En Arequipa se desarrolló, desde finales del siglo XVII y durante la centuria siguiente, uno de los capítulos más significativos de lo que se ha denominado arquitectura mestiza, fruto de una simbiosis entre unos modelos de carácter occidental y una forma de representarlos, de aplicar la decoración y de ejecutarla específicamente americanos. En la configuración de este fenómeno, la Iglesia de la Compañía es un edificio precoz en el que se aprecia esta modalidad de talla de la piedra, pero manteniendo todavía un concepto occidental en la composición de la fachada.
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La parroquia de San Salvador y Santo Domingo de Silos es popularmente conocida como iglesia de la Compañía, por ser vieja sede de los jesuitas de Córdoba. Se trata de uno de los ejemplares más llamativos del manierismo andalusí.
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La linterna de la iglesia de la Compañía es una de las obras más estilizadas de su época. Se articula a través de pilastras pareadas que se rematan por una cúpula gallonada. Sobre arcos torales de medio punto descansa la cúpula, arcos que se apoyan en grandes pilastras con columnas toscanas adosadas. Las figuras de los cuatro Evangelistas se sitúan en las pechinas.
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Por su situación en la plaza de Armas de la ciudad de Cuzco es el mejor ejemplo del poder que alcanzó la Orden. La iglesia fue construida en el lugar de una primera, después del terremoto de 1650, según unos por el jesuita flamenco Gilles (Egidiano) y según otros por Diego Martínez de Oviedo. Los desnudos muros del primer cuerpo de las torres le dan apariencia de fortaleza, a modo de plataforma para los dos templos que parecen dibujarse en el segundo cuerpo. Flanquean una fachada retablo y se rematan con pequeñas cúpulas y templetes en los ángulos.
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En las obras de la casa jesuita intervino, en el siglo XVII, el hermano de la orden Marcos Guerra, que llevó la influencia de la arquitectura italiana a Quito, pero la fachada que vemos no se realizó hasta el siglo XVIII, iniciándola el alemán L. Deubler y acabándola el italiano V. Gandofi, miembros también de la orden jesuita y ejemplo del carácter internacional de los modelos para los edificios de la Compañía en Indias. La progresión de los volúmenes de la fachada hacia el eje central culmina en las columnas salomónicas que enmarcan la puerta y marcan el camino del fiel hacia el altar.
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La parroquia de San Salvador y Santo Domingo de Silos es popularmente conocida como iglesia de la Compañía, por ser vieja sede de los jesuitas de Córdoba. Se trata de uno de los ejemplares más llamativos del manierismo andalusí; se comenzó en 1555 y se acabó en 1567, atribuyéndose a Bartolomé de Bustamante su construcción, si bien hay estudios que se inclinan por Hernán Ruiz II. La iglesia, de grandes dimensiones, muestra la característica seriedad y sobriedad jesuita, con planta de cruz latina y cúpula y linterna de estilo renacentista. La nave está dividida en tres tramos cubiertos por bóvedas baídas y la sacristía conserva muebles del siglo XVIII. Destaca la figura del Santo Sepulcro, que pertenece a las imágenes manieristas de Córdoba, y sus retablos dedicados a San Francisco Javier y a San Ignacio. Entre las piezas de orfebrería, destaca la custodia de plata sobredorada, obra de Juan Polaino. Posee una magnífica escalera barroca construida en mármol de distintas procedencias y diverso colorido. El colegio, en el que Luis de Góngora estudió hasta los 14 años, permaneció abierto hasta 1767, año de expulsión de los jesuitas de España, y fue uno de los más importantes de toda Andalucía. En la actualidad, sigue impartiéndose enseñanza en él.
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La iglesia de la Concepción fue construida en el siglo XVI y, actualmente, es considerada Monumento Nacional. La fachada de la iglesia es de estilo renacentista, trabajada en ladrillo visto y ajustándose su diseño a un gran arco de medio punto entre pilastras. En la parte superior se sitúa una hornacina flanqueada por escudos que contiene la escultura de la Inmaculada portando rosas en sus manos, simbolizando tal vez la rosa Mística de la Letanía lauterana. Sobre toda la fachada se puede ver un pesado tejado con casetones ricamente tallados en madera. La espadaña se caracteriza por su simplicidad, elevada con pilastras salomónicas, correspondiente al siglo XVIII. El interior de la iglesia destaca por sus ricos artesonados de lacería mudéjar, principalmente el octogonal que cubre el presbiterio del siglo XVI. El retablo mayor es barroco, con grandes columnas salomónicas y, en el camarín que preside el conjunto, encontramos la joya del hospitalito; se trata de la imagen de la Inmaculada, de Escuela Andaluza del siglo XVI. Por último, el opulento púlpito barroco está labrado en mármoles, obra del siglo XVIII.