<p>Buena parte de los expertos consideran que las escenas de género pintadas por los artistas del Barroco holandés guardan una clara intención moralizante, recurriendo a la pintura como un vehículo para mostrar los defectos de la sociedad. En esta línea se encuadraría la obra que contemplamos, en la que una dama elegantemente vestida, duerme apoyando su cabeza sobre su mano derecha y ésta en la mesa, cubierta con un rico mantel, mientras un pesado tapiz oriental cubre la zona de primer plano. En la mesa encontramos una jarra de vino, un frutero y una copa de cristal en la que aún se aprecian restos del caldo que la dama ha consumido. En el fondo observamos una puerta abierta que nos permite ver la estancia contigua, creando así un interesante efecto de profundidad. Sin embargo, la mujer está sola, recibiendo la potente luz procedente de la derecha, luz que provoca un sensacional efecto atmosférico. El gesto de la mujer ha sido interpretado como una alusión a la acedía, la negligencia, considerado desde la Edad Media como uno de los peores vicios, incluso un pecado mortal. A la acedía se llegaba a menudo como consecuencia de la embriaguez, razón por la que aparece el jarro y la copa de vino. Pero algunos elementos de la composición hacen pensar a los expertos que nos hallamos ante un asunto amoroso fuera del matrimonio, basándose en el cuadro que aparece sobre la cabeza de la dama. A pesar de la dificultad en reconocerlo, se piensa que se trataría de un angelito o un Cupido con una máscara, citado por el propio Vermeer. A este cuadro debemos añadir el huevo envuelto en el paño, simbolizando que debemos evitar el desenfreno de la libido y la bandeja de frutas como símbolo de las frutas del mal. Si a estos elementos añadimos un refrán popular que indicaba "Si una mujer bebe vino en casa, ha de ser castigada como una adúltera", posiblemente estemos ante una alusión directa a la embriaguez de la mujer que puede desembocar en el adulterio. La composición está estructurada de manera acertada, al situar los diferentes elementos paralelamente al espectador. El empleo de un potente foco de luz y el contraste entre zonas de sombra y zonas iluminadas recuerda a Caravaggio, uno de los artistas más admirados en el Barroco Holandés, como podemos apreciar entre los caravaggistas de Utrecht, Pieter Lastman o el propio Rembrandt. A la hora de aplicar el color, Vermeer utiliza la característica técnica "pointillé" con la que reparte los chispeantes puntos de luz por toda la superficie del lienzo.</p>
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Los colores exóticos afloran en este lienzo de Degas; amarillos, malvas, rosas y naranjas ocupan la mayor parte del espacio - ante las tonalidades marrones de El baño o Conversación familiar -. La joven desnuda se sitúa en un pronunciado escorzo para recibir el agua que se dispone a echarle por encima la mujer de mayor edad, vestida como las clases populares. La bañera sirve de apoyo a ambas figuras, iluminadas por un fuerte foco de luz procedente de la izquierda que resbala por la espalda de la muchacha. Aun existiendo líneas y volúmenes, el color se va convirtiendo en protagonista de las composiciones, aplicado de manera rápida y sin dirección concreta, contaminado Degas por la marcha que había tomado el Impresionismo, especialmente Monet.
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La modelo que aparece en Joven campesina con sombrero de paja ha sido utilizada de nuevo por Van Gogh, en esta ocasión con un vestido más elegante, colocándola en pie. La joven se ubica ante un trigal donde las espigas han sido obtenidas a base de pinceladas blancas y las amapolas con toques de rojo. La silueta de la muchacha está más acentuada, contrastando con el abocetamiento del fondo, empleando una línea negra utilizada también por Gauguin y Bernard. El rostro de la muchacha transmite cierta tristeza, quedando en una zona ensombrecida por efecto del sombrero amarillo que porta. En cierta manera, parece que el estilo de Vincent se encamina al simbolismo vistos algunos cuadros de esta última etapa.
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Degas nos muestra el momento en el que una joven se enjabona con su esponja con absoluta naturalidad, sin ningún tipo de pudor, convirtiéndose en uno de los pocos pintores especializados en estos momentos íntimos de la mujer. Normalmente, ilumina las estancias - como en este caso - con una fuerte luz que penetra por la ventana, cubierta con un transparente visillo. El exquisito dibujo contrasta con la rapidez con la que ha sido aplicado el pastel, empleando vivas tonalidades que inundan de alegría el conjunto.
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La entrada de una joven en la bañera puede ser en el Impresionismo un tema pictórico, algo hasta ahora impensable. De esta forma se abre el abanico temático, creándose una pintura más intimista entre cuyos representantes encontramos a Degas, Berthe Morisot o Mary Cassatt. La muchacha está vista de espaldas, iluminada por un rayo de sol que deja en penumbra su parte delantera. Sorprende la rapidez de la pincelada con la seguridad del trazo de la figura.
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La elección entre el camino de la Virtud y el Vicio será uno de los temas más representados por los artistas hasta el siglo XX -Romero de Torres, por ejemplo-. Veronés emplea a dos figuras femeninas muy explícitas; a la izquierda, una típica cortesana veneciana, con ricos ropajes y amplio escote, sentada junto al lecho decorado con un bello cortinaje de brocados, sería la clara representación del Vicio. En la derecha, cubierta con gruesos paños que impiden ver sus tobillos, símbolo de decencia en el Renacimiento, se encuentra la representación de la Virtud. Viste de rojo, a la moda veneciana que tanto gustaba representar al maestro en sus lienzos. Su elección es acertada ya que sigue a la Virtud, quien mira al Vicio con gesto de victoria. Al fondo observamos unas construcciones clásicas, otra de las aficiones del pintor. El empleo de la luz y el color demuestran que Veronés es un miembro de la Escuela veneciana, junto a Tiziano y Tintoretto. Su maestría a la hora de iluminar lo que le interesa hace de su obra una de las más atractivas del Cinquecento.
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Por desgracia no todos los retratos de Tiziano están identificados, conservándose algunos de ellos anónimos como este soberbio lienzo identificado como Joven inglés debido a la elegancia de su pose. Se trata de un retrato de medio cuerpo, en el que la figura se recorta ante un fondo neutro, recibiendo un potente foco de luz procedente de la izquierda que resalta el rostro y las manos. Los puños, el cuello y la cadena de gruesos eslabones son los únicos elementos de la indumentaria que se aprecian, convirtiéndose en secundarios ante la fuerza de la expresión del personaje. Su gesto y sus inteligentes ojos azules captan toda nuestra atención, demostrando la capacidad del artista para representar en sus retratos la psicología de su modelo. Incluso la pose, colocándose la mano izquierda tras el cuerpo y sujetando con fuerza los guantes con la derecha, refuerzan la expresividad del protagonista. Sin duda, Tiziano revolucionó la manera de realizar retratos, siguiendo la estela iniciada por Giorgione y superándola.