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Desarrollo


La colonización y organización del territorio es una realidad básica y condicionante de otras muchas en la España cristiana medieval. Sigue, a menudo, a las conquistas, pero ocurre también en tierras que eran dominio de los países hispanocristianos antes del siglo XI, y se prolonga durante siglos, después del impulso inicial, en las que incorporaron durante la gran reconquista. Las colonizaciones y repoblaciones fueron a menudo origen de los procesos de regionalización peninsulares y añadieron una distribución en grandes secciones Oeste-Este a la propia de las divisiones entre reinos, que suele respetar la delimitación de fronteras en dirección Norte-Sur. En muchos de los antiguos territorios cristianos, el Camino de Santiago vertebró buena parte de los fenómenos de inmigración y transformación del poblamiento desde mediados del siglo XI hasta comienzos del XIII, época en la que culminó la colonización de la cuenca del Duero en su mitad Norte (Valladolid nace desde 1085 como núcleo organizativo en su centro). Mientras tanto, desde mediados del siglo XII comenzó en Galicia un amplio fenómeno de modificación del poblamiento rural y de urbanización, sobre todo en las zonas costeras, que prosiguió en Asturias, en la "Marina de Castilla" (actual Cantabria), en Vizcaya y Guipúzcoa, donde concluyó bien entrado el XIV: entre sus resultados, La Coruña, Avilés, San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo, Bilbao, San Sebastián.

La transformación de la red de poblamiento se produjo coetáneamente en la Cataluña Vieja, gracias a las numerosas cartas de franqueza otorgadas por los condes y al renacimiento urbano. Los territorios ganados entre 1085 y 1215 son la segunda gran zona a considerar. Se trata de la mitad sur del valle del Duero castellano y leones, o "Extremadura", colonizado después de que la toma de Toledo alejó el peligro de la frontera, según el modelo de ciudades principales dotadas de fuero y de un amplio territorio dependiente en el que se instalan cientos de aldeas: Sepúlveda, Segovia, Ávila, Salamanca. Toledo y su reino -casi toda la actual Castilla la Nueva- se organizaron con otras peculiaridades, entre ellas algunos rasgos de origen islámico en la administración de la ciudad debido a la permanencia de cristianos mozárabes; además, acudieron buen número de inmigrantes francos. También ocurrió esto en Zaragoza y en el sector medio del valle del Ebro repoblado por entonces; allí, la permanencia de población musulmana mudéjar fue mucho mayor. Algo después, a finales del siglo XII, la organización de la actual alta Extremadura (Plasencia) y la de Cuenca y Teruel, en tierras del Sistema Ibérico, se hacía de nuevo siguiendo el derecho de frontera propio de la "extremadura" del sur del Duero. Desde mediados de aquel siglo se acometía la colonización de la Cataluña Nueva de Lérida, Tarragona y Tortosa. Entre las novedades del XII hay que recordar, por último, la difusión del modelo colonizador rural cisterciense desde mediados de siglo, y la importancia y extensión de los señoríos de órdenes militares diversas, sobre todo en las zonas de nueva conquista.

Las tierras ganadas en el siglo XIII fueron objeto de una colonización inicial rápida y planificada. Su conquista permitió, además, la plena organización de una retaguardia que alcanzó entonces la seguridad necesaria, y así fue como se repoblaron grandes sectores de las actuales Castilla la Nueva y Extremadura por la acción regia (Cáceres, Badajoz, Trujillo, Alcaraz, Ciudad Real) y por la de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y San Juan. Se puso, sin embargo, mayor empeño en la repoblación de la cuenca del Guadalquivir y sus anejos, donde surgió entonces la actual Andalucía: casi toda la población musulmana emigró a Granada o al Magreb después de la revuelta de 1264, cuando ya habían dado sus mejores resultados los procesos de repartimiento entre nuevos pobladores llevados a cabo en las ciudades del rey y en sus amplios territorios (Sevilla, Córdoba, Baeza y Úbeda), en los señoríos de las órdenes militares y en los más reducidos y todavía incipientes de la nobleza. Los fenómenos de colonización interior continuaron a ritmo desigual durante varios siglos, pero lo fundamental estaba ya hecho hacia 1275. Lo mismo sucede en Mallorca e Ibiza, pobladas de nuevo casi por completo, y en el nuevo reino de Valencia, colonizado por catalanes y aragoneses, que también aportaron hombres a la repoblación de Murcia: los tratados de capitulación permitieron la permanencia de muchos mudéjares en Valencia, indispensables para la actividad económica, y aquella realidad no se alteró por causa de sus revueltas sino que permaneció durante siglos, aunque cada vez más degradada. El final de la reconquista -pues incluso Granada era un emirato vasallo de Castilla- y de los grandes procesos de colonización y organización territorial coincide con el tránsito hacia tiempos distintos, los de la Edad Media tardía. En aquel momento, los reinos españoles habían alcanzado ya su plena definición territorial y consumado su integración en los marcos sociales y económicos, culturales, políticos y de relación reciproca propios de los países del Occidente latino: ésta fue la gran herencia dejada por la plenitud medieval a la identidad histórica de España.

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