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Personaje Militar
El reinado de Enrique II es uno de los más fructíferos de su tiempo. Hijo de Francisco I y Claudia de Francia, continua la política antiespañolista de su padre. Por ello firma en 1551 un tratado con los príncipes alemanes rebeldes al emperador consiguiendo la aceptación del dominio francés sobre las plazas imperiales de Metz, Verdún y Toul que fueron conquistadas en 1552. En la misma línea, firma un acuerdo en 1555 con el papa Paulo IV, declarado antiespañol, para ocupar las posesiones imperiales en territorio italiano; esta empresa resultó un rotundo fracaso al no derrotar a las tropas imperiales ni tomar ninguna plaza de relevancia. El fracaso se ratificaba tras la contundente victoria española en la batalla de San Quintín (1557) gracias a Manuel Filiberto de Saboya y la posterior de Gravelinas, lo que motivó que Enrique II firmara la paz de Cateau-Cambresis en la que se reconocía la hegemonía española en Italia, casándose Felipe II con Isabel de Valois con motivo de este acuerdo. En el plano interno, la política de Enrique II fue dirigida a afianzar el poder monárquico y eliminar los brotes de disidencia religiosa a través de la persecución de los partidarios de la Reforma, medidas que se reforzaron tras la firma del edicto de Ecouen en 1557.
contexto
Durante el medio siglo que cubre los reinados de Enrique II, Ricardo Corazón de León y los inicios del de Juan Sin Tierra, los monarcas ingleses de la dinastía de Anjou (o Plantagenet) acapararon un enorme poder territorial. Para definir tal poder se ha acuñado una expresión: la de Imperio angevino. Los contemporáneos no la utilizaron aunque reconocieron la incuestionable autoridad de sus titulares. En el presente se duda de la adecuación del vocablo Imperio dada la inexistencia de una estructura administrativa centralizada de la que dependieran todos sus dominios. Incluso autores como J. Le Patourel y C. W. Hollister han contrastado lo compacto del Imperio normando de Guillermo I y sus sucesores con lo heterogéneo de los territorios del angevino. Los condes de Anjou que habían de dar nombre a la nueva dinastía reinante en Inglaterra desde 1154, pertenecían desde el siglo X al grupo de príncipes feudales franceses que alternativamente se aliaban o se enfrentaban para reforzar su poder en el Norte y Oeste de la Galia (J. Gillingahm). No se diferenciaban en ello gran cosa de los duques de Normandía. Por los años en que éstos llevaban a cabo la conquista y organización de Inglaterra, Fulco IV y Fulco V (muerto este en 1128) añadían a su Anjou original los condados de Maine y Turena. La incorporación de ésta suponía la inclusión en los dominios angevinos de la ciudad de Tours, prestigioso centro eclesiástico e importante nudo de comunicaciones. El heredero de Fulco V, Godofredo Plantagenet, casó en 1128 con Matilde, viuda del emperador alemán Enrique V y receptora de los derechos al trono inglés por vía de su padre Enrique I Beauclerc. Los intereses territoriales de los angevinos -ejercidos de forma efectiva o de forma teórica que se hizo práctica en los años siguientes- se extendían desde el Muro Adriano hasta el Loira. El heredero de estos derechos, el que sería desde 1154 Enrique II de Inglaterra, había ampliado más hacia el Mediodía su radio de acción. En efecto, las malas relaciones entre Leonor de Aquitania y Luis VII de Francia habían conducido a la anulación del matrimonio en el concilio de Beaugency de 1152. Unas semanas mas tarde "la reina de los trovadores" se casaba con Enrique aportando al patrimonio de la casa de Anjou las ricas tierras de Aquitania. El Imperio Plantagenet ponía sus límites en la raya del Pirineo para disgusto de quienes habían de ser sus más encarnizados rivales: los Capeto de Paris. Las ambiciones territoriales de Enrique II no se pararon ahí. En los años siguientes, Bretaña fue objeto de especial atención: en 1166, Constanza, hija de Conan IV, se comprometía con Godofredo, uno de los hijos de Enrique y Leonor. Por el "assise" de 1185, Bretaña se ajustaba a las pautas del Imperio angevino. En 1163, por acuerdo entre Enrique II y los condes de Flandes, éstos se comprometían a apoyar al monarca inglés con un contingente de mil caballeros cuando les fuera solicitado. Escocia, Irlanda y Gales también fueron objeto de marcado interés para la política y la diplomacia Plantagenet. En relación con la primera, y entre 1157 y 1175, Enrique fue recuperando aquellos territorios del Norte que los soberanos escoceses habían ocupado aprovechando la anarquía de tiempos de Esteban. En 1173 Guillermo de Escocia, derrotado en Alnwick, firmaba un humillante tratado por el que diversas plazas de su reino recibirían guarniciones inglesas. Paralelamente, los principales caudillos galeses se sometían al vasallaje Plantagenet y algunos condados irlandeses empezaron a conocer la presencia militar inglesa. A grandes dominios territoriales, grandes conflictos. De todos los territorios del Imperio Angevino, el bloque anglo-normando era sobre el que el monarca podía ejercer un poder más libre de trabas. De hecho, Enrique II prosiguió la política de centralización promovida por Guillermo el Conquistador o Enrique I. El mayor conflicto surgió de la resistencia de ciertos sectores de la Iglesia a los propósitos del soberano. La crisis estalló con motivo de la promulgación en 1164 de las "Constituciones de Clarendon" por las que Enrique trataba de restringir la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos y se les instaba, además, a que adoptasen los procedimientos propios de los civiles. El rey encontró el apoyo de algunos miembros del alto clero como los obispos de Londres y York pero chocó con la aura oposición de su antiguo amigo y canciller, ahora arzobispo de Canterbury, Tomás Becket, transformado en campeón de las libertades eclesiásticas. Acusado por la justicia ordinaria, Tomás huyó a Francia dejando al monarca ingles en desairada situación. Tras diversos intentos de mediación (culminados en la concordia de Freteval) el prelado retornó a Inglaterra (1170) pero se negó a levantar las sanciones que tiempo atrás había lanzado contra consejeros del rey. Unos imprudentes comentarios de éste condujeron a desencadenar la tragedia: un grupo de caballeros de la casa real irrumpió en la iglesia de Canterbury cosiendo a puñaladas a Tomás. Un terrible escándalo sacudió a toda la Cristiandad. Enrique hubo de someterse a una humillante penitencia pública y las "Constituciones de Clarendon", si no anuladas, fueron suavizadas en sus puntos más polémicos: Concordato de Avranches. De no menor trascendencia política fueron los conflictos derivados de la heterogeneidad de territorios del Imperio Plantagenet y de los problemas domésticos surgidos en la corte de Enrique. Sobre las grandes entidades políticas el rey implantó unos poderes delegados. Así, en el bloque estrictamente angevino (Anjou, Maine y Turena), sería el senescal de Anjou quien actuara. En Bretaña sería su hijo Godofredo como consorte de la duquesa Constanza. En Aquitania, Leonor actuó de hecho como verdadera señora del país y, desde 1169, otro de los hijos del matrimonio, Ricardo, ejerció amplias prerrogativas. Para Irlanda, cuya conquista se había iniciado en 1171, se pensó en otro de los vástagos, Juan, con poderes de virrey El principio de solidaridad familiar -similar al que los Capeto estaban implantando en sus entontes modestos dominios- se pensaba que era el mejor cemento de unión para un imperio excesivamente dilatado. Enrique II así lo entendió cuando, en 1170, asoció al trono a su primogénito, Enrique el Joven. Este conjunto de medidas se revelarán como contraproducentes. El autoritarismo real provocó una vasta rebelión entre 1173 y 1174 en la que estuvieron implicados un gran número de señores ingleses, los propios hijos del rey atizados por su madre Leonor y gentes descontentas del Poitou y Normandía. Los reyes de Francia y Escocia y los condes de Flandes y Blois prestaron también su apoyo a la revuelta. Enrique logró salir con bien de la prueba al capturar a su esposa y levantar un fuerte ejército con el que rechazó a sus rivales. En 1183 estalló otra disputa familiar rápidamente zanjada con la muerte súbita de Enrique el Joven Fueron los últimos años de vida de Enrique II, muerto en 1189. Para entonces otro monarca Capeto, más capacitado políticamente que su padre Luis VII, se preparaba para minar las fuerzas de sus rivales Plantagenet: Felipe II Augusto.
Personaje Político
Hijo del rey Juan, en su adolescencia, reinó bajo la regencia de William Marshall, señor de Pembroke. Promovió la entrada de elementos foráneos en su reino y emprendió reformas importantes. Paso un tiempo en cautividad. Se enfrentó a una rebelión nobiliaria encabezada por Simón de Montford.
Personaje Militar Político
Apodado el negro, era hijo de Conrado II, a quien sucedió. En 1039 fue proclamado rey de Alemania y en 1046 fue coronado en Roma como emperador. Durante su mandato, logró asentar y fortalecer sus dominios, sometiendo rebeliones de señores feudales (Lorena y Baviera) y manteniendo las fronteras seguras (Bohemia, Bolonia y Pomerania). Intervino en cuestiones religiosas, apoyando las tesis reformistas de la orden de Cluny, deponiendo a tres papas y designando a los alemanes Clemente II, Dámaso II, León IX y Víctor II como papas.
Personaje Político
Tres el fallecimiento de su hermano Carlos IX, Enrique III ocupó la corona de Francia en 1574, tras dos años como rey de Polonia. Hijo de Enrique II y Catalina de Médicis, Enrique III se ve de lleno involucrado en las guerras de religión realizando una política tremendamente ambigua que no solucionó el problema. Su opción por el bando hugonote le llevará a la muerte ya que apoyó el asesinato de Enrique de Guisa motivará que uno de los miembros de la Liga Católica acabe con su vida en el sitio de París, rebelde a la autoridad real.
Personaje Militar Político
Hijo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón, casó con Catalina de Láncaster en 1388 en virtud del tratado de Bayona, siendo nombrado príncipe de Asturias. Ascendió al trono en 1390. Los tres primeros años de mandato son una sucesión de fórmulas para dar con la regencia adecuada, como el gobierno de algunos parientes del rey o el arbitraje de las Cortes. En 1393 toma el poder de manera efectiva y personal, apoyándose en la nobleza media nacida en la propia dinastía para alejar a sus parientes (Leonor de Navarra, Alfonso Enríquez). En política interior, lleva a cabo una verdadera obra reformista, encaminada fundamentalmente a asentar el poder real. Así, deroga los privilegios y concesiones anteriormente alcanzados por las Cortes, como la alcabala y la asistencia al Consejo Real, y promueve la figura del corregidor en las ciudades. El período de paz que vive Castilla logra equilibrar las arcas de la corona. Además, emprende la conquista de Canarias y consigue detener el antisemitismo imperante. Presta su apoyo a Benedicto XIII en su pretensión al solio pontificio y ha de detener un intento de invasión de Portugal. Además, la preocupación por el avance turco le lleva a enviar dos embajadas ante Tamerlán y, frente a los musulmanes, reanuda las operaciones contra Granada. También consigue alejar a los piratas del estrecho de Gibraltar. La mala salud le hace delegar en sus últimos años en su hermano Fernando de Antequera.
contexto
En la situación que se encontraba Inglaterra a la muerte de Juan, sólo un monarca prudente y económico hubiera podido mantenerse sin sobresaltos. Ninguno de estos dos requisitos reunió el nuevo Plantagenet bajo cuyo reinado se produjo el segundo gran sobresalto en la historia de la Inglaterra del siglo XIII. Los primeros anos de la minoridad de Enrique conocieron la regencia de un veterano de la política Plantagenet: Guillermo el Mariscal, fiel y eficiente servidor de Enrique II, Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra tanto en Inglaterra como en el continente. Cuando murió en mayo de 1219 el mejor elogio fúnebre se atribuye a su viejo rival en los campos de batalla, Felipe Augusto: "El Mariscal fue, a mi juicio, el más leal, verdadero que haya conocido jamás en cualquier lugar que estuviese". El negro contrapunto a tal juicio lo había fijado el propio Mariscal en el lecho de muerte refiriéndose al futuro del reino: entregaba la guarda del joven rey Enrique a Dios "ya que no había país en el que la gente estuviera tan dividida como en Inglaterra..." En los años siguientes, Enrique fue haciéndose con las riendas del poder. Hombre devoto y obsesionado por los amargos recuerdos de su infancia, pronto se convirtió en un servil pupilo de una Santa Sede que no tuvo escrúpulos en abusar de su situación privilegiada. Ello valió al Plantagenet enajenarse las simpatías de buena parte del clero nacional inglés y de una baronía que, conducida a desastrosas empresas exteriores, no vio más camino que repetir la rebelión contra su señor natural. El gobierno de Inglaterra descansaba, fundamentalmente, sobre tres organismos: la Cancillería, el Echiquier y el Hotel (Wardrobe). El personal de este último acabó convirtiéndose en el "staff" administrativo de la casa real. En 1236, Enrique III casaba con la cuñada de san Luis de Francia, Leonor de Provenza. Con ella vino a Inglaterra un nutrido grupo de provenzales y saboyanos que, unidos a los poitevinos afincados en el reino, coparon los más importantes puestos de responsabilidad en el Hotel así como también un elevado número de beneficios laicos y eclesiásticos. A los ojos del elemento indígena, Inglaterra estaba sufriendo una verdadera colonización política. Las operaciones en el exterior no hicieron más que acrecentar el desprestigio personal de Enrique. Varios intentos de recuperar posiciones en Francia se saldaron con rotundos fracasos entre 1230 y 1242. El grupo de poitevinos había reclamado la intervención del Plantagenet para evitar que Alfonso, hermano de san Luis, recibiera el homenaje de los vasallos del Poitou. Enrique sufrió graves derrotas en Saintes y Taillebourg a manos del monarca francés. Años más tarde se firmaba la paz entre los dos contendientes (acuerdo de París de 1258) por la que Londres abandonaba definitivamente a manos de los Capeto Normandía, Maine, Anjou, Poitou y Turena. Ruinosas fueron también otras dos empresas internacionales al servicio de los intereses de la Santa Sede. En 1254, aceptó Enrique la Corona de Sicilia para su hijo Edmundo. Tres años más tarde, el soberano inglés comprometió a su hermano Ricardo de Cornualles como candidato a la Corona imperial. Dos grandes proyectos saldados con dos grandes fiascos... y con gravísimos problemas financieros que hicieron crecer la inquietud en el interior de Inglaterra. Las varias redacciones que se hicieron de la Carta Magna en la primera fase del reinado de Enrique III (la última en 1225) potenciaron entre la feudalidad inglesa el deseo de institucionalizar un Consejo de barones y prelados que vigilase los subsidios otorgados al rey y la designación de altos funcionarios. Bajo los nombres de Parlamento o de "Magnum Consilium", este organismo nucleó un creciente descontento que estalló en 1258. Un periodo de malas cosechas actuó como detonante. A la cabeza de los barones ingleses se puso un hombre dotado de indudable carisma: el conde de Leicester Simón de Montfort, hijo del vencedor de los albigenses del mismo nombre y afincado en Inglaterra hacia 1230. Las "Provisiones de Oxford" impuestas a Enrique III fueron un primer éxito de los alzados. Los comités creados asumieron amplias funciones judiciales, fiscales y políticas. Siguiendo el modelo francés establecido por san Luis, el nuevo justicia mayor Hugo Bigod promovió un amplio sistema de encuestas en todo el reino a fin de reparar los agravios cometidos en los años anteriores. La acción exterior quedó en manos del núcleo duro de reformadores: negociaciones con la Santa Sede, contención de las incursiones de galeses y escoceses e, incluso, los acuerdos con Francia. De hecho la paz de París fue un asunto conducido por Simón de Montfort. A las provisiones de Oxford se sumaron en marzo de 1259 las "Provisiones de Westminster". A través de ellas Simón de Montfort pretendía satisfacer las demandas de las clases medias del reino que deseaban que los barones se sometieran también al régimen de encuesta aplicado a los meses anteriores a los oficiales reales. Fue una determinación que provocó una primera fisura en el bloque baronial. Una parte se mantuvo fiel al de Montfort; otra basculó hacia el rey. Enrique III vio entonces la oportunidad de librarse de los funcionarios que le habían impuesto y de dar marcha atrás a las reformas. Luis IX de Francia fue solicitado -dado su enorme prestigio en todo el Occidente- por las partes en litigio para actuar de árbitro en el contencioso. El "Laudo de Amiens" dado por el Capeto era altamente favorable a su cuñado inglés pero no fue aceptado por las clases populares: los artesanos de Londres, la clase media rural y los marinos de los Cinco Puertos formaron piña en torno a Simón de Montfort quien en mayo de 1264 inflingió a Enrique III una grave derrota en Lewes, en las cercanías de Londres. El monarca se convirtió en prisionero del vencedor que se dispuso a ejercer un gobierno personal para llevar a termino el programa de reformas. El 20 de enero de 1265 dio el golpe decisivo al convocar un Parlamento en el que participaron junto a los señores y los caballeros de los condados, representantes de "York, Lincoln y otras ciudades de Inglaterra". Un importante paso en la participación del elemento burgués en los centros de deliberación y decisión política. Ni este Parlamento ni los "custodes pacis" enviados a los condados para garantizar el orden lograron establecer la paz. La solución para los graves problemas que afectaban al reino vendría de manos de un personaje que había permanecido en un segundo plano: el príncipe heredero Eduardo.