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La apertura de las economías latinoamericanas tuvo importantes repercusiones sociales, que afectaron especialmente a los estratos más bajos de la población, como eran los indios y los negros. Pero también los privilegios de algunas corporaciones fueron barridos por el principio de la igualdad de los individuos ante la ley, siendo éste el caso de los gremios de artesanos y de los mineros. Las dos mayores corporaciones existentes, la Iglesia y los militares, vieron como desaparecían los fueros militar y eclesiástico, aunque llegarían hasta nuestros días conservando buena parte de sus privilegios, si bien atravesaron momentos de gran debilidad. Algunas instituciones eclesiásticas (fiestas religiosas, pago de diezmos, censos, propiedades y manos muertas, etc.) eran contradictorias con los principios del liberalismo económico y llevaron a que muchos gobiernos avanzaran sobre las posiciones de la iglesia. La aplicación de políticas liberales antieclesiásticas se vio favorecida por la negativa del Vaticano a reconocer a los nuevos Estados, en consonancia con la postura seguida por España en la misma materia.La esclavitud había retrocedido de forma creciente, salvo en Brasil y Cuba, ante el avance paralelo del trabajo asalariado y a mediados del siglo comenzaría a ser liquidada definitivamente. El último país hispanoamericano en abolir la esclavitud fue Paraguay, en 1870, aunque se trataba de una medida testimonial, ante la falta de vigencia del trabajo esclavo. En Cuba, que seguía manteniendo sus lazos coloniales, seguían estimando que la esclavitud era vital para la producción azucarera, aunque ya se planteaban serios problemas para garantizar el abastecimiento de mano de obra a las plantaciones. La falta de trabajadores se intentó paliar con la inmigración de indios de Yucatán, coolies chinos o campesinos gallegos y canarios. Durante la Guerra de los Diez Años, los dos bandos en pugna ofrecieron la libertad a quienes se enrolaban en sus filas. A partir de 1870, con la ley Moret, comenzaría el derrumbe definitivo de la esclavitud en Cuba, que recibiría su punto final en 1886.Al mismo tiempo que se acababa con la esclavitud, se intentaba desmantelar las bases de las propiedades de las comunidades indígenas. La concepción liberal, presente en casi todos los países, estimaba que la propiedad comunal y la existencia de privilegios corporativos eran contradictorios con los principios individualistas que debían imperar. Estas posturas estaban respaldadas por los deseos de los terratenientes y de otros sectores sociales de ampliar el mercado de tierras con las propiedades indígenas, de modo que los indios, convertidos en ciudadanos y propietarios individuales, iban a estar más indefensos ante el resto de la sociedad.El régimen colombiano, de signo liberal, manumitió a los esclavos en 1850 y para acabar con los privilegios corporativos también liquidó buena parte de las prerrogativas de las comunidades indígenas, especialmente en lo tocante a la propiedad de sus tierras. En Perú, en 1854 se abolió la esclavitud, al igual que en Venezuela. En Bolivia, durante el gobierno de Mariano Melgarejo, se sometió a las comunidades indígenas a un gran despojo y en 1866, fueron expropiadas la mayor parte de sus tierras ante los apuros financieros del Estado. Dos años más tarde la totalidad de las tierras comunitarias se declaró de propiedad estatal, al tiempo que se abolía el tributo indígena, que fue rápidamente restablecido como una contribución personal. Pese a las previsiones, no se trató de un buen negocio para el Estado, pero sí para los particulares que habían comprado tierras. Las protestas indígenas fueron contundentes y en 1869 y en los dos años siguientes se produjeron serios alzamientos, dirigidos por Santos Willca. El ataque contra las comunidades respondía al deseo de quedarse con las tierras indígenas, pero también a la necesidad de ir creando un mercado de trabajo, ante la creciente demanda de unas economías en expansión. A mediados de siglo vivían en las comunidades bolivianas cerca de 620.000 indios, lo que suponía el 51 por ciento de la población rural. La pérdida de sus propiedades estimuló el proceso migratorio dirigido a las principales ciudades, que se aceleraría con el nuevo siglo.En México, la ley Lerdo, de 1856, que inicialmente iba contra la Iglesia y las órdenes religiosas, también afectó seriamente a las propiedades comunitarias, al igual que otras leyes de la Reforma liberal, pero cuyos efectos no se dejaron sentir hasta el porfiriato.
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La I Guerra Mundial dejó un balance de 10 millones de muertos y cerca de 30 millones de heridos. Alemania perdió 1.950.000 hombres; Rusia, 1.700.000; Francia, millón y medio; Gran Bretaña y su Imperio, un millón; Austria-Hungría, una cifra similar; Italia, 533.000 muertos; Serbia y Turquía, entorno a los 325.000 cada una; Rumanía, 158.000; Estados Unidos, 116.000 y cifras ya menores, Bulgaria, Portugal, Grecia y Montenegro. La catástrofe demográfica que ello supuso -agravada por la epidemia de gripe que asoló Europa en 1919- difícilmente podría ser exagerada. Francia, por ejemplo, perdió el 50 por 100 de los varones de 20-23 años. Todas las pirámides demográficas de los países que intervinieron en la contienda registraron acentuados estrangulamientos en la zona de edad de los 20 a los 40 años. El descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población fueron evidentes en toda Europa desde 1920. Viudas, huérfanos y mutilados de guerra se contaron por millones.
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Abd al-Rahman al-Fihri fue otro de los personajes que tuvo un papel importante en estos acontecimientos y de quien ya se ha dicho que fue el primer emir verdaderamente independiente de Qairawan, a partir del año 745. Cómplice del nuevo gobernador, se hallaba en este momento en España, donde se había refugiado después de las derrotas sufridas por las fuerzas árabes en el Magreb contra los beréberes. Derrotas que habían tenido lugar en un contexto de poco entendimiento entre tropas sirias y tropas de Ifriqiya y este jefe, que pertenecía a la misma tribu que el gobernador de Córdoba y que gozaba a su lado de una gran influencia, había cultivado un gran odio hacia los sirios. Un importante contingente de estos sirios, compuesto de una decena de miles de hombres, sabiendo que no les querían en Qairawan, donde habían tratado con altanería y desdén a los ifriqíes, se habían refugiado en Ceuta después de su derrota en el Magreb central. Se encontraban en una posición difícil, sitiados por los beréberes sublevados, y buscaban la forma de pasar a España para refugiarse en ella. Pero los dirigentes de Córdoba, que les manifestaban una notable hostilidad, les negaron los medios de transporte necesarios hasta que la amenaza beréber se hizo demasiado fuerte y les obligó a aceptar una ayuda que se había hecho indispensable. En marzo-abril de 742, los sirios y su jefe, Baly b. Bishr al-Qushayri, pasaron a España y prestaron a los árabes de al-Andalus una ayuda decisiva contra los beréberes, que serían definitivamente vencidos. Pero la conflictiva presencia del nuevo elemento árabe en al-Andalus iba a desencadenar enfrentamientos que difícilmente se podría argüir que no eran tribales. Las luchas civiles no tardaron en estallar entre dos partidos que se proclamaban qaysíes y yemeníes. Estas luchas encarnizadas parecieron calmarse durante algún tiempo, cuando el gobernador de Ifriqiya Hanzala b. Safwan, que había estabilizado temporalmente la situación de Ifriqiya al vencer en varias ocasiones a los beréberes, envió como gobernador a un respetado notable sirio, Abu I-Jattar al-Kalbi. Éste, llegado con otros jefes del mismo origen y, según parece, con una fuerza militar, pudo restablecer el orden durante algunos meses. Chalmeta demuestra que su gobierno, que duró desde finales del 742 o principios del 743 hasta principios del 745, fue marcado por nuevos esfuerzos de normalización administrativa y fiscal. El hecho más importante fue la decisión tomada entonces de fragmentar el contingente sirio cuya cohesión había aparecido entonces como uno de los factores de agitación, y de establecer sus diferentes yund/s -ellos mismos originarios de diversos distritos de Siria- en distintas kura/s o circunscripciones territoriales de al-Andalus (el yund de Emeso o Hims se instaló entonces en Sevilla y Niebla, el de Damasco en Ilbira, etcétera).
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Del pintor de los Nióbides conocemos, además, cráteras de volutas decoradas con escenas de centauromaquia y amazonomaquia, temas que hacia finales de la primera mitad del siglo V proliferan en la pintura de vasos. Se trata de otra moda llegada a los talleres de cerámica desde los talleres de los grandes maestros de la pintura y, más concretamente, a consecuencia del éxito obtenido por el pintor ateniense Mikón con las Amazonomaquias pintadas para la Estoa Poikile y para el Theseion y con la Centauromaquia. Si Polignoto es el pintor del ethos, Mikón lo es del pathos, es decir, de la emoción. La forma de interpretarla y expresarla se colige a través de representaciones como la de Aquiles y Pentesilea que decora el fondo de una copa de Munich y a cuyo autor conocemos como Pintor de Pentesilea. La grandiosidad del tema y el patetismo ambiental evocan una creación pictórica de altos vuelos, probablemente un fresco, cuya escena principal se selecciona y adapta al fondo de la copa. Aquiles hunde su espada en el pecho de Pentesilea, momento en el que ambos descubren su mutuo amor y se hablan con la mirada, agonizando ya la reina de las Amazonas. La emotividad de la escena ha sido magistralmente expresada tanto por los aspectos extrínsecos de la composición, entre los que destaca la rapidez vertiginosa en la sucesión de acontecimientos -todo en un instante-, como por los extrínsecos, concentrados en un dramático "tête-á-tête", en el que se aproximan los rostros de perfil y se cruzan las miradas. Un nuevo sentido del movimiento, de la atmósfera y de la tridimensionalidad habían hecho su entrada gracias a la pintura de Mikón, cuyo eco no solamente resuena en la pintura de vasos, sino incluso en creaciones escultóricas tan sonadas como la Centauromaquia del frontón occidental del templo de Zeus en Olimpia. La década 460-450 representa el tramo final en la ascendencia ininterrumpida hacia la plenitud del arte clásico. En ella florecen artistas de primera fila, y entre ellos, los pintores Mikón, Panainos y Agatarco. De la trascendencia de la obra de Mikón ya hemos dejado constancia. Panainos se supone que era hermano de Fidias, con el que colabora como pintor, y su categoría puede ser deducida de la competencia con Polignoto y Mikón. Agatarco merece comentario aparte.
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Durante los primeros siglos de la dinastía Han se asistió a una disminución del repertorio iconográfico y de la superficie decorada, circunstancia que variará a partir del siglo I a. C., coincidiendo con el éxito de la expansión territorial y la estabilidad interna. Bien sean de carácter figurativo, abstracto, geométrico o naturalista, los temas elegidos estuvieron cargados de una fuerte simbología en torno a la inmortalidad y a la integración del hombre en la naturaleza, utilizando como fuentes crónicas históricas, leyendas o la simple contemplación de las fuerzas de la naturaleza. Bronce, cerámica, laca y seda fueron los soportes para esta variada decoración junto a los muros de piedra de los túmulos funerarios. En todos ellos la decoración se acopla a la superficie a decorar, sea ésta circular (espejos de bronce, tejas...), rectangular, triangular o zoomórfica. Se observa una preferencia de temas y motivos en relación al material; los bronces sustentaron una decoración más abstracta de carácter vegetal y animal; la piedra y la cerámica, de tipo narrativo; en las lacas y seda se repetían uno o más motivos siguiendo un esquema previo, considerado como el inicio del diseño decorativo. Entre todos ellos podemos encontrar aquellos de origen chino: dragones, pájaros, tortugas, bandas geométricas, personajes y lugares mitológicos, asociados a su concepción del cosmos, las cuatro direcciones, buenos augurios..., y otros procedentes de la iconografía de los pueblos limítrofes: caballos, camellos, leones, tigres, uva, granada, nuez... En un principio estos últimos se consideraron como secundarios, si bien el proceso de asimilación fue tan rápido que pronto formaron parte del repertorio iconográfico chino. Analicemos la simbología y procedencia de los motivos decorativos a través de ejemplos concretos. En primer lugar, un incensario en bronce de tipo boshanlu. La forma de montaña del incensario hacía alusión a las Islas Inmortales del Taoísmo, que se volvían a repetir en su base. Ambas partes se unen con una figura humana. El pico se ha transformado en un ave, mientras que las laderas de la montaña se adornan con un dragón, un tigre y un pájaro exótico, intercalándose con una figura humana identificado con Chiyu, Señor de la Guerra. Bajo estas figuras, bandas de zig-zags y redes dispuestas horizontalmente enmarcan y separan al mismo tiempo la composición. Esta compartimentación de la decoración fue una aportación de los pueblos de las fronteras, así como el gusto por escenificar sucesos en un ambiente natural. El estandarte en seda, procedente de las tumbas de Mawangdui, en Changsha, fue utilizado como soporte para una decoración pintada de carácter narrativo. La composición en T del estandarte se aprovechó para situar verticalmente los diferentes elementos. El tema no es otro que la visión del mundo mítico y real, a través del juicio del alma de la marquesa de Dou. La parte superior corresponde al mundo celeste, donde conviven diferentes mitos de la cosmología: el pájaro negro siluetado sobre el sol, hacia el cual el cazador Li dispara, mientras que el sapo de tres piernas que habita sólo en la luna se la traga en los eclipses, ocupa el espacio sobre la luna, siendo símbolo de lo inasequible. En el centro, la marquesa y los guardianes de las puertas del cielo, protegiendo su entrada. En el plano inferior, la vida terrenal con la difunta ofreciendo una cena a los oficiantes del rito, y, más abajo, el mundo subterráneo. Alrededor de todas las escenas aparecen dragones de largas colas entremezcladas en el centro y anudando un bi de jade, objeto asociado a los difuntos desde el Neolítico, así como diversas figuras mitológicas (tigres, pájaros, caballos...), relacionados con las cuatro direcciones.
Personaje Pintor
Inicia su carrera artística trabajando en el taller de un pintor de iconos. Esto le permite cursar sus estudios académicos en San Petersburgo. La exquisitez de la técnica y el dibujo, junto con la riqueza del colorido, determinaron las claves de su obra. Los asuntos de género, protagonizadas por personajes de la calle fueron en todo momento la temática de su obra. En este sentido, supo reflejar con absoluto respeto y cariño la situación de los más pobres. Su obra sirvió, por otra parte, para denunciar la miseria de la sociedad y como oposición al régimen zarista. Es realismo crítico supuso un punto de partida para otros pintores. De su legado hay que resaltar Bateleros del Volga.
termino
acepcion
Especie de ménsula con más longitud que vuelo.
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La colonización y organización del territorio es una realidad básica y condicionante de otras muchas en la España cristiana medieval. Sigue, a menudo, a las conquistas, pero ocurre también en tierras que eran dominio de los países hispanocristianos antes del siglo XI, y se prolonga durante siglos, después del impulso inicial, en las que incorporaron durante la gran reconquista. Las colonizaciones y repoblaciones fueron a menudo origen de los procesos de regionalización peninsulares y añadieron una distribución en grandes secciones Oeste-Este a la propia de las divisiones entre reinos, que suele respetar la delimitación de fronteras en dirección Norte-Sur. En muchos de los antiguos territorios cristianos, el Camino de Santiago vertebró buena parte de los fenómenos de inmigración y transformación del poblamiento desde mediados del siglo XI hasta comienzos del XIII, época en la que culminó la colonización de la cuenca del Duero en su mitad Norte (Valladolid nace desde 1085 como núcleo organizativo en su centro). Mientras tanto, desde mediados del siglo XII comenzó en Galicia un amplio fenómeno de modificación del poblamiento rural y de urbanización, sobre todo en las zonas costeras, que prosiguió en Asturias, en la "Marina de Castilla" (actual Cantabria), en Vizcaya y Guipúzcoa, donde concluyó bien entrado el XIV: entre sus resultados, La Coruña, Avilés, San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo, Bilbao, San Sebastián. La transformación de la red de poblamiento se produjo coetáneamente en la Cataluña Vieja, gracias a las numerosas cartas de franqueza otorgadas por los condes y al renacimiento urbano. Los territorios ganados entre 1085 y 1215 son la segunda gran zona a considerar. Se trata de la mitad sur del valle del Duero castellano y leones, o "Extremadura", colonizado después de que la toma de Toledo alejó el peligro de la frontera, según el modelo de ciudades principales dotadas de fuero y de un amplio territorio dependiente en el que se instalan cientos de aldeas: Sepúlveda, Segovia, Ávila, Salamanca. Toledo y su reino -casi toda la actual Castilla la Nueva- se organizaron con otras peculiaridades, entre ellas algunos rasgos de origen islámico en la administración de la ciudad debido a la permanencia de cristianos mozárabes; además, acudieron buen número de inmigrantes francos. También ocurrió esto en Zaragoza y en el sector medio del valle del Ebro repoblado por entonces; allí, la permanencia de población musulmana mudéjar fue mucho mayor. Algo después, a finales del siglo XII, la organización de la actual alta Extremadura (Plasencia) y la de Cuenca y Teruel, en tierras del Sistema Ibérico, se hacía de nuevo siguiendo el derecho de frontera propio de la "extremadura" del sur del Duero. Desde mediados de aquel siglo se acometía la colonización de la Cataluña Nueva de Lérida, Tarragona y Tortosa. Entre las novedades del XII hay que recordar, por último, la difusión del modelo colonizador rural cisterciense desde mediados de siglo, y la importancia y extensión de los señoríos de órdenes militares diversas, sobre todo en las zonas de nueva conquista. Las tierras ganadas en el siglo XIII fueron objeto de una colonización inicial rápida y planificada. Su conquista permitió, además, la plena organización de una retaguardia que alcanzó entonces la seguridad necesaria, y así fue como se repoblaron grandes sectores de las actuales Castilla la Nueva y Extremadura por la acción regia (Cáceres, Badajoz, Trujillo, Alcaraz, Ciudad Real) y por la de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan. Se puso, sin embargo, mayor empeño en la repoblación de la cuenca del Guadalquivir y sus anejos, donde surgió entonces la actual Andalucía: casi toda la población musulmana emigró a Granada o al Magreb después de la revuelta de 1264, cuando ya habían dado sus mejores resultados los procesos de repartimiento entre nuevos pobladores llevados a cabo en las ciudades del rey y en sus amplios territorios (Sevilla, Córdoba, Baeza y Úbeda), en los señoríos de las órdenes militares y en los más reducidos y todavía incipientes de la nobleza. Los fenómenos de colonización interior continuaron a ritmo desigual durante varios siglos, pero lo fundamental estaba ya hecho hacia 1275. Lo mismo sucede en Mallorca e Ibiza, pobladas de nuevo casi por completo, y en el nuevo reino de Valencia, colonizado por catalanes y aragoneses, que también aportaron hombres a la repoblación de Murcia: los tratados de capitulación permitieron la permanencia de muchos mudéjares en Valencia, indispensables para la actividad económica, y aquella realidad no se alteró por causa de sus revueltas sino que permaneció durante siglos, aunque cada vez más degradada. El final de la reconquista -pues incluso Granada era un emirato vasallo de Castilla- y de los grandes procesos de colonización y organización territorial coincide con el tránsito hacia tiempos distintos, los de la Edad Media tardía. En aquel momento, los reinos españoles habían alcanzado ya su plena definición territorial y consumado su integración en los marcos sociales y económicos, culturales, políticos y de relación reciproca propios de los países del Occidente latino: ésta fue la gran herencia dejada por la plenitud medieval a la identidad histórica de España.