Victoria del ejército español en 1625 al mando de Ambrosio de Spínola sobre la ciudad flamenca de Breda. Batalla inmersa en el enfrentamiento entre España y los Paises Bajos en la guerra de Flandes, al reanudar el Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV, las hostilidades contra Holanda tras la tregua de los doce años. La rendición y entrega de las llaves de la ciudad es el motivo del cuadro Las Lanzas de Velázquez.
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Zurbarán no fue sólo pintor de la vida monástica, también relató episodios históricos, como este que aquí nos ocupa, encargado por los mercedarios del Convento de la Merced Calzada de Sevilla. La Orden estaba interesada en mostrar su relación con la conquista de Sevilla durante la ocupación de los moros, así como su servicio a la corona castellana, igual que hicieran los monjes jerónimos con la serie que encargaron a Zurbarán para el Monasterio de Guadalupe. El asunto que se relata es la entrega de las llaves de la ciudad por parte del gobernador Achacaf al rey Fernando III el Santo, quien comanda las tropas de la Orden de la Merced. Estos caballeros se distinguen por sus bruñidas armaduras sobre las que penden los escudos mercedarios, mitad religiosos, mitad guerreros, los mismos que adornan los hábitos blancos de los monjes. Entre éstos se encuentra nada menos que el fundador de la Orden, San Pedro Nolasco, caracterizado como un anciano, pues según la historia moriría al año siguiente de la conquista, en el año 1248. La escena es rica en personajes, que denuncian la torpeza de Zurbarán a la hora de componer escenas complejas. El espacio resulta abruptamente segmentado entre el primer plano, donde se apelotonan los personajes principales, y el fondo, con el campamento de los cristianos que han participado en el sitio de Sevilla. La escena es similar en las posturas de los protagonistas a un lienzo de igual título de mano de Francisco Pacheco, reconocido maestro sevillano durante la juventud de Zurbarán.
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Pacheco pintó este cuadro de tema histórico-legendario en el mismo año en que Zurbarán pintaba su propia Rendición de Sevilla. Parece evidente que el joven Zurbarán se fijó en la composición del maestro Pacheco, mejorando la calidad técnica y enriqueciendo la escena con mayor número de personajes. Pacheco presenta una imagen más sencilla, con tan sólo cinco personajes. A un lado, el rey Fernando III el Santo con dos de sus soldados, ataviados con típicas armaduras españolas del XVII y no con las propias del siglo XIII, que es cuando tuvo lugar la entrega de las llaves de la ciudad. Por el otro bando tenemos al príncipe moro Achacaf en postura sumisa, arrodillado con su túnica y su turbante ante el rey, acompañado por un sirviente. En una bandeja dorada entrega la llave de Sevilla. El fondo de la escena lo constituyen las murallas de la ciudad, fácilmente reconocible por la catedral coronada por la Giralda, sobre la que se aparece la Virgen. La presentación es más convencional de lo que veremos en el lienzo de Zurbarán, con posturas más rígidas y menos complicaciones estructurales, tal como corresponde a un maestro dependiente de las formas estilísticas anteriores.
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El artista que pintó esta Rendición era conocido por el sobrenombre de "Esteban de las Batallas", debido a las numerosas escenas bélicas que produjo. Solían narrar batallas bíblicas o episodios históricos recientes, aunque en este caso desconocemos a qué lucha en concreto se refiere. Por el estilo, se ha pensado que el autor de este cuadro pudiera ser su hijo, pero no existen datos suficientes para decidirse por uno u otro. La escena responde a los esquemas del Barroco, pintada con gran dinamismo y efectos de color y luz. La atmósfera se presta a juegos de transparencias, creando con las nubes una trama de luces y sombras que se cierne sobre los contendientes. Los personajes están dispuestos en un largo segundo plano, sobre el que destaca la figura del general que da la espalda a la batalla para mirar al espectador desde su caballo blanco levantado en corbeta.