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El tercer trabajo consistía en matar al jabalí que arruinaba las cosechas y las vidas de los habitantes de Erimanto. El cuadro está más torpemente ejecutado que otros de la serie, explicándose esta deficiencia en una mayor participación de los ayudantes de Zurbarán. Sin embargo, las características son similares, por ejemplo, al lienzo de la Hidra de Lerna. La figura de Hércules es tosca, casi grotesca, recortada sobre un fondo oscuro y fuertemente iluminada. Esta imagen tan rotunda se presta perfectamente a la función emblemática que cumplía la serie dentro del conjunto decorativo del Salón de Reinos, donde además se encontraban otras obras, como la Rendición de Breda de Velázquez, y cinco retratos ecuestres, entre los que destacan el de Felipe IV y el del Príncipe Baltasar Carlos, del mismo autor.
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Hércules debía realizar doce trabajos para Euristeo, aunque Zurbarán sólo pintó diez para el Palacio del Buen Retiro por razones de espacio. El que nos ocupa se trata del primer trabajo del héroe. Es por esta razón que aparece completamente desnudo, puesto que su vestidura tradicional a la hora de representarle consiste en la piel de este león, que evidentemente va a morir. Son raros los desnudos integrales en el arte español, y más aún los de tema profano, no pintados con la excusa de un San Sebastián, por ejemplo, o un Cristo en la Cruz. Zurbarán probablemente se inspiró para llevar a cabo éste en un grabado, pues la musculatura que realiza es muy lineal y de sombreado muy marcado. El héroe destaca del resto del lienzo gracias al fogonazo de luz sobre su cuerpo. Del león apenas intuimos la cabeza, puesto que el resto se encuentra esbozado y en la oscuridad. Hércules trató de matarlo primero a flechazos (las flechas se encuentran a sus pies, rotas) pero ante la dificultad se abalanzó directamente sobre la fiera y la mató con sus propias manos. La razón del tema se encuentra en la identificación tradicional del héroe con la dinastía española. Hércules lucha contra el león para librar la región de Nemea de su terror: de la misma manera, el rey español Felipe IV es el protector y defensor de su pueblo.
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La leyenda de este cuadro está relacionada con el mito del Minotauro, hijo de este toro con el que Hércules se enfrenta por orden de Euristeo. El toro fue el amante de la reina de Micenas, esposa de Minos, que concibió al Minotauro. El toro, tras este episodio, enloqueció y comenzó a destruirlo todo a su paso, por lo que se hizo necesaria la intervención de Hércules, que simboliza el poder del gobernante para dominar los instintos desbocados de los gobernados. Toda una alegoría en favor quizás del valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares. Tal vez sea por ello que, dada la ubicación original del cuadro encima de una puerta, la pose del héroe parezca amenazar más que al toro al desprevenido espectador que lo observa desde el suelo.
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Segundo cuadro de la serie de los Trabajos de Hércules, en esta escena el héroe ya viste la piel del león de Nemea al que acaba de matar. Esta vez, Hércules ha de enfrentarse con un monstruo de siete cabezas que aterrorizaba la costa de la laguna de Lerna. Nuevamente la imagen transmitida por el héroe y que se transmite a su supuesto descendiente, Felipe IV, es la de un pacificador. Esta vez el personaje no aparece solo sino que le acompaña su sobrino Iolao. La técnica es de todo punto similar a la del resto de la serie, acentuándose los rasgos tenebristas y los contrastes entre luces y sombras.
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Al igual que los otros cuadros de la serie que Zurbarán dedicó a Hércules, este episodio trasluce el poder del gobernante así como sus virtudes. El estilo es similar al resto de los lienzos, por lo que para profundizar en sus características remitimos al primero de la serie, Hércules y el león de Nemea.
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La escena que se narra en esta escultura corresponde a uno de los Trabajos de Hércules. Hijo de Posidón y Gea, el gigante Anteo habitaba en Libia, obligando a todos los viajeros que por allí pasaban a luchar contra él. Una vez vencidos y muertos, con sus despojos adornaba el templo de su padre. Mientras que Anteo tocaba la tierra era invulnerable pero cuando Hércules, durante su paso por Libia en busca de las manzanas de oro, luchó contra él, consiguió derrotarle al levantarle sobre sus hombros. Pollaiuolo realiza esta estatuilla que destaca por el detallismo anatómico así como el violento movimiento de las figuras luchando. En la expresión de los rostros existe un gran contraste entre el gesto concentrado de Hércules y el desesperado de Anteo que se sabe ya vencido.