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La puerta norte de la iglesia de San Miguel, protegida por un pórtico tardío, es sin duda una de las obras más interesantes de la escultura románica de Navarra. Posee un tímpano de medio punto rodeado por cinco arquivoltas que apean en capiteles y, a ambos lados de la puerta, hay adosados grandes relieves esculpidos en la zona baja de la fachada, mientras que en la parte alta hay otro grupo de esculturas integradas por unas pseudoestatuas-columna y unas pequeñas figurillas, algunas de las cuales se sitúan bajo arcos de medio punto. La iconografía de esta portada posee varios ciclos diferentes que se integran con dificultad en un programa único. En el tímpano se realizó una imagen de Cristo en Majestad rodeado por el Tetramorfos y dos figuras laterales que han sido identificadas con san Juan y la Virgen y que, desde el punto de vista compositivo, siguen el modelo tradicional en el Norte peninsular durante el último cuarto del siglo XII. Como elementos llamativos pueden citarse la mandorla cuadrilobulada que rodea la figura de Cristo y el Crismón Trinitario que éste tiene en la mano, en lugar del Libro de la Revelación. En las arquivoltas hay distintos temas: la primera o interna presenta figuras angélicas; la segunda, parejas de Ancianos del Apocalipsis con sus atributos típicos; la tercera posee figuras aisladas de profetas; en la cuarta hay escenas de la Vida Pública de Cristo en las que, según J. Martínez de Aguirre, se pone el acento en su carácter divino; en la quinta se realizaron escenas de vidas y martirios de santos, y en la moldura externa con la que acaban las arquivoltas, se tallaron diversos temas negativos, como el castigo de la lujuria, etc. En los capiteles hay un ciclo de Infancia de Cristo, que va de la Anunciación a la Huida a Egipto, junto a dos de tema de caza cuyo significado parece ser decorativo.
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Aunque la segunda mitad del siglo XVII fue una etapa para dar fin a lo iniciado o para embellecer lo acabado más que para emprender obras de nueva planta, se siguieron erigiendo edificios, algunos muy suntuosos. Dentro de esta tónica, en la que el estereotipo marcó la arquitectura de Flandes, hubo sus excepciones. Como la fastuosa y turgente iglesia jesuita de Sint-Michiel de Lovaina (1650-66), proyectada por el padre Willem Van Hees, culto poeta latino metido a arquitecto, que por el peligro de derrumbe la acabaría con ayuda de Faydherbe, un arquitecto profesional. Esta obra maestra del barroco de Flandes, está caracterizada por el empleo sistemático de una decoración manierista que reviste en clave suntuosa y exuberante una estructura derivada de los modelos romanos, como Santa Susanna, de Maderno. La lección italiana, trasladada y matizada por el plástico colorismo de Rubens había calado hondo. Su acusado verticalismo fue marcado por la estructura gótica del templo y por la nostalgia hacia los típicos hastiales que coronan las casas y están enraizados en la tradición flamenca.
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La iglesia de San Miguel de Munich (1583-1597) se va a convertir en prototipo para otras iglesias jesuíticas ya del seiscientos, como las de Dilligen y Obermachtal. Lo mismo que en la arquitectura religiosa holandesa, pero aquí en la católica Baviera, frente al irracionalismo decorativo imperante, Müller y Sustris, arquitectos de San Miguel, reaccionan traduciendo en puros estilemas clasicistas una típica estructura gótica de la Alemania meridional -la Wandpfeiferkirchen o iglesias de pilar mural-, de lo que resulta un amplio espacio unitario, muy apto para la predicación, arma de batalla de la Compañía. En la fachada encontramos combinadas reminiscencias a la iglesia romana del Gesù, obra de Giacomo della Porta con el tradicional remate angular del hastial, traduciendo de manera acertada los niveles del interior. Las dos puertas permiten el acceso a una nave única delimitada por los vanos superiores. Las zonas laterales de las hornacinas y los óculos ovalados indican el espacio de las capillas laterales.
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Iglesia de los jesuitas de esta ciudad bávara, favorablemente acogidos aquí en 1559. A pesar de las peculiares bóvedas -suerte de interpretación en clave clasicista de crucerías góticas- la estructuración a base de gruesos pilares de frentes articulados por pilastras pareadas, nos está hablando, por un lado, de las directrices emanadas de Roma, como fue práctica habitual en la construcción de edificios de la Compañía y, por otro lado, es también la plasmación clasicista de tipologías góticas de iglesias del sur de Alemania. Sus arquitectos fueron Wolfgang Müller y Friedrich Sustris.