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Las columnas sobre las que apoyan las naves de San Miguel de la Escalada proceden de acarreo de edificios romanos y visigodos; entre ellas, son numerosos los capiteles de labra semejante a la serie leonesa bizantina, pero con hojas lisas y caulículos estriados. Hay, además, una serie de pretiles de cancel, con decoraciones de roleos vegetales en bandas verticales, alternadas con paños de meandros cruzados que contienen tallos de palmeras, veneras, racimos y aves picando frutos, del mismo repertorio conocido en las iglesias visigodas de San Pedro de la Nave y Santa María de Quintanilla de las Viñas.
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El edificio basilical, levantado sobre las ruinas de una construcción de época visigoda, sufrió diversas ampliaciones, tal como reflejan los paramentos, especialmente en la nave central. El pórtico añadido en el lado meridional constaba en principio de seis arcos, que después fueron aumentados hasta doce, todos ellos recuadrados por un alfiz corrido, como es habitual en los vanos de los edificios del momento. Las tres naves del templo se separan por medio de columnas, cuyos capiteles, en su mayoría, son piezas reaprovechadas, sobre los que voltean arcos de herradura. La diafanidad del espacio interior se ve interrumpida por el iconostasio y los canceles que aíslan la cabecera tripartita del cuerpo de la iglesia, a la altura del presbiterio. La iluminación de la nave central viene determinada por una galería de ventanas abiertas en el cuerpo alto de la misma, que, al igual que las laterales, se cubre con armadura de madera.