Uno de los objetivos de Daumier era la crítica a la burguesía, representada sobre todo por médicos u abogados. Para no ser demasiado explícito, en numerosas ocasiones utilizó fuentes literarias, especialmente de Molière como este Enfermo imaginario, quien no deja de ser un burgués más, como apreciamos por el retrato que aparece sobre la cabecera de la cama. La extraña figura del fondo, con una gruesa jeringuilla en la mano, quita realismo a la composición y la hace más sarcástica. Posiblemente estemos ante una alegoría de la sociedad francesa del siglo XIX, enferma para el maestro, y a la que la burguesía no puede poner remedio. No olvidemos que Daumier se puso en contacto con Courbet y algunos incipientes círculos socialistas, participando en la Comuna. El estilo del maestro casi anticipa el Expresionismo, partiendo de Goya, uno de sus pintores favoritos. Las tonalidades oscuras empleadas son un homenaje al Barroco, especialmente a Rembrandt y a los pintores españoles del siglo XVII. En la iluminación también existe una referencia a Caravaggio.
Busqueda de contenidos
fuente
En producción desde 1939, el Enfield n? 4 Mk 1 está considerado todavía hoy como uno de los mejores fusiles militares de repetición ordinaria. Extremadamente fiable incluso en condiciones difíciles de utilización, de fácil mantenimiento, se demostró un fusil equilibrado y preciso incluso después de un uso prolongado. Algunos modelos, "de ciego", podían ir equipados con mira telescópica. Estos modelos, denominados N? 4 Mk 1 (T), se seleccionaban de entre los que salían de la cadena de producción para ser ensamblados posteriormente por Holland & Holland. El Enfield N? 4 llevaba un cargador de 10 cartuchos, y la velocidad en la boca del arma era de 751 m/sg. Al terminar el primer conflicto mundial, el British War Office Small Arms Commitee, analizados los defectos y las carencias del SMLE N°1 Mk III, decidió reemplazarlo con una nueva arma; sin embargo, las opiniones en el interior del Comité eran dispares: algunos optaban por un fusil semiautomático, otros preferían un fusil manual de obturador giratorio-corredero y otros, los más conservadores, sostenían que el fusil en dotación era óptimo y podía permanecer todavía durante un tiempo. En una cosa estaban todos de acuerdo: el calibre tenía que permanecer invariable y las posibles reducciones, ya estudiadas en los años anteriores al estallido de la Gran Guerra, tenían que ser arrinconadas. Después de varias discusiones, que duraron varios meses, se decidió que una de las mayores carencias del fusil Mk III era el taco de mira, que estaba demasiado adelante y se hacía difícil apuntar, por lo que se aconsejó retirarlo hacia el puente de cargamento y sustituirlo con una mira óptica. Como base de partida para el nuevo fusil se decidió utilizar el viejo modelo, elección motivada sobre todo por las restricciones económicas, por lo que la nueva arma tenía que fabricarse con el mínimo gasto y en tiempos muy breves. El resultado de años de búsqueda fue el N°1 Mk IV, que en relación con el viejo modelo tenía un cañón más pesado, lo que limitaba las vibraciones, aumentando consecuentemente la precisión; la boquilla se redujo en sus dimensiones para disminuir el peso en el vuelo, y la parte terminal del cañón se dejó expuesta y dotada de tendones para poder colocar una bayoneta tipo calza. En las aletas de protección de la mira se realizaron unas aperturas laterales para que se pudiera apuntar con más facilidad; en el taco de mira óptico se hicieron dos orificios, uno fijo, tarado a 400 metros, con la función de taco de combate, y el otro, con movimiento y regulación micrométrica en altura para tiros de precisión. Las primeras pruebas dieron muy malos resultados: disparando con la bayoneta montada, el punto de impacto se bajaba unos veinte centímetros y la diana resultaba dispersa en vertical. Después de un análisis de los motivos que producía este tipo de resultados, se llegó a la conclusión de que la causa de esta dispersión se debía al tipo de obturador, por lo que fue necesario rediseñar la acción, haciéndola más compacta y robusta, eliminando algunas partes consideradas inútiles y aumentando el refuerzo lateral, de forma que se eliminara la torsión provocada por el disparo. Además hubo que volver a tarar las máquinas destinadas a la elaboración de la madera en la zona en donde se producía el anclaje de la acción, de forma que el acoplamiento de la culata con el asta fuera más preciso. En 1926, con la redenominación y recatalogación de todas las armas, el fusil fue definitivamente aprobado con el nombre de N° 4 Mk I; sin embargo, tuvieron que pasar otros cinco años antes de que el arsenal de Enfield consiguiera producir 1.000 armas destinadas a las tropas, siendo necesario el estallido de la Segunda Guerra Mundial para que el gobierno inglés desembolsara los fondos necesarios para comenzar la producción en serie. Al principio, el fusil tenía el ánima del cañón con 5 estrías de giro hacia la izquierda con paso de 10 pulgadas; sin embargo, posteriormente, se produjeron también otros modelos con seis y dos estrías; estos últimos resultaron muy malos, sobre todo por lo que se refiere a la precisión. Inicialmente la culata estaba realizada utilizando madera de avellano; posteriormente, por motivos económicos y de abastecimiento, se utilizaron también otras maderas de calidad inferior. Los primeros fusiles se realizaron en el arsenal de Enfield, el cual, al estallar la guerra, fue absorbido por la producción de Bren, Sten y revólveres cal.38, por lo que la fabricación de los N°4 Mk I fue desviada a otras fábricas, entre ellas la B.S.A. y sus coasociadas Shirley, Maltby y Fazacheley. Para no tener que adiestrar a nuevos operarios en la producción del fusil, muchos de ellos se trasladaron de la fábrica de Enfield a las nuevas plantas para poder instruir a su vez al personal. Los fusiles, además de en Inglaterra, se realizaron también en régimen de "Lend and Lease", es decir, alquiler y préstamo, en la Long Branch, en Canadá, y en la Savage, en los Estados Unidos. Más allá del océano, por motivos claramente vinculados con los costes de producción, nació un nuevo modelo denominado N° 4 Mk I, el cual se diferenciaba del proyecto original en el sistema de liberación del obturador. En lugar de tener una palanca de recorrido hasta el fondo que liberaba la cabeza del obturador de la rueda permitiendo la rotación y la consiguiente extracción, se realizó un orificio a un cuarto de giro de la rueda de forma que pudiera entrar la cabeza. Esta solución permitía ahorrar tiempo y material durante la elaboración. Otro punto de vital importancia retocado por algunos arsenales fue el taco de mira: en el proyecto original, el alza para el tiro de precisión era de tipo micrométrico, controlado mediante un tornillo sin fin; posteriormente se sustituyó por uno de cursor con hoja corredera sujeto mediante una palanca de disparo que permitía la retención cada 100 yardas. Finalmente, los arsenales de Long Branch decidieron utilizar un taco de mira en forma de "L" con dos orificios fijos, uno para el tiro a 400 yardas y otro a 600 yardas, haciendo la puntería extremadamente imprecisa, elemento de poca importancia en los fusiles que se realizaban más allá del océano, ya que utilizaban cañones de tan solo dos estrías con un orificio en el ánima muy grueso y de diámetro incorrecto. Otros puntos de intervención fueron las aletas de protección de la mira, al principio de metal forjado, posteriormente sustituido por un trozo de hoja impresa. Estos dos elementos se denominaron respectivamente Mk I y Mk II. Después de transcurridos los primeros meses de guerra, aumentó notablemente la demanda de fusiles para tiradores de élite. De dichas armas había bastante carencia en los arsenales, por lo que la comisión especial encargada del desarrollo de las armas decidió desarrollar una nueva arma de ciego utilizando como base de partida el N°- 4 Mk I para así eliminar todos los problemas logísticos unidos al abastecimiento de piezas de recambio. Como óptica para el nuevo fusil se decidió adoptar un anteojo realizado de forma experimental para ser utilizado en la ametralladora Bren. Después de un par de años de estudio, el 7 de diciembre de 1941, el fusil estaba listo para ser entregado en dotación a la tropa; el anteojo utilizado se denominó N° 32 Mk I, producido por Vickers de York. La óptica del fusil tenía dos tambores de regulación, uno para el alza y otro para la deriva, y a cada disparo correspondía un desplazamiento lateral de dos minutos de ángulo, es decir, unos 5 centímetros cada cien metros. El tambor que regulaba la deriva estaba colocado en la parte izquierda, la más expuesta a golpes; ello se debió a que tenía que montarse también en el Bren en la parte izquierda del cargador, cosa que no sucedió nunca ya que la rueda de enganche en el Bren se quedó en mero proyecto en los papeles. La óptica tenía tres aumentos y un campo de visión de apenas nueve grados. Después de algunos ejemplares producidos por la B.S.A., la preparación y terminación del arma se entregó a la Holland & Holland el 22 de septiembre de 1942, la cual, para mantener bajo el perfil de la óptica, fresó el taco de combate manteniendo sólo el de precisión, para utilizar en caso de que se rompiera el anteojo; posteriormente se atornillaban y se soldaban al castillo las dos plataformas de retención del anteojo y finalmente, montadas todas las piezas, el fusil se enviaba a la B.S.A., que se encargaba de ajustar la óptica. Enseguida se vieron los límites del anteojo: además de tener una regulación demasiado imprecisa, la retícula tendía a moverse en el interior del tubo, por lo que se decidió hacer un nuevo modelo (denominado N? 32 Mk II) en el que los dientes de retención de la óptica se reforzaron de forma que se obtuviera una retención cada minuto de ángulo, colocando un muelle de bronce destinado a tener en tensión la retícula. En octubre de 1944 nació una nueva óptica, la N° 32 Mk III, en la que los tambores de la óptica ya no se encontraban fuera de eje en relación con las bases cuadradas en las que se alojaban; además, las lentes se azularon y la óptica se hizo más firme; la primera modificación lleva una "B" (Blued) pintada en el tubo de la óptica, mientras que la segunda se reconoce por la letra "W" en rojo (Waterproof), también ella pintada en el tubo del anteojo. El fusil se entregó a la tropa en una caja de madera estudiada para poder ser lanzada desde paracaídas, mientras que el anteojo se protegía de los golpes colocándolo en el interior de una caja de metal y, posteriormente, dentro de una bolsa de tela rígida. En 1943 nació un nuevo fusil Enfield, destinado principalmente a las operaciones en Extremo Oriente, es decir, en zonas dominadas por la densa vegetación y la jungla. La nueva arma no era sino un N° 4 Mk I con el cañón recortado para poder utilizarla sin problemas incluso en la selva. La nueva arma, denominada N° 5 Mk I y conocida por su utilización como "Jungle Carbine", poseía un asta mucho más corta que dejaba al descubierto más de la mitad del cañón. Éste, al ser también más corto, llevaba un apagallamas en forma de embudo que atenuaba la considerable llamarada que se producía en la boca. La culata fue equipada con una base de goma que absorbía notablemente el retroceso; el taco de mira fue rediseñado para compensar la nueva trayectoria con mayor caída del proyectil. Dicho fusil tuvo una vida más bien breve y nunca fue oficialmente adoptado, probablemente debido a los enormes defectos que poseía, entre los que cabe reseñar uno, el más grave: la pérdida de ajuste de la mira después de realizar unos pocos disparos. Después de la guerra, los fusiles N° 1 Mk III y N° 4 Mk I se entregaron en dotación al ejército italiano junto con todo su equipamiento; estuvieron en dotación durante pocos años, hasta la adopción del Garand.
contexto
La hostilidad entre España e Inglaterra aunaba motivaciones políticas, económicas y religiosas. La potencia naval inglesa la convertía en el mayor enemigo de la Monarquía española, que necesitaba comunicar por mar sus dispersos territorios. El mantenimiento de la soberanía española sobre los Países Bajos requería el envío frecuente de tropas por mar y que aquéllos no contasen con ayuda exterior inglesa. Y, por otra parte, el tráfico mercantil que relacionaba Castilla con aquellos Estados septentrionales era puesto en peligro por los ataques piratas desde El Havre y la isla de Wight. Por su parte, Inglaterra no deseaba más que perjudicar el comercio de su rival flamenco y la situación hegemónica de la Monarquía española, además de no poder ver sin inquietud el trasiego de tropas por las cercanías de sus costas. A ello se añadían los enfrentamientos coloniales derivados de la no aceptación por parte de los otros Estados europeos de la división de las áreas de expansión colonial entre España y Portugal, según la Bula papal de 1493 y el tratado de Tordesillas del año siguiente. Los mismos navegantes que emprendían viajes descubridores en busca de una nueva ruta a Oriente eran quienes practicaban el corso contra los navíos españoles, con la aprobación de la Corona inglesa, acabando por obligar a España a la utilización del sistema de flotas para el comercio indiano. Los conflictos religiosos no hacían más que prestar una justificación a ambos contendientes y aunar las hostilidades de los respectivos súbditos contra el odiado enemigo. El rechazo de las proposiciones matrimoniales por Isabel Tudor y la paz de Cateau-Cambrésis con Francia, de la que saldría el matrimonio de Felipe con Isabel de Valois, hija de Enrique II, cambiaría absolutamente la orientación de la política exterior española. Durante el reinado de los sucesivos monarcas Valois, las relaciones hispano-francesas fueron generalmente aceptables, estando Francia en una situación interior en la que se podía permitir pocas veleidades exteriores. En Cateau-Cambrésis Francia aceptó las tesis del Tratado de Tordesillas y permitió que Felipe II desmantelara en 1565 los establecimientos coloniales creados en Florida por hugonotes sin licencia de la Corona francesa. Por el contrario, las relaciones hispano-inglesas se degradaron con rapidez ante los episodios cada vez más frecuentes de corsarismo en las costas europeas, facilitados por la rebelión de los Países Bajos y las guerras de religión francesas, con grave deterioro de las relaciones mercantiles de la zona y la ruina consecuente del mercado de la lana castellana. La hostilidad inglesa se acrecentó con la unión a España de Portugal y todo su imperio marítimo, que parecía alejar aún más la posibilidad de que otros participantes se abrieran camino en el terreno colonial. Por otra parte, el malestar se agudizó tras las sublevaciones católicas en Inglaterra, ayudadas más o menos abiertamente por España, que también apoyaba a los rebeldes irlandeses, a los que ocasionalmente envió tropas. El enfrentamiento oficial y abierto parecía inevitable, dada la aceleración de los altercados y el agotamiento de las vías diplomáticas. En 1585 la guerra quedó abierta tras la gravedad de los últimos incidentes: el año anterior había sido expulsado de Inglaterra el embajador español, Bernardino de Mendoza, acusado de participar en la conspiración para la liberación de María Estuardo y el derrocamiento de Isabel. La situación ventajosa de España en los Países Bajos decidió la intervención directa de Inglaterra en 1585, contestada por Felipe con la incautación de todos los navíos ingleses atracados en puertos españoles. Mientras, Drake atacaba Vigo, las islas de Cabo Verde, Santo Domingo y Cartagena de Indias. La única solución para la defensa de los Países Bajos y de las colonias parecía ser el sometimiento de Inglaterra, lo que hizo tomar fuerza a la propuesta del marqués de Santa Cruz de un ataque sorpresa contra Inglaterra por mar. Previa consulta con Farnesio, Felipe II decidió la preparación de una gran Armada en Cádiz y Sevilla, a cargo de Santa Cruz y del gobernador de Andalucía, el duque de Medina Sidonia, para que actuara conjuntamente con las tropas de Alejandro Farnesio en los Países Bajos llegado el momento. La decapitación de María Estuardo en 1587 hizo modificar los planes para el trono inglés, que ahora podría ocupar la infanta Isabel Clara Eugenia, que tenía derechos harto dudosos pero que contaba con la bendición del papa Sixto V ante la condición de protestante del heredero legítimo, Jacobo VI de Escocia. Estaban ultimados los planes y la flota a punto de zarpar cuando murió el marqués de Santa Cruz, que había de mandarla (30 de enero de 1588). Su sustitución por el duque de Medina Sidonia, que no era marino profesional, fue uno de los errores, junto con la dificultad de acoplar su actuación con Farnesio y sus tropas. La denominada "Armada Invencible", compuesta por 130 navíos que transportaban 27.000 hombres, zarpó definitivamente de La Coruña el 12 de julio; al acercarse a La Mancha se encontró con la flota inglesa, que la esperaba en Plymouth, y tras varios días de enfrentamientos llegó a Calais apenas sin daño. Acercarse a Dunkerke y Nieuport a recoger las tropas de Farnesio era imposible, dada la escasez de calado, y aquéllas no podían atravesar sin ayuda el bloqueo holandés. Mientras se intentaba resolver la situación, la armada inglesa atacó los días 7 y 8 de agosto a la Invencible, que, tras sufrir grave daño, fue arrastrada hacia el Norte, hasta hacer imposible volver para encontrarse con las tropas que aguardaban. La Invencible emprendió el retorno bordeando las islas Británicas, con bajas de millares de hombres en el camino, hasta llegar a Santander el 23 de septiembre. La pérdida de tan gran número de navíos y de marinos entrenados, difícilmente sustituibles, supuso un daño irreparable para la marina española. En los años siguientes, la piratería inglesa conoció uno de sus mejores momentos, con centenares de actos de pillaje al año, que obligaron a la mejora de las defensas y a la construcción de una cadena de fortificaciones en las colonias españolas. A pesar del alto precio de la construcción naval en España, la necesidad de defender el Imperio hizo pensar a Felipe II en una segunda gran Armada, que efectivamente se construyó en 1596 con el objetivo de invadir Irlanda, pero que fue dispersada por los vientos cuando al fin partió, repitiéndose las pérdidas. Pero aún continuó Felipe II con la idea de la gran Armada, y en otoño de 1597 volvería a repetirse el tropiezo con la climatología adversa y la dispersión. Al año siguiente moría el monarca español, y la disminución de los recursos obligaba a su sucesor a olvidarse de la invasión de Inglaterra. A su vez, la muerte de Isabel I en 1603 daría paso a un período de buenas relaciones entre los antiguos contendientes.