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La ganadería fue la gran aportación del Viejo Mundo al Nuevo, donde apenas existía. Los pocos animales domesticados como la llama, el pavo o guajolote y el cuy o conejo de indias tenían, además, ámbitos regionales muy localizados. La ganadería euroasiática se traspasó pronto a las islas, donde se aclimató, pasando luego al continente. Fue compañera del proceso de colonización, surgiendo entonces la estancia, donde se criaba y seleccionaba el ganado mayor. En América se reprodujeron bien todas las especies ganaderas. Algunas se orientaron hacia determinados mercados. Así, el vacuno y porcino fue destinado a abastecer los centros urbanos y mineros. Estos últimos estaban comúnmente en zonas áridas donde no había forrajes, por lo que tuvieron que contar con una región ganadera que les sirviera de apoyo. El ganado ovino suministraba lana para los obrajes andinos y mexicanos. El ganado mular fue notable por sus múltiples aplicaciones. Se utilizaba en los reales de minas para acarrear el mineral, en las grandes rutas comerciales para el transporte de fardos, y en las haciendas y plantaciones para mover los trapiches en los que se molía la caña. Entre las grandes regiones ganaderas sobresalieron Guadalajara (Jalisco) en México, Tucumán, Chile y los llanos venezolanos por sus vacunos, y la zona andina por sus ovinos (en 1595 había 800.000 ovejas en Santiago de Chile y 600.000 en Ambato un siglo después). La abundancia de ganado vacuno originó una baja del precio de la carne (a mediados del siglo XVI costaba la tercera parte que en España), lo que llegó a alarmar al Cabildo mexicano, que prohibió venderla a menos del valor establecido. La situación fue tan grave que dejó de ser negocio llevar la carne a las ciudades, matándose las reses para aprovechar únicamente su cuero (que se exportaba al pelo) y su sebo, con el que se fabricaban velas. Durante la segunda mitad del siglo XVII, Venezuela y Santo Domingo exportaron a España 180.000 y 200.000 cueros al pelo respectivamente. La ganadería trajo muchos problemas a los agricultores, pues muchas estancias estaban lindando a las sementeras y éstas carecían de cercados. Otra dificultad fueron los ganados trashumantes. En México se movían anualmente 200.000 ovejas desde Querétaro a los pastos del lago de Chapala y oeste de Michoacán. Para la defensa de los intereses ganaderos, solicitó el Cabildo de México la implantación de la Mesta, autorizada por la Corona en 1537. Se intentó luego extenderla a otros territorios americanos, pero fue un fracaso. La mesta mexicana no agrupaba a los ganaderos, sino a los propietarios de estancias y se preocupó escasamente por la ganadería ovina.
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Los egipcios intentaron domesticar todo tipo de animales: cabras montesas, muflones, gacelas, búfalos y hasta jirafas o hienas, empleadas para la caza, aunque estos esfuerzos no fructificaron del todo. Cuando se extendió por la región el modo de vida neolítico llegaron también los animales domésticos que eran aprovechados en Oriente Próximo, como vacas, ovejas, cabras, cerdos y perros. Las vacas, que pastaban en las riberas del Nilo, eran de varias clases: sin cuernos, con cuernos cortos o con cuerno en forma de luna creciente, todas ellas especies importadas del Próximo Oriente y del interior de África. Algunos especialistas opinan que hubo alguna variedad de bóvido descendiente de un toro bravo norteafricano. El arte pictórico egipcio nos muestra muchas escenas sobre la vida pastoril, todas ellas con gran naturalismo. Vemos al pastor ordeñando, al animal pariendo o amamantando a las crías, vacas montadas por toros o funcionarios haciendo un recuento. En el campo egipcio el animal más extendido era el asno, utilizado para el transporte de personas y cargas. Ésta pudo ser una especie originaria de Egipto. El caballo, que llegó a Egipto mucho más tarde que otros animales, pronto fue apreciado entre las clases pudientes y como animal de arrastre de carros de guerra y ceremonias. En el sistema de escritura jeroglífica, el símbolo que representa al caballo se usa en el sentido de nefer, es decir, "bello". El cerdo era un animal despreciado, cuya carne no era comida. Se opina que los cerdos eran utilizados para pisotear las semillas tras la siembra e introducir así más profundamente la semilla. Hacia el siglo V a.C. se difundió la gallina, de origen indio, que complementó el conjunto de aves en el que ya estaban palomas, ánades y ocas, muy consumidas. En patios y recintos guardaban los egipcios a sus grullas, destinadas al engorde. En las casas las familias tenían animales domésticos como perros, monos, ocas y, especialmente, gatos, usado éste último como guardián y para cazar pájaros vivos en los cañaverales. Por último, también se criaban abejas, de las que se aprovechaba la miel, ingrediente de todos los dulces, así como su cera, para fabricar velas, medicinas, estatuillas de bronce o componer pinturas.
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Sufrió un estancamiento después de su gran expansión en la centuria decimoséptima, por causas muy diversas. Una de las más importantes fue su ubicación en lugares del interior, para evitar que sirviera de apoyo a los piratas y bucaneros. Resultaba por ello muy difícil exportar ganado en pie, dada la pésima red vial existente en Hispanoamérica. Sólo resultaba rentable criarlo en lugares desde donde se pudiera llevar fácilmente hasta los centros de consumo (sobre todo mineros), como en Guadalajara (donde existían 2,5 millones de cabezas de ganado vacuno) o en las provincias de Córdoba y Tucumán (desde donde se llevaba abundante vacuno y 70.000 mulas anuales al Alto Perú). Grandes bolsones de ganado existentes en Venezuela, Nueva Granada y Centroamérica, alejados de las zonas portuarias, entraron en decadencia. En los hatos venezolanos había, a fines del siglo XVIII, más de un millón de cabezas de ganado vacuno, 180.000 de caballar y 90.000 de molar, y en las haciendas neogranadinas de Casanare había 46.298 cabezas vacunas y 4.989 de caballar en el año 1767. La carne fresca se consumía en los mercados regionales próximos, exportándose pequeñas partidas de tasajos. El Río de la Plata logró organizar el envío de carne salada a Cuba, destinado a alimentar la mano de obra esclava. De la ganadería vacuna se utilizaba, sobre todo, el cuero (algo también sebo y astas), que era lo exportable. En 1796, Buenos Aires reexpidió 875.000 cueros al pelo y Venezuela 120.000. En México, Perú, Quito y Nueva Granada había, además, una buena cabaña ovina que suministraba la materia prima a los obrajes, pero fue disminuyendo a medida que se hundía la industria de fabricación de paños.
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La ganadería vivió una etapa de relativa bonanza tanto en su vertiente trashumante como en la estante. Así, a mediados del siglo, el conjunto de la ganadería castellana se aproximaba a 31 millones de cabezas, de los cuales el ganado lanar representaba el 60 por ciento. Dentro del ovino continuaban teniendo una gran importancia los rebaños trashumantes que en los años ochenta disponían aproximadamente de 4,8 millones de cabezas. En efecto, el Setecientos fue un gran siglo para la Mesta. Desde el reinado de Felipe IV fue capaz de conservar importantes privilegios, tal vez a causa de su fidelidad en la contienda sucesoria, consiguiendo los ganados mesteños recuperar facilidades para el pastoreo en su trasiego entre las sierras castellanas y las llanuras manchegas, extremeñas o andaluzas. Gracias a ese continuo movimiento para buscar pastos y a una cuidada selección en el apareamiento de moruecos y ovejas, el ganado mesteño producía una excelente lana entrefina que era la preferida por los mercados extranjeros. Este tipo de ganadería se repartía entre miles de propietarios castellanos, aunque la importancia de los mismos era muy desigual. En especial, la nobleza segundona encuadrada en las órdenes militares fue la que consiguió mayor partido al disponer de sus propios pastos. De los más de 46.000 agremiados (18 por ciento transhumantes y 82 por ciento estantes) se calcula que 78 ganaderos de gruesos caudales poseían el 35 por ciento del total de las cabezas trashumantes. La existencia de esta elite, representada por los Señores Ganaderos Trashumantes de Madrid, implicaba la marginalidad económica de las tierras de pastizales, como bien lo denunciaron para Extremadura los Memoriales Ajustados de 1746 y 1764. Aunque en el caso de la ganadería estante no poseemos información cuantitativa fiable, es bien conocida la importancia que tenía en las pequeñas y medianas explotaciones campesinas. El ganado proporcionaba a la empresa familiar parte del abono, servicio de tiro para la labranza y la posibilidad segura de alimento, especialmente en los años de mala cosecha. Además, en la explotación familiar la interrelación equilibrada entre el labrantío y los pastos era muy importante. Ello explica la existencia de ordenanzas municipales que regulaban el máximo de la cabaña entre 150 y 200 cabezas por vecino y que obligaban a que el ganado excedentario paciera en tierras comunales. No obstante, la convivencia entre tierras de labor y pastoreo implicó más de un conflicto. En un siglo en el que la expansión demográfica empujó a roturar más tierras, no iba a resultar inusual que se diera un enfrentamiento, a menudo explícito, entre los grandes propietarios de tierras y ganados quejosos de las nuevas roturaciones y los pequeños labradores con modestas cabañas que pedían labrar nuevas tierras. Con todo, la ganadería estuvo marcada por una doble realidad. Grosso modo, la centuria fue buena para ella al tiempo que el aumento de la demografía ocasionó nuevas roturaciones (subida de los precios y la renta agraria) y con las mismas un retroceso de los pastizales que acabó afectando a la cabaña ganadera con el paso del siglo. En el caso de la lana, no fue tanto que la demanda exterior se parase, fenómeno propio del siglo posterior, como que la subida de los precios agrícolas frente a los ganaderos hacía, en términos globales, que no fuese rentable exportar lana a cambio de importar cereales.
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Aparte de la agricultura y el comercio, la ganadería jugó un papel de primer orden en el conjunto de la economía de sumerios y acadios. En primer lugar destacó la cría de ovinos y bóvidos, de los que se aprovechaba su carne, así como otros productos subsidiarios. Cerdos y cabras debieron completar las cabañas ganaderas y ser parte importante de la dieta. Desconocidos aún el caballo y el camello, la principal labor de tracción y montura la desempeña el asno. Se conoce la existencia de una granja en la que éste debió criarse de manera selectiva. Esta granja se localizó en Puzrish-Dagan (Drehem), cerca de Nippur, y fue impulsada por el monarca neosumerio Shulgi. La dieta se complementó con los animales obtenidos mediante la pesca, tanto la fluvial como la marítima, y la caza, muy abundante, a juzgar por lo que dicen los textos.
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Las condiciones de desarrollo de la ganadería han sido diversas en el mundo islámico tradicional, según las especies. Había pocos bovinos y, por lo tanto, insuficiencia de ganado de labor y tiro, debido a la escasez de pastos naturales adecuados; otra fuerte carencia de las tierras islámicas, relacionada con la anterior, es la relativa al bosque y la madera, salvo en zonas montañosas del Taurus o del Libano, del Magreb o de al-Andalus. Por el contrario, los amplios espacios áridos eran adecuados para su uso extensivo por rebaños trashumantes o sedentarios de ovinos, en especial cabras y por especies mejor adaptadas como los dromedarios, los camellos turcos, o las diversas razas de caballos cuya mejora se cuidó con esmero. Por ultimo, se obedecía casi sin excepciones la prohibición de consumir carne y grasa de cerdo -llegó a ser un dato de orden cultural, no sólo religioso- lo que explica que no haya habido cría de estos animales.
obra
La nieve será un elemento que atraiga a los impresionistas. Monet también la representará en varias ocasiones, mostrándonos Pissarro en esta imagen un bello efecto invernal, donde el blanco se adueña de la composición, difuminando los contornos de las casas mientras que los deshojados árboles se exhiben de manera esquemática. La sensación invernal no ha podido ser mejor presentada, transmitiendo el frío de un momento determinado, siguiendo la teoría impresionista de captar las diferentes luces del día o de las estaciones, como también observamos en la maravillosa serie que realizó Pissarro en 1872. Todas estas escenas fueron tomadas directamente del natural, soportando Monet durante su viaje a Suecia temperaturas de hasta 30 grados bajo cero. Las pinceladas son rápidas y vigorosas, desapareciendo paulatinamente la forma, lo que provocará la reacción de Renoir y Cézanne.
Personaje Político
Ante la sublevación de Gonzalo Pizarro en Perú, Carlos I le envió con plenos poderes para someterla. Consiguió recabar el apoyo de importantes figuras, como Pedro de Hinojosa, el adelantado Benalcázar y Pedro de Valdivia, derrotando a Gonzalo Pizarro en Jaquijaguana (1548) y ordenando su ajusticiamiento. Pacificado el país, reorganizó la Audiencia y los cabildos, elaborando una relación secreta de nuevas encomiendas y mercedes que dejó antes de salir para España, en 1550.
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Creada ya una versión personal de la estética barroca en Galicia por los arquitectos de la generación anterior, sobre todo por Domingo de Andrade, y que se basa en una conjunción perfecta de efectos espaciales nuevos y una riquísima decoración, los arquitectos que trabajan durante la primera mitad del siglo XVIII van a centrar su interés en la consecución de nuevos y más audaces planteamientos espaciales, desafiando las leyes de la estática y de la lógica constructiva (piénsese en Simón Rodríguez) así como el dominio escenográfico logrado a través de una vibrante decoración que recorre el muro, ahora calado, y desafiando perspectivas, como hace Fernando de Casas y Novoa, cuya actividad va a cubrir la primera mitad del siglo (muere en 1749), es el eslabón de enlace con los maestros de la generación anterior ya que, si muchas de sus ideas proceden de Domingo de Andrade, con quien se cree que pudo haberse formado, también es cierto que aparece vinculado a fray Gabriel de Casas en sus primeros años, y ello puede explicar su tendencia hacia lo monumental, siempre latente en el autor de la fachada del Obradoiro. No sabemos nada sobre su origen, pero tenía una sólida formación cultural, como demuestran los libros que poseyó referidos a la arquitectura y la teoría artística, y que están citados en su inventario de bienes, publicado por María del Carmen Folgar. El arquitecto aparece trabajando a las órdenes de fray Gabriel de Casas en el claustro de la catedral de Lugo, del que es nombrado aparejador en 1708 y arquitecto al año siguiente; a él hay que atribuirle la totalidad de la obra en la que, partiendo de una tipología claustral de un solo piso, como el renacentista de la catedral de Santiago, transforma el recinto con un nuevo sentido ascensional, por la continuidad visual de las pilastras y los esbeltos jarrones, y distribuye por todo él una magnífica decoración en la que coexisten las formas naturalistas derivadas de Andrade con formas geométricas y placados de piedra. Vuelto a Santiago, Fernando de Casas es nombrado maestro de obras de la catedral en 1711, en sustitución de Domingo de Andrade, haciéndose cargo de las que éste había dejado empezadas, como la nueva sacristía, después dedicada a la Virgen del Pilar. Según se desprende de los datos documentales, la obra de la sacristía estaba ya muy avanzada a la muerte de Andrade, pues en 1706 se trabajaba en la naranja de la sacristía y, en 1709, se monta la cúpula. Fernando de Casas trabajará por consiguiente, sobre todo, en la decoración del recinto y en su transformación en capilla funeraria con el diseño del retablo y el sepulcro del arzobispo Monroy. (Esta interpretación del decurso de la obra es defendida por Ríos Miramontes y García Iglesias.) El planteamiento decorativo de Casas es insólito en el contexto del arte gallego, de gran suntuosidad por las magníficas arquitecturas ficticias hechas con materiales polícromos, mármoles y jaspes, evocando modelos italianos. Una vez transformada la sacristía en Capilla del Pilar, Fernando de Casas colocará el retablo en la pared opuesta a la entrada del recinto y que, con su disposición tripartita y su fuerte ritmo verticalizante, es un precedente inmediato de la fachada del Obradoiro, a la vez que se inspira en el Triunfo de San Fernando, reproducido en el libro de La Torre Farfán, que sabemos formaba parte de su biblioteca. La intervención de Fernando de Casas en la Capilla del Pilar, así como su condición de maestro de obras de la catedral de Santiago le pusieron en contacto con el arzobispo Monroy para quien trabajará en diferentes encargos: la fachada del Colegio de las Huérfanas de Santiago (1714), la iglesia del convento de Capuchinas de La Coruña (1715) o la iglesia del convento de Belvís en Santiago (1725). Mucho tuvo que satisfacer lo hecho por Casas al Cabildo lucense, ya que unos años más tarde le volverán a llamar para encargarle una de las obras por ellos más queridas, la nueva capilla que para la Patrona de Lugo, la Virgen de los Ojos Grandes, se había de erigir en el espacio central de la girola; en efecto, en 1725 se llama a Santiago a Casas y Novoa para que dé las trazas y dirija la obra de esta capilla, que ha de concebirse como un camarín consagrado a María, con su correspondiente retablo, de tal modo que el recinto interior y el retablo-baldaquino estuvieran perfectamente integrados. Como espacio dedicado a la Virgen, el arquitecto optó por un plan central, una cruz griega dominada por la cúpula, contrarrestada por las bóvedas de cascarón gallonadas de los cuatro brazos de la cruz; exteriormente la capilla toma forma de rotonda al estar rodeada por un muro unitario. Una idea dominante condiciona tanto la tipología como la decoración del recinto, la de aludir a María como esfera celestial, el centro del Universo que preside, desde el retablo exento, la imagen de la Virgen de los Ojos Grandes, eje simbólico de la capilla, a la que se une por medio de unas grandes volutas sobre las que se colocan angelotes, en una idea de Triunfo de María que nuevamente se inspira en el Triunfo de Fernando III el Santo, del que en esta ocasión se toma no sólo la estructura del retablo, sino también la decoración de óvalos con emblemas que aluden a las Virtudes de la Virgen en el más completo canto a María jamás representado.