tiros gruessos dentro de la ciudad, amparados de la obscuridad de la noche y de su silencio, aplican fuego á las puertas de las tiendas y almacenes donde consideran que han de hallar dinero y, hecho en ellas el suficiente agugero para passar un hombre entre él y los que con dissimulo están fuera, concluyen el hurto por entero. Al fin de evadirse de este peligro, mantiene el comercio una compañia ó ronda que vela todo el discurso de la noche por las calles en que puede haver recelo de semejante daño y con ello tienen seguridad en las tiendas, las que contribuyen cierta cantidad mensualmente para ello, y el cabo de la ronda está obligado á reintegrar todo lo que se roba en aquellas casas y tiendas puestas á su cargo. 669 En los indios se nota un particular modo de robar, suponiendo que todo lo que es cosa de alimento no lo tienen ellos ni los mestizos ni todo aquel vulgo por tal, y es que, si la casualidad lleva á un indio donde haya distintas cosas de plata ó qualquiera otra especie, llega con gran tiento, estando antes assegurado de que no es visto, y toma una, por lo regular la de menos valor, con la qual se vá dexando todo lo demás como persuadiendose que no será facil reconocer su falta por lo inferior de su bulto respeto de las otras alhajas, y esto es lo que los incline á preferir lo menor, pero despues que la ha cogido, aunque sea descubierto en el mismo hecho, siempre niega con una palabra summamente expressiva de su lengua, y muy introducida en la castellana, que se habla en aquel país, yanga, que significa en la respuesta en cargo que se le hace sin necessidad, sin provecho, sin mala intencion, y por este tenor sirve de una infinidad de disculpas, tales que no queda delinquente segun ellas. Si consigue no ser visto, aunque haya una sospecha muy vehemente de que él hizo el hurto, nunca se puede averiguar porque jamás lo confiessa, que es propiedad general en todos los indios. 670 La lengua que se habla en Quito y en todas las poblaciones de la provincia no es uniforme, siendo tan comun allí la castellana como la del inga; particularmente, los criollos hacen tanto uso de esta ultima como de la primera; y por lo general en una y otra hay reciprocamente mezcla de muchos terminos. La primera que pronuncian las criaturas pequeñas es la del inga porque, siendo las amas de leche que los crian indias, además de serles esta natural, por lo comun ni hablan ni entienden la castellana; assi, quando empiezan á percebir las primeras sylabas de la pronunciacion, siendo de este idioma, quedan tan impressionados en él que suelen algunos no hablar el español hasta tener cinco ó seis años y siempre se mantienen viciados, de modo que en un misma conversacion mezclan indiferentemente las oraciones de una y otra, propiedad que despues se pega á los europeos quando se han hecho capaces de la del país, y con ella el defecto de la impersonalidad, estilo ó vicio tan corriente que lo practican sin reparo las personas mas cultas. Además de esto, es tan regular la impropiedad de trocar los terminos que en muchos es necessaria interpretacion á quien no está hecho á su inteligencia. 671 La sumptuosidad de los entierros, que tengo anotada en las antecedentes descripciones, no tiene comparacion con la que practican en Quito y toda su jurisdiccion, llegando á tanto la pompa y vanidad que passa á ser extremo, y por este se arruinan y destruyen muchos caudales, estimulados de no querer ser menos unos que otros. En estas ocasiones, con razon puede decirse que agencian y ganan mientras viven para haver de enterrarse. Por mediana ó pequeña decencia que tenga la persona, han de assistir á su entierro todas las comunidades y el cabildo eclesiástico, y se ha de hacer pompa funeral con doble general en todas las iglesias; despues del entierro, siguen las honras con el mismo aparato y al fin el cabo de año. Es circunstancia precisa para la vanidad no enterrarse en la parroquia, y solo vá á esta aquella gente mas mísera que la pobreza es todo su caudal. Se conserva en practica la costumbre de poner ofrenda en las honras ó cabo de año, y se reduce á botijas de vino, pan y animales, segun el possible de cada uno. 672 La riqueza de Quito, atendida con respeto á otras ciudades de las Indias, no es considerable pero tampoco se puede reputar por ciudad pobre. En otros tiempos fue mas opulenta de caudales, segun muchas noticias que se conservan de las memorias antiguas, pero ya al presente son muy raros los que hay y no pueden hacer gran eco. Los que gozan los vecinos mas acomodados están en haciendas de campo con diversos destinos, ó de varias especies, como diré mas adelante; el comercio, de que tambien hablaré en su lugar, no cria allí fondos muy quantiosos; con que, puede regularse que se halla en un mediano estado, y en él se notan haciendas de mucha entidad, cuyo usufruto no corresponde con sus extensiones y comercio perpetuo, aunque reducido. No obstante, las casas de aquellas primeras familias se ven muy proveidas de todo genero de plata labrada, y de esto suele ser su regular servicio, á cuya correspondencia no falta alguna, aunque sea poca, á aquella gente pobre, pues es muy comun tener una vaxilla mas ó menos reducida en que comer.