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obra
Una de las numerosas efigies situadas a los lados de la avenida que da acceso al templo de Amón. Las esfinges criocéfalas, con sus cuerpos de león y sus cabezas de carnero, el carnero de Amón, protegen a diminutas figuras osíricas de Ramsés II, el donante de estas cincuenta piezas y de otras muchas, que desde la época bubástida se alinean apretadamente ante los pórticos del primer patio, al que fueron trasladadas.
obra
Durante su largo reinado, Ramsés II llevó a cabo una importante labor constructora. En esta colosal escultura, situada en el templo de Karnak, podemos observar como en una escala mucho menor, aparece la figura de la reina Nefertari, su esposa, poniendo así de manifiesto la jerarquía que representa cada uno.
obra
La importancia adquirida por Tebas durante el Imperio Nuevo, como capital de Egipto y de sus vastos dominios asiáticos y africanos, hizo del santuario de Amón, el dios del cantón tebano, el principal centro religioso y cultural del país. El núcleo del mismo lo constituía el templo de Karnak en cuyas cercanías se hallaban otros supeditados a él.
obra
La Sala Hipóstila de Karnak, una de las más grandes creaciones de la arquitectura egipcia, ocupa el amplio espacio existente entre el Pilono II (Horemheb-Ramesidas) y su probable predecesor, el Pílono III (Amenofis III). El pétreo bosque encantado, de 134 columnas, sobrecoge al espectador, primero por su belleza, después por su descomunal y soberbia grandiosidad. Las columnas mayores, de capiteles abiertos o campaniformes, y las menores, de capiteles cerrados, se aprietan mucho unas a otras, no tanto en la nave mayor, longitudinal, y en la también mayor transversal, como en las paralelas a estos ejes. El volumen de las masas pétreas, la angostura de los intercolumnios, la altura y el enorme resalte de las basas columnarias, producen en el espectador una sensación de agobio y estrechez que llega a hacerse angustiosa cuando un grupo de personas se pone en movimiento. Una vez más se manifiesta aquí la tendencia egipcia a evitar los espacios interiores amplios. Sólo en las citadas naves central y transversal se experimenta cierto desahogo, lo que confirma la sensación de que a ellas se limitaba el paso de los cortejos y de las andas procesionales. La proximidad de las paredes y el hecho de que éstas se encuentren materialmente cubiertas de figuras, ornamentos y jeroglíficos, tanto si se trata de muros como de columnas, hace que el espectador se encuentre preso en la tela de araña de un mundo de fantasía que debía resultar alucinante cuando el color que animaba a aquellos elementos conservase su fuerza original. De este modo el espectador quedaba incorporado a ese mundo, fascinado o desconcertado por él.
monumento
La emperatriz Faustina, esposa de Antonino Pío, murió a los 36 años, en el 141, y fue consagrada como diva. En su honor levantó el Senado un templo que sobresale por su armonía entre todos los de la romanidad. Su cella, convertida en iglesia de S. Lorenzo in Miranda desde el alto Medievo, hace sobresalir hoy, por encima del pórtico original, el ático de su graciosa fachada del siglo XVII, en armónica simbiosis de romano clásico y barroco. El templo antoniniano se alza sobre un voluminoso podio de ancha escalera y altar (restaurada la primera). Un pórtico de seis columnas corintias, con capiteles y basas de mármol y fustes monolíticos de cipollino, seguidas de otras dos a cada lado, realza con su altura de 17 metros la importancia que para el romano de pura cepa tiene siempre la fachada. A la primitiva inscripción del arquitrabe, dedicada a Faustina, se sumó veinte años después la del cónyuge entonces fallecido, ésta en el friso, de modo que las dos rezasen: "Divo Antonino et / Divae Faustinae ex s(senatus) c(consulto)". El fuerte contraste que hoy forman el suntuoso pórtico con las modestas fachadas laterales de peperino lo paliaban en la Antigüedad el revestimiento de éstas con placas y pilastras de mármol, de las que sólo subsisten los capiteles de las esquinas y las huellas de las grapas que fijaban las placas a los sillares.
obra
La emperatriz Faustina, esposa de Antonino Pío, murió a los 36 años, en el 141, y fue consagrada como diva. En su honor levantó el Senado un templo que sobresale por su armonía entre todos los de la romanidad.