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Renoir conoció a Aline Charigot en 1880, utilizándola como modelo en diferentes obras. La relación entre ambos se estrechó y en 1885 nació un hijo, Pierre. Madre e hijo se convertirán en protagonistas de un buen número de cuadros como Aline con Pierre o este lienzo que contemplamos; incluso llegó a elaborar una estatua con esta temática.La obra forma parte del llamado periodo seco en el que Renoir vive una profunda crisis con el impresionismo, reaccionando a la pérdida de forma al que estaba abocado con la utilización de un cuidado dibujo y unas figuras más modeladas. A pesar de estas novedades no se renuncia al color ni a la luz pero ahora ocupan un papel menos relevante.Las volumétricas figuras de Aline y Pierre ocupan el centro de la composición, recordando escenas clásicas inspiradas en Fragonard, Boucher o Rubens. La delicadeza y armonía de los dos protagonistas será una característica habitual en la producción del maestro francés que desde 1883 abandona sus escenas de vida cotidiana para enfrascarse en composiciones plenas de armonía y felicidad.Las tonalidades azules y rojas dominan el conjunto, aplicadas con más fluidez mientras que los colores del fondo presentan un mayor empastamiento.
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De la misma manera que Klimt empieza a tratar el tema de la muerte en sus obras de los primeros años de la década de 1910 -véase Muerte y vida-, Schiele también se interesará por este asunto como podemos observar, aunque sea de una manera sutil, en esta composición, contradiciendo a la alegría que habitualmente se identifica con la maternidad.La figura de la madre se ubica en el centro de la escena, a modo de Madonna renacentista, sosteniendo a sus hijos en sus piernas, creando la sensación de tener dos muñecos, como si se tratara de un teatro de guiñol ya que cubre con su delantal a las figuras infantiles, convencionalismo que se remonta a Leonardo y Rafael. El rostro de la madre es la máscara de la muerte, símbolo que se repite en el color negro del fondo, contrastando con los vivos colores de los trajes de los pequeños. Precisamente en el decorativismo de los trajes encontramos una nueva referencia a Klimt, uno de los pintores más admirados por Schiele, al igual que en la estructura piramidal de la composición.La obra está inspirada en un diseño para un bolso que el pintor realizó para su esposa Edith. Los lazos familiares de este trabajo se acentúan con el empleo de su sobrino Toni Peschka, el hijo de su hermana Gerti, como modelo para el niño de la derecha.
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Este tipo de estatuillas protagonizadas por una madre que sostiene en sus brazos a su bebé lo encontramos por primera vez en la época neolítica reciente y será habitual en periodos posteriores, teniendo en numerosos casos un significado religioso.
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Las pinturas de Picasso de estos años, conocidas como Época azul, comportan una temática centrada en la figura y en el predominio cromático del azul. Son temas impregnados de una cierta melancolía y de un clasicismo estilizado. Una pintura renovadora, basada en el protagonismo del color equilibrado con un dibujo preciso, en la que se expresa un sentimiento pesimista y melancólico de la existencia.
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Una de las especialidades de Mary Cassatt serían las escenas intimistas, protagonizadas por mujeres cosiendo. Se trata de personajes totalmente abstraídos en su actividad, miembros de la burguesía parisina o norteamericana con la que se relacionaba la artista. En este caso, la mujer se acompaña de su hija que mira hacia el espectador. Los vivos ojos y el gesto de la pequeña contrastan con el de la madre, absorta en su trabajo. El vivo colorido - aplicado a base de pinceladas sueltas - sería una característica típicamente impresionista mientras que el dibujismo del vestido, los rostros o los brazos ponen de manifiesto su formación académica. La distribución de las luces en el espacio es uno de los grandes logros de Cassatt, convirtiendo sus escenas en obras maestras.
Personaje Arquitecto
Activo entre 1606 y 1633 estuvo dedicado especialmente a llevar a cabo obras de su orden -la carmelita- , colaborando a partir de 1609 con Francisco de Mora en la villa de Lerma, encargándose de la dirección de los trabajos tras el fallecimiento de éste. Allí concluyó el palacio ducal y construyó los conventos de Santo Domingo y San Blas, lo que le proporcionó fama y prestigio. Probablemente por esta circunstancia y porque su estilo poseía una clara relación con el de Mora, fue elegido para realizar las fundaciones de patronazgo real que éste proyectaba cuando murió. Así debió de suceder con la iglesia de agustinas de Santa Isabel de Madrid, comenzada en 1611 aunque después reconstruida por Gómez de Mora, y con el propio convento de la Encarnación.
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La madre de Rembrandt protagonizará numerosas obras de su primera etapa, bien directamente o a través de dudosas atribuciones en figuras de avanzada edad. Neeltje van Siujtttbroeck se presenta sentada en una silla y ante una pequeña mesa, cruzando sus manos en el regazo, vestida como las ancianas burguesas holandesas. Su rostro es el elemento más interesante del grabado, demostrando su calidad como dibujante y grabador. La distribución de las masas oscuras en la plancha es tremendamente acertada, resultando una intimista obra de delicada belleza. Neeltje falleció en 1640 y dejó una considerable herencia, recibiendo Rembrandt 10.000 florines, lo que indica que descendía de una de las familias más adineradas de Leiden.