Hacia 1830, y en especial a partir de esta fecha, Dahl realiza una serie de vistas de ciudades cuyo interés reside en su calidad visual y la evocación de una atmósfera, aunque adolezcan de falta de intensidad emocional. Muchas de ellas evocan conocidas ciudades a la luz de la luna, como su óleo 'Kronborg a la luz de la luna' (1828) o el dibujo de 1834 'Dresde a la luz de la luna', que podemos considerar un antecedente directo de esta obra, ejecutada en 1839. En cualquier caso, las diferencias con obras como Greifswald a la luz de la luna, de Friedrich, son evidentes. Dahl consideraba al pintor pomerano "demasiado romántico", en un sentido no muy halagüeño; a su vez, creía Friedrich que Dahl era demasiado prosaico en la plasmación de la realidad. Su precisa descripción y su énfasis en lo pintoresco se aproximan más al género clásico de las 'vedute'.
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El Campillo era una finca de caza, descanso y recreo para el clero y la realeza situado en las cercanías de El Escorial. Los terrenos del pueblo fueron adquiridos por Felipe II procediéndose a la construcción de un palacio-fortaleza que aquí apreciamos en un segundo plano, recibiendo un potente foco de luz. Durante el reinado de Felipe IV se llevaron a cabo obras de remodelación y ampliación de los edificios circundantes, instante en el que se pudo encargar a Agüero una obra que recordara esos momentos. Los edificios se distribuyen por el espacio con maestría gracias al empleo de una luz dorada, difuminando los contornos de la sierra de Guadarrama al fondo. Numerosas figurillas pueblan el espacio, en un intento de mostrar la vida cotidiana del lugar. En la composición se pone de manifiesto la influencia de Martínez del Mazo, maestro de Agüero, e indirectamente del paisaje flamenco, resultando una obra de delicada belleza.
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Benito Manuel de Agüero es uno de los pocos paisajistas del Barroco Español que posee cierta entidad. Se formó con Martínez del Mazo, sintiendo una gran atracción por Claudio de Lorena, Rubens y Van Dyck, mostrando también cierta impronta velazqueña en su estilo. Estas atractivas influencias se dejan ver en esta vista del Monasterio de El Escorial, realizada posiblemente para la decoración del palacio al igual que su compañera Vista de El Campillo. La fachada sur del edificio diseñado por Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera protagoniza el lienzo, apreciándose majestuosa en su zona izquierda. La iglesia con su espectacular cúpula y las ventanas que caracterizan la austera decoración herreriana reciben el fogonazo de luz del atardecer, creando Agüero un atractivo juego de luces y sombras en el espacio, sugiriendo así el efecto de la profundidad. Su apaisado formato hace pensar a los especialistas que podría tratarse de una sobrepuerta o sobreventana.
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Como contrapunto a las "fêtes galantes" Watteau nos ofrece esta austera Vista de El Escorial que se conserva en el Museo del Prado, protagonizada por el monasterio levantado en el siglo XVI por Juan de Herrera y un monje en primer plano. Se trata de una escena en la que la luz ocupa un papel fundamental, bañando toda la superficie pictórica y creando atractivos juegos de luz y sombra. La minuciosidad y detallismo de la arquitectura contrasta con la mayor soltura de pincelada en el resto de la composición, creando una obra que enlaza con la pintura realista del siglo XIX.
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Desde una ventana Pissarro captó este bello paisaje de Eragny sur Erpe. Por eso la perspectiva alzada está presente, siendo una constante en el pintor, como se observa en las escenas del Boulevard Montmartre o la Mañana en Rouen. El color ha sido aplicado con un estilo casi puntillista que caracteriza numerosos trabajos de la década de 1880 como Mujer en un huerto o la Cosecha de manzanas. Pissarro desea trasmitir los efectos lumínicos de un día concreto en una escena sin sombras, siguiendo la estampa japonesa. El color rojizo del tejado anima una composición llena de verdes salpicados de tonos amarillos.