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Venecia fue, durante el siglo XVIII, una de las ciudades más visitadas por los extranjeros. Quienes llegaban a la Ciudad de los Canales no dudaban en llevarse algún recuerdo. Siempre que podían recurrían alas llamadas "vedutas", imágenes turísticas de la ciudad en las que Canaletto será un auténtico especialista. Uno de sus mejores clientes escribía: "Su perfección reside en que pinta aquello que cae bajo sus ojos". Y es que Canaletto refleja la realidad de una ciudad que muchas veces no resultaba fácil descubrir.
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Ya desde 1939 los holandeses sabían que iban a ser atacados, y esto les fue confirmado a comienzos de mayo de 1940 -y los holandeses se lo hicieron saber a los belgas-. Por otro lado, ya desde septiembre de 1939 la flota mercante holandesa había sufrido pérdidas a causa de la acción alemana y se habían producido varios incidentes fronterizos. El 7 de mayo, asimismo, el Gobierno había cancelado los permisos a la tropa. La defensa de Holanda se basaba fundamentalmente en la llamada Fortaleza Holanda, la zona norte de los grandes ríos Waal y Maas (Mosa), protegida por la Línea Grebbe y por un sistema de inundaciones que existía también al este de Amsterdam. Esta era la esperanza de un ejército pequeño -9 divisiones- mal armado y mal adiestrado como el holandés, que disponía de pocos carros y pocos aviones, bajo el mando del general Winkelman. La victoria alemana se explicará más por la velocidad del ataque que por la sorpresa, que no existió. Los belgas poseían unas fuerzas armadas más discretas: 100.000 soldados, que con la movilización ascendían a medio millón, 22 divisiones (en realidad sólo 12 en la práctica), unos 300 aviones y bastantes carros (la mayoría del tipo carro ligero Vickers T 15, de origen británico, de 3,8 Tm y armados con una ametralladora pesada de 13,20 mm), todo ello bajo el mando del jefe del Estado Mayor, general Michiels. Los belgas se apoyaban en las fortificaciones de Eben Emael, Lieja, Malmédy, etc., disponían de un sistema -menor- de inundaciones, y su defensa se basaba en la línea fortificada que seguía el curso del Canal Alberto, llegaba a Lieja y luego seguía hacia el Mosa. Luxemburgo tenía un ejército mínimo, totalmente inútil ante la avalancha de von Rundstedt. Entre todos estos ejércitos de diferentes países, que en conjunto forman una fuerza nada despreciable, se dará escasa coordinación, sobre todo al principio. Luego será ya tarde.
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La confrontación con Siria y con Egipto, que se federarían en 1958, el creciente nacionalismo baasista, anti-israelí y antibritánico y el nasserismo e izquierdismo en el ejército, hicieron inmanejable la situación. El 14 de julio de 1958, se pronunció el general Abdul Karim Kassem, proclamó la república y ejecutó al rey y a sus principales ministros. Tan desastrosa había sido la gestión monárquica que el nuevo régimen fue acogido con entusiasmo y más cuando comenzó una serie de gestos populares y nacionalistas: la reforma agraria y el embridamiento de la Irak Petroleum Company, tanto con el incremento de la participación estatal en los beneficios como en la dirección de la empresa. Eso determinó la primera confrontación con las potencias occidentales, cuya alarma creció cuando Kassem denunció el Pacto de Bagdad y se acercó a la URSS. La ruina de la revolución de Kassem comenzó cuando se las arregló para enemistarse con todos. Primero, con el panarabismo de Nasser, contrario por entonces a la sustitución de la influencia británica por la soviética; segundo, con los kurdos, a los que negó toda autonomía; tercero, con Irán, por las delimitaciones fronterizas en Chatt el-Arab, lo que propició el apoyo iraní a los guerrilleros kurdos del caudillo Barzani; cuarto, con los emiratos árabes, por sus pretensiones sobre Kuwait, aludiendo a la vinculación que el emirato había tenido con tierras iraquíes en época otomana... la amenaza sobre Kuwait determinó la reacción británica. Acosado por todos, Kassem fue derribado y muerto por otra asonada militar, con apoyo civil del nacionalismo baasista. El golpista de turno era el coronel Abdul Salam Aref, que había estado inicialmente con Kassem como vicepresidente y que había sido marginado por su nacionalismo baasista. El Baas (Partido Socialista de la Resurrección Árabe) había sido fundado en 1953 por Michel Aflaq, y su propósito era unir en una sola nación árabe a todos los países del Próximo Oriente. El Baas logró cierta implantación en Jordania y Libia y, sobre todo, en Siria e Irak. Su asociación con la dictadura de Aref, unido al triunfo en Siria de otro golpe de orientación nacionalista pareció, por un momento, que convertiría en realidad la utopía baasista. El sueño duró poco. Nasser se oponía, por estimar que la ideología baasista era contraria a los intereses pan-árabes; pero en el fracaso tuvieron mayor importancia las tensiones internas del partido: el ala moderada, próxima al poder, pretendía una socialización progresiva y un acercamiento a Nasser; el ala radical proponía una socialización inmediata, una laicización total de la vida pública y la confrontación con Nasser. La violencia desatada en la calle marginó al Baas del poder; la aproximación a Siria fracasó y Damasco volvió a aproximarse al Egipto nasserista... Abdul Salam Aref murió (1966) en un accidente de helicóptero y le sucedió su hermano, el general Abdul Rahman Aref. Su política trató de ser conciliadora con los kurdos, pero dos cuestiones se atravesarían definitivamente en su camino: el conflicto con la Irak Petroleum Company, a causa del cierre del oleoducto de Siria, y su ausencia en la guerra árabe-israelí de 1967, que suscitó los reproches del Baas y de todo el mundo árabe.
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Entre 1843 y 1854 prosiguió la inestabilidad política del periodo anterior debida a los reiterados pronunciamientos que jalonaron el proceso histórico de la España de aquellos años. Entre enero y marzo de 1844, en Alicante, Valencia y Cartagena; en 1846, en Lugo; en 1848, alzamiento civil en Madrid y el último de ellos, convertido en una revolución (1854) que terminó con la década. Sin embargo, los aspectos comunes que caracterizan el período son la mejora económica en todos los órdenes y las reformas que tendían a la integración del conjunto de zonas españolas que pasaba por la igualdad de las leyes y la centralización. En primer lugar, la tendencia a la constitución de un sistema jurídico unitario. La Comisión General de Codificación, que comenzó a trabajar en 1843, publicó un código de derecho penal (1848) y presentó un proyecto de derecho civil (1851). También se notará esta tendencia en las leyes de administración provincial y local de 1845 y la concentración de la autoridad en el gobernador civil. Igualmente, se simplificó el sistema tributario y se anularon las particularidades regionales (Alejandro Mon, 1845), se creó el Banco Español de San Fernando en 1847 y se puso en marcha el plan de estudios de Antonio Gil y Zárate de 1845 que, posteriormente, recogerá la Ley Moyano de 1857. La creación en 1844 de la Guardia Civil protegió en toda la nación este orden jurídico y administrativo. En julio de 1843 vuelve a la presidencia López y se abren una serie de gabinetes de transición entre el progresismo y el moderantismo. Como solución a la regencia vacante se adopta adelantar la mayoría de edad de Isabel II, que contaba con trece años. El día 10 de noviembre prestaba juramento como reina constitucional, con el que se iniciaba el reinado efectivo. Quizá el hecho más significativo de este período de transición es la caída de Salustiano de Olózaga -que pensaba llevar a cabo un programa progresista- acusado por los moderados de forzar a la reina-niña para firmar un decreto de disolución de las Cortes que neutralizase el triunfo electoral moderado (Nov. 1843). Le seguirá el gobierno de transición de González Bravo. El 3 de mayo de 1844 se abre la década moderada. Se hace cargo del poder Narváez, que dominó la política en la mayor parte de la década. Personaje contradictorio, con un carácter desigual y muy impresionable, según le califica Miraflores en sus Memorias. Era enérgico y arbitrario, con pocos escrúpulos para sujetarse a las leyes y con mucho sentido de la autoridad, gozaba de talento para acometer las situaciones. Fluctuaba entre tendencias porque carecía de pensamiento político, aunque con los años se hizo más liberal. En el terreno de la constitución se daban tres tendencias. La primera, los puritanos dirigidos por Pacheco, que pretendían seguir con la de 1837, una segunda (la derechista, acaudillada por el Marqués de Viluma) intentaba volver al Estatuto Real de 1834. La tercera, la central liderada por Narváez, triunfó al reformar la Constitución de 1837, que será prácticamente una nueva. La Constitución de 1845, más moderada que la de 1837, se adaptará a una concepción llamada liberalismo doctrinario (basado en el concierto de dos voluntades Las Cortes y La Monarquía o en otras palabras: la soberanía reside en las Cortes con el rey, frente a la Soberanía Nacional de 1837). Se proclama en ella la catolicidad de España y la unidad religiosa. La capacidad para ser senador, directamente por nombramiento regio, se verá reducida a la aristocracia. Se restringe el sufragio para elección de los diputados y aumenta el nivel de renta para electores y elegibles. Desaparece la preeminencia del Congreso sobre el Senado en legislación financiera y la convocatoria estará, sin limitación, reservada al monarca. La revolución de 1848 influirá en España con las jornadas de marzo y mayo, en Sevilla y Madrid, que tendrán escasa repercusión. Más relevancia tendrá la posición que adopten los gobernantes ante ella, al orientar la política hacia la derecha mediante una dictadura legal de Narváez durante nueve meses y, más tarde en 1852, la reforma constitucional antiparlamentaria de Bravo Murillo. Por otra parte, los gobiernos conservadores de Europa Central -Austria, Prusia- reconocen el régimen español. Pasado el momento de la revolución de 1848, en el que todos cerraron filas, otra vez surgen los problemas internos entre los moderados. Desde enero de 1851 a diciembre de 1852, es decir, dos años, ocupó el poder el gabinete Bravo Murillo, quien antes había ocupado el Ministerio de Hacienda y había sido defenestrado por sus propios colegas, en parte por oponerse a la corrupción. Bravo Murillo, abogado, con un acreditado bufete y sólida formación humanística, actuaba siempre según unos principios claros y sencillos, "es un hombre de leyes que opone la ley a la arbitrariedad". Para Bravo Murillo, el pragmatismo antepone la práctica a la teoría abstracta, el orden es la mejor garantía de la libertad y el exceso de libertad es el mejor aliado del despotismo. En las Cortes, Bravo Murillo contaba con la oposición de los moderados de Narváez, encabezados allí y entonces por Sartorius, que entorpecieron la labor de gobierno. Bravo Murillo no se oponía por sistema al Parlamento, pero sí a la práctica corriente en España. En 1851 disolvió las Cortes por tres veces, la última, afirmó, según nos cuenta Santillán en sus Memorias, "para que ustedes descansen y a nosotros nos dejen gobernar". La preocupación más urgente de Bravo Murillo fue el intento por arreglar la deuda, estableciendo el crédito público. Otros logros importantes fueron la ley de Contabilidad del Estado, la publicación de las Cuentas Generales del Estado y los ajustes presupuestarios que consiguieron enjugar el déficit. El Real Decreto sobre funcionarios (18-VI-1852) fue un empeño básico de Bravo Murillo, porque consideraba esencial articular las bases de una burocracia moderna y eficiente al servicio del Estado. En materia de obras públicas, se puso en marcha una política activa. El vallisoletano Mariano Miguel de Reinoso, ministro de Fomento, presentó en octubre de 1851 el plan de ferrocarriles para corregir el desorden de las concesiones efectuadas hasta entonces. Hecho a destacar, por las consecuencias indirectas que tendrá, es la pretendida reforma constitucional intentada por Bravo Murillo en 1852. Alentada, probablemente, por el régimen autoritario de Napoleón III en Francia, que, como casi toda Europa (después de las revoluciones de 1848-49), vivía entonces una reacción autoritaria. La Constitución de 1852 conservaba el nombre pero tenía la menor cantidad posible de liberalismo, pues era un evidente retroceso que reforzaba al máximo el poder de la Corona, cercenando el de las Cortes y limitando los derechos y garantías individuales en su deseo de reforzar la autoridad. La Gaceta de Madrid publicó el proyecto el 2-XII-1852 y prohibió que fuese discutido por la prensa. Los enemigos de Bravo Murillo se abalanzaron contra él: La Reina Madre, los narvaístas, el propio Narváez, los puritanos, los Generales Concha y O'Donnell. Todos ellos firmaron un manifiesto contra el proyecto; los progresistas (como Mendizábal y Olózaga) redactaron otro escrito. Era un ataque en toda la línea. Isabel II, impresionada por este despliegue y por la influencia de su madre, forzó a Bravo Murillo a presentar la dimisión. Desde la caída de Bravo Murillo hasta la revolución de 1854 habrá tres gabinetes presididos sucesivamente por el Conde de Alcoy, Francisco de Lersundi y Luis Sartorius (Conde de San Luis). Durante el proceso revolucionario, el de Fernando Fernández de Córdoba no llegó a nombrar gabinete y el del Duque de Rivas duró sólo dos días. Queda claro en este período la desintegración progresiva de los moderados, que generan gobiernos breves, de segunda fila, que se conformaban con intentar mantener la situación. El enfrentamiento surgió en el Senado por las denuncias de corrupción con motivo de la Ley de Ferrocarriles. En diciembre, el gobierno es derrotado en la Cámara Alta. Sartorius responde disolviendo las Cortes. Desde entonces, aumentan las arbitrariedades, destituye magistrados, remueve empleos militares. La oposición se radicaliza y busca el recurso a la fuerza.
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El florecimiento alcanzado por Atenas en el siglo XII se verá bruscamente frenado en la centuria siguiente, iniciándose un periodo de larga decadencia. En el contexto de la Cuarta Cruzada, la ciudad será destruida por León de Nauplia, antes de convertirse en un feudo franco en el seno del Imperio Latino de Constaninopla. Los franceses se mantuvieron en la región de Atenas, convertida en ducado, hasta 1311, a pesar de que el Imperio Latino fue derrocado por Miguel Paleólogo cincuenta años antes. El duque de Atenas llamará a los almogávares aragoneses para proteger sus posesiones, pero en 1311 ocuparon el ducado y entraron en Atenas al grito de "Aragón, Aragón". La corona aragonesa controló el ducado hasta 1387, fecha en la que el territorio se convirtió en dominio independiente en manos del señor de Corinto, el florentino Nerio I, miembro de la familia Acciajuoli. El 24 de mayo de 1453 las tropas turcas de Mohamed II conquistaban Constantinopla, capital del Imperio Bizantino. Atenas aguantó aún tres años más y en 1456 el último duque entregaba la ciudad a los turcos. Desde ese momento, la decadencia ateniense alcanzará su momento culminante con la conversión del Partenón primero en mezquita y después en polvorín. El 26 de septiembre de 1687 el general veneciano Francesco Morosini -conquistador del Peloponeso y sitiador de la Acrópolis- no dudó en bombardear el antiguo templo de la diosa Atenea. La violenta explosión provocó casi la destrucción del edificio. Los turcos abandonaron la ciudad y se inició la llamada "Primavera Europea" que apenas duró dos meses, volviendo la región del Ática a depender del Imperio Otomano. La decadencia urbana en estos últimos años de la Edad Media tiene como resultado una drástica reducción de la población, que vivía confinada en el espacio limitado por la muralla romana, concentrándose en las laderas de la Acrópolis. El Ágora se había convertido en un prado donde pastaban las ovejas. La población total de la ciudad no alcanzaría los 10.000 habitantes. El dominio turco de la Hélade provocó una inmensa ola migratoria que llevó a buena parte de su población a Venecia y a Creta, territorio también veneciano, por lo que la cultura italiana y la griega tuvieron un momento de intenso contacto. En Venecia el Campo dei Greci era el lugar elegido por la mayoría de los griegos en su exilio, manteniendo incluso una iglesia bajo el rito ortodoxo, San Giorgio. Durante los cuatro siglos que duró el dominio turco, los dirigentes territoriales fueron excluidos de los órganos de poder y Grecia fue dividida en seis provincias, obligadas al pago de un fuerte tributo. La paz de Passarowitz (1718) consagraría la integración del territorio helénico en el Imperio Otomano, por lo que los deseos independentistas se mantuvieron vivos a lo largo de todo el tiempo de la dominación. En el siglo XVIII se producen las primeras renuncias territoriales del Imperio Otomano, lo que despierta en los griegos las esperanzas de recuperar su ansiada independencia. Los emisarios de Catalina II de Rusia incitaron a la rebelión de las poblaciones balcánicas y el conde Orloff realizó una expedición que acabó en fracaso. En el siglo XIX surgieron numerosas sociedades secretas cuyo objetivo era alcanzar la independencia. La más importante se fundó en Odessa en el año 1814. De nombre "Philiki Eteria", estaba financiada por los comerciantes que vivían en el exilio, participando activamente en la expansión de las ideas revolucionarias y reuniendo los fondos necesarios para la formación de un ejército de liberación. El filohelenismo manifestado por numerosos intelectuales europeos también sirvió de acicate para los rebeldes e incluso influyó en el cambio de opinión de los gobiernos europeos, que en un primer momento eran hostiles al levantamiento. Muchos filohelenos se alistaron junto a los insurrectos en los comités de apoyo a la guerra creados. La Guerra de la Independencia estalló en 1821, iniciándose la ofensiva primero desde los países del norte y después desde el Peloponeso. Las tropas estaban compuestas por soldados irregulares armatolos y kleftas, progresando en un primer momento de manera muy rápida. En los territorios reconquistados se constituían gobiernos locales. La respuesta del sultán turco ante la guerra en Grecia fue contundente. Envió a sus 10.000 mejores hombres contra la isla de Quíos, organizando una auténtica masacre: más de 20.000 personas fallecieron y las mujeres y los niños que sobrevivieron a la matanza fueron convertidos en esclavos. La opinión pública internacional se conmovió ante tan trágico suceso y los independentistas recibieron nuevos apoyos. Lord Byron desembarcó en 1823 en Missolonghi. Sin embargo, las divergencias entre los patriotas llevaron durante dos años a conflictos internos que paralizaron la liberación definitiva. Además, desde 1826 el sultán contraatacó y recuperó Missolonghi y la Acrópolis ateniense. El apoyo europeo será crucial para la independencia griega ya que las flotas rusa, inglesa y francesa derrotarán a los turcoegipcios en Navarino, el 27 de octubre de 1827. La II Asamblea nacional nombraba a Giovanni Capo d'Istria primer gobernador de Grecia y en 1829 por el tratado de Adrianópolis se reconocía la autonomía de Grecia, confirmada al año siguiente con la firma del Protocolo de Londres. La Asamblea había promulgado una Constitución en 1827 pero Capo d'Istria se negó a aplicarla, lo que provocó intensas tensiones que llevaron a su asesinato, el 9 de octubre de 1831. Grecia quedaba sumida en el caos y los aliados imponían un monarca.
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Las causas de la decadencia de Monte Albán son desconocidas. Es muy posible que comenzara de manera paralela a la ocurrida en Teotihuacan; por otra parte, durante el Clásico Tardío existían en la cuenca central otros sitios importantes como Cuilapan, Zaachila, Mitla o Lambityeco que estaban preparados para tomar el relevo de poder que había centralizado durante tantos años Monte Albán. Además, los estados mixtecos venían ejerciendo fuertes presiones sobre las poblaciones del valle de Oaxaca. Todas estas causas pudieron confluir en su decadencia, pero también es cierto que Monte Albán fue fundada como la capital de una confederación de jefaturas y en su mismo origen pudo llevar el germen de su destrucción; en el sentido de que esos mismos poderes locales y territoriales pudieron colaborar en su colapso.
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A partir del 830 d.C. comienza un periodo de desintegración de los viejos patrones que habían alcanzado su punto culminante hacia el 650 d.C., iniciándose un proceso de deterioro mediante el cual todos los centros del sur decaen antes del 900 d.C.; justo cuando la civilización clásica estaba en su máximo apogeo. Las causas de tal decadencia son complejas y no están definidas del todo; un hecho claro es que en un corto espacio temporal la cultura de la elite desapareció, abandonándose los edificios públicos y cesando la manufactura de productos de lujo y la erección de estelas con escritura jeroglífica. Al mismo tiempo, se produjo una dramática despoblación del sur de las tierras bajas. Este fenómeno no ocurrió en el norte sino hasta 150 años más tarde. El exceso de población, el agotamiento de las tierras fértiles, la malnutrición, la competición militar por los territorios para ampliar la producción en un sistema que tendía hacia el desequilibrio ecológico, la quiebra de las relaciones comerciales y la mayor distancia social entre una élite cada vez más numerosa y falta de soluciones y una clase campesina cada vez más explotada, y presiones de sociedades del exterior con nuevas ideas acerca de la explotación de las riquezas y de la guerra, se combinaron en este desastre de la civilización clásica del sur de las tierras bajas mayas.