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Personaje
Personaje Arquitecto
La mayoría de los trabajos de este arquitecto valenciano se encuentran en Sevilla y su zona de influencia, al ser nombrado en 1926 director general de las obras de la Exposición Iberoamericana de 1929, en sustitución de Aníbal González. Entre sus trabajos más importantes destacan la iglesia de San Juan Bautista, en San Juan de Alnazfarache, el Teatro Lope de Vega, el caserío del Cortijo de la Cebolla, la fuente de la Glorieta de San Diego, todo ello en Sevilla, diseñando también los planos para la reforma del Altar Mayor de la Catedral hispalense.
termino
acepcion
Tipo de piedra o roca sedimentaria compuesta por calcita y limonita. Su formación es reciente y típica de zonas termales. Fue uno de los materiales más empleados en las construcciones del Imperio Romano
contexto
La evolución de las burguesías europeas del siglo XVII resultó desigual. Como en tantos otros aspectos, es necesario trazar una divisoria entre los países que obtuvieron un mayor grado de desarrollo capitalista y aquellos otros que padecieron de forma más aguda los efectos de la crisis, viendo detenida la marcha de su desarrollo económico. Los primeros asistieron a un auge burgués sin equivalente en otras áreas. En los segundos, por el contrario, los grupos burgueses se deterioraron en beneficio de un reforzamiento de las estructuras sociales tradicionales, dominadas por la nobleza señorial y por el modelo aristocrático. La crisis forzó formas de comportamiento inversor que alejó a la burguesía de las actividades económicas que habían sido propias de su clase. La incertidumbre de los negocios detrajo capitales de la industria y el comercio, y orientó las inversiones hacia terrenos más seguros. A pesar de su desvalorización relativa, efecto evidente de la crisis, la tierra mantenía su condición de refugio de valor estable. La burguesía no sólo conservó, sino que incluso incrementó, su propensión a comprar propiedades rústicas. En muchas ocasiones esta actitud, dictada por motivos económicos, formaba parte al mismo tiempo de las estrategias de ennoblecimiento puestas en práctica por los burgueses como medio de ascender socialmente y de adquirir el prestigio anejo a las clases aristocráticas. Otra forma de deserción de los negocios vino representada por el acceso a cargos de la Administración del Estado. En Francia esta tendencia se vio muy favorecida por la venalidad de oficios públicos resultado de las necesidades financieras de la Monarquía. La venta de cargos alcanzó en este país su momento de mayor apogeo en el siglo XVII. En realidad, como sostiene Mousnier, la adquisición de un cargo era una manera de inversión segura, a la que correspondía un beneficio en forma de salarios, gajes y posición social. Numerosos hijos o nietos de comerciantes acabaron ocupando puestos de funcionario en los diversos niveles de la Administración estatal e, incluso, lograron el derecho a hacer transmisible su titularidad. Ello contribuyó a la consolidación de la nueva clase de funcionarios de origen burgués dentro de las élites locales y provinciales, pero también constituyó una fuente de tensiones con la aristocracia antigua, celosa ante el ascenso de esta nueva nobleza de toga advenediza. En España, las capas burguesas, ya de por sí débiles, estuvieron al borde de la extinción a raíz de la crisis económica y financiera desatada a fines del XVI y que se prolongó a lo largo del XVII, lo que acentuó la polarización social y la distancia existente entre la minoría privilegiada y la mayoría no privilegiada. La burguesía tendió a hacerse terrateniente y rentista, buscando refugios de valor como alternativa a los problemas económicos. Las oscilaciones monetarias desalentaron las iniciativas de inversión en actividades reproductivas y propiciaron la inhibición de las clases medias respecto a la industria y el comercio. Muchos capitales se desviaron hacia el préstamo privado (censos), favoreciendo la conversión de la burguesía en una clase parasitaria. Cuando los moriscos españoles fueron expulsados por Felipe III, los prestamistas urbanos de Valencia -área de mayor asentamiento de aquella minoría- se resintieron de las dificultades de sus deudores aristócratas, señores rentistas de vasallos moriscos, para satisfacer las cantidades debidas por los censales, cuya garantía de devolución eran precisamente las rentas agrarias generadas por los vasallos moriscos. En las Provincias Unidas y en Inglaterra, por el contrario, la burguesía se consolidó. En Holanda y Zelanda el desarrollo urbano y mercantil propició la formación de sólidos grupos burgueses, que fueron muy influyentes políticamente y que impusieron una particular mentalidad y forma de vida. Estos grupos nutrieron de elementos a los patriciados urbanos y proporcionaron los cuadros del Gobierno del país. En cualquier caso, no faltaron actitudes sociales y formas de inversión que ponen de manifiesto algún grado de dependencia respecto al modelo aristocrático y que han llevado a varios historiadores a preguntarse si pudo llegar a producirse un cierto anquilosamiento de la dinámica burguesía de esta zona. En Inglaterra, la influencia social de la aristocracia retrocedió frente al avance decidido de la burguesía capitalista. La propia nobleza amoldó progresivamente sus actitudes a los usos burgueses. La expansión de la industria y del comercio colonial favoreció la creación de fortunas y el ascenso económico, social y político de la burguesía. Las formas políticas y la mentalidad social, crecientemente teñida de un utilitarismo pragmático, se adaptaron a las concepciones representadas por los grupos emergentes. En cualquier caso, la historia social inglesa del siglo XVII no debe reducirse a una mera dialéctica de enfrentamiento entre aristocracia y burguesía capitalista. Ello representaría ignorar una realidad de integración, al menos parcial, de ambos niveles en unas élites oligárquicas que dominaron la vida económica y política del país y que se nutrieron indistintamente de uno y otro sector social.
contexto
Prueba de la consideración que tenía el emir almorávide hacia Algazel y al-Turtusi fue la petición de fatua o sentencia religiosa que les solicitó para seguir adelante en su tarea de defender el Islam contra los musulmanes que lo mancillaban, trasgrediendo sus leyes, y contra los cristianos que lo amenazaban. Tras la victoria de Zallaqa en 1086, Ibn Tasufín rechazó la oferta de adoptar el título de Emir de los Creyentes, aferrándose en su convicción de que este título era propio del Imam, el Califa de Bagdad, y que él adoptaría, para formar parte de la Umma ortodoxa, el título de Príncipe de los Musulmanes, Defensor de la Fe y Delegado del Príncipe de los Creyentes. En este sentido habría probablemente encargado al jurista andalusí Abdallah ibn al'Arabi y al hijo de éste, Abu Bakr, que solicitaran de Bagdad su reconocimiento oficial como delegado del Califato en el occidente islámico, ya que él había cumplido con todos los requisitos de un buen emir musulmán ortodoxo: durante cuarenta años había luchado por imponer el respeto al Califa en los territorios que ocupaban los almorávides; en 2.500 púlpitos se hacía la oración en nombre del Califa, no había cejado en llevar al-Yihad a tierras cristianas, recuperando fortalezas que les habían sido arrebatadas a los musulmanes; era un emir justo, que no recaudaba más que los impuestos legales; todos los caminos de su comunidad estaban seguros y sus monedas eran absolutamente de ley y estaban acuñadas con el nombre del Califa.Este, el Califa abbasí al-Mustazhir bi Allah, mandó su respuesta afirmativa reconociendo el Emirato almorávide en una carta firmada por él con fecha de junio de 1098. Estaba acompañada por otro documento, expedido por el visir selchuqí Mohamad ibn Muhamad ibn Gahir, al-wazir agachal, lo que denota claramente que era este último el que ejercía el poder real. Algazel apoyó también a Tasufín en esta solicitud de reconocimiento formal y justificó así la invasión de al-Andalus: "...en estas tierras sufrían los musulmanes humillaciones y oprobios... afligidos" (a causa de los cristianos) por el cautiverio, muertes y depredaciones, consiguiendo vejarles, habida cuenta de las disensiones entre aquellos reyes rebeldes que intentaban conseguir todo el poder y se combatían por ello... " Y llevaron las cosas al extremo de recurrir a los cristianos, en su afán de atacarse... Les descubrían todos los secretos... A Yusuf, Dios, ensalzado sea, le concedió erradicar a los cristianos, apartarles de la tierra musulmana..." Algazel debió tener buenas relaciones con el Emir almorávide y tuvo la intención de visitarle en su capital, pero la muerte sorprendió a Tasufín en el año 1106, dejando como heredero a su hijo Alí. Buena muestra de la influencia que sobre Ibn Tasufín tuvo también al-Turtusi es una carta que le escribió en estos términos: "Debes saber, oh Abu Ya'cub, que no se comete un adulterio en tus dominios, en toda la extensión de tu Imperio ni a lo largo de tu vida, sin que seas el responsable de ello y el reo de su pecado. Tampoco ingiere su bebida un borracho, sin que dejes de ser el responsable de ello. Ni se lesiona el honor de un musulmán, sin que a ti se te reclamen cuentas. Ni se opera con usura, sin que tú seas requerido. Y así con todos los pecados, pues todas las prohibiciones de Dios que sean transgredidas, a ti serán reclamadas, ya que tienes poder para cambiarlas. Y de las cosas que queden ocultas, sin que ningún musulmán las vea, de esas serás eximido, si Dios, ensalzado sea, quiere". Estas recomendaciones de Algazel y al-Turtusi legitimaban el objetivo almorávide: introducir reformas religiosas, sociales y fiscales tras haber parado el avance cristiano y encarcelado, asesinado o exiliado a los reyezuelos corruptos. Yusuf ibn Tasufín y su hijo Alí intentaron dar un vuelco total a la situación en los territorios musulmanes de la Península:A) la re-islamizaron, volviendo con mayor fuerza al rigorismo malikita, aplicando la saría. Había que guiar al pueblo hacia la dicha eterna a través del respeto y la práctica rigurosa de las enseñanzas coránicas. Por tanto, se debía reforzar el papel de los alfaquíes, verdaderos conocedores de esta ley; el propio emir daba ejemplo, recurriendo a su consejo. En este mismo sentido, algunos historiadores del período han creído ver ciertas prácticas democráticas en los almorávides, puesto que sus dirigentes recababan la opinión de la comunidad antes de tomar algunas decisiones, ateniéndose así a los preceptos del Corán.B) Moralizaron la sociedad, castigando a todo aquel que se descarriaba. Recobró importancia el cargo del mohtaseb, cuyo cometido principal era imponer el Bien e impedir el Mal; sus obligaciones eran, entre otras: vigilar el desarrollo de la oración, cuidar del comportamiento de los fieles en la mezquita e impedir que fueran importunados en sus rezos; podía, además, intervenir en la vida privada de la comunidad, ya que le incumbía vigilar el respeto del ayuno y la limosna legal.C) Abolieron todas las cargas fiscales impuestas por los reyes de taifas sobre musulmanes, cristianos y judíos para obtener sus propios fines de poder y gloria. Se limitaron, en la primera etapa de su gobierno, a recaudar justo los impuestos estipulados en el Corán.
contexto
El nombre de Treblinka evoca, probablemente, la cumbre del horror desatado por los alemanes contra los judíos, aunque no fuese este recinto donde se produjeron más asesinatos. Efectivamente, este no fue un campo de concentración, sino una industria fundada expresamente para asesinar a los judíos de Varsovia y alrededores, bajo la perfecta organización del técnico teniente Kurt Franz, alias Lalka, se abrió en julio de 1942. Este pequeño campo situado junto al curso del río Bug, cerca de Varsovia, tenía al lado una vieja vía de ferrocarril. Lalka hizo construir junto a ella todo un hermoso decorado que la hacia parecer una pequeña y alegre estación provinciana, equipada incluso con un reloj de madera que marcaba las tres de la tarde. A esta estación llegaron, incluso, hasta cuatro trenes diarios, con 60 vagones cada uno, cargados con un promedio de 100 personas. 24.000 judíos que el genio bien organizado de Lalka se encargaba de despojar de pelo y ropas, de asesinar por medio de cámaras de gas, de quitarles todo tipo de joyas o dientes de oro y de sepultar en una inmensa fosa común situada cerca de los barracones de la muerte. El campo se componía de dos instalaciones bien diferenciadas e incomunicadas entre sí. En la primera se recibía a los judíos, que debían ser sometidos a una revisión sanitaria y a una desinfección. Los hombres entraban por un lado: dejaban en un compartimento abrigos y sombreros; en el siguiente, pantalones y camisas y recibían un pequeño cordel; en el tercero debían descalzarse y atar sus zapatos con el cordel; en el cuarto, dejaban su ropa interior. Hasta ese punto se mantenía la ficción. Luego, los judíos, desnudos, debían atravesar una plaza acosados por los látigos de los SS y un grupo de voluntarios ucranianos y penetraban, jadeantes, en su último refugio: las cámaras de gas. Kurt Franz había descubierto que un hombre jadeante aspiraba mas rápidamente el gas y moría primero. Las mujeres pasaban por similar proceso de despojo en otro edificio. Al final, entraban en la peluquería, donde con cinco estudiados tijeretazos se las privaba de su cabellera. De allí salían por una puerta muy baja que las obligaba a agacharse, mostrando sus vaginas, que eran diestramente registradas en busca de joyas; había terminado el disimulo. A partir de ahí los latigazos, la enloquecida huída hacia aquellos barracones que, recibida su materia prima, cerraban sus puertas y ponían en marcha su maquinaria mortífera. La perfecta organización montada por Lalka podía matar 2.000 personas en 76 minutos, al cabo de los cuales quedaban listas las cámaras para recibir una nueva remesa de judíos. Un tren podía ser liquidado en menos de cuatro horas y, excepcionalmente, se llegaron a despachar hasta cuatro, aunque lo normal, en época de trabajo, eran dos trenes diarios. Luego se producían temporadas bajas, que eran aprovechadas para clasificar objetos y enviarlos a Alemania. La segunda parte del campo estaba encargada de retirar los cadáveres de las cámaras de gas y acomodarlos en hileras, cubrirlos de una capa de tierra y de otra de cuerpos, pero, previamente, las víctimas eran despojadas de las pocas joyas que aún podían llevar encima y de las piezas de oro de sus bocas. En 1943, cuando las tropas alemanas comenzaron a retroceder hacia el oeste, Himmler dio la orden de que se levantaran las inmensas fosas comunes donde yacían medio corrompidos unos 700.000 cadáveres, y quemarlos para eliminar las pruebas del inmenso genocidio. Los encargados de recoger las ropas y pertenencias de los condenados, de cortarles el pelo, retirarles las joyas y dientes y enterrarles eran también judíos, elegidos entre los más fuertes de aquellos convoyes. Ellos llevaron la terrible contabilidad, como ésta del banquero Alexandre: "9 de diciembre, 4 convoyes, 24.000 muertos; 2 de enero, 1 convoy, 2.000 muertos". A veces había recapitulado por meses y por país. La reexpedición de bienes judíos hacia Alemania estaba cifrada de igual manera: "26 vagones de pelo, 248 de vestidos, 100 de calzado, 22 de tejidos, 40 de medicamentos y de instrumental médico, 10 de borra, 200 de trapos diversos, 260 de mantas y 400 de objetos diversos: estilográficas, peines, vajilla, bolsos, carteras, bastones, paraguas, etc." El banquero Alexandre gustaba de cuentas exactas,y llevó el prurito del detalle hasta calcular la masa de brillantes reexpedidos en quilates: 14.000. Estos judíos, en permanente renovación por la elevada mortalidad que el tifus provocó en ellos durante el invierno de 1943-44, conspiraron durante nueve meses para sublevarse y, efectivamente, lo hicieron cuando el campo estaba a punto de ser cerrado y ellos liquidados para evitar testigos. Del millar aproximado que eran en Treblinka, lograron escapar unos 600, muriendo el resto en su lucha con los alemanes y ucranianos. Cuando el ejército soviético alcanzó Polonia apenas si hallaron a medio centenar de aquellos evadidos. El resto pereció en lucha contra alemanes, desertores, guerrilleros o polacos. Esos pocos supervivientes conservaban un valioso archivo de testimonios, diarios, documentos, etc. que permitieron reconstruir todo el horror de Treblinka.
escuela
El Trecento es un siglo privilegiado que contó con los primeros nombres reconocidos como genios de la cultura: Dante, Petrarca, Giotto, Duccio son algunos de ellos. Sus producciones en sus respectivos campos marcan un espíritu nuevo que pone al hombre y su voluntad en el eje de la creación. Giotto fue además el primer pintor de la historia occidental que tuvo éxito en vida.El Trecento arranca de los últimos momentos del Duocento, en la transición iniciada por los artistas toscanos que trabajan la pintura en vez del mosaico. Durante este siglo, el XIV, se van a desarrollar dos escuelas diferentes, la florentina y la sienesa, cada una ella ubicada en sendas repúblicas poderosas. Pero las dos escuelas tienen características comunes, tales como son la individualización de los personajes, lejos ya de los estereotipos practicados durante el medioevo. A esta individualización corresponde una mayor expresividad de los rostros y el gesto, lo cual marca la separación de los tipos bizantinos practicados el siglo anterior, hieráticos, inmóviles en su diginidad eterna. También se presta mayor atención al cuerpo, con lo que se consigue una mayor corrección anatómica, más realista, sin idealizar. Esto implica introducir volumen y modelado en los cuerpos, que inmediatamente repercute en los objetos que lo rodean y en el fondo, que deja de ser un panel dorado para llenarse de paisajitos o interiores. En éstos se practican unas rudimentarias reglas de perspectiva, divergentes, que unifican escenas de diferentes marcos relacionándolas entre sí mediante puntos de fuga que sólo operan para las escenas seleccionadas.También se innova en la temática: la aparición de un poder civil fuerte, como son las repúblicas mercantiles, demanda unas obras que respalden su imagen del poder. El resultado fueron frescos magníficos, como los del palacio comunal de Venecia hechos por los hermanos Lorenzetti entre otros, o los del palacio de verano del papa en Avignon.Otro campo de avance será el meramente técnico: las técnicas al fresco se perfeccionan y resultan tan duraderas y brillantes como el mosaico, al que a veces imitan en decoraciones murales. El fresco se complementa con retoques "alla secca", que permiten mayor detallismo. Además, el volumen implica la necesidad de sombras y gradaciones, por lo que se abandona el color plano para introducir las gamas tonales, de una manera muy similar a como lo hará el impresionismo puesto que no hay sombras proyectadas de color negro, sino coloreadas con gamas más intensas o con colores complementarios.La escuela florentina es la que mejor aprovechará estos logros técnicos, puesto que el ambiente en ella es muy intelectual. Giotto es su mejor exponente, y realiza en sus ciclos al fresco verdaderos manifiestos pictóricos y teológicos que causaron furor en su época.La escuela de Siena halla su mejor representante en Simone Martini, el pintor de las vírgenes elegantes y bellas. Su estilo está claramente ligado al bizantinismo, en una escuela blanda, amanerada y sumamente apropiada para ambientes cortesanos, al estilo del retrato que realizó del Guidoriccio da Fogliano. La piel que pinta suele ser terrosa, las manos finas y crispadas, casi como garfios, los ropajes y los entornos son ricos, principescos. Estos rasgos convierten la pintura sienesa en inconfundible, puesto que sustituyen la intelectualidad florentina por el sentimiento religioso y humano. Sus mejores artífices, el citado Martini, Duccio, los hermanos Lorenzetti, obtuvieron proyección internacional. También la tuvieron los florentinos, Taddeo Gaddi, il Giottino, Starnina... esto se debe a dos circunstancias que indirectamente acaban con el Trecento. La primera fue la epidemia de Peste Negra que en 1348 provoca una huida masiva de la población. Los artistas se trasladaron a la corte papal en Avignon, donde llevaron a cabo obras magníficas. Un segundo receso tiene lugar en 1379, con la revolución de los Ciompi, campesinos contra el poder aristocrático y clerical, que determina un período de crisis económica y social en el cual la Toscana es sustituida en importancia cultural por Roma. Muchos artistas se trasladaron a las costas mediterráneas del sur de Francia y del este español, lo cual determinará una proyección de su estilo en el Gótico Italianizante inmediatamente posterior.
Personaje Arquitecto
Fue alumno y ayudante de Longhena y trabajó en Venecia para la familia Fini, realizando el proyecto para la fachada de San Moisés en 1668 y una d elas fachadas laterales del Palazzo Labia. Para el obispo de Belluno hizo un seminario, actualmente hospital civil, y la residencia arzobispal en Belvedere.