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La etapa de Nuenen finaliza con los Comedores de patatas para los que Vincent parece realizar numerosos retratos que sirvieran como modelos. De esta serie se han conservado unos 40 lienzos con cabezas de campesinos y campesinas anónimos resaltando la expresividad de sus rostros. Esta anciana presentada de perfil parece mirar con tristeza al vacío, ensimismada en sus pensamientos. La factura es tremendamente abocetada, aplicando el óleo con rápidos toques de pincel empastado, apreciándose la textura de los pigmentos en el lienzo sin dificultad. Las tonalidades oscuras corresponden a este periodo de Nuenen, a excepción de los trabajos ejecutados en la nieve como la Vieja estación de Eindhoven o la Torre del cementerio de Nuenen con nieve.
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A lo largo del invierno de 1884-1885 Van Gogh impartirá lecciones de pintura a algunos aficionados en Eindhoven, destacando entre sus alumnos el curtidor Anton C. Kerssemakers iniciándose una estrecha amistad. En esos viajes a Eindhoven, Vincent contemplará la vieja estación de ferrocarril y la plasmará en sus lienzos, en este caso con nieve. La imagen está tomada directamente del natural, interesándose el maestro por la impresión del invierno más que por elementos concretos. De esa manera, emplea una pincelada rápida, empastada y deshecha que no repara en detalles, aplicando el color a base de toques, casi manchas. El blanco de la nieve ocupa el lugar determinante contrastando con los tonos oscuros de los edificios de la estación y el camino por el que transitan algunas figuras. Los árboles marchitos forman un entramado de líneas verticales, dotando de un aspecto inacabado a la composición en la zona superior.
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Entre las obras realizadas por Velázquez durante su etapa sevillana, Vieja friendo huevos es una de las pocas que se fechan casi con total seguridad, apostándose por el año 1618. Su popularidad ha hecho de ella una de las escenas más significativas del Barroco español. El asunto tratado por el maestro supone una absoluta novedad, ya que hasta ahora nadie se había atrevido a representar en la pintura española escenas tan aparentemente triviales como ésta. En primer plano vemos a una anciana cocinando unos huevos en un hornillo de barro cocido, junto a un muchacho que porta un melón de invierno y una frasca de vino. Ambas figuras se recortan sobre un fondo neutro, empleado para destacar aun más los contrastes entre la luz y la sombra, una de las características que le sitúan en la órbita del Naturalismo tenebrista. En la zona de la derecha contemplamos uno de los mejores bodegones del arte español, formado por varios elementos metálicos, vasijas de cerámica y una cebolla colorada. Para que el espectador pueda contemplar con más facilidad estos elementos, el maestro nos levanta el plano de la mesa y el hornillo de barro, empleando de esta manera una doble perspectiva con la que se anticipa a los impresionistas. El realismo de los personajes es digno de mención; la suciedad del paño con el que se cubre la cabeza la anciana o el corte del pelo del muchacho nos trasladan al mundo popular que contemplaba a menudo Velázquez. Incluso se piensa que la anciana podría ser el retrato de su suegra, María del Páramo, mientras que el muchacho sería un ayudante de su taller, posiblemente Diego Melgar. Los tonos empleados indican el conocimiento de obras de Caravaggio, bien a través de copias bien de grabados; así destaca el uso de los tonos ocres y pardos que contrasta con el blanco, reafirmando ese contraste la utilización de tonalidades negras. La minuciosidad de la pincelada, a base de pequeños toques que apenas son apreciables, contrasta con la factura suelta de sus últimas obras como Las Meninas. Más intrascendente es el debate provocado entre los especialistas por la manera que la anciana prepara los huevos, afirmando unos que los está friendo, otros que los está escalfando y otros que los cuece.
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Algunos especialistas dudan de la originalidad de este lienzo, considerando que se trata de una copia antigua de una obra realizada por Murillo en su etapa juvenil. Nos encontramos ante una figura en primer plano que dirige su mirada al espectador, recortada sobre un fondo neutro e iluminada por un potente foco de luz desde la izquierda, características definitorias del naturalismo tenebrista tomado de Caravaggio y Ribera. Las escenas populares serán una de las temáticas más interesantes en la producción de Murillo, mostrando la vida cotidiana de ancianas y niños como en Niños comiendo melón y uvas o las Gallegas en la ventana. El excelente dibujo, la pincelada apretada y las tonalidades oscuras son elementos identificativos de esta primera etapa.
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Uno de los edificios que más impresionó al joven Van Gogh durante su estancia en Nuenen sería la vieja torre del cementerio, una inmensa mole cúbica rematada con un chapitel de pizarra, sujeta por recios contrafuertes. Las paredes del cementerio están en un grado de conservación bastante crítico, pudiéndose observar a través de ellas las cruces, en su mayoría torcidas. La torre se recorta sobre un amplio cielo azulado, mostrando Vincent la iluminación del atardecer primaveral. Una figura femenina y varios pájaros sobrehilando la torre completan un conjunto dominado por colores oscuros que contrastan con la claridad del cielo. Aun tomada directamente del natural, esta vista de las cercanías de Nuenen no está exenta de cierto romanticismo y sentimentalidad, transmitiendo el pintor su estado de ánimo en la mayor parte de sus trabajos, anticipándose al Expresionismo.
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A pesar de coquetear en la década de 1630 con el estilo tomado de los venecianos, los boloñeses y Van Dyck -véase la Inmaculada Concepción de Salamanca-, Ribera no renuncia plenamente al naturalismo de sus obras tempranas como la serie de los Cinco Sentidos. En esta ocasión nos encontramos ante la imagen de una anciana pesando oro, considerada la usurera por el gesto, captando el maestro valenciano perfectamente la expresión de la anciana. Se trata de una figura de perfil que recibe un potente foco de luz procedente de la izquierda, creando un intenso contraste lumínico. De esta manera la relación con Caravaggio no parece abandonarse y continuará hasta sus obras finales. El naturalismo con el que trata tanto la figura como la balanza resulta un elemento identificativo en Ribera, suponiendo una novedad respecto a obras juveniles la intensidad del trazo y la rapidez con la que trabaja, creando ahora cierta sensación atmosférica que resalta el impacto visual de la composición.