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La Moraña, en el norte de Avila, es una de las comarcas de mayor densidad monumental mudéjar en toda Castilla y León; al despoblado de Gómez Román, en las proximidades de Arévalo, corresponde la iglesia monástica de La Lugareja, interrumpida tras la construcción del triple ábside de la cabecera y un crucero impropio, cuyo tramo central se aboveda con cúpula sobre pechinas, trasdosada, exteriormente en forma prismática. Relacionada en estructuras y ornamentación con el mudéjar zamorano de Toro, sobresalen sus series de arcos de medio punto doblados, frisos de esquinillas y bandas a sardinel.
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Junto al edificio de la Bolsa de Brongniart es La Madelaine la arquitectura más representativa del clasicismo neorromano del París napoleónico. Sólo que la historia de este templo es mucho más compleja. Los primeros proyectos de d'Ivry se remontan a 1761. El proyecto de P. Vignon, discípulo de Ledoux, de 1806, que sólo aprovecha los cimientos de d'Ivry, será el que defina su exterior. Pero Huvé, sucesor de Vignon en la dirección de las obras desde 1829, dotará al interior de la iglesia de un aspecto nuevo, con una estructura inspirada en las termas romanas, un seco estilo ornamentado alejado de las tipicidades del período napoleónico, y una carga de solemnidad ortodoxa que se hará característica de la arquitectura francesa de la Restauración.
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Esta iglesia emblemática del gusto neorromano del nuevo París fue comenzada en 1764 con planos de G. H. Couture, pero después del nuevo concurso de 1806 se optó por el proyecto de Pierre Vignon.
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El París de Napoleón tiene algunos signos distintivos, que afectan fundamentalmente a los contenidos. La inflexión laica de la arquitectura de este período se observa característicamente en las mudanzas del planeamiento de la Madeleine. Esta iglesia, emblemática del gusto neorromano del nuevo París, fue comenzada en 1764 con planos de G. H. Couture, pero después del nuevo concurso de 1806 se optó por el proyecto de Pierre Vignon, y en 1813 el emperador ordenó que no había de erigirse como iglesia, sino como templo honorífico dedicado a la gloria del ejército francés. Con todo, en 1816, aún en construcción, se devolvió a este monumento arquitectónico su destino como iglesia con advocación a la Magdalena. De hecho, el período de la Restauración borbónica se caracterizará por un apetito por construir iglesias que está en franca antítesis con la inexistente solicitud que se hizo notar para esto mismo durante el imperio de Napoleón.
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Aunque al completar la plaza de la Annunziata de Florencia con el pórtico de los Siervos de María se inspiró en Brunelleschi, concretamente en el del hospital de los Inocentes, Antonio de Sangallo el Viejo, hermano de Giuliano de Sangallo, siguió el monumentalismo clasicista de Bramante cuando proyectó en Montepulciano, la patria de Poliziano, la cruz griega de la iglesia de la Madonna de San Biagio, iniciada en 1519. Sugiere, como la iglesia de La Consolación de Todi, las directrices de Bramante para su proyecto de San Pedro del Vaticano, y también el austero machón central que eleva sobre esbelto tambor apilastrado otra rotunda cúpula con linterna, queda contrapesado por los cuatro brazos, aquí de hastial plano. Sólo se construyó uno de los dos campaniles, esbelta torre de tres cubos superpuestos y cuerpo de campanas ochavado.
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Se trata de una iglesia de tamaño pequeño, con planta irregular, edificada en diferentes épocas según se marca en sus portadas. Se piensa que podría haber sido construida sobre una antigua mezquita árabe, modificada después de la Reconquista, hasta la última, llevada a cabo en 1674, año de construcción de la capilla mayor. Consta de una planta llamativa, resultado de dos iglesias perpendiculares entre sí, con caracteres de distintas épocas. La fachada tiene una portada adintelada, dos ventanas, un reloj y dos pilares que sobresalen a ambos lados de la portada. Son de destacar sus retablos con pinturas, el artesonado mudéjar y algunas esculturas del siglo XVI.